Inmemorables Recuerdos {Harry...

By randomnessence

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-Los sueños... -suspiró- los sueños hacen de nuestra experiencia un maravilloso recorrido eterno. Una tarde... More

P R E F A C I O
Capítulo 1. Limón.
Capítulo 2. Mar: igual a los ojos de papá.
Capítulo 3. La caída al lago.
Capítulo 4. Bumblidore.
Capítulo 5. Un recuerdo diferente.
Capítulo 6. Una extraña presencia.
Capítulo 7. El ataque.
Capítulo 8. Un explosivo recuerdo.
Capítulo 9. Voces.
Capítulo 10. La apuesta.
Capítulo 11. El Armario.
Capítulo 12. Fawkes.
Capítulo 13. Navidad: Black y los Weasley.
Capítulo 14. McGonagall vs Maggie y los Merodeadores (Parte 1).
Capítulo 15. La caída de McGonagall y el juego inesperado (Parte 2).
Capítulo 16. Un regalo para papá (Capítulo Navideño)
Capítulo 17. La persecución y el baile inesperado (Parte 3).
Capítulo 18. Una lluvia de recuerdos.
Capítulo 19. Lo Prometo.
Capítulo 21. Lo único que tengo... son recuerdos.
Capítulo 22. La Tragedia I.
Capítulo 23. La Tragedia II.
Capítulo 24. La Tragedia III. Recuérdanos siempre
Capítulo 25. Nueve Años Vacíos.
Capítulo 26. El Limón y el pelirrojo
Capítulo 27. Selecciones Inusuales
Capítulo 28. Cabras, Descubrimientos y Decisiones
Capítulo 29. Un vistazo al pasado
Capítulo 30. Una última visita

Capítulo 20. Mamá: la pianista de la familia.

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By randomnessence


»Canción del recuerdo en multimedia. Si deseas puedes reproducir la canción en cuanto aparezca un asterisco (*) en el relato. ¡Espero que lo disfrutes!


— • —




1979.



—¡Maggie! Las lecciones comienzan ahora. Levántate.

—Maaaaaaaa —chilló mientras se ponía una almohada en la cabeza. Minerva negó con la cabeza y le quitó la sábana que tenía puesta de encima.

—Nada de "maaa", Margaret. —Bufó. Albus gruñó—. Albus, levántate tú también. ¡Ya es tarde! —Él hizo un gesto con la mano y se dio la vuelta. Maggie gruñó también y se abrazó a su padre—. ¡Albus!

—¡Minervaaaaaaa!

—¡Mamáaaaaaaaa!

—¡Nada! ¡Arriba! —chilló la mujer. Ninguno de los dos le prestó atención por lo que rápidamente sacó su varita—. Les advierto que si no se mueven... —Albus bostezó. Maggie se aferró a él—. ¿No? Bien. ¡Aguamenti!

Un chorro de agua brotó de su varita y salió disparado hacia ambos. Tanto Albus como Maggie chillaron en cuanto el agua helada cayó sobre ellos.

—¡MINERVA! —Albus rápidamente se levantó de la cama cargando a Maggie en sus brazos. Ambos habían terminado completamente empapados.

Minerva se soltó a reír.

—¡No es gracioso! —Chillo Maggie arrugando el rostro. Su oscuro cabello estilaba y sus ojos estaban prácticamente cerrados. Albus mientras tanto intentaba encontrar su varita para arreglar el desastre que su esposa había ocasionado.

—Se los advertí. —Les dijo con una sonrisa autosuficiente en el rostro. Maggie arrugó la nariz—. Ya es bastante tarde y no podemos perder tiempo.

—Pero ¿por qué? —Se quejó la niña, quien aún estaba en brazos de Albus—. ¡Es sábado! ¡No están ocupados como otros días! ¡Podemos dormir! —Chilló.

—Maggie tiene razón, Minerva. ¡Libertad! —Añadió Albus. Maggie asintió con la cabeza y Minerva rodó los ojos. Rápidamente volvió a apuntarlos con la varita y los mojó de nuevo.

Ambos chillaron.

—Como dije, las clases empiezan ahora. —Musitó seriamente. Maggie bufó y bajó de los brazos de Albus.

—¡Debí de haber ganado la apuesta en Navidad! —Se quejó caminando hacia Minerva. Albus por fin encontró su varita y con un simple movimiento de la misma logró acomodar su alrededor y eliminar la humedad por completo. Una vez seco apuntó a Maggie y también se deshizo del agua que caía a chorros por su cuerpo. La niña se posó frente a su madre ya totalmente seca y se cruzó de brazos. Su cabello negro estaba esponjado.

Albus carcajeó y con otro movimiento de su varita hizo que éste volviera a la normalidad. Maggie le agradeció para seguidamente clavar sus ojos en Minerva.

—¿Por dónde empezamos? —Preguntó con voz cansina. La bruja negó con la cabeza y tomó su mano.

—Por un baño, claramente. No tomarás clases así.

—Pero me gusta esta pijama... Tiene limoncitos... como yo. —Reclamó. Albus rio y Minerva se encaminó hacia el baño de sus cámaras aún sosteniendo su mano. Maggie la siguió a paso lento.

—No te preocupes por eso, Maggie...

—Pero me gustan los limones... —protestó mientras Minerva abría la puerta del lugar. La mujer le lanzó una mirada amenazante a Albus, quien le sonrió amablemente. Él era el culpable de su actual obsesión con los limones.

—Te encontraremos un atuendo adecuado para ti después del baño, ¿qué te parece? —Maggie se frotó los ojos y entró al lugar. Minerva la siguió.

—¿Tendrá limones? —Preguntó inocentemente. Albus rio desde afuera y Minerva rodó los ojos mientras asentía.

—Tendrá limones, lo prometo, pero por lo pronto es momento de bañarse. No quieres empezar las clases sucia, ¿no es así? —Maggie asintió con la cabeza levemente.

—Clases ¡woohoo! —Se burló Albus desde afuera.

—Tú también ayudarás, Albus. No escaparás de esto.

—Ya decía yo que sonaba muy bueno para ser verdad...

—¡Por supuesto que no voy a enseñarle todo a Maggie yo sola!

—Está bien, está bien. ¿Por dónde empezaremos?

—Te enterarás más tarde. —Respondió la mujer mirando a Maggie. La niña la miraba fijamente a los ojos—. Por lo pronto... Es la hora del baño.





• • •





(*)

Una Maggie ya limpia de casi siete años corría felizmente tomada de la mano de Minerva. La bruja trataba de aminorar el paso, pero la niña no tenía intenciones de detenerse.

—¡Maggie! —exclamó la profesora McGonagall en cuanto la niña soltó su mano para adelantarse y doblar por el pasillo. Varios estudiantes rieron o simplemente observaron a Maggie con grandes sonrisas en sus rostros mientras la niña corría por el lugar como si no hubiera un mañana. Aún sabiendo que había capturado la atención de varias personas y que su madre intentaba atraparla para reprenderla sus piernas no eran capaces de detenerse.

—Ya... casi... llego... —Jadeó. Minerva suspiró mientras la observaba alejarse y no tuvo más remedio que seguirla, enrollando sus largas túnicas esmeralda en sus manos para poder correr con mayor libertad. Si bien la profesora no era considerablemente mayor (pues en aquel momento solo tenía cuarenta y cuatro años) tuvo que acelerar considerablemente sus pasos para llegar a alcanzarla.

—Maggie ¿qué estás hacien...? —Pero no pudo terminar de hablar. Una vez que la niña llegó a su destino rápidamente se adentró en él y desapareció de su vista—. ¡Maggie! —Minerva bufó. La bruja se aproximó también al lugar y abrió la puerta que Maggie había dejado entreabierta—. Margaret Dumbledore, ya te he dicho... —pero nuevamente se quedó sin habla.

—Lo prometiste. —Susurró Maggie, quien se encontraba posada justo en el medio de la habitación junto a un enorme piano de cola. Minerva observó el lugar atónita.

Extensos ventanales con vista a los terrenos, un bello paisaje lejano, tonos de lila pastel cubriendo las paredes altas y varios instrumentos diversos adornaban la habitación desconocida.

—Papá lo diseñó personalmente. Él sabe lo mucho que te gusta la música. —Le dijo Maggie con una sonrisa. La confusión de Minerva podría significar un punto a su favor—. Además... necesitamos un lugar para practicar, ¿no? ¡Es perfecto!

—¿Practicar? —Preguntó Minerva adentrándose en el lugar. Aún cuando habían instrumentos de cuerdas, viento y percusión por todos lados el blanco piano de cola posado justo en el medio de la habitación cautivó su atención por completo.

—Practicar, sí. —Sonrió la niña sentándose en el banco frente al piano—. Prometiste enseñarme a tocar... —Minerva no pudo evitar acercarse y sentarse junto a ella. Maggie sonrió—. ¿Acaso no es impresionante? ¡Es un piano hermoso!

—Te concederé eso. —Afirmó la profesora McGonagall pasando una de sus delgadas manos por las teclas. Maggie parecía no poder controlar su emoción por mucho más tiempo.

—¿Podemos comenzar ya? —Preguntó ansiosa. Minerva colocó su otra mano sobre las teclas y la miró de reojo.

Sus delgados dedos no pudieron contenerse y comenzaron a moverse por las teclas con suavidad, tocando una melodía familiar a los oídos de Maggie. La niña desde muy pequeña disfrutaba escucharla tocar todo tipo de canciones en el piano, y su madre siempre estaba dispuesta a tocar para ella con tal de hacerla feliz.

Minerva cerró los ojos y se dejó llevar por la música suave. Maggie observó con los ojos bien abiertos como su madre tocaba; el hecho de que fuera capaz de movilizar sus manos de un lado a otro para reproducir aquella dulce melodía sin siquiera posar sus ojos en las teclas le parecía fascinante.

Una sonrisa tranquila se trazó en el rostro de Minerva mientras abría sus ojos con lentitud una vez terminada la pieza. Maggie aún la observaba boquiabierta.

—Está bien. —Susurró la bruja. Los ojos de Maggie brillaron—. Te enseñaré lo básico tres días a la semana después de tus clases regulares.

—¡SÍ!

—Pero debes mantener discreción, Pelotita. No muchos están al tanto de este pequeño pasatiempo mío... ni mucho menos saben acerca de este lugar. Debes mantener el secreto si quieres aprender, ¿entendido?

Maggie titubeó pero finalmente aceptó. Una sonrisa cálida se trazó en el rostro de su madre.

—Lo prometo. —Respondió.





• • •





1991.


—¡Fue así como aprendiste! —Chilló Ariana mientras observaba el álbum de recuerdos de Maggie. La pelinegra asintió con la cabeza.

—Por supuesto, ella me enseñó todo lo que sé. —Una sonrisa se trazó en su rostro al recordar sus clases particulares. Desde que tenía seis años Albus y Minerva se empeñaron en enseñarle Matemáticas, Ciencias, Geografía, Literatura, un poco de Historia Mágica y Muggle y por último Arte. Música no estaba en sus planes, pero la ilusión y las peticiones de Maggie resultaron ser demasiadas para ser soportadas por Minerva, quien finalmente no pudo negarse y terminó dándole clases particulares de música a su hija. Maggie actualmente era capaz de tocar el piano e incluso varios instrumentos más; todo debido a su esfuerzo y dedicación y a la ayuda que recibió por parte de su madre, quien siempre había tenido una escondida admiración por la música.

También no estaba de más mencionar que por una o dos ocaciones Maggie recibió clases de cocina por parte de Albus...

El desastre que ocasionaron fue tan grande que Minerva les prohibió la entrada por meses.

—¡Me gustaría aprender a tocar piano tan bien como tú! —Exclamó Ariana emocionada. Maggie sonrió mientras cerraba su álbum de recuerdos y se levantaba del suelo. La niña la imitó.

—Ya veremos, Ari... Ya veremos. —La niña tomó su mano y posó su vista en la gran casa que se encontraba tras ellas. Maggie no pudo contener un largo suspiro y se volteó también para observar el lugar con claridad.

—Me gustarían que las cosas fueran diferentes... —Susurró. El corazón de Maggie se encogió en cuanto divisó lágrimas en sus claros ojos.

—Yo también. —Respondió. Un nudo se formó en su garganta en cuanto la niña apretó su mano—. ¿No te gustaría visitarlos por un rato, Ari? —La pequeña se mantuvo en silencio y finalmente asintió con la cabeza un minuto más tarde.

—Sí... —Repuso. Maggie asintió con la cabeza y le devolvió el apretón de manos. Ariana se esforzaba por no llorar.

—¿Vamos? —La niña asintió con la cabeza.

—Vamos.

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