Uno de los monstruos

By Naoko_Ichigo

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Dudar era una cosa graciosa. Era como un pequeño tic, a simple vista inofensivo, pero cuando se arraigaba pro... More

Chapter 1
Chapter 3
Chapter 4
Chapter 5
Chapter 6
Chapter 7
Chapter 8
Chapter Final

Chapter 2

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By Naoko_Ichigo

Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling. La historia tampoco me pertenece, esta pertenece a galfoy y esta historia fue beteada por AliciaBlackM.

xxx

—Draco, estás soñando despierto de nuevo.

Draco parpadeó e hizo una mueca, molesto consigo mismo por ser tan obvio con su distracción. —Lo siento madre, estoy un poco cansado hoy.

—Por supuesto —dijo Narcissa, envuelta en un chal de encaje negro, haciéndola parecer como una elegante ave de presa, arqueando una delgada ceja en su dirección. Tomó un sorbo de té.

—Has estado muy cansado últimamente.

Draco mordió el interior de su mejilla. Por supuesto, su madre notaría su extraño comportamiento. Era más inteligente que todos allí en la mansión, y ella lo había criado para ser más astuto que los demás. Algo tan profundo como una crisis existencial estaba destinado a ser captado, eventualmente. Se había sentido así durante meses.

Se encogió de hombros. —Tengo algunas cosas en mente, nada importante.

Ella asintió. —Entendido, sin duda hay mucho que pensar en estos días, sobre todo con los rumores.

—¿Rumores?

—Que la Orden tiene un nuevo líder.

Draco tragó un sorbo de té hirviendo. —Lo siento, no había oído sobre eso.

Ella asintió, soplando su té delicadamente. —Es lo que dicen mis fuentes, dicen que es alguien poderoso, alguien decidido a acabar con la guerra.

—¿Y no es Potter?

—Si fuese Potter, no sería una noticia.

—Ni siquiera estaba seguro de que todavía existieran.

—Aparentemente lo hacen, aunque su número deben haberse reducido significativamente.

Frunciendo el ceño, Draco mordió su labio inferior. Desde que la Orden desapareció del radar, las noticias de sus movimientos fueron inexistente. Esta fue probablemente la primera pieza significativa de información sólida que habían obtenido en años.

—Pero, ¿quién sería? —meditó—. La mayoría de ellos están muertos, es decir, aparte de Potter y la sangre sucia y... —Hizo una pausa, preguntándose por Luna—... tal vez algunos de sus amigos de la escuela. No hay nadie para elegir, y prácticamente nadie de la primera generación. Tenemos cuerpos para demostrar que sus filas están diezmadas. —El Señor Oscuro había mantenido el cuerpo de Ron Weasley en exhibición en el comedor hasta que comenzó a descomponerse, sólo para demostrar que estaban llegando a la victoria. En secreto, había revuelto el estómago de Draco, y su malestar por la guerra se agrando gracias a esos deseos de regodearse del Lord.

Narcissa se encogió de hombros. —Realmente no sé, espero que mis fuentes me lo digan, tal vez sea alguien del extranjero.

—Pero el resto del mundo ha evitado esta lucha... Nadie quiere involucrarse.

—Tal vez el resto del mundo se cansó de esperar a que acabe la lucha.

—¿Y confías en tus fuentes?

Narcissa dejó escapar un bufido de irritación. —Mis fuentes son precisas. —Mientras que no participaba en la lucha real, Narcissa resultó tener un gran talento para la recolección de inteligencia. Ahora ella era la principal fuente de información para los mortífagos, difundiendo todo lo que escuchaba. Se había vuelto mucho más activa desde la muerte de Lucius, lanzándose al trabajo para mantenerse ocupada. Ella se reunía con el Señor Oscuro una vez al día para discutir cualquier novedad. Ningún otro mortífago, excepto Bellatrix, tenía ese privilegio.

—¿Qué dice el Señor Oscuro sobre todo esto?

Ella frunció el ceño, mirando el suelo. —No dice mucho, ha estado... más tranquilo, últimamente, no se deja ver tan a menudo como antes.

—Quizá esté preocupado.

—Tal vez tengas razón.

Draco agitó su taza de té, pensando en Luna. Su extraño encuentro, era especialmente sospechoso ahora. Aunque no tenía pruebas de que fuese miembro de la Orden, ella había estado en el ED y su lealtad nunca fue puesta en duda. Si regresaba al metro, ¿ella lo encontraría de nuevo? No había redadas planeadas para esta semana. Tendría más tiempo de lo habitual para vagar por el mundo muggle.

—La tía Bella parece especialmente tensa últimamente, ¿está relacionada con las noticias sobre la Orden?

Narcissa se encogió de hombros. —Ella está tensa por todo, admito que estoy preocupada por ella... por su estabilidad mental.

—¿Oh? —Draco se mordió la lengua para no decir en voz alta lo que pensaba de la supuesta estabilidad mental de su tía.

—Ella piensa que hay una especie de conspiración interna contra el Señor Oscuro. Es una tontería, por supuesto, pero ella es cada vez está más paranoica. —Narcissa se pellizcó el puente de la nariz, como si la salud mental de su hermana fuera un desagradable inconveniente.

Draco pensó en el número de mortífagos que habían sucumbido a alguna forma de declive mental. Si no eran sociópatas, a menudo se desmoronaban lentamente bajo la presión de la guerra. Odiaba admitir que era un buen ejemplo de esa marca particular de desgaste. Se movió incómodo en su silla.

—A pesar de eso —dijo su madre, sacándolo de su ensoñación—, he hecho un paréntesis, lo que quise enfatizar es que sería mejor que tuvieses un descanso adecuado. Puede que tiempos difíciles se avecinen, y necesitaras todo tu ingenio.

—Madre, con respeto, los últimos seis años han sido difíciles.

Narcisa se inclinó y cubrió su mano con la suya, dándole una mirada de simpatía. —Lo sé, ha sido duro para todos nosotros, pero tu especialmente, estás agotado, cariño, puedo verlo.

Él murmuró algo ininteligible.

—Entiendo lo que la tensión de la guerra puede hacerle a una persona, Draco. Lo he visto antes, pero creo que después de una cierta introspección llegarás a las mismas conclusiones que yo y actuarás en consecuencia.

Draco no tenía idea de lo que eso significaba. Su madre era una parte central del círculo interno del Señor Oscuro. Si Draco seguía sus conclusiones, algo saldría mal. Ciertamente, eso no era lo que ella tenía en mente para él.

—Sigue sus instintos —dijo—. Eso es lo que hago.

Draco resistió el impulso de decirle que sus instintos le decían que huyera.

—¿Qué te dicen tus instintos, madre?

Ella sonrió y le apretó la mano, su expresión bondadosa se cambió a una más oscura.

—Me dicen que debo vengar a tu padre y castigar a los que lo apartaron de nosotros. Me dicen que aplaste a mis enemigos sin piedad.

Se aclaró la garganta. —Tengo pena de tus enemigos.

Narcissa tomó otro sorbo de su té. —Deberías, mi amor, mantente a salvo, cosas extrañas están sucediendo.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Dos días después, Draco se encontró de nuevo en la misma plataforma del metro, escudriñando a la multitud para ver si podía distinguir el distintivo color de cabello de Luna. Se dijo que era por asunto de negocios esta vez, que si se enteraba de dónde se escondía, tal vez encontraría a la Orden. Tal vez podría darle información. Tal vez podría ayudar a ganar esta guerra.

Sus verdaderas motivaciones no las tenía tan claras.

El tren se detuvo y no hubo ningún rastro de ella, así que Draco se abrió paso y se desplomo en el asiento de la esquina. Al menos podía despejar su mente durante un rato mientras esperaba. Se sentía vagamente como un cebo.

Tres paradas más tarde, alguien se sentó a su lado.

—Hola de nuevo —dijo Luna.

—Lovegood, ¿qué carajo? —susurró, sintiéndose aún sorprendido por su presencia.

—Encontraste tu voz, por lo que veo.

—Voy a encontrar mi varita si no tienes cuidado —advirtió.

—No lo harás —replicó ella.

Apretó los dientes y se recordó a sí mismo no ponerse a la defensiva, aunque era tan sangrientamente tentador. Había olvidado lo exasperante que ella podía ser. —No me conoces lo suficiente para decir eso.

—Tal vez tengas razón —se encogió de hombros—. Pero, en cualquier caso, prefiero hablar, si está bien para ti.

—¿Por qué querría hablar contigo?

—¿De qué otra manera me vas a hacer preguntas?

—Qu- ¡ugh! De acuerdo. Lo que sea Lovegood. ¿Qué tal si me dices por qué estás aquí?

Sus cejas se juntaron. —Para encontrarte, por supuesto, ¿no es obvio?

—Bien, pero ¿por qué quieres verme? Soy tu enemigo, nosotros estamos en literalmente en guerra.

—Sí —respondió ella—. Supongo que sí. —Luna miró hacia adelante, parecía estar formulando una respuesta. Draco esperó. Un minuto pasó.

—¿Estás planeando seguir hablando? —Draco se quebró.

—Ya sabes que siempre he podido ver cosas que otros no pueden —dijo, ignorándolo—. Me molestaron en la escuela, pero no había nada falso sobre lo que veía, esa habilidad sólo se ha intensificado a lo largo de los años, y al final empecé a tener visiones, fue realmente aterrador.

—Estás... ¿Me estás diciendo que eres una vidente?

—Realmente es algo que sucede en mi familia, pero yo no había previsto que se manifestara tan tarde. Aterrador regalo, si puedo ser franca. De todos modos, quería encontrarte, porque vas a ser importante.

Draco parpadeó. —Importante, Lovegood, soy el equivalente de un engranaje más en la rueda de los mortífagos. ¿Cómo exactamente voy a ser importante?

—Quiero decir, la profecía es un poco extraña, pero todavía estás definitivamente involucrado.

—Profecía, ¿de qué demonios estás hablando?

—Sólo quería pedirte que cuando llegue el momento, lo hagas rápido.

—¿Cuándo llegue el momento de qué?

—Tú sabrás.

—Lo que sé es que esta conversación no tiene ningún sentido —siseó.

—Tal vez deberías aprender a escuchar —susurró ella de nuevo. Entonces, completa e inesperadamente, le sonrió, una sonrisa genuina que ilumino todo su rostro. Draco se encontró a sí mismo comenzando a sonreír de vuelta, pero en el último minuto cambio de parecer y miro al piso, con enojo. Se dio cuenta, fugazmente, de que no había sido el receptor de una sonrisa como esa antes de la guerra.

Ahora ella miraba por la ventana, con la mano sobre el asiento como si se estuviera preparando para marcharse. Draco necesitaba información antes de volver a escabullirse; no podía quedarse con sólo una conversación fragmentada a la que referirse.

—¿Es cierto que la Orden tiene un nuevo líder? —preguntó en voz baja.

—Oh sí, —dijo ella, asintiendo, empezando a ponerse de pie.

—¿Crees que terminarán la guerra?

—Eso creo.

—¿Pero lo has visto? ¿Cómo en una visión?

Ella sonrió de nuevo y se encogió de hombros. —No puedo decírtelo.

—¿Dónde entra Potter en todo esto?

La sonrisa cayó de su rostro. —Harry está llevando a cabo su misión final, Draco. Es de suma importancia que nos aseguremos de que cumpla su objetivo.

—¿Nos? ¿Estás incluyendo a mí en esa declaración? Lovegood, obviamente estás hablando con la persona equivocada.

—No creo que lo sea —dijo—. Esta es mi parada, ha sido agradable hablar contigo, habrá ayuda aquí cuando la necesites.

—¿Por qué lo necesitaría? —Draco miró por la ventana, estaban en la estación Holborn. Cuando miró hacia atrás, Luna se había ido.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Por supuesto, su vida de pesadilla se puso interesante, y tuvo que ser traído de vuelta a la tierra. Fue una estúpida escaramuza con un puñado de combatientes de la Resistencia, el tipo de pelea en la que había participado cientos de veces. Eran agresivos, y eran sólo él y Blaise contra cinco de ellos. Estaba pensando en maneras de salir de allí ileso cuando la maldición lo golpeó.

El frío irradiaba a través de su cuerpo. Todavía estaba en posición vertical, así que no fue un avada kedavra. ¿Algo más creativo, tal vez?

Tambaleándose se escondió detrás de un árbol, Draco abrió su túnica y miró su torso bajo la tenue luz.

Vio la herida en el esternón.

Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír hasta que salió como un sollozo.

Él desapareció en el acto.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Estación King's Cross, estación Russell Square, estación Holborn...

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Una cosa era esperar tranquilamente la muerte, preguntarse cuál sería la última incursión, imaginar que el morir simplificaría mucho las cosas. Pero era algo muy distinto tener saber que lentamente esa maldición se estaba comiendo lentamente su el pecho.

El gemido de Draco fue cubierto por el ruido de las vías, cojeando, se mezcló con la multitud mientras se dirigía hacia la estación. La gente probablemente asumió que estaba borracho, inestable en sus pies con los ojos desenfocados. «Que se jodan a todos». Este era su último viaje en metro, y haría lo que quisiera. Esperó al tren, balanceándose, preguntándose cuánto tiempo había pasado. El sangriento gorrión estaba de vuelta. Se movía de un lado a otro, sus gorjeos, lentamente eran opacados por el tren que se acercaba.

La multitud subió.

El asiento de la esquina estaba vacío otra vez. Suertudo. Nadie se daría cuenta de que estaba muriendo en ese lugar. De alguna manera lo prefería de esa manera.

Con una sacudida, el tren comenzó a moverse.

La maldición Clavus Corpus era realmente una obra de arte. Comenzaba como una pequeña herida en el esternón, un diminuto punto de sangre, hasta que empezó a crecer. Seguiría creciendo hasta que fuera un agujero del tamaño de un clavo, y luego un dedo, y luego eventualmente la víctima quedaría con una herida abierta que los desangraría. Draco sabía todo esto de memoria. Una vez había visto un Clavus Corpus tan fuerte que se comió todo el torso de alguien. Era grotesco y fascinante. Había dicho en ese momento que le encantaría probarla un día. Y ahora alguien lo había golpeado con esa maldición.

Divertidísimo. Esa era la palabra para ello.

U horripilante.

Quizás esa palabra también.

Tenía los ojos llorosos, y se limpió la nariz con la manga del abrigo. Hubiera sido agradable decirle adiós a su madre correctamente. Podía decirle que estaba preocupado por ella, preocupado porque la muerte de su padre la había roto por completo. O podría disculparse por ser un fracasado, tal vez. Disculparse por no continuar con la línea familiar. La rabia que sentía al ser enlistado en los mortífago antes de que realmente entendiera lo que significaría. Llorar la pérdida de su dignidad al encontrar consuelo en el mundo muggle, o quizás llorar el hecho de que ya no le importaba. Pedirle perdón por ser un cobarde, tomando el camino fácil una y otra vez.

Lo que sea. Pronto el mundo estaría libre de otro monstruo. Todo seria para mejor. Potter y su fan club estarían encantados.

El tren bruscamente se movió hacia la izquierda, enviando dolor fresco a través de su cuerpo. Seguramente le quedaban unos veinte minutos, siquiera. Sus ropas absorbían la mayor parte de la sangre, pero al final alguien se daría cuenta. Tal vez podría realizar un pequeño encanto de invisibilidad. Prefería morir en paz, a que con una multitud de muggles gritando por él.

La varita se deslizó de su agarre, sus dedos estaban demasiado sangrientos para aferrarla. Él maldijo. Mucho esfuerzo para un hechizo.

Hacía mucho frío en este tren.

Cerró los ojos.

Clack, clack, clack, clack, clack, clack.

—Malfoy.

Los abrió, sobresaltado. El vagón estaba vacío, salvo él y otra persona en el otro extremo del pequeño espacio. Ella era tan familiar. Pálida. Más adulta de lo que solía lucir. Seria y cansada.

«¿Qué mierda?»

Era Hermione Granger.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

De todas las personas que su mente evocaría en sus momentos finales. La alucinación de Hermione Granger lo hacía sentir incomodo, parecía extrañamente real. Tenía las manos marcadas, con feas quemaduras rojas que arruinaban su pálida piel.

—Te has metido en un lío —dijo ella.

—¿A dónde fueron los muggles? —murmuró.

—Es difícil de explicar.

—No eres real —dijo.

Ella resopló. —Estoy segura de que te encantaría creer eso. Siento decepcionarte, pero definitivamente soy real.

—Pruébalo.

—Estás perdiendo el tiempo. —Estaba enojada ahora, moviéndose un poco, con el rostro tenso—. No pruebes mi paciencia, no quiero estar aquí, así que no hagas esto más difícil de lo que tiene que ser.

Parpadeó con incredulidad. ¿Podría ser? Una alucinación nunca sería tan precisa, su tono, su desdén por él, todo era perfecto. La verdadera Hermione Granger estaba sentada frente a él y estaba demasiado débil para usar su varita contra ella.

No era justo.

—Te mataré —dijo de todos modos—. Yo recibiría el premio máximo.

—Buena suerte con eso, apenas puedes mantener los ojos abiertos.

—¿Vienes a terminar las cosas, entonces? —se burló él—. Me temo que alguien ya te gano.

—Por eso estoy aquí, obviamente.

Él le dirigió una mirada burlona. Todo estaba nublándose.

—Para salvar tu vida —dijo, la ira estaba dando paso a la exasperación—. Por favor, dime que no siempre fuiste tan denso.

—¿Para salvarme la vida?

—Sí.

Draco apretó los dientes. —Vete a la mierda.

—¿Disculpa?

—Te dije vete a la mierda, no te burles de mí, no quiero tu complicada ayuda, y ciertamente no creo que vayas a salvar mi vida, llévame al tren normal.

—¿En serio, Malfoy? —Enojada otra vez, Draco lo notó con una especie de placer torcido—. Apenas quería hacer esto en primer lugar. No estás ayudando exactamente.

—Lárgate —dijo con deleite, sabiendo que sería una de las últimas cosas que dijera—. Déjame morir en paz, perra insufrible.

Ella se enderezó, de repente. —No sé por qué esperaba algo diferente —murmuró—. Todavía eres exactamente igual, nunca debí creer que habías cambiado.

Las luces parpadearon. Hermione chasqueó los dedos.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

De repente, las multitudes estaban de regreso, el tren corría normalmente, todo muy fuerte y brillante. —Maldito infierno... —murmuró, mirando a su alrededor. Debe estar perdiendo su mente.

Las náuseas se apoderaron de él y sintió que el agujero de su pecho se ensanchaba ligeramente. La sangre brotó de la abertura. Estaba goteando en el suelo; Alguien iba a notarlo. El olor a óxido y muerte se hacía demasiado fuerte para ignorarlo.

El pánico empezó a inundarlo.

«No, no, no, no, no».

¿Por qué tenía que ser Granger? ¿Por qué vino aquí? Debería haberse dejado desangrar en el pavimento. Estúpido y esperanzado, volvió a la estación donde Luna lo había dejado. Luna podía estar completamente loca, pero no podía odiarla como odiaba a Hermione. Pensó que tal vez le ayudaría. ¿No fue lo que dijo?

Se le ocurrió, de repente, que tal vez Hermione esa la ayuda.

«Mierda».

Una ola de dolor lo paralizó y jadeó, los temblores hacían que su cabeza se golpeara contra la ventana. Sabía que casi había deseado exactamente este escenario, una salida directa de su situación. La muerte era una manera inequívoca de salir de una guerra. Muerto en la línea del deber, una manera honorable de morir para un hombre deshonroso.

Pero tal vez no estaba tan listo como había pensado originalmente.

—¿Granger? —él susurró. El muggle directamente a su izquierda fingió no oír. Nadie más estaba prestando atención.

Clack, clack, clack, clack, clack, clack.

—¿Granger? —dijo un poco más alto, odiándose a sí mismo. Estaba perdiendo el control sobre su cuerpo, con la cabeza inclinada hacia un lado, y con la respiración agitada y errática.

Clack, clack, clack, clack, clack, clack.

—Me disculpo por lo que dije —suplicó. El muggle a su lado lo miró con brusquedad, claramente molesto por el monólogo. Draco lo ignoró.

—Pero si todavía tienes alguna intención de sacar a ese héroe de Gryffindor, ahora sería un buen momento. —Sus ojos se cerraron.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

—¡Malfoy!

Allí estaba otra vez, directamente frente a él esta vez. Todos los demás se habían ido.

—Maldita mierda, Granger —intento decir con fluidez—. Sonaba más como un tarareo.

—Tranquilo —dijo, acercándose, extendiendo la mano, con la varita metida en su cinturón—. Echemos un vistazo.

—No estás mirando nada —dijo con dificultad—. Clavus Corpus, no hay posibilidades para mí. —Él sonrió, había sangre en sus dientes.

Podía verla inhalar fuertemente, con los ojos zumbando de un lado a otro sobre su cuerpo.

—Entonces tendremos que trabajar rápidamente.

—Nada que hacer —murmuró.

—Probablemente deberías dejarme decidir eso —dijo, sacando un frasco de su bolsillo—. Bebe esto.

El líquido le quemó la garganta hasta el fondo. Tosió, escupiendo lo que pudo.

Todo volvió rojo.

—Sigues estando consciente y desmayándote —se oyó decir.

Ella maldijo bajo, murmurando encantos mientras trabajaba. Draco sintió la punta de su varita en su pecho, su estómago, la parte superior de su cabeza.

El dolor le golpeaba ahora, y él gimió, incapaz de sostenerlo.

—Granger, no me siento bien.

—Solo deja de hablar, Malfoy.

—No, me calles... en serio.

Ella maldijo de nuevo. En alguna parte de su mente, Draco registró lo extraño que era escuchar a Hermione Granger ser profana.

—De acuerdo —dijo ella—. No puedo estabilizarte aquí, tengo que moverte ¿Confías en mí?

Trató de concentrar los ojos en la persona que tenía frente a él. Estaba cubierta de su sangre. Su cabello seguía siendo, como siempre, un desastre. Parecía furiosa y aterrada. Era un miembro clave de la Orden, el mismo grupo que mató a su padre, y ella era su enemiga desde su nacimiento. Él la odiaba.

—No es una opción —escupió.

Para su sorpresa, ella rio.

Luego se encogió de hombros.

Con movimiento de su varita, todo se volvió negro.

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Fin Capitulo Dos.

Naoko Ichigo

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