SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】

Galing kay nesquikboys

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SIXTEEN |❝Alanna estaba enamorada de Finn, un apuesto chico de dieciséis años❞. Portada por: mysticalvision. ... Higit pa

SIXTEEN (INTRODUCCIÓN).
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo diez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete. (FINAL)

Capítulo cuatro.

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Galing kay nesquikboys

El bullicio del centro comercial y las personas caminando de un lado a otro a su alrededor la mareaban un poco. No estaba muy acostumbrada a venir a este tipo de lugares, exactamente lo hacía una vez cada mes, cuando a su madre le pagaban la mensualidad. Por alguna extraña razón, esta siempre la traía y le compraba cosas en exceso.

Tenía claro que lo hacía para pasar tiempo a su lado, lo llamaba "día de chicas", pues eran tan solo ellas dos. Consistía en ir de tienda en tienda y comprar comida chatarra, tales como papas fritas y helados. Hablaban de cualquier tontería y reían a montones, Alanna disfrutaba bastante esos días.

Ahora mismo acababan de entrar en una tienda de zapatos, puesto que la jornada de verano va a comenzar y su madre aseguró que necesitaba unos cuantos pares de sandalias, aunque la verdad era que ella ya tenía en exagerada cantidad. Sin embargo, no quería rechistarle a su madre, pues sabía que disfrutaba aquello.

Se sentó en uno de los muebles en medio del lugar y se limitó a observar como su madre comenzaba a hurgar entre los zapatos puestos en las repisas, sacando los que más le llamasen la atención. Allina siempre era quien elegía los zapatos para Alanna, no porque no la dejara tener su propio estilo, sino porque la niña lo prefería así. Sabía que su madre tenía buenos gustos y casi siempre le gustaban las elecciones, en caso de que no fuera así, se lo decía de la mejor manera. Aquello, simplemente, hacía las cosas menos complicadas.

Decidió aprovechar ese lapso de tiempo para pensar en algunas cosas, y con esto, más bien, se refiere a el chico de pecas que tenía por nombre Finn Wolfhard. Ahora que habían comenzado a entablar conversaciones y eran, por decirlo de alguna forma, amigos, sus sentimientos por el muchacho se habían intensificado mucho más.

Y aquello, aunque no quisiese admitirlo, la aterraba. Nunca antes le había gustado un chico, y el hecho de ser tan inexperta en ello la dejaba en desventaja. Jamás había sentido lo que era un corazón roto por un amor no correspondido, y estaba totalmente segura de que no quería experimentarlo ahora, y mucho menos que Finn fuese el causante.

Se preguntaba una y otra vez si algo podría pasar en algún futuro lejano -quizá próximo- entre ella y el apuesto pecoso. Y se sentía tonta al hacerse tales ilusiones cuando la verdad era que habían hablado dos veces en su vida, pero sabía que era inevitable. Sabía que hasta el simple hecho de que el chico tocase su hombro la ilusionaría, porque, para su suerte o desgracia, le gustaba demasiado.

Sus dilemas internos fueron interrumpidos en cuanto su madre se acercó con las manos atestadas de sandalias de diversos colores, rió un poco ante la exageración de su progenitora. Comenzó a probarse los pares y, como creyó, todos fueron de su agrado, por lo que no tardaron en pagar e irse de la tienda y volver a su extensa travesía por el centro comercial.

—¿Tienes hambre?—preguntó su acompañante, mirándola de reojo.

Sabía que conocía la respuesta, por lo que tan solo asintió. Ni siquiera tuvo que decir que quería comer, porque Allina ya tenía una idea de que era. Todo esto era prácticamente como un tipo de rutina cada vez que iban al mall, siempre comían lo mismo y compraban en las mismas tiendas, lo único que podía variar era el tema de conversación.

Cuando las dos estuvieron sentadas frente al puesto de comida rápida preferido de Alanna, esta notó que su madre la miraba muy seguidamente de reojo, como si esperase a que le contase algo. Entonces luego ignoró el disimulo y la miró fijamente con una sonrisa extraña.

La niña frunció el ceño.

—¿Qué?—inquirió, cruzándose de brazos.

—Nada—musitó su madre, todavía con esa sonrisa pícara adherida al rostro—. Solo que Finn es un niño muy apuesto, ¿no?

Entonces Alanna descifró hacia donde se dirigía todo esto. Enseguida sus mejillas tomaron un color rojo alarmante, y sintió los pelos de punta. La verdad no planeaba comentarle a Allina respecto a su atracción hacia el muchacho, puesto que no quería que a la mujer se le comenzaran a ocurrir planes siniestros. Sin embargo, ahora parecía que ya estaba perdida.

—¿Es que tan obvia soy?—decidió admitirlo de una vez por todas, no pretendía andar con rodeos.

Su madre soltó una carcajada ante su pregunta y comenzó a asentir repetidas veces, afirmando su duda.

—Si, cariño, lo eres—contestó su progenitora, tocándole el hombro—. Tan solo hay que ver tu rostro cuando lo miras para darse cuenta.

Estaba totalmente apenada, por alguna extraña razón. El sonrojo no parecía querer retirarse de sus mejillas y no se atrevía a mirar a su madre a los ojos. Nunca había sentido este tipo de cosas y hablar de ello no era lo más cómodo que se le podría ocurrir.

Sintió la mano de su acompañante en su barbilla, y pronto se encontró teniendo contacto visual con Allina, esta la observaba con ternura y comprensión, cosa que hizo que sus músculos se calmaran y le permitió tomar un respiro de su angustia anterior.

—Tranquila, Annie, no tiene porque darte vergüenza—aseguró la mujer, llamándola por su apodo—. Es algo normal, no estás haciendo nada incorrecto, corazón.

Le sonrió en forma de respuesta y asintió, aún sin saber que decir. Se sentía más tranquila después de las palabras de su madre, algo en ella había dejado de molestarla después de escucharla. La reacción de la mujer frente a ella le había brindado paz, y hasta le había hecho pensar que quizá sus sentimientos hacia Finn podrían ser algo positivo. Aunque, por supuesto, la posibilidad de que fuese un amor no correspondido seguía muy alta en su radar de ideas.

Decidieron no tocar más el tema y concentrarse en la comida en cuanto esta llegó. No tardaron demasiado en devorarla y volver a encontrarse dando vueltas por el centro comercial, sin un rumbo específico. Alanna no estaba demasiado concentrada en lo que a su alrededor se trataba, parecía estar en su propio mundo, con mil ideas en la cabeza.

Pasando al lado de una tienda de dulces, creyó haber divisado los llamativos rulos del pecoso muchacho, y de inmediato algo se removió de la emoción en su interior ante la idea de que Finn pudiese estar allí. Sin embargo, no quiso ir a revisar, ya que no quería parecer una acosadora o algo por estilo. Por lo tanto, decidió concentrarse en su madre, la cual veía una que otra pulsera en un pequeño puesto entre los pasillos.

Entonces, cuando comenzó a pensar que todo había sido algún tipo de espejismo o su engañosa imaginación, escuchó la voz de Allina a sus espaldas.

—¡Oh, mira! Hablando del rey de Roma, allí está Finn—soltó una pequeña risa después de su oración—. ¡Vaya casualidad!

Tomó a su hija del brazo y la arrastró hasta donde el chico se encontraba. En aquel momento, su sentimiento de emoción se convirtió en puro nerviosismo y la idea de dar marcha atrás le pareció particularmente atractiva.

—Mamá, no creo que...

—¡Hey, Finn, querido!—cerró los ojos ante los gritos de su progenitora, ahora si que no tenía escapatoria.

En menos de cinco segundos se vio en frente del chico de pecas, con su madre todavía agarrándola de la mano. Él, por su parte, observaba al dúo femenino con una casi imperceptible sonrisa.

—Hola, señora, ¿Como ha estado?—preguntó educadamente el joven.

La madre de Alanna le sonrió.

—Todo ha ido de maravilla, gracias—miró de reojo al manojo de nervios que tenía al lado, al cual llamaba hija—. ¿No piensas saludar, Annie?

La nombrada tragó saliva, todavía analizando su situación.

—Hola, Finn—susurró, en un tono por poco inexistente.

Uno de sus dos acompañantes curveó la comisura de sus labios hacia arriba, amablemente.

—Hola, Alanna.

Luego de eso los tres se quedaron allí parados, sin pronunciar ni una sola palabra. Allina miraba aleatoriamente a su hija y al muchacho frente a ella, esperando algún tipo de reacción de alguno de los dos. Sin embargo, estos no decían ni hacían nada. Por lo tanto, soltando un suspiro, decidió ponerse en acción.

—Entonces, Finn, ¿Quieres acompañarnos a buscar unos vestidos para Annie?

La invitación de su madre no había ayudado en nada el nerviosismo de Alanna, y ahora su cuerpo tambaleaba cual hoja en viento. La felicidad y la angustia se mezclaban en su estómago como un remolino, asfixiándola.

Sin más, el chico asintió sin ningún ápice de disgusto en el rostro y siguió a las mujeres hacia la tienda de vestidos que encontrasen.

Alanna, definitivamente, no imaginaba que el día de chicas sería de esta manera.

PERDONEN MI INACTIVIDAD, PERO CREANME CUANDO LES DIGO QUE NO TENGO POR DONDE ESCRIBIR CAPÍTULO.

TENGAN CLARO QUE NO PLANEO BORRAR LA HISTORIA, O DEJARLA EN PAUSA. CUANDO PUEDA ACTUALIZARÉ.

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