El ruido de la lluvia
impide oír tus palabras,
aquellas escritas,
fuertes y definidas.
El brillo noctámbulo me cega,
durante las noches de insomnio.
Busqué mi identidad
en libros de papel chino.
La tinta se desvanecía,
como el coraje y la pasión.
Ya no existía lógica entre los dos.
¡No existía nada!
El flujo se desvaneció,
cuando el amanecer llegó cabalgando en su corcel negro.
Y me arrebató mi sueño.
Oíamos música toda la noche,
al son de un destartalado bandoneón,
embriagados en la lujuria fortuita.
Te besé en la oscuridad matutina de tus pétalos azules
y tus labios sangraban de miel,
era suicidio
combinado con martirio.
Gocé viéndote desnuda,
y sentí que la lluvia,
solucionaría este tormento.
El cielo estaba gris,
como tus pensamientos.