Adán: el último hombre

By mhazunaca

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Si tuvieras al último hombre sobre la tierra, ¿lo compartirías? Los hombres se extinguieron, hace milenios q... More

Sinopsis
Prefacio
1: Colmena de abejas
2: Descubrir
3: Pruebas
4: Un nuevo mundo
5: Desastre con patas
6: Seamos amigos
7: Perdida
8: Aceptación
9: A tener cuidado
10: Descubrimientos
11: Un pasado preocupante
12: Una arriesgada salida
13: Mucho acercamiento
14: Piedra, papel o beso
15: De bailes e intimidades
16: Inquietud
18: Ruptura
19: Recuerdos frente al mar
20: Atrapada
21: Un poco de pasado
22: Como a un animal
23: Juicio
24: Plan
25: Peligrosas tentaciones
26: Una razón para vivir
27: Dejando ir lo pasado
28: Correr y correr
29: Los que se van nunca nos dejan
30: Entrega
31: Investigaciones
32: Preparación
33: Los temores que envenenan
34: A la trampa
35: Tratando de aclarar las cosas
36: Solo amo una vez
37: Quien puede eliminar debe ser eliminado
38: No seguiré sin ti
39: Eres eterno para mí
40: Un año después
Epílogo
EVA el proyecto
Fan Arts & Edits

17: Desviando la atencion

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By mhazunaca

Teresa llegó cansada de haber estado en los trámites de los bebés másculos y vigilándolos, además de tener el mal sentimiento a causa de esa reunión secreta de las mujeres en el Edén. Rita llegó a saludarla y se inquietó al notar desde un inicio las risas que venían desde el lado de la barra.

Se aproximó y vio a Kariba haciendo una especie de competencia de fuerza con Adrián, cada uno con el brazo derecho apoyado y empujando la mano del otro. Una lucha que hacía siglos había quedado en el olvido.

Ella había logrado inclinarle el antebrazo a él y sonreía satisfecha a pesar de que había llegado a ese punto con dificultad.

—Hola, ¿cómo fue tu día? —quiso saber él al ver a Teresa.

—No te distraigas, estás perdiendo —reclamó la rubia—. ¿Así dicen los libros que ustedes eran fuertes? —se jactó luego de jadear por el esfuerzo—. Que te conste que ni siquiera he usado toda mi fuerza.

Él sonrió arqueando una ceja.

—Yo tampoco, apenas la mitad. —Y empezó a empujar de verdad ante la desesperada mirada de la chica que trataba de evitar que le ganara pero nada pudo hacer.

—No, no, no, no haaaah —se quejó raro y apartó haciéndole reír.

—Todo bien —murmuró la pelinegra acercándose a la máquina de bebidas.

—Tu mamá te espera en su oficina —le dijo DOPy.

—Gracias. —Tomó un trago de agua y fue a verla.

Adrián se percató de lo distante que estaba, tal vez otra vez la habían molestado. Kariba, intranquila por la evidente preocupación del castaño hacia Teresa, lo agarró del brazo pidiéndole que le contara alguna cosa sobre su vida.

Clara volteó a ver a su hija que entraba.

—Veo que Kariba está ahí —comentó.

—Ya estaba aquí cuando llegué así que... —Tensó los labios y continuó revisando el diseño de corte de cabello en el holograma—. Las noticias siguen buscando a la «celebridad» que se coló en tu universidad, pero creo que sabes que ni siquiera es mujer.

Teresa soltó un pesado suspiro.

—Ya sé, es que debí poner seguridad para mascotas a ver si así no se escapaba —renegó masajeando su frente.

—¿Cómo hacer que se olviden del asunto? O por lo menos, que se centren en otra persona...

—Lo haré yo —dijo con decisión al tener de repente una idea.

—¿Eh?

—Despreocúpate, creo que sé cómo distraerlas.

Salió con mejor ánimo.

Pero pronto se vio aplacado al ver cómo Kariba reía de algo que había dicho su Adrián, quien sonreía y miraba con sorpresa al mismo tiempo.

—Ni siquiera da tanta risa mi chiste pero mírala qué bien que se goza.

Teresa sintió esos celos horrorosos y arrasadores. ¿Le gustaba la risa de Kariba? ¿Le gustaba que riera de lo que decía o hacerla reír? Tragó saliva con dificultad, ninguna opción era agradable para ella. En eso recordó para qué había salido.

—Kariba, necesito tu ayuda.

La rubia sonrió entusiasmada.

—Sí, dime.

—Ya te mandé las especificaciones del diseño para mi competencia y...

—¡Sí, cierto! Enseguida lo tendrás. —Se dispuso a irse—. Nos vemos, Adrián —se despidió en tono coqueto.

Se fue de prisa mientras que Teresa gruñía bajo y una de sus cejas temblaba. ¿Acaso no daba por hecho que el muchacho era de ella por estar viviendo en su casa?

—Tengo una pregunta para ti —su voz suave y varonil la sacó de su estrés.

Respiró hondo, dándose cuenta de que no sabía cómo lidiar con los celos, no sabía ni qué hacerse ante él a veces, era el colmo, no podía estar siendo tan posesiva. No podía estar queriendo hacer que su amiga se fuera pronto solo porque tenía tanta curiosidad como ella hacia el joven. No podía ser tan inmadura.

—¿Sí? —dijo volteando a verlo.

—¿Quién cuida a este animal? —cuestionó señalando a Rita que ladeó la cabeza.

—Pues la casa —respondió con extrañeza—, ella ya sabe en dónde está su comida, su agua, aparte de su ducha automática, en donde hace ejercicios y demás.

El joven arqueó una de sus oscuras cejas.

—¿Entonces la tienes de adorno?

—Claro que no, qué dices...

—Ven, te enseño algo.

La llevó al jardín posterior.

—¿Qué habrás hecho? —murmuró Teresa entrecerrando los ojos.

—Ya verás, mi dama. Rita, haz misión rescate.

La perra saltó en dos patas, se echó y avanzó a rastras para luego rodar y reincorporarse. La pelinegra quedó con los ojos bien abiertos.

—Cómo —sonrió mirándolo para luego mirar a Rita de nuevo—, ¿cómo?

—He tenido tiempo, eso es todo, y sabe más. ¿No es así, nena? —agregó dirigiéndose a Rita.

Teresa se intrigó.

—Ja, nena, vaya palabra.

—Qué puedo decir, estoy rodeado de ellas.

Lo vio acercarse e hincarse en una rodilla para felicitar a la perra sobeteándole la cabeza y dándole uno de sus bocadillos, recibiendo un par de lamidas en su mejilla y soltando esa risa que le causaba estragos, muy buenos estragos.

—Claro, qué mejor que estar rodeado de nenas —chistó dejando de lado los efectos de su risa—, pero que ni se te ocurra incluirme...

—No, tú no eres otra nena, eres mi pecosita. —Le guiñó un ojo.

Continuó jugueteando con la mascota sin ser consciente de haber disparado el pulso de la chica.

Solo cuando estaba Kariba sentía amenaza, pero estando sola con él, lo sentía solo para ella. Eso le hizo reaccionar ante otro detalle. Ya que estaba de pie de nuevo distraído con los bocadillos de la perra, decidió hablar.

—Ehm... Si soy tu dama... —Volteó a verla a los ojos esperando que continuara—, entonces tú... ¿eres mi damo o...? —Estalló en carcajadas—. Eh... Oye, no te rías —reclamó ruborizándose.

Lo peor era que no sabía qué hacer, si por un lado esa risa y los hoyuelos en las mejillas, la enloquecían, por otro lado, saber que de seguro había dicho algo mal o a él le parecía ridículo, si los textos decían que eran fríos... ¡Era un lío siempre!

—Damo —repitió entre risas empezando a calmarse.

La chica se había cruzado de brazos y le había dado la espalda con enojo, aparte de querer así ocultar su rubor.

—Bueno, búrlate todo lo que quieras, yo me voy.

—Aah, vamos, no puedes culparme, esa palabra no existe.

—¿Entonces? —exigió saber volteando para enfrentarlo.

Le dio un toque en su nariz al verla ruborizada, eso siempre se le hacía adorable.

—Si tú eres mi dama, yo puedo ser tu caballero. Aunque sea algo muy cursi de decir.

—¿Caballero? Esa palabra sí que no existe.

—Es muy antigua. —Se encogió de hombros—. Y bien, escuché que tienes competencia. ¿Es esa danza magnética?

—Sí, pero tú no vas. —Gozó de su cara de desilusión y dio media vuelta para volver al interior de su casa—. Estás castigado.

—¿Por qué? —La siguió sin obtener respuesta.

El clima ya estaba enfriando, ambos lo notaron al entrar a casa y sentir la temperatura perfecta que mantenía esta.

—Quiero verte...

—Lo verás en las noticias.

—Vamos, Tesa, no me hagas empezar a rogar.

La chica giró y plantó su mirada de preocupación en los ojos celestes con gris.

—Entiende que no puedes salir hasta que las cosas se calmen de verdad.

Adrián soltó un largo suspiro. Sus labios formaron una sola línea y terminó asintiendo, aunque no estuviera conforme, no tenía opción.

—Al menos... déjame darte algo que te hice hace poco.

Eso la intrigó para bien, ¿había hecho algo especialmente para ella? No pudo evitar mostrar su emoción.

-------

Llegó al local de competencia con su nuevo traje. Sonrió satisfecha al ver a las del noticiero ahí presentes queriendo cubrir el evento.

Eran enfrentamientos de a dos, era la primera vez que era convocada a esa clase de competencia, y por ser nueva, era la oportunidad de hacer algo que desviara a las del noticiero que ya la tenían en la mira.

Se posicionó afuera de la arena magnética que, como siempre, estaba rodeada por el cristal de protección. Su contrincante, la anterior campeona. El corazón le latía tan fuerte que le dificultaba respirar. Miró a su costado y no supo por qué, si Adrián no estaba, de algún modo lo sintió acompañándola. Lo que le había regalado le daba esa cálida sensación.

Cerró los ojos y respiró hondo, siendo consciente solo de su sonido.

—Competidoras, es momento —anunció la voz del programa de la arena.

Se hizo presente un holograma en el centro, una flecha que empezó a girar, si terminaba señalándola, ella empezaría. Se alistó, ya que si fuera ella o no, debía estarlo. Su contrincante la retó con una mirada burlona y una mano en la cintura.

La conocía, era la de cabello corto y traje blanco que tenía en una imagen en su muro especial. Una mujer estilizada.

La flecha la señaló y entró a la arena flotando y girando como aspa de molino ante la mirada impotente de Teresa y el griterío del público. Su traje botó luces que se reflejaron en el cristal.

Tocó su turno y se lanzó girando veloz, muchas esferitas que habían estado alrededor de sus caderas salieron disparadas a chocar contra la protección e iniciaron una lluvia de lucecillas por doquier mientras los pequeñísimos objetos flotaban y volvían al traje negro de la chica, que de por sí, botaba distintos destellos que variaban entre blanco, gris y celeste.

Las mujeres quedaron embelesadas con esa presentación. Eran el regalo de Adrián. Como DOPy tenía una sección taller en casa, hizo que su impresora 3D materializara pequeñas esferas que contenían leds que se iluminaban al contacto con superficies magnéticas o electrificadas.

La excampeona dio un volantín hacia atrás en el aire y desplegó cintas de colores, Teresa hizo que con el magnetismo de su traje las esferitas volvieran a brillar y empezaran a girar a su alrededor, como si fuera ella un planeta y las esferas los satélites.

Inició una delicada danza aérea con suaves movimientos, con las esferitas siguiéndola al compás. Su contrincante no estaba preparada para ese cambio, trató de concentrarse en su rutina pero Teresa tenía más atención. La pelinegra, cuyo cabello también destellaba, parecía estar rodeada de estrellas, o luciérnagas, que bailaban con ella la melodiosa música de fondo.

Las del noticiero quedaron más emocionadas al darse cuenta de que una de las cámaras captó su rostro, y así le vieron los ojos, eran del mismo color que los del video.

Era el plan de Teresa, distraerlas aunque fuera un tiempo, con ella misma, con los lentes que le pidió a Kariba, sus ojos parecían los de Adrián. Las del noticiero tenían así a su mujer misteriosa un rato, y ella algo de alivio. Aunque estuvo ese día en la persecución, el video no la mostraba y pasó desapercibida casi, ya vería qué hacer si alguna decía haberla visto.

Por el momento, tenía un respiro. No solo eso, la computadora mostró los puntajes en el cristal y ella obtuvo el más alto.

Se detuvo sin poder creerlo, era algo nuevo usar alguna cosa extra, y aunque no le hubiera importado ser descalificada con tal de obtener la atención de las cotillas de la TV, la alegría que sintió fue grande. Sonrió ampliamente mientras las del público aplaudían eufóricas.

Pisó suelo al ir desactivándose el magnetismo de la arena.

—Debo admitir que me tomaste por sorpresa —le comentó su contrincante.

—Eh, gracias —dijo emocionada mientras la otra daba media vuelta y se iba con media sonrisa de orgullo herido.

«La ganadora Teresa Alaysa, tendrá oportunidad de presentarse a la competencia de invierno, ahora seguimos con la siguiente ronda...», anunció una presentadora.

Al retirarse y sacar sus cosas del casillero que les daban para durante la competencia, se percató del imparable sonar de su móvil así que respondió con rapidez.

—¡Te vi en la TV, estuviste fabulosa! —exclamó Kariba.

—¡Gracias! —Pensó un segundo—. Gracias por los lentes de cambio de color...

—Para mí es un gusto ayudarte.

—Me he portado algo rara últimamente... bueno, perdón...

—Ay amiga, está bien, no has estado rara, entiendo que estar en M.P cansa.

Teresa suspiró.

—Sí, de todos modos no es motivo. —Sabía que el motivo era otro y tenía nombre—. Gracias.

Se sintió mejor al haberse disculpado, no estaba actuando bien, no podía estar queriendo apartar a la chica que siempre la había ayudado y que hasta no hacía mucho, era su compañera en todo. No sabía qué bicho le había picado como para andar así... Oh, cierto, el bicho llamado Adrián.


Entró a casa con deseos de abrazar a ese hombre que la estaba haciendo conocer que la vida no solo era modas, maquillajes, y valer por si era atractiva o no. Lo vio sentado frente a la barra, quizá leyendo algo ahí, las luces estaban bajas y la tenue luz de lo que veía le iluminaba el rostro. Tenía esa expresión de concentración, sus oscuras cejas fruncidas.

Volteó a verla y le sonrió, ahí estaba bastante feliz, con sus esferitas destellando en sus caderas.

—Gané —anunció—, me encantan —agregó refiriéndose a su regalo—, gracias.

—Un placer. Te vi en la T.V, simplemente increíble.

Ella asintió a modo de agradecimiento por el bonito cumplido.

—Iré a cambiarme, buenas noches. —Subió. El valor de ir y abrazarlo se esfumó al verlo sonreírle.

Deseó por un segundo poder abrazarlo, olfatearlo bien y tocarlo a su antojo, luego retroceder el tiempo para que él lo olvidara y así no pasar vergüenza y tener que dar explicaciones. Pero claro, no sería posible, si lo quería hacer, iba a tener que ser más valiente. Qué ironía, había salido de la ciudad, vacunado másculos y demás, ahora quería abrazar a ese joven sin razón aparente y le parecía el fin de la existencia.

-------

Miró a su alrededor, estaba en el Edén, era una noche llena de estrellas, el sentimiento de miedo y algo de desolación. Vio hacia uno de los jardines, muchas sombras se movían por ahí, entre las plantas.

Se espantó al sentir el aire correr y darse cuenta de que estaba ya dentro del jardín. Buscó la puerta para volver y ponerse a salvo, corrió al verla, sintiendo cómo algo venía por ella de entre las penumbras, haciendo sonar las plantas.

Forcejeó con la puerta que no se abrió al reconocerla, pidió ayuda y gritó cuando algo tiró de ella.

—N-no. —Despertó con su voz ahogada contra la almohada.

Empezó a reaccionar y llegar a la conclusión de que solo había sido una horrible pesadilla. Giró y quedó mirando al techo. Quizá eran cerca de las tres de la mañana.

El muy bajo sonar de una melodía la hizo parpadear con extrañeza, se reincorporó, el sonido venía de abajo. Su puerta había quedado abierta, ella misma la dejó así, esperando a que él subiera a dormir a su lado, pero no.

Salió despacio y bajó al salón, logrando ver a Adrián todavía en donde lo había dejado horas antes, se inquietó, creyó que dormía.

Había hecho que DOPy proyectara las teclas de un piano en la barra, tocaba en volumen bastante bajo, tanteando con la mano izquierda y el rostro apoyado en la otra. Se le acercó preocupada por el aire de tristeza que le rodeaba. Puso su mano sobre la suya, deteniéndolo, él estaba sentado en el banco de la barra así que sus ojos se encontraron a la misma altura.

Quedó entre él y la barra, prisionera voluntaria de sus brazos y piernas que ahora estaban a cada lado de su cuerpo. Solo centímetros los separaban, sintió esas fuertes manos posarse en su cintura, le acarició el cabello queriendo despejar sus penas.

En absoluto silencio se miraron mientras ella le brindaba esas suaves caricias, quería alejar sus preocupaciones. Su mano se desvió y fue a su mejilla, ni siquiera a su amiga la había tocado así. Saber que parte de sus recuerdos le bajaba los ánimos no le gustaba, él y su risa eran algo que no quería dejar de tener.

No entendía por qué no le contaba, ¿no confiaba en ella? ¿Acaso nunca lo haría? Sus pensamientos fugaron cuando la pegó contra sí con un brazo mientras que con su mano libre tomaba su rostro con suavidad ladeando el suyo, acabando con la distancia. Su dulce aliento acarició la sensible piel de su boca.

—Debes dormir —susurró de pronto, víctima de los nervios y su corazón desbocado, tanto como cuando estuvo frente a la arena.

¿Había querido besarla en los labios? Ni siquiera sabía, pero si no, su mente halló en hablar, una solución para romper el silencio y para que, según ella, él no creyera que la situación era rara y/o comprometedora.

No creía que iba a besarla, no tenía razón, no había nada en ella que pudiera gustarle, y por último, todavía no sabía a ciencia cierta si a ellos les gustaban los besos, besos en los labios específicamente, porque parecía que en otros sitios no era tan íntimo.

—Sí, es tarde —dijo liberándola—, perdón por despertarte.

Se puso de pie y finalmente quedó más alto que ella, dio media vuelta y se dirigió al sofá cama. Un fuerte «bum» atacó a la chica, arrepentimiento por haberlo detenido. ¡¿Qué tenía en la cabeza?! Aunque si solo le había parecido... No, si habló justamente porque él se acercaba a sus labios, podía jurar que sí. Entonces ¿qué paso?

Juntó sus manos hacia adelante, mirando bajo. Se dio cuenta de que quería probar esa boca más que nunca, quería sentir la textura y grosor de esos labios entre los suyos, con solo verlos le era obvio que no era como besar a una chica, quería saber...

Suspiró. Volteó y regresó a su habitación.

-------

DELy, el dron, se deslizaba en el aire a toda velocidad siendo seguido por un escuadrón de más drones del Edén. Perseguían a pequeñas criaturas, másculos, en el bosque afuera de la ciudad. Los acorralaron cerca de un lago, contra unas rocas, los asustados seres se atrincheraron queriendo usar ramas para defenderse de esas frías máquinas.

—Señora —le avisó a Carla—, parece ser que no quieren ser atrapados. No contamos con suficientes brazaletes además, habrá que volver para luego regresar y capturarlos.

—Tonterías —respondió ella en su oficina, observando como otros drones empezaban a llegar desde lo alto, con másculos atrapados con sus brazaletes magnéticos—. Con que se quieren pasar de listos. No saben que nada pueden hacer. Dales una lección y acábalos.

—Señora.

—No necesitamos tantos machos de todos modos, ya sobran —agregó con expresión de asco.

Los drones empezaron a concentrar su carga, ocasionando el ruido característico de la electricidad. Carla podía ver a los másculos a través de la cámara de visión de DELy, para ella solo eran como cucarachas queriendo pasarse de listas, criaturas que por ser consideradas asquerosas, no merecían vivir, debían ser aplastadas.

Los drones, con luces rojas encendidas, les apuntaron a los másculos, y el cielo nocturno se iluminó a causa de los rayos de corriente que descargaron.


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