Vendida

By _PCandl_

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En el año 2000, Nueva Zelanda era conocida como el país con más víctimas de tráfico de mujeres. Sin embargo... More

Vendida
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Epílogo
¿Segundo libro de „Vendida"?
Agradecimientos y Anuncio

Capítulo 16

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By _PCandl_




Capítulo 16


—Adiós —. William se despidió una última vez antes de cerrar la puerta tras él. Me quedé mirando la puerta con una pequeña sonrisa en mi cara. Odiaba admitirlo, pero cuando estaba con William parecía que aunque solo fuera por unos minutos, se me olvidaba donde me encontraba. Me sentía como una chica normal de veinte años, con un pequeño enamoramiento a escondidas y las hormonas revolucionadas. Me sentía como una de las protagonistas de los libros que leía, esas chicas que a veces hacían cosas estúpidas y te preguntabas cómo si quiera habían llegado a esa idea, ya que, bueno, tener una especie de romance con el hijo del hombre que te compró no es algo usual, tampoco inteligente.

¿Qué pasaría si algún día saliera de aquí?

Ya llevaba tiempo pensando en cómo podía ser mi siguiente escapada, y aunque me dolía, sabía que lo que fuera que tenía con William no iba a durar. No tenía sentido, lo nuestro nunca funcionaría. Algún día me iría de aquí y correría lo más lejos de este sitio para nunca ser encontrada. Tenía pensado marcharme, y mi estúpido corazón no me iba a retener aquí para siempre. Había esperado demasiado. Estaba siendo una tonta. Las respuestas a mis preguntas sobre esta familia no eran tan importantes como mi libertad, que me había sido arrebatada cruelmente. No iba a esperar más, en dos días me iría mientras todos durmieran. Ni siquiera me despidiría de William, sólo cogería mis cosas e ignorando el dolor que eso me causara, me marcharía sin mirar atrás.

Unos pasos bajando las escaleras resonaron en el recibidor y una nueva figura se adentró en la cocina, esta vez tratándose de Collin. Sus ojos escanearon la sala hasta encontrar los míos y cuando lo hizo, me penetró con la mirada de una manera que hizo que mis pelos se pusieran de punta.

—Buenos días, Señor Collin —saludó Aurora no tan tranquilamente como con William o Allec. Supuse que al ser su jefe le tendría más respeto.

—Aurora, hoy vas al mercado, ¿no es así? —preguntó Collin, sin dignarse a mirarla, sus ojos clavados en mí.

—Uhm, así es, Señor —contestó, su voz sonando nerviosa. Collin asintió con la cabeza y yo tragué saliva.

—Bien, esta vez irás sola. Tengo un asunto que discutir con mi novia a solas —. Todo el vello de mi cuerpo se puso de punta. Una oleada de terror recorrió mis venas.

—Pero.... Señor.... necesito la compañía de la Señorita. Ella me ayuda a decidir y...—. La pobre mujer trató de ayudarme, sin embargo Collin la interrumpió.

—He dicho que salgas de la casa ahora mismo, Aurora —insistió. Mis ojos volaron a Aurora, rogándole con la mirada que no me dejara sola en la casa con él. Ella bajó la mirada y con la vergüenza plasmada en su cara, agarró una bolsa que se encontraba sobre la encimera y las llaves y se dirigió a la puerta. Sin perder tiempo, Collin se acercó a mí y agarró mi brazo con fuerza, arrastrándome fuera de la cocina. Solté un grito de dolor al sentir sus dedos enterrarse en mi piel descubierta y Aurora se giró inmediatamente. Soltó las cosas que llevaba en la mano y corrió hacia donde nos encontrábamos, tratando de zafarme del agarre de su jefe.

—Señor Collin, no creo que sea necesario usar tanta fuerza, es sólo una chica y....

El sonido de una fuerte bofetada resonó en la habitación. El cuerpo de Aurora cayó al suelo en un golpe sordo. Su mano acunó su mejilla enrojecida y mantuvo su cabeza baja.

—¡AURORA! —grité, un nudo en mi garganta formándose. Su cuerpo se sacudió por los sollozos y yo me removí en el agarrre de Collin.— ¿Estás bien?

—Sal de aquí, Aurora. Y cierra la puerta con llave —ordenó Collin en una voz más grave de lo usual. Aurora se levantó lentamente y yo negué con la cabeza efusivamente.

—No, no, no. Por favor, por favor. ¡AURORA! ¡NO ME DEJES CON ÉL! ¡POR FAVOR, NO TE VAYAS! —grité, las lágrimas saliendo de mis ojos. Collin me arrastró hacia las escaleras. Los ojos de Aurora encontraron los míos por un momento, pero apartó la mirada rápidamente.

—Por favor, Señor. No le haga daño —rogó en un murmuro la mujer frente a mí cabizbaja. El agarre de Collin se hizo más fuerte.

—¡VETE! —rugió. Aurora pegó un brinco y se dio la vuelta rápidamente, saliendo por la puerta. El sonido de unas llaves cerrando la puerta llegó a mis oídos, y en ese momento, lo entendí.

Me iba a hacer daño, y esta vez no había manera de evitarlo.

Mis ojos no dejaron la puerta, aun cuando Collin me arrastró con facilidad hacia la planta de arriba. Me arrastró por todo el pasillo hasta que llegamos a la puerta del fondo, una puerta justo como las otras, pero que consiguió que el terror se apoderase de mi cuerpo.

—Por favor, por favor —rogué, mi voz sonando como un susurro. Miré sobre mi hombro a Collin, que me empujaba dentro de la habitación.— No me hagas esto, por favor.

Mis suplicas no parecieron tener ningún efecto en él, ya que una vez estuve dentro, cerró la puerta con fuerza y me lanzó a una enorme cama antes de poder moverme. Mi espalda golpeó contra el colchón con mucha fuerza, haciéndome rebotar. Sus manos agarraron mis tobillos y se colocó encima de mí rápidamente. Mis manos se acercaron a su cara y arañé sus mejillas con fuerza. Soltó un gruñido de dolor y soltó uno de mis tobillos para pegarme. Utilicé la oportunidad y levanté mi pierna, tratando de patearle y sacarlo de encima de mí. Sus piernas se colocaron sobre las mías reteniéndolas y uno de sus puños se levantó, colapsando contra mi pómulo al instante. Un gemido de dolor escapó mis labios y lloré, lloré con tanta fuerza que mi garganta dolió.

—He sido tan paciente —. Agarró mi barbilla con fuerza y me hizo mirarle. No pude verle bien ya que las lágrimas en mis ojos hacían que mi visión fuera borrosa.— He esperado tres putos meses. Te compré un colgante que costó más de trece mil libras. ¡No podría haber sido mejor! ¿Y qué haces tú? ¡FOLLARTE A MI HIJO! —. Su brazo se alargó y cogió algo de la mesita de noche. Aclaré mi visión para ver a qué se refería y entonces entendí.

El colgante.

El colgante que había dejado en la habitación de William.

—¡No hice nada, lo juro! —grité, rogando por que me creyera.— ¡Lo siento, lo siento, lo siento! ¡Me portaré bien! ¡Lo juro, lo juro por mi vida!

—Tus putas mentiras ya no se las traga nadie, zorra —escupió con furia. Una sonrisa escalofriante se coló en su cara y yo negué con la cabeza.— Pero ahora vas a arrepentirte de estar viva.

Su boca voló a mi cuello y yo me removí bajo su toque. Una de sus manos comenzó a levantar mi camiseta y cuando llegó a mis pechos, comenzó a tocarme agresivamente. Solté un gemido de dolor y más lágrimas salieron de mis ojos.

Cuando terminó con mis pechos, bajó la mano hacia mis pantalones. Mientras me desabrochaba los pantalones, cerré los ojos con fuerza. Sentía que luchar ya no valdría la pena. Iba a violarme, iba a quitarme lo que me prometí a mí misma que no me arrebataría.

Sentí mi estómago revolverse cuando su mano se coló por debajo de mi ropa interior. Traté de pensar en otra cosa, traté de imaginarme que estaba en mi casa, durmiendo tranquilamente, o hablando con mi familia.

Sus manos se ocuparon de quitarme los pantalones junto a mi ropa interior y tirarla al suelo. Cerré mis ojos con más fuerza y rogué.

Rogué por que Dios me quitara la vida ahora mismo. Rogué por que Dios se apiedara de mí y me hiciera morir en este mismo instante. Que no me hiciera pasar esto.

Solté un grito doloroso cuando le sentí enterrarse en mí por primera vez. Grité con todas mis fuerzas y sollocé ruidosamente. Enterré mis uñas en las palmas de mis manos y me negué a abrir los ojos. Traté de ignorar los gemidos que escapaban de la boca del hombre sobre mí, pero no podía.

No podía ignorar el dolor que me causaba cada vez que se adentraba con fuerza en mí. No podía ignorar la vergüenza que me daba sentirme tan sucia y utilizada. No podía ignorar como mi corazón se rompía más y más cada segundo.

Estaba pasando lo que más había temido.

En ese momento sentí todo en mí romperse. La pequeña esperanza que tenía en mi cuerpo había desaparecido. La esperanza de salir de aquí y volver a casa. Todo en lo que creía se había roto, ya que sabía muy bien que aunque saliera de aquí algún día, nunca podría olvidar esto. Nunca volvería a ser la misma.

No sabía cuánto tiempo había pasado. No sabía si habían sido segundos, minutos u horas. No me importaba, para ser sincera. Sólo sentí como Collin salió de mí y se levantó de la cama, dirigiéndose al baño tranquilamente. Abrí mis ojos y observé su espalda desnuda desaparecer por la puerta del baño. Lentamente, me senté en la cama y vi como la sangre había ensuciado las sábanas blancas. Con manos temblorosas, recogí mi ropa interior y pantalones del suelo y tardé unos minutos en ponérmelos. Cuando me levanté, sentí como mi cuerpo quería caerse al suelo, pero me mantuve en pie. Dando pasos pequeños y muy dolorosos, llegué a la puerta y salí de la habitación para encaminarme a la mía. Una vez llegué ahí, cerré la puerta y me acosté en la cama abrazándome a mí misma. El dolor constante me perseguía. El físico, mental y emocional. Mantuve mis ojos abiertos mientras las lágrimas silenciosas salían de ellos y no cambié mi posición por las siguientes horas.

Después de todo, qué importaba. Ya me habían roto. 


—¡No es justo! —grité, sintiendo la rabia recorrer mi cuerpo. Calum soltó una risa y negó con la cabeza, señalándome con su dedo.

—No seas una mala perdedora, Maya. Has perdido.

—¡No es cierto!

—Niños, bajad la voz —reprochó mi madre, asomándose desde la cocina para mirarnos.— Gregory está durmiendo. Se encuentra mal.

Todos reprochamos un rápido "lo siento" antes de continuar con la partida. Los sábados por la mañana siempre jugábamos a las cartas los cuatro. Calum, Jolijn, Daliyah y yo. Casi siempre ganaba o Calum o Joljin, pero yo siempre acababa quejándome de que debía ser yo la ganadora.

—Estás fuera, Maya —. Jolijn me dedicó una sonrisa malvada y entrecerré los ojos, queriendo arrancarle los labios de la cara. Solía tomarme las partidas muy enserio. Resignada, solté un bufido y me senté al lado de Daliyah, que ya había sido expulsada rondas atrás.

Mientras Calum y Jolijn jugaban, me mordí las uñas aburrida. Jugar ya no era divertido si sólo podías observar a dos personas y no podías hacer nada. Sin querer quedarme ahí, me levanté de mi sitio. Nadie pareció notar mi ausencia ya que estaban muy concentrados en la partida. Me dirigí a la cocina y la figura de mi madre me recibió. Llevaba puesto un delantal sucio y su pelo estaba recogido en un moño desordenado.

—Te ves fatal —confesé, sentándome en la pequeña mesita de desayuno que se encontraba en una esquina. Mi madre se giró inmediatamente y sonrió cansadamente.

—Gracias por tu sinceridad —. Solté una suave risa.— Estoy muy cansada, Gregory es un grano en el culo cuando está enfermo.

Solté una carcajada inevitablemente. Me reprochó con la mirada y me tapé la boca, disculpándome en un murmuro.

—Te creo —cogí una revista vieja de encima de la mesa y la ojeé distraídamente.— Pero supongo que es normal.

—Supongo —suspiró rendida. Se giró para lavarse las manos en el fregadero y me miró por encima de su hombro.— ¿Me ayudas a cortar las zanahorias?

Sin decir nada me levanté de mi sitio y me coloqué a su lado. Agarré el cuchillo y una zanahoria y comencé a cortarla en pequeñas rodajas. Durante unos minutos nos quedamos así, yo cortando las zanahorias y ella pelando las patatas en silencio, el único sonido que se escuchaba eran las voces de los tres adolescentes del salón jugando.

—Listo —dije, empujando todas las rodajas a un lado.— ¿Puedo ayudarte en algo más?

—No, cariño. Gracias.

Sonreí levemente y me di la vuelta para marcharme, sin embargo ella me cogió del brazo y me acercó a su cuerpo suavemente. Plantó un cariñoso beso en mi mejilla y me sonrió.

—Anda, vete.




Las bonitas memorias rondaban en mi cabeza. Llevaba horas sin moverme. Echada en la misma posición, mirando al mismo punto inexistente en el suelo de la habitación. Tampoco podía llorar más. Sentía como si mi cuerpo hubiese perdido todo líquido que alguna vez había contenido.

Hablando de mi cuerpo, dolía. Todo dolía. Mis brazos, piernas, mis partes íntimas. Por mucho que trataba de distraerme al pensar en cosas bonitas, sólo me hacían sentir peor. Me sentía peor porque las echaba de menos. 

Había cerrado mi puerta con cerrojo. No me hacía sentir más segura, en realidad. Lo único de lo que podía ser protegida ahora era de matarme a mí misma.

Por mucho que lo deseara ahora mismo, no lo iba a hacer. ¿Para qué? Lo que más había temido había pasado. ¿De qué huiría ahora? ¿Cómo me ayudaría?

Era consciente de que William había vuelto. Era consciente de que había estado llamándome por toda la casa hasta llegar aquí. Había tratado de abrir la puerta y de hablar conmigo. No había dejado de preguntarme qué me pasaba, si estaba bien, si había hecho algo mal. Pero no pude contestarle, no quería contestarle. No era justo, sobre todo porque esta era la segunda vez que le ignoraba completamente, como si no existiera. Sin embargo, no podía mirarle a los ojos. Me sentía tan sucia, tan asquerosa. No podía olvidar la forma en la que las manos de Collin me tocaron con tanta agresividad y lujuria. No podía ser tocada por William sin pensar en su padre.

Le había oído hablar con Aurora también. Ésta no dijo nada tampoco, seguramente sabía exactamente qué había pasado. Aunque entendía que era su trabajo, no podía perdonarla. No podría volver a confiar en ella o mantener una conversación sin recordar que se había marchado sabiendo que Collin me iba a hacer daño.

No sabía qué hora era, pero sabía que era tarde, ya que ya hacía horas desde que los últimos rayos de sol habían golpeado mi cara. La luz de la luna era lo único que iluminaba la habitación.

Sin saber exactamente lo que hacía, me levanté de la cama. No quería estar sola. Llevaba tanto tiempo sola y sólo había una cosa que rondaba mi cabeza. Collin.

Necesitaba hablar con alguien, estar con alguien. Simplemente no quería estar sola, ya que no sabía hasta qué extremo podía llegar.

Mis pasos dolían, todo movimiento hacía que mi cara se contrajera de dolor. Mis manos rozaron el cerrojo de la puerta y lo abrieron, saliendo de la habitación. El pasillo estaba en silencio. Sin poder evitarlo, mis ojos se dirigieron a la puerta que se encontraba al final del pasillo. Una imagen que no se me quitaría de la cabeza nunca. Sintiendo las lágrimas de miedo acumularse en mis ojos, abrí la puerta justo en frente de la mía. Me metí rápidamente y cerré la puerta detrás de mí. La oscuridad y el silencio reinaban en la habitación.

—¿Maya? —. Una voz ronca sonó en la oscuridad y segundos después, la luz tenue de una pequeña lámpara iluminó la habitación.

Levanté la mirada y vi a William levantarse de la cama. Iba sin camiseta y con unos pantalones deportivos colgando de sus caderas. Su pelo rubio estaba revuelto y me miró con ojos preocupados. Se acercó inmediatamente a mí, quedando a unos cuantos metros, dándome mi espacio.

—Lo siento, ¿te he despertado? —. Mi voz salió en un murmullo roto. Me mordí el labio para no ponerme a llorar ahí mismo.

—No podía dormir —confesó, y se acercó lentamente a mí. Colocó sus manos en mis antebrazos y se inclinó hacia abajo para poder mirarme a los ojos.— Maya....

Abrí mi boca para hablar, pero mi cuerpo me traicionó y salió un sollozo. Una vez empecé, no pude parar. Las lágrimas comenzaron a salir a borbotones de mis ojos y mi cuerpo se sacudió bajo su toque. Sus ojos se abrieron y me miró horrorizado, alejándose un paso rápidamente. Mi labio temblaba y con mi mano cubrí mi boca, dejándome caer al suelo. Continué llorando mientras vi como William se puso de rodillas junto a mí y atrajo mi pequeño cuerpo al suyo, escondiéndome entre sus brazos.

Clavé mis uñas en su hombro inconscientemente y escondí mi cara en su cuello, sintiendo la fina capa de sudor en su nuca. Sus brazos me apretaron más a él cuando sintió mi cuerpo sacudirse más, dándole a entender que no podía parar de llorar.

No podía olvidar.

********************
¡Espero que os guste! ¡Por favor votad si es así!

Saludos

Paula.

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