Vendida

By _PCandl_

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En el año 2000, Nueva Zelanda era conocida como el país con más víctimas de tráfico de mujeres. Sin embargo... More

Vendida
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
¿Segundo libro de „Vendida"?
Agradecimientos y Anuncio

Capítulo 17

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By _PCandl_




Capítulo 17


Por unos minutos nos quedamos así, abrazados mientras yo lloraba. De nuevo, sentí mi garganta doler. Las lágrimas ya no salían, pero el dolor seguía siendo tan intenso como antes. 

Inhalé su aroma natural, mi cuerpo relajándose un poco entre sus brazos. Sentí como giraba su cabeza y apoyaba su frente contra mi sien, negando con la cabeza.

—Maya —susurró su voz grave y ronca en mi oído.— Por favor, me está matando verte así.

Mordí mi labio inferior para no volver a llorar. Me sentía tan agradecida en ese momento. Hacía unos minutos me había sentido tan perdida y sucia, pero William me hacía sentir como si tuviese algo de valor. Sin pararme a pensar, planté un pequeño beso en su hombro sintiendo las lágrimas acumularse de nuevo en mis ojos. Su cuerpo se tensó donde mis labios tocaron y nos quedamos quietos, mis labios pegados a su hombro y sus brazos abrazándome protectoramente.

—Vamos, ve a ducharte. Te sentará bien un poco de agua caliente —sugirió, su mano alzándose para acariciar mi pelo. Asentí con la cabeza lentamente, mis labios apretados.

Lentamente nos levantamos. Mi cuerpo dolía, así que tuve problemas al hacerlo. William lo notó al instante y prácticamente tiró de mi cuerpo para que yo no tuviera que hacer ningún esfuerzo. Mi cabeza rozó su pecho y bajé mi cabeza, sin querer que me viera a la cara. Por alguna razón, me daba vergüenza. ¿Qué pensaría de mí cuando se enterase de que su padre me había violado? Cuando se enterase de que yo no era una chica inocente o pura, sino una simple prostituta con la que su padre había tenido sexo.

Mi cuerpo comenzó a temblar al recordar los eventos de horas atrás. Cerré mis ojos y traté de regular mi respiración, que parecía haberse quedado trabada en mi garganta. De repente, sentí unas manos cálidas acunar las mías.

—Maya, mírame.

Su voz era como morfina para mis oídos, hacía que una corriente de tranquilidad me recorriese de pies a cabeza. Haciéndole caso, abrí los ojos. Unas esferas azules perforaron las mías verdes.

—Estoy aquí, Maya. Estoy aquí.

Aún temblando, asentí con la cabeza. Siendo capaz de respirar esta vez. Nos quedamos unos segundos quietos mientras mi pequeño ataque de pánico llegaba a su fin.

Las manos que sujetaban las mías me guiaron hacia el cuarto de baño. William encendió el grifo de la bañera y se giró hacia mí. Me agarró de los hombros mirándome directamente a los ojos.

—Maya, no voy a cerrar la puerta completamente. Estaré en la habitación, justo al lado. ¿Está bien?

Cuando no contesté, tensó su mandíbula como si le costara dejarme ahí y se dio la vuelta lentamente, encaminándose a la puerta. El pánico me invadió inmediatamente. No quería volver a estar sola.

—No te vayas —. Prácticamente corrí detrás de él y agarré su mano. Él se giró inmediatamente a mirarme, una expresión preocupada en su cara.— Por favor, por favor, por favor....

Seguí rogando en murmuros hasta que sentí unas manos acunar mis mejillas.— Tssh, Maya. No me iré, lo prometo.

Asentí con la cabeza, alejándome unos pasos para que él pudiera adentrarse en el cuarto de baño de nuevo. Cerró la puerta detrás de él y se dio la vuelta dándome la espalda.

—No tienes que desnudarte. Puedes quedar en ropa interior.

Mi voz sonaba un poco más grave de lo normal. Mis manos comenzaron a levantar mi camiseta hasta que la saqué por encima de mi cabeza. Al tener el espejo justo en frente de mí, me encontré con la imagen de mi cuerpo en sujetador. Los moratones en mis muñecas eran tan oscuros que sabía que no pasarían desarpecibidos por William. Pude visualizar algún que otro arañazo en mis caderas, pero nada que no pudiese esconder. Mi pómulo ardía por el golpe que había recibido, pero todavía no se podían ver rastros del golpe.

Procedí a quitarme los pantalones, quedando solo en ropa interior. Ya te puedes girar.

William se giró y tragó saliva, pasando sus ojos por mi cuerpo rápidamente. Sacudió su cabeza y se acercó a mí, agarrando mi brazo.

—Vamos, métete en la bañera.

Con su ayuda levanté una pierna y la metí dentro de la bañera, la otra siguiéndole. Una vez estuve dentro, sentí como el agua quemaba mi piel. Me senté en la bañera, el agua ardiente llegándome al pecho. Ni siquiera me importaba la temperatura, sentía que si mi piel ardía podría limpiar la sensación de las manos de Collin tocándome.

Cerré mis ojos y llevé mis rodillas a mi pecho, abrazándome a mí misma. Cuando volví a abrirlos, me giré a mirar a William arodillado junto a la bañera, quien ya me estaba mirando. La intensidad de sus ojos sólo consiguió ponerme más triste, así que bajé la mirada.

La mano de William se coló dentro de la bañera y atrapó la mía. Entrelazó sus dedos con los míos y lentamente llevó nuestras manos a su boca, besando mis nudillos. Solté un suspiro y me encogí en mi sitio, sintiéndome cada vez peor.

—Maya, por favor. Tienes que hablar conmigo. No puedo verte así —rogó, su voz derrochaba desesperación. Negué con la cabeza inmediatamente. No quería hablar con él. No podía contarle lo que había pasado porque no sabía cómo reaccionaría. Eso me asustaba. ¿Me tendría asco? ¿Me vería como una simple prostituta? ¿Pensaría que le he estado utilizando mientras me acostaba con su padre? ¿Me tendría lástima? ¿Qué pasaría?

Vi como su cara se descompuso. Su mandíbula se tensó y me dirigió una mirada triste.— ¿No confías en mí?

—Por favor, William. No puedo —pedí en un susurro. No quería que hiciese esto. No podía pedirme que le contase la verdad.

—¡Maya, por el amor de Dios! Esta mañana estaba todo bien, estabas feliz. Cuando llego estás encerrada en tu habitación y no quieres verme. Me ignoras. Trato de hablar con Aurora y ella pone excusas estúpidas que sé que no son verdad. Habría esperado a que estuvieses dispuesta a hablar conmigo y me contaras qué ocurre, lo habría hecho. Pero de repente, te presentas a más de media noche en mi habitación y te pones a llorar como si alguien hubiera muerto. Y por si fuera poco, esto—. Su mano que agarraba la mía se alzó, dejando mi muñeca al descubierto. Sentí mi corazón golpear fuertemente contra mi pecho, el miedo recorriéndome.— Y ni siquiera vas a darme una explicación.

Silencio.

—¿Quién te ha hecho daño, Maya?

Más silencio.

—¿Ha sido mi padre?

—Sólo.... déjalo.

Soltando un suspiro, asintió con la cabeza y salió del cuarto de baño. Vi como se sentaba en la cama de espaldas a mí y escondía su cara entre sus manos. Mis ojos se quedaron en él.

No le merecía. Sabía que debía contarle la verdad, gritársela en la cara y pedirle que me sacara de esta casa horrible. Pero al llegar a ideas de lo que podía pensar de mí después de esta noche, me di cuenta de una cosa.

No podía hacerlo.


—Maya.

Levanté mi cabeza y vi a William en pie al lado de la cama.

—Ven, es tarde.

No rechisté ni un segundo, sin embargo mi cuerpo se resistió un poco. Los pasos que daba parecían pesar más que de costumbre. Una vez me encontré frente a el rubio, le miré a los ojos. Se veía cansado. La preocupación le consumía, y una parte de mí saltaba en emoción de que le importara tanto. Coloqué mis manos en sus hombros y sin pensarlo dos veces, me coloqué de puntillas para plantar un pequeño beso en sus labios. Sus ojos se cerraron al instante, pero no se movió. Se lo agradecí con mis labios, que tampoco se movían. Era sólo un pequeño e inocente beso, sin pasión o lujuria. Sólo agradecimiento y sentimientos.

¿Qué tipo de sentimientos? No lo sabía.

No quería enamorarme de William, sobre todo después de esta noche. No quería que se llevara la decepción de saber lo que me había hecho su padre. No quería romperle el corazón cuando un día entrara a mi cuarto y no me encontrase.

Después de todo, era estúpido. Lo que fuera que teníamos no iba a durar. Yo me marcharía y le dejaría aquí.

Sentí una punzada de dolor en mi pecho y me alejé lentamente de William, aún manteniendo el contacto visual. Bajé la mirada, temiendo que pudiera desfrizar el dolor que conllevaba no poder estar con él.

—Gracias —susurré, besando su pecho suavemente. Apoyé mi frente contra éste y dejé que mi cuerpo descansara contra el suyo.

—Vamos a dormir, Maya.

Asentí con la cabeza y me alejé nuevamente de él, esta vez para rodear la cama hasta el otro lado. William retiró la manta para que me pudiera meter y eso hice, palmeando el sitio a mi lado. William suspiró y se echó en la cama también. Me acerqué más a él, pegando mi cabeza a su pecho. Se quedó quieto durante unos segundos y hasta pude escuchar su corazón latiendo frenéticamente contra su pecho, pero después de un tiempo se relajó. Alargó su brazo hasta la mesilla de noche y apagó la lámpara que se encontraba sobre ésta. Volviendo a su posición anterior, envolvió un brazo alrededor de mi espalda y me estrechó más a su pecho, enterrando su nariz en mi pelo.

—Siento mucho no haberte podido proteger, Maya —susurró, su voz sonando triste. No, no era tristeza. Era algo más. Decepción.—Dios, juro que lo siento. Era mi deber protegerte. Yo quería protegerte y no he podido hacerlo.

—William, no hay absolutamente nada que pudieras haber hecho —. Agarré su cara entre mis manos y le obligué a mirarme.— Absolutamente nada. Si es la culpa de alguien, es mía.

Y era cierto. La culpable de todo esto era yo. Yo era la que se había dejado distraer por su enamoramiento y no me había centrado en escapar, en contestar mis preguntas. En nada. No tenía nada.

Había tenido oportunidad de escapar. No podía mentirme más a mí misma. Había dado por hecho que Dios me ayudaría a superar esto. Había dado por hecho de que no dejaría que me hicieran daño. Sin embargo, no me fui cuando debí haberlo hecho.

El sonido del reloj y la respiración pesada de William eran los únicos sonidos que se escuchaban en la habitación. No sabía qué hora era, pero sabía que era tarde. O más bien, pronto. Ya estaba amaneciendo lentamente, ya que la luz del sol empezaba a molestarme. No había pegado ojo en toda la noche, por mucho que quisiera. William había intentado quedarse despierto hasta que yo me durmiese, aun cuando de vez en cuando veía como sus ojos se cerraban involuntariamente.

En algún momento de la noche, había decidido hacerme la dormida. Tras comprobar unos segundos que mi respiración era profunda y no abría los ojos, William se relajó en su sitio y se durmió prácticamente a los segundos de cerrar los ojos. Me sentía mal. Sentía que lo único que hacía por William era preocuparle, a pesar de que él me ayudaba cada vez que le necesitaba. 

Decidí que no iba a poder dormir, así que traté de levantarme lentamente para irme a duchar. El brazo de William que rodeaba mi cuerpo se tensó y escuché unos gruñidos a mis espaldas.

—¿Maya? ¿Estás bien? —preguntó, levantándose rápidamente.

—Estoy bien, Will.— Me giré para mirarle. Su pelo rubio estaba más revuelto de lo normal y su flequillo que normalmente llevaba hacia atrás caía sobre su frente. Sus mejillas estaban rojas y tenía un poco de sudor en su cuello y pecho desnudo.— Sólo quería ducharme.

—¿Me necesitas? —. Sabía que había sido una pregunta inocente de su parte, sin embargo, no pude evitar sonrojarme y soltar una risita avergonzada. A los segundos se dio cuenta de lo mal que había sonado y bajó la mirada, riéndose mientras se revolvía el pelo con la mano.— Vaya, nunca habría pensado que te iba a preguntar esto sin tener otras intenciones.

Volví y reir y negué con la cabeza. Sentí una mano grande cerca de mi cara y unos dedos colocaron un mechón de pelo detrás de mi oreja. William acarició mi mejilla y levanté la cabeza para mirarle a los ojos. Me encantaba la forma en la que miraba dentro de mí, me hacía sentir tan trasparente que me hacía olvidar que escondía un gran secreto.

Bueno, demasiados secretos.

Soltó un suspiro y acercándose lentamente, rozó sus labios con los míos. Cerré mis ojos y me acerqué más, uniéndolos por completo. Su mano acunó completamente mi mejilla y ladeó la cabeza, dándome más acceso a su boca. El beso se hizo algo más apasionado, pero no llegó a más. Tras besarnos durante un minuto o algo más, nos separamos con la respiración agitada.

—¿Tienes hambre? -preguntó, mirándome de nuevo. Sabía la respuesta. Seguramente tenía hambre, pero me veía incapaz de comer. Sobretodo, si iba a ver a Collin. Negué con la cabeza, relamiéndome los labios.— Tienes que comer, Maya —reprochó. Solté un suspiro y me encogí de hombros.

—Sólo..... no me dejes sola —pedí.

Asintió con la cabeza y se levantó de la cama. Repetí la acción y miré hacia abajo. William me había dejado su ropa interior y unos pantalones de chándal junto con una camiseta la noche anterior. No podía salir así, no después de lo que había pasado con Collin.

—Tengo que cambiarme —dije. William se giró y me recorrió con la mirada de arriba a abajo.

—¿Por qué?

—Tu padre....

No tuve que continuar la oración para que William entendiera a que me refería. Apretó los labios y asintió con la cabeza resignado.

—Está bien, ve. Te espero en la cocina para que no sea sospechoso.

Me acerqué a la puerta y William la abrió para que saliera. Le agradecí con una media sonrisa y salí de la habitación, no sin antes asegurarme de que el pasillo estuviera desierto. Me metí en mi habitación rápidamente y cerré con cerrojo. Abrí mi armario y saqué lo primero que encontré, que resultó ser un vestido algo más holgado. Me puse unos zapatos planos y salí de la habitación. Salí al pasillo y mi corazón se paró cuando escuché una puerta cerrándose a mis espaldas.

La puerta al final del pasillo.

Giré mi cabeza y vi sobre mi hombro una gran figura al final del pasillo. Unos ojos grises taladraron los míos y cerré los puños con tanta fuerza que sentí mis uñas clavarse en mi carne. Sentí el miedo recorrerme. Los recuerdos invadieron mi mente. Sus manos tocándome, mis gritos y llantos y sobretodo, sus ojos grises mirándome sin piedad.

Mis piernas comenzaron a temblar cuando vi como se encaminaba hacia mí. Aunque el pasillo era corto y tan sólo nos encontrábamos a unos seis metros de distancia, veía el pasillo como un largo camino que tenía que atravesar. Obligué a mis piernas a moverse hacia las escaleras y oí los pasos detrás de mi acelerarse.

Bajé las escaleras con más velocidad. Por alguna razón, esta escena me recordaba a la noche en la carretera, cuando fui raptada. Sentí el mismo miedo e impotencia de saber que alguien quería hacerme daño.

Una vez llegué a la planta de abajo, sentí mi cuerpo relajarse un poco al escuchar diferentes voces en la cocina. No eran voces desconocidas, sino de William, Aurora y Allec. No estaba muy segura de si Allec me ayudaría si pasara algo, pero William me hacía sentir protegida.

Estaba dispuesta a entrar en la cocina cuando una mano atrapó mi muñeca y me giró hacia un cuerpo. Solté un jadeo que pareció ser bastante alto, ya que las voces cesaron. Ya sólo se escuchaba el televisor de la cocina.

—¿A dónde te crees que vas? —preguntó, sus dientes apretados. Su agarre se intensificó en mi muñeca. Le miré con terror.

—Suéltame —susurré, apenas encontrando voz para hablar. De repente, tres figuras se encontraban en la entrada de la cocina, justo a nuestro lado.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó William, su voz sonando más grave de lo usual. Su mirada alternó de su padre a mí, y sus ojos se oscurecieron al ver como sujetaba mi muñeca.— Suéltala, ahora mismo.

Mi mirada viajó a Allec, que me miraba de una forma extraña. Vi algo en sus ojos. Tristeza, decepción.... y arrepentimiento.

—Maya.... —. La asquerosa voz de Collin pareció acercarse y cuando volví a mirarle, se encontraba a escasos centímetros de mi cara. Mi respiración se volvió irregular y mis manos comenzaron a temblar. Esta vez no pude controlarlo. La manera en la que sus ojos me miraban era igual a como me habían mirado esa noche, mientras yo lloraba y rogaba porque me dejara en paz. La mano que sujetaba mi muñeca era la misma que había tocado mi cuerpo sin mi consentimiento. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y negué con la cabeza, cada parte de mi cuerpo temblando.

Oí un jadeo, pero esta vez no fue el mío. Me giré a ver a William, que en ese momento parecía otra persona. Su mandíbula estaba apretada y sus ojos miraban con furia y desconcierto a su padre.— Tú.... ¿Qué le has hecho?

Collin se quedó en silencio, mirando a su hijo sin ninguna expresión en su cara, como si no le preocupara lo que pasara a continuación.

—¿QUÉ LE HAS HECHO? —gritó esta vez. Sentí hasta mi propio cuerpo estremecerse al oír la furia en su tono. William trató de acercarse a su padre pero Allec le detuvo, agarrando sus brazos.— ¡SUÉLTAME! ¡QUIERO SABERLO! ¡QUIERO SABER QUE LE HAS HECHO MAYA!

Aun teniendo mis ojos asustados puestos en William, no pude evitar que mi vista de desviase a un punto detrás de él. La televisión de la cocina fue lo único que me hizo alejarme de Collin al aprovechar que estaba distraído con William. Me acerqué a la televisión, mis ojos fijos en una cara que me era demasiado familiar. Una pequeña foto mía en una esquina de la televisión mientras una mujer hablaba con un micrófono en su mano.

—Tras tres meses y veintidós días de búsqueda, la última víctima del tráfico de mujeres, Maya LoRiccio, sigue desaparecida. La joven fue raptada una noche en la vía Inland Scenic Route de camino a Fernside y nunca más se volvió a escuchar de ella. Un equipo de búsqueda fue solicitado pero no encontraron nada. Cada vez son más mujeres entre catorce y treinta años que son raptadas y adentradas en el mundo de prostitución. Nueva Zelanda ha sido oficialmente declarado el país con más casos de tráfico de mujeres de toda Oceanía desde el 1999. La familia de la víctima más reciente tiene unas cosas que decir al respeto. En directo desde Rangiora, la familia LoRiccio.- No me había dado cuenta de que todo se había quedado en silencio y que todos estaban escuchando atentamente lo que la mujer decía sobre mí, pero sentí mi mundo venirse abajo cuando vi la cara de mi madre en la televisión. Era la primera vez que la veía en tres meses. Se veía mal. Sus ojos estaban apagados y no parecía siquiera ella.- Ofrecemos todo el dinero que pidan a cambio de nuestra hija, pero sólo queremos que vuelva a casa sana y salva. Dios me dice que mi hija está viva, que está viva y no sé si eso me hace sentir mejor porque sé que mi niña está sufriendo. Sólo queremos que vuelva. Mi hija ha pasado su cumpleaños sola y Dios sabe dónde, seguramente en terribles condiciones y asustada. Nadie merece eso. Mi corazón me dice que mi hija está viva pero sufriendo, el daño que esta gente hace al mundo es terrible. Pero Dios les castigará. Dios castigará a la gente que le haya hecho daño a mi niña y si no lo hace él, lo haré yo misma con mis manos.

La cara de mi madre desapareció de repente cuando Allec apagó el televisor. No me había dado cuenta de que estaba en el suelo, con la cara llena de lágrimas y mis palmas sangrando de lo fuerte que había enterrado mis uñas en ellas. Tampoco me di cuenta del silencio de la habitación, ni de mis dolorosos llantos que resonaban en toda la casa.

Ver a mi madre después de tres meses nunca había sido tan doloroso. Ver como las lágrimas se acumulaban en sus ojos y como su voz sonaba triste y desesperada. Me había roto el corazón. Nunca en mi vida me había sentido tan vacía y triste como en el momento en el que había visto su cara. Sabía que me estaban buscando, pero aun así dolía. Dolía saber que sufrían por mí y dolía saber que quizás nunca volvería a verlos. Dolía no poder estar con ellos, no poder verlos. Dolía no poder gritarle a la cara a mi familia dónde estaba y que me ayudaran.

—¿Tú....? —Una voz rota se escuchó a mis espaldas. Me giré para ver a William, que en un segundo empujó a su padre contra la pared y cerró sus manos alrededor de su cuello, asfixiándolo.— ¿¡TIENES A MAYA SECUESTRADA AQUÍ?!

Pude ver las lágrimas de rabia en los ojos del rubio, que de verdad planeaba matar a su padre. Lloré más fuerte, sintiendo como alguien me agarraba de los antebrazos y me levantaba del suelo para estrecharme contra un cuerpo. Dejé que mis lágrimas y mis sollozos salieran en el pecho de Allec mientras él acariciaba mi cabeza.

—¡ERES UN HIJO DE PUTA! ¡VOY A MATARTE! ¡LA HAS VIOLADO! ¡LA HAS VIOLADO AUNQUE ELLA NO QUERÍA ESTAR AQUÍ!

No sabía que estaba pasando detrás de mí, ya que Allec se estaba asegurando de que no viera nada de ello, pero la situación me asustaba. Escuchaba los gritos de Aurora tratando de alejar a William, pero parecía que no estaba funcionando.

—¡William! ¡Vas a matarle! —gritó Allec. En un segundo, me soltó y se acercó a donde se encontraba la confrontación. Agarró a su hermano de los brazos y lo alejó de su padre, que cayó al suelo tratando de recuperar aire.

—¡ESO ES LO QUE QUIERO! ¡QUIERO MATARLE!

—¡Yo también quiero matarle, William! ¡Pero por favor! ¡Le necesito! ¡Tengo que encontrarla, por favor! —Allec agarró la cara de su hermano y le hizo mirarle a los ojos.— ¡Necesito que me escuches!

William apretó los labios y soltó un grito de impotencia al mirar a su padre. Tiró de su pelo rabioso y se giró, dando la espalda a su progenitor. Sus ojos volaron a los míos y negó con la cabeza. Su mirada era tan triste y enfadada que parecía que se fuera a poner a llorar en cualquier momento.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó en un susurro.— ¡¿POR QUÉ NO HABLASTE CONMIGO?!

—¡No podía! —grité, mi cuerpo sacudiéndose por los sollozos.— ¡No podía hablar contigo, William!

Tras dirigirme una última mirada, salió por la puerta echo una furia seguido por su hermano. Escuchaba a Aurora llamarme todo el tiempo, pero mi cabeza sólo se centraba en una cosa.

Mi secreto había sido descubierto.

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