Viajes a Eilean: Iniciación

By Idaean

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Luna, una estudiante de instituto madrileña, consigue que sus padres le permitan pasar el verano con su tía E... More

Prólogo
Capítulo 1: El viaje
Capítulo 2: El primer día
Capítulo 3: Revelaciones
Capítulo 4: Sueño de otro mundo

Capítulo 5: La promesa

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By Idaean

5. La promesa

Ni siquiera era capaz de calcular cuánto tiempo llevaba llorando sentada en las escaleras de entrada de la casa de su tía. Recordaba como los primeros rayos del sol apareciendo tras las montañas habían iluminado la ambulancia que se llevaba su cuerpo. Ahora el sol ya estaba muy alto, debía ser casi mediodía, pero no sabía qué había hecho durante todo aquel tiempo, como si ni siquiera las horas transcurriesen como acostumbraban.

Se secó los ojos con la manga de la camiseta, aunque nuevas lágrimas volvieron a surcar sus mejillas unos segundos después. Se sentía tan confusa y perdida, tan reacia a creer que estuviese viviendo un hecho real... Intentó ordenar su mente, recordar los hechos y pensamientos de las últimas horas, pero no fue capaz. Sólo podía darle vueltas a la idea de que todo aquello no era posible ni justo.

Recordaba la ambulancia y el coche de la policía y a un hombre de pie al lado suyo, haciéndole preguntas. Pero no sabía qué le había preguntado, ni qué respuestas había dado ella. Sólo sabía que él le había preguntado si quería acudir a comisaría mientras llegaban sus padres y que ella había negado con la cabeza mientras seguía sollozando. El hombre le había dicho que sus padres llegarían pronto antes de subirse al coche con una mirada triste.

Luna se levantó y caminó por el jardín, de un lado a otro, como una fiera enjaulada. Tenía que intentar tranquilizarse, así que se forzó a pensar tan sólo en sus pasos, en poner un pie delante de otro observando el suelo, intentando evitar la vuelta de sus recuerdos. Una diminuta planta llamó su atención. Se arrodilló a su lado y la arrancó, apretándola con fuerza entre sus dedos. Casi podía oír la voz de su tía explicándole que el llantén se podía usar para preparar jarabes contra la tos o infusiones que curaban las jaquecas. Cerró los ojos y pudo verla a su lado con las plantas en la mano, con aquella sonrisa que iluminaba todo su rostro.

El ruido de un motor hizo que abriese los ojos. Reconoció el coche de su padre entrando por el camino. Se levantó del suelo y fue hacia allí. El coche paró y, antes de que el motor se hubiese apagado, la puerta de atrás se abrió y Cristina apareció, corriendo hacia ella para abrazarla. Luna también se lanzó a sus brazos, sollozando con más fuerza mientras su amiga le susurraba palabras tranquilizadoras y le acariciaba el pelo.

Sintió una mano en la espalda y se giró. Su padre estaba detrás de ella, con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas. Luna le abrazó y sintió como él ahogaba un sollozo. Nunca antes había visto llorar a su padre y, de repente, como si no hubiera sido consciente hasta ese momento, se dio cuenta de que Emma había sido su hermana. Si ella, que sólo la había tratado un par de semanas, la echaba tanto de menos, para su padre tenía que ser terrible. Debía estar torturándose por los recuerdos pasados y, sobre todo, por la cantidad de años que llevaban sin verse y por todas las cosas que querría haberle dicho y ya no podría.

    — Tienes que darte prisa en recoger todas tus cosas, Luna— la voz de su madre la devolvió a la realidad con la fuerza de una bofetada—. Tenemos que ir al tanatorio a arreglarlo todo.

Pensar en el tanatorio hizo que el estómago se le revolviera. No quería ver a su tía dentro de una caja, le habría gustado recordarla riendo, caminando por el bosque mientras le contaba cosas. Por desgracia, la última imagen que tenía de ella, su cuerpo inerte en medio de aquel claro, no se le iba de la cabeza, al igual que la sensación de que debió haber hecho algo, que sabía que algo malo estaba sucediendo y no había hecho nada por evitarlo.

Asintió a la orden de su madre y se separó de Cristina. Ella la siguió un par de pasos por detrás, sin decir nada. Se giró un momento, reticente a dejar la luz del mediodía y entrar en aquella casa que ahora le parecía tan vacía y muerta.

    — ¿Necesitas que te ayude a recoger?— le preguntó su madre, dando un  paso hacia la entrada.

    — No, gracias. Entre Cristina y yo acabaremos en un momento.

Entraron en la casa, mientras escuchaban a su madre comentando en murmullos que aquel lugar le producía escalofríos. Luna se sintió furiosa. Aquella había sido la casa de la niñez de su padre, era el hogar de la hermana que acababa de perder. ¿No se daba cuenta de que lo que su padre necesitaba era un abrazo y no críticas y malas palabras? ¿Cómo podía ser tan insensible?

Subió a toda prisa las escaleras, seguida por Cristina. No quería enfrentarse a su madre en aquel momento, podría decir cosas de las que luego se arrepentiría. Entraron en su habitación y Luna sacó las maletas que había traído y se las pasó a su amiga.

    — Necesito que me hagas un favor— le dijo, susurrando aunque nadie podía oírlas—. Tienes que meter toda mi ropa aquí mientras yo voy a recoger unas cosas de mi tía antes de que a mis padres se les ocurra entrar en la casa.

    — ¿Vas a robar cosas de tu tía?— preguntó Cristina, escandalizada.

    — No, no voy a robar nada— explicó ella—. Primero, porque estoy segura de que ella me habría dejado esas cosas a mí y segundo, porque mi tía estaba metida en cosas que la gente no entendería y no quiero que lo descubran y empiecen a murmurar de ella.

    — ¿En qué clase de cosas?— Cristina parecía menos convencida con cada palabra que le decía.

    — Nada ilegal, tranquila— Luna bajó su mochila de una balda del armario y se dirigió a la puerta—. Te lo explicaré luego. Date prisa.

Corrió por las escaleras hasta llegar abajo. La puerta delantera estaba abierta y hasta allí llegaba la aguda voz de su madre:

    — No sé como Emma podía vivir aquí. Qué lugar tan sombrío... No me extrañaría nada que hubiese fantasmas. Aunque igual a ella le gustaban, como era tan rara...

Luna se detuvo, esperando que su padre dijese algo que la pusiera en su lugar, pero, como siempre ocurría, él no contestó. Pensó en salir y decirle algo ella misma. Le hubiera gustado poder defender su memoria, sobre todo ahora que Emma ya no podía hacerlo, pero sabía que nada de lo que pudiese decir haría que su madre cambiase de opinión. Lo único que podía hacer por su tía era lo que ya había decidido: ocultar las cosas que gente como su madre no entendería y que sólo producirían más críticas injustas a su persona. Intentó no hacer ningún ruido al abrir la puertecilla que llevaba al sótano. La dejó entornada a su espalda y bajó la escalera de puntillas, intentando que los viejos escalones no crujiesen bajo sus pasos.

La estancia estaba tenuemente iluminada por la llama de las velas. Se acercó a la mesa sin separar ni un segundo la mirada de su superficie, con un respeto reverencial. Aquel había sido el último hechizo de su tía, quizá su último intento desesperado por levantar una barrera contra aquel ser que intentaba invadir su mente y que debía haber sido el causante de su extraña muerte. Los médicos podían pensar lo que quisieran, creer que había sido un ataque al corazón lo que la había matado, pero Luna sabía que no había sido así. El hechizo no había funcionado y el ser demoníaco que llevaba semanas acosándola debía haberla engañado para que realizase aquel ritual que la había matado. Se juró a sí misma que encontraría a aquel ser y que vengaría su muerte. No sabía cómo lo haría, ni los esfuerzos o el tiempo que le llevaría cumplir aquel juramento, pero lo haría.

Se colocó delante de la mesa y empezó el ritual para abrir el círculo de protección. Las luces de las velas parecían dividirse en mil reflejos dorados a través del prisma de sus lágrimas. Sin saber cómo había sucedido todas las palabras y gestos que su tía había intentado enseñarle sin éxito durante días aparecían ahora claros en su cabeza. Recordaba con claridad que la vela azul que estaba encendida servía para pedir serenidad, que la vela negra alejaba lo negativo, que la vela roja colocada en la parte sur del círculo era una llamada al Guardián del Fuego para rogarle protección. Sin dudarlo un segundo, se colocó delante de la vela plateada situada frente a la estatua de la Diosa y empezó a recitar:

    — Señora, te doy las gracias por haber venido a mi círculo y compartido conmigo este ritual— apagó la vela y se giró hacia la estatua del Dios—. Señor, te doy las gracias por haber venido a mi círculo y compartido conmigo este ritual.

Después fue apagando las velas que correspondían a los Guardianes, recitando las palabras del ritual sin dudar, como si hubiesen sido grabadas en su mente desde tiempos inmemoriales:

    — Atalayas del Norte, Señores de la Tierra, agradecemos su presencia y protección y los despedimos en paz.

Atalayas del Oeste, Señores del Agua, agradecemos su presencia y protección y los despedimos en paz.

Atalayas del Sur, Señores del Fuego, agradecemos su presencia y protección y los despedimos en paz.

Atalayas del Este, Señores del Aire, agradecemos su presencia y protección y los despedimos en paz.

El Círculo está abierto, más nunca roto. Feliz partida y feliz reencuentro. Así sea.

En su interior sintió la firme convicción de que había realizado todos los pasos correctamente y pensó, sonriendo amargamente, que su tía se habría sentido orgullosa si hubiese podido verla. Abrió la mochila y empezó a guardar dentro todas las cosas que no quería que gente como su madre pudiese encontrar: el cuchillo ritual, el cáliz, la vara, el tablero con el pentáculo tallado... Envolvió con devoción las estatuas del Dios y la Diosa y las depositó encima de todo lo demás. Por último, se colocó delante del libro de su tía, aún abierto sobre el altar y leyó la última anotación:

Parece que al fin los resultados de mis oraciones empiezan a dar fruto. Desde hace unos días me siento más segura. Después de semanas de sentir mi mente y mi intimidad acosadas sin tregua día y noche, da la impresión de que esa presencia se ha retirado.

Ruego a la Diosa para que ese ser no haya conseguido sus propósitos, fueran cuales fueran. Nunca había sentido tanto poder, tanta habilidad para resistirse a mis visiones, ni tanta rabia ante mis defensas. Siento que, a pesar de que llevo días sin notar sus ataques, la sensación de inquietud no desaparecerá jamás. Creo que puede volver en cualquier momento y debo estar preparada para ello. Por eso, sigo manteniendo encendidas las velas del último ritual que realicé y que alejó a ese ser de mí.

Hubo momentos en los que pensé que no podría resistirlo más y si, tal como temo, ese ser sólo se ha retirado momentáneamente, es posible que la próxima vez ataque con tal fuerza que no pueda detenerle. Por eso debo seguir preparándome, estudiando para saber cómo defenderme, cómo desenmascararlo. Es posible que mis días de tranquilidad hayan acabado para siempre, que vaya a pasarme el resto de mi vida asustada por la posibilidad de su regreso.

Me preguntó si, de alguna manera que desconozco, he sido yo misma la que he atraído esta desgracia sobre mi persona. ¿Es posible que en alguno de mis viajes a otros planos algún ser de otro mundo siguiera mi rastro hasta aquí? ¿O quizá realicé mal algún hechizo y dejé abierto el círculo? No lo sé y no lo entiendo. He trabajado duro durante toda mi vida para hacer sólo el bien a mis semejantes y, según la ley del retorno, no merezco este mal, ya que nunca deseé mal a nadie. ¿Por qué tiene que suceder esto ahora, justo en el momento en que Luna ha entrado en mi vida y la ha llenado de luz y de nuevos proyectos? No es justo.

Confío en los Dioses y sé que me ayudarán, tengo que creerlo o me volveré loca. Que la Diosa me proteja y me conceda el poder y la fuerza para no rendirme.

Luna posó su mano sobre el libro, acariciando las letras con los dedos, en un vano intento de sentir de nuevo a la persona que las había escrito. Ahogó un sollozo y respiró profundamente, intentando acallar la voz de su conciencia que se empeñaba en decirle que debería haber hecho más por su tía, que debería haber insistido para que ella le contase todo lo que pasaba, que, si hubiese interrumpido su ritual, seguiría viva. Buscó sobre la mesa una pluma y escribió unas líneas bajo las últimas palabras:

Vengaré tu muerte. No sé todavía quién ha sido ni cómo vencerlo pero juro que lo encontraré y le haré pagar por lo que te ha hecho. Doy mi palabra.

Contempló lo que había escrito durante unos segundos, para que quedase grabado a fuego en su memoria. Después cerró el libro, lo guardó en la mochila con el resto de las cosas y subió las escaleras para encontrarse con Cristina. Al llegar arriba se giró y echó un último vistazo al altar, a las estanterías repletas de hierbas y libros, y susurró un adiós a una parte de su vida que le había sido arrebatada nada más empezarla.

NOTA DE LA AUTORA

Estos son los capítulos de la primera parte de Viajes a Eilean: Iniciación. Espero que los hayas disfrutado.

Si quieres hacerme cualquier comentario, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Para ello, puedes contactarme de cualquiera de estas formas:

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Te dejo también la sinopsis de mis otras novelas terminadas y los enlaces de descarga, por si todavía no te has aburrido de leerme y quieres acompañarme un rato más. Espero que disfrutes de la lectura de mis obras al menos una pequeña parte de lo que yo he disfrutado escribiéndolas.

Un abrazo,

 Gemma Herrero Virto

VIAJES A EILEAN: INICIACIÓN

Luna, una estudiante de instituto madrileña, consigue que sus padres le permitan pasar el verano con su tía Emma, una mujer enigmática a la que no ve desde su niñez. Una vez allí, Luna descubre que su tía es una bruja con auténticos poderes, descendiente de una estirpe de hechiceras que se remonta siglos atrás.

Mientras Luna empieza a ser instruida, sin mucho éxito, en los secretos de la magia, su tía le confiesa que lleva semanas sintiendo que alguien intenta introducirse en su mente para espiar sus pensamientos. A pesar de que ha utilizado contra ese ser sus conjuros más potentes, no consigue expulsarlo.

Una noche durante un sueño una mujer pide ayuda a Emma para salvar un mundo llamado Eilean, en el que la magia se está agotando. Para ayudarles Emma sólo debe realizar un ritual de cambio de plano que no entraña ningún peligro. Sin embargo, durante la realización del ritual algo no funciona correctamente y Emma cae muerta, fulminada por un rayo, ante los ojos de su sobrina.

Luna decide llevarse con ella el libro de las sombras de su tía, el lugar en el que apuntaba todos sus hechizos. Antes de cerrarlo, escribe en la última página la promesa de encontrar al ser que la acosaba y vengar su muerte.

Semanas después, de vuelta en Madrid, Luna descubre, debajo de lo que ella escribió, tres nuevas palabras, escritas con la letra de Emma, que harán tambalearse todo su mundo: “No estoy muerta”.

Una historia de magia y brujería, mundos paralelos, aventuras, romance... Sumérgete con Luna en un mundo de dragones e hipogrifos, elfos y dríadas, poderosos magos y peligrosos hechiceros. ¿Te atreves a acompañarla en su viaje a Eilean?

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LA RED DE CARONTE

Los cadáveres brutalmente mutilados de varias adolescentes aparecen abandonados en parajes apartados de Vizcaya. No hay pistas sobre el asesino, nadie sabe nada del misterioso asaltante y lo único que tienen en común todas las víctimas es que son jóvenes solitarias.

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OJO DE GATO

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Laura decide continuar con su trabajo a pesar de todas las presiones pero varios hombres del pueblo empiezan a aparecer asesinados según ella avanza en el proceso de reconstrucción. ¿Estará ella cometiendo los crímenes durante sus episodios de sonambulismo? ¿O el espíritu de la chica está consiguiendo el poder suficiente para vengarse gracias a su trabajo? ¿O hay alguien tan interesado en que el crimen no se resuelva que va eliminando sistemáticamente a todos los testigos?

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