Adán: el último hombre

By mhazunaca

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Si tuvieras al último hombre sobre la tierra, ¿lo compartirías? Los hombres se extinguieron, hace milenios q... More

Sinopsis
Prefacio
1: Colmena de abejas
2: Descubrir
3: Pruebas
4: Un nuevo mundo
5: Desastre con patas
6: Seamos amigos
8: Aceptación
9: A tener cuidado
10: Descubrimientos
11: Un pasado preocupante
12: Una arriesgada salida
13: Mucho acercamiento
14: Piedra, papel o beso
15: De bailes e intimidades
16: Inquietud
17: Desviando la atencion
18: Ruptura
19: Recuerdos frente al mar
20: Atrapada
21: Un poco de pasado
22: Como a un animal
23: Juicio
24: Plan
25: Peligrosas tentaciones
26: Una razón para vivir
27: Dejando ir lo pasado
28: Correr y correr
29: Los que se van nunca nos dejan
30: Entrega
31: Investigaciones
32: Preparación
33: Los temores que envenenan
34: A la trampa
35: Tratando de aclarar las cosas
36: Solo amo una vez
37: Quien puede eliminar debe ser eliminado
38: No seguiré sin ti
39: Eres eterno para mí
40: Un año después
Epílogo
EVA el proyecto
Fan Arts & Edits

7: Perdida

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By mhazunaca

Llegaron con entusiasmo a casa, Teresa había ganado un reconocimiento por su participación. Los concursos ya no eran muy competitivos, la historia contaba que antes les sobre exigían a muchos deportistas, ahora muchísimos de los deportes habían desaparecido y surgieron nuevos como ese. Eran más —como se decía— «femeninos». Pero a pesar de todo, ella se había lucido.

Se sacó el zapato y se examinó el tobillo.

—¿Sigue mal? —preguntó Adrián hincándose en una rodilla y tomándolo, sorprendiéndola por completo.

—Eh, está bien, bastante mejor —respondió con leve nerviosismo.

Kariba también sintió algo extraño al verlo preocuparse así por la pelinegra.

—Puedo vendarlo si gustas, sé cómo.

—Descuida...

—¿Qué pasó? Se perdieron —habló su mamá volviendo de su oficina—. Cuando vine no estaban.

—Nada, ya sabes que debía ir —respondió su hija—. ¡Tengo mi reconocimiento! —agregó emocionada para distraerla.

Adrián se reincorporó y sentó en el sofá al tiempo en el que Clara también se entusiasmaba con la noticia.

—Mandaré a preparar una cena ligera para celebrar. —Se dirigió a la cocina.

—Yo me voy —intervino Kariba—, dije que saldría un rato nomás, y mira, sigo. Nos vemos...

Se despidió con prisa y salió. Ambos se miraron y sonrieron de forma fugaz.

—Deberíamos enjuagarnos el agua, dijiste que estaba contaminada —dijo él.

—Ah, yo estoy limpia ya, me di un baño seco en el floter de Kariba.

—Ou —dijo confundido—. Bueno... entonces iré yo...

Subió. Teresa quedó nuevamente con la espina, ya que no había podido verle el pecho desnudo, la curiosidad por saber cómo era la carcomía. Puso su entrada a casa en el sistema de DOPy, tonteó un rato sin saber qué hacer, fue a comer la última barrita de la despensa y estuvo unos minutos más titubeando hasta que su mamá avisó que la comida estaba lista.

—Le avisaré yo —dijo con prisa empujando a DOPy, teniendo la excusa perfecta para ir y verlo.

Subió corriendo. Entró a su habitación pero la puerta del baño estaba bien cerrada al contrario de antes, suspiró resignada, debió haberlo supuesto, vaya tonta. Entró a su closet, que podía pasar como otra habitación por su tamaño, y que tenía acceso al baño, pero también estaba cerrado por ese lado.

Se pegó por un costado de la puerta de cristal, el cual se llenaba de color gris cuando alguien estaba adentro, impidiendo ver bien, salvo siluetas irreconocibles y borrosas. Justo eso fue lo que veía, así que desistió de su intento. ¿Era normal estar queriendo espiarlo? Se preguntó.

Dio un paso al costado y la secadora portátil cayó, tumbando algunas prendas más. Quedó quieta.

—¿Tesa? —preguntó él.

—Eh... Sí, solo quería avisar que ya está la cena.

—Ah, genial, gracias. —Sonrió—. ¿Cambiaste de opinión y quieres ducharte conmigo, pecosita? —cuestionó de pronto en tono tentador, logrando acercarse a un grave ronroneo gutural.

Teresa se ruborizó de golpe, su voz le estaba empezando a parecer tan sensual.

—¿Cómo se te ocurre? —reclamó—. Estás desnudo ahí.

—¿Tú no lo estarias?

—Estás loco, ¿sabes? —dijo riendo.

Si bien la idea no le pareció mala a su mente que andaba curiosa por verlo a él, ser vista era el problema. Además, ¿era normal bañarse con un hombre? Podía ser normal entre amigas, Kariba se desnudó frente a ella para entrar a su ducha un par de veces cuando durmió en su casa, aunque ella nunca lo hubiera hecho por pudor.

Cambió el traje que usó en su presentación por una cómoda ropa de casa de color rosado. Dejó de escuchar el agua de la ducha correr, fue a su espejo para amarrarse el cabello, haciendo una cola alta. Adrián salió con otro pantalón y camisa-blusa de las que le habían comprado.

—¿Dónde dejo la otra ropa? —quiso saber.

Ya que antes la había dejado simplemente en una cesta de por ahí. Se desplegó una especie de cesta de la pared en el interior del baño.

—Ahí justamente donde se acaba de abrir ese compartimento —le indicó Teresa.

—Wow, ¿todo funciona al reconocer palabras claves?

—Puede decirse.

—¿Cómo se encendía esto? —Mostró el cuchillo—. Debo deshacerme de nuevo de la barba, y cuando presioné el botón, el lasercito ese salió de un grosor distinto, o no sé...

—Ah, sí. —Fue hacia él para recibir el aparato, quedando bastante cerca—. Ay, cómo era —murmuró examinándolo.

Ella casi nunca cocinó. No era necesario, todo se hacía de forma automática, las máquinas lo hacían, las cosas venían listas. Eran muy pocas, en verdad, muy pocas, las que preparaban alguna que otra cosa sencilla de vez en cuando.

El cuchillo tenía un regulador, aunque no recordaba para qué lado era más y para cuál era menos, pero sin importarle, intentó. Dio un vistazo arriba encontrándose con los ojos de él, sus cruces de miradas le provocaban algo bastante diferente, especial, y lo mejor era que le gustaba a pesar de la sensación fuerte y rara. Bajó la vista al segundo, mostrando una boba sonrisa. Ya debía dejar de hacer esos gestos o la creerían tonta.

—¿Qué? —quiso saber. Quizá tenía algo en la cara a final de cuentas.

—Nada, solo te veo —dijo en voz baja—. Eres, no sé... —ladeó el rostro—, muy bonita. —Se encogió de hombros.

Una simple frase dicha con esa voz grave y distinta, tenía un cambio y una fuerza increíbles. Volvió a sonreír como boba mirando al cuchillo de nuevo, con los latidos como locos.

—Quizá tragaste agua, estás alucinando —refunfuñó. Ser bonita para ella, era genéticamente imposible, su mamá no tuvo mucho dinero para hacerle mejoras antes de incubarla.

¿No lo creía? Se preguntó él. Tenía un rostro curioso con bonitos ojos marrón caramelo, pecas en los pómulos y labios en forma de corazón, claro que no solo se refería al exterior. Era fuerte, decidida, con sus propios sueños. No entendió por qué la chica se negaba, pero vería la forma de insistirle.

Ella probó el láser una vez más y este se desplegó de forma correcta por la hoja de metal sin filo. Ese láser no cortaba su piel, aunque sí podía causar pequeñas quemaduras si se le tenía mucho tiempo sobre esta.

—Gracias, Tesa —dijo tomándolo.

Regresó al baño. Teresa quedó sonriente, volteó y se espantó al encontrarse con DOPy midiendo su temperatura.

—Ay, basta, no me traumes así —renegó.

Al poco rato el joven salió y bajaron juntos a comer.

Le enseñó a poner ingredientes en el mezclador para preparar batidos, a poner insumos en la máquina de comida para el almuerzo. Entendía a la primera explicación, y le prestaba especial atención, no supo si a ella, o a lo que hacía.

Puso harina para hacer masa de pan, otro polvo que luego al cocinarse tomaba color, textura y sabor similares a la carne de salchicha pero obviamente no lo era. La máquina además preparaba queso falso de la misma forma, los vegetales venían como eran, la mayoría, otros, como el tomate, ya estaba en pasta.

Terminaron haciendo una especie de pizza extraña, completamente vegetariana, ya que casi nada era verdadero al parecer del muchacho.

—¡Mío! —avisó tomando el trozo más grande y dándole una mordida.

—¡Adrián! —chistó la chica que ya le había echado ojo a ese pedazo.

—Uhm... no esta tan mal.

—No vayas a comer mucho.

—¿Por qué? Todo eso me lo podría comer ahora yo solo —aseguró—, por cierto, ¿dónde está la carne?

—¿Qué carne?

—La de vaca, pollo, pescado...

—Ay no. Nos da pena tener que matarlos, ese salvajismo lo hemos evitado...

—¿Qué? Oh, vamos, necesito carne —se quejó.

—¡Eres un salvaje y primitivo!

—Estamos hechos para comerla, tenemos dientes caninos, es norrrmallll.

—Uch. Hay carne —dijo rendida—, pero es escasa y cuesta. Solo una fábrica... mata a pocos animalitos con un método nuevo en el que no sufren. Después puedes conformarte con la carne falsa, tiene proteínas igual. —Se cruzó de brazos con molestia.

Adrián sonrió de lado.

—No peleen —intervino Clara en tono dulce—. Teresa, enséñale tu muro especial —agregó para distraerlos como a niños.

—¿Muro especial? —preguntó él.

—¿Qué? No.

—Vamos, sí, sí, sí, sí —pidió tomándola de los hombros y moviéndola de atrás a adelante de forma suave.

—Uch, ¡ya! —renegó haciendo que la soltara y sonriendo apenas.

Su forma de rogar se le hizo tierna a pesar de la voz grave.


Lo llevó a su habitación y tras marcar otro código, distinto al de las cremas y perfumes, la pared giró revelando varios trajes, cascos translúcidos a juego, y algunas imágenes con movimiento.

—Ellas son algunas de las más conocidas que hacen esto —le indicó—. Ella es la que más gusta al público —agregó señalando a una chica.

Posaba en el aire con un traje blanco que desplegaba cintas de los colores del arcoíris, de cabello corto con algunos mechones por su frente y rostro fino. Teresa se cuestionó en ese momento si quizá gustaba más por su apariencia similar a la de un chico, aparte de ser femenina, claro. Si los hombres lucían en su mayoría como Adrián, y como ella, entonces quizá ese era el porqué.

Quiso sacudir la cabeza al darse cuenta de que su propia mente le estaba insinuando que el bicho raro era atractivo... Bueno, lo era en su modo extraño, pero no significaba que por eso iba a gustarle, él no le gustaba, no, no, no...

—Quiero verte con alguno —pidió.

Se miraron unos segundos.

—Um —retiró la vista, las ganas de ponerse su mejor traje la motivaron así que sonrió y lo sacó—. Bien.


Salió del baño con uno que cambiaba de colores en toda su superficie, podía incluso mostrar figuras. Estaba en modo impresión, así que hondas de distintos tonos se paseaban por su cuerpo en fondo negro. Anduvo ante la cara de asombro de Adrián, ya que el traje parecía tener translúcidas alas de libélula desplegadas.

Él sonrió mostrando esos hoyuelos coquetos en sus mejillas y se acercó. Tomó su mano y la hizo girar despacio, haciéndola reír suave.

—Wow, vaya tela extraña —murmuró a medida que la contemplaba.

—No es tela simple, obviamente. —Volvieron a quedar frente a frente, ella con la vista hacia arriba por su altura—. Bueno, será mejor dormir —dijo sintiéndose nerviosa de pronto, por su cercanía, por su aroma, por su mirada.

Por todo.

—Sí... —Se apartó.


Esa noche, la chica, con inquietud extraña en el estómago, encontró el bajar por agua una buena solución, no se lo pediría al dron, ya que así de paso vería al muchacho durmiendo. Era como una especie de regocijo. Suspiró masajeando su vientre y se puso de pie, adormilada.

Bajó en silencio y pasó por el salón, mirando al joven que dormía en el sofá-cama, notando que estaba con el torso desnudo, lamentablemente la manta lo cubría, solo podía ver los hombros y los brazos, estaba boca abajo. Tomó su agua y se le acercó.

Sonrió al recordar cómo quedó asombrado cuando le mostró sus distintos trajes que usaba en la danza magnética. Era normal mostrar la ropa que se tenía, aunque se preguntaba si también lo era mostrarle a un hombre, fuera como fuera, no había diferencia casi.

Pronto esos pensamientos fueron disparados lejos. La leve sonrisa se le esfumó al notar el rastro de una lágrima en su mejilla.

¿Por qué? ¿Por qué lágrimas? ¿Era por el recuerdo que había dicho tener? ¿Por qué no le contó, por qué no desahogó su pena con ella? No había parecido tan afectado antes, se la había guardado para él solo. ¿Por qué?

Suspiró con tristeza, ni siquiera se había detenido antes a cuestionarse si los hombres también lloraban. No lo creyó posible, entonces ¿por qué los pintaban como seres completamente diferentes, crueles, e insensibles?

¿Por qué?


La respiración del joven se agitó, el corazón oprimido no le dejaba respirar. Empezó a ahogar quejidos y sollozos en su garganta, apretó los puños y los dientes con fuerza, frunciendo el ceño.

—Mar... Maryori, no —lamentó con la voz ronca—. No... —Abrió los ojos jadeando, con el pecho doliendo y ardiendo como si le hubieran dejado sin oxígeno.

El ambiente silencioso y oscuro le recibió, sus propios gritos en sus pesadillas se iban disipando junto con el olor del fuego y el ruido de disparos. Se apoyó en los antebrazos, reposando la frente contra la almohada, cerrando los ojos, dando bocanadas de aire para aliviar esa horrible sensación de asfixia.

Se dejó caer y giró, quedando con la vista anclada al techo. Cubrió su frente con el antebrazo, miró a sus costados teniendo de pronto la extraña sensación de que quizá alguien había estado acompañándole, pero no, el lugar estaba vacío y en tranquilidad, excepto por el aparato que se acercaba iluminado con sus suaves y bajas luces en sus alas rectangulares.

DOPy se aproximaba con un vaso de agua en su bandeja magnética.

Teresa despertó con cierto malestar, de nuevo, pero por ser tan temprano no le dio importancia, atribuyéndolo al simple hecho de que era de mañana y que anoche se había acostado algo tarde. Entristeció al recordar lo que vio, el malestar se acentuó en su vientre y respiró hondo apretándolo y encogiéndose.

No podía hacerse tarde, así que usó toda su fuerza de voluntad para alejar esos horribles sentimientos que la hacían parecer enferma, sobre todo porque quería saber qué le pasaba a Adrián. Salió de la cama y fue a alistarse. DOPy le dio los datos sobre el lugar en donde se encontraría con sus compañeras.


Al llegar a donde habían quedado, no las encontró, sabía que se le habían pasado unos minutos, pero por unos minutos no iba a ser pecado, ¿o sí? Le llegó un mensaje y se alivió al leer.

«Estamos por la salida norte»

No estaba lejos, así que corrió.

La ciudad estaba protegida, por supuesto, las criaturas en el exterior no dudaban en atacar, ya no era como antes. No solo los machos de las especies eran agresivos, las hembras también. Vio el gran portón, una de las salidas que no se usaban. Si podían viajar volando, aunque casi nunca se hacía, no era necesario, en las pocas y cada una de las diez ciudades del país estaba todo lo que se necesitaba.

Otro mensaje.

«Sales poniendo el detector contra la cerradura y vas hacia la izquierda, estamos cerca de un grupo de másculos, debes estar lista»

Del costado de su pierna derecha sacó un arma especial, le habían enseñado que era eléctrica y dormía a los másculos.

Era sabido que a veces se les encontraba en el exterior, sus madres, en vez de entregarlos a la asociación, en donde estaban bien atendidos, creían que era mejor dejarlos que fueran libres, y los soltaban de algún modo al exterior, a veces las de M.P. encontraban agujeros en el enrejado, así que podía ser que por ahí los dejaban irse, como también por ahí podían entrar. Era un problema pero para eso estaban ellas. De hecho, se estaba cambiando el material, pero por sectores, así que pronto el problema acabaría.

La puerta se abrió tras detectar el aparato, salió, y se cerró. Miró con preocupación, todo bosque salvaje. Un retorcijón le atacó en el estómago, el malestar que había estado sintiendo en la mañana se había intensificado sin que se percatara. Respiró con dificultad.

Quiso abrir el portón de nuevo pero ya no funcionó, solo dijo que se requería de una oficial para permitir la entrada. Se quejó bajo sin tener más opción de ir a donde le habían dicho.

Intentó llamarla pero no respondió. Continuó andando, su detector empezó a lanzar pausados pitidos, asustándola. Másculos, pero estaban lejos quizá. Se detuvo temerosa, más que todo porque no se estaba sintiendo bien, alistó el arma y siguió caminando.

—¿Dónde están? —murmuró en quejido tras ser víctima de otro dolor.

Su temperatura corporal bajaba, así lo indicaba el traje, y no solo eso, presentó riesgo de posible intoxicación.

El mar. Eso había sido, había tragado una pizca de agua y al parecer eso bastó. Unos arbustos se sacudieron no muy lejos y volteó espantada, empezó a respirar agitada otra vez, y dio un brinco cuando su móvil sonó.

—Teresa Alaysa, ¿dónde se supone que estás? —preguntó con severidad una voz—. Soy tu superiora, Helen Ramos, estamos esperándote.

—Ya debo estar cerca, lo siento, es que no estoy muy bien...

—¿Qué tienes?

—Creo que me intoxiqué.

—Entonces regresa a casa. Debiste reportarte enferma en vez de venir.

—No puedo, la puerta me pide la presencia de una superiora...

—¿Qué? ¿Dónde rayos estás?

—¿Eh? —Giró al escuchar otro movimiento y esquivó con las justas tras soltar un grito, a un animal que saltó a querer atacarla.

Tropezó y cayó hacia unos arbustos que resultaron estar al borde de una caída, chilló intentando sostenerse pero la tierra cedió también y rodó cuesta abajo. Tragó polvo al gritar, siendo juguete de la gravedad. Quedó sostenida en más plantas que crecían en la pared de la pequeña montaña. No había caído mucho a pesar de que a ella se le hizo eterno.

Una especie de puma rondaba el borde, gruñó yendo de un lado para otro.

Ella se sintió todavía peor, el malestar, las toxinas se esparcían más rápido. ¿Dónde estaba su móvil? Intentó buscarlo pero la rama de la planta hizo un crujido, haciéndola soltar un corto grito de espanto. Se aferró más y procuró quedar quieta.

—Ayuda —susurró. Recordó que el traje estaba sincronizado con el móvil también, y a su vez, con su dron, así que presionó el botón—. DOPy, necesito ayuda, por favor, trae a Kariba aunque sea, estoy por caer al vacío... y me siento mal —agregó con dificultad.

Suspiró, si tan solo no estuviera mal, quizá no estaría en esa situación, sino que hubiera reaccionado mejor.


Pronto las nubes empezaron a tronar, el viento corría con fuerza, se mantuvo aferrada a la planta que se sacudía amenazando con soltarse de la tierra. Tuvo mucho miedo por primera vez, estaba aterrada. Algunas gotas empezaban a caer hasta que una leve lluvia la terminó mojando.


Cuando escuchó voces, las nubes parecían haberse tranquilizado, pero todavía seguían amenazando tener tormenta dentro de no mucho. Se sentía caliente, afiebrada, pensó que quizá estaba imaginando las cosas.

—¡Tesa! —la llamó esa fuerte voz.

Abrió los ojos, pudo distinguir su silueta al borde, un pequeño objeto descendía, cuando su vista se enfocó, se dio cuenta de que era DOPy, y más arriba se asomaba Adrián. ¿Cómo había llegado? ¿Estaba soñando?

—Tienes fiebre e intoxicación —informó el aparato.

—¡Iré por ti, no te muevas! —avisó el castaño.

—Qué... —dijo ella con débil voz—. No, te puedes caer —pero se frustró al saber que no la había escuchado—, no, por favor... DOPy, dile que no...

El dron subió.


Adrián había estado haciendo que este tocara la música del disco, cuando la voz de Teresa se escuchó, y fue así como se enteró de que la chica estaba en problemas. No dudó ni un segundo en querer seguir al dron hasta donde ella estuviera. Kariba no aparecía disponible, pero para sorpresa y suerte suya, un floter destinado a Teresa, de parte de M.P., había llegado y se había instalado en la entrada.

Así DOPy se sincronizó con él y siguieron la ubicación que lanzaba el traje de su dueña.


—Esto servirá —avisó Adrián mientras amarraba un cable especial que sacó del floter, a uno de los gruesos árboles.

—Ella dice que no bajes —insistió DOPy.

—No molestes.

Se aseguró de que estuviera firme.

—Insisto, déjame le llevo el extremo, puedo asegurarla, es mejor.

—¿Seguro?

—Mis cálculos no fallan.

—Pf, bien...

DOPy llevó el extremo del cable, lo aseguró al cinturón del traje de Teresa y volvió a subir, ella se aferró con todas sus fuerzas, aunque estuviera débil, pero sabía que no caería, la fuerza que el traje le daba la ayudaba.

—Ahora podré hacer que tire —dijo el dron.

—Wow, ¿se jala solo?

Vio cómo el aparato buscó algún botón, lo presionó y el cable empezó a encogerse, subiendo a Teresa. Fue al borde a verla, ella trató de ayudarse poniendo los pies contra la tierra. El cable perdió energía y se soltó un segundo, haciéndola asustarse y dar un corto grito. Adrián lo sostuvo, temiendo que se soltara por completo de algún modo.

—Quizá debería estar conectado al floter... —comentó DOPy.

—Claro —renegó el castaño—, máquinas tenían que ser. Lo haré yo.

—¡No me dejen! —exclamó Teresa cerrando los ojos y agarrando con más fuerza el cable.

—¡Tranquila, te subiré!

Empezó a tirar él, no faltaba mucho, y aunque las palmas de sus manos le dolieron, haló y haló. Teresa se sostuvo del borde, con dificultad subió una rodilla, enseguida la tomó de los brazos y la jaló hacia él con prisa. Cayeron hacia atrás mientras ella se le aferraba al cuello, temblando.

—Ya, ya pasó —susurró.

No podía explicar el alivio que sentía al verse a salvo, al verlo a él. El malestar le impedía hablar, pero pudo ser consciente de que estaba abrazándolo, estaba respirando su aroma. Ruborizada intentó apartarse pero él se sentó, ayudándola así.

—Debes ir al hospital.

—N-no...

—Estás fría —dijo preocupado sacándose el abrigo y poniéndoselo a ella.

—No... no necesito hospital... T-te verán...

—Tonterías.

—Tiene razón —intervino DOPy—, ya está en camino el desintoxicador, solo debemos volver a casa.

Ella asintió escondiendo medio rostro en el cuello del abrigo, se percató de que este también tenía el aroma de él y cerró los ojos. Apenas llegó a darse cuenta de que la alzaba en brazos y la llevaba. La posicionó en el asiento posterior del floter, que tomó una forma cómoda, y lo sintió sentarse a su lado.

—Qué irónico —murmuró semiconsciente—, tú estuviste mal hace poco... y yo no te cuidé... y ahora...

—Déjalo ya, pecosita, no es importante.

No sabía cómo lograron salir de la ciudad, tampoco por qué su superiora pareció sorprendida al preguntarle en dónde estaba, ni nada más. Terminó cerrando los ojos y perdiéndose a causa de los dolores.

Entonces quizá un hombre también podía cuidar.


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