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La perrera es un lugar al cual ningún perro callejero quisiera llegar a pisar. Pues cuando no tienes suerte y eres atrapado, te encierran en una jaula y no vuelves a ver la luz del día mientras estes ahí, al menos que te adopten o puedas llegar a huir, lo cual es muy difícil.
Algunos perros llegaban a salir, en su mayoría tiernos cachorros y unos cuantos que eran de pequeños tamaños. Los otros perros que eran viejos de edad o demasiado grandes no tenían opción y se quedaban.
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La razon por la que no podian salir de allí era porque los humanos compraban en la tienda de mascotas que quedaba frente a la perrera. Pues preferían un perro de raza pura que darle amor a otro que en verdad lo necesitaba y que tenía mucho de ese carño para dar.
La estadía en la perrera equivalía a tres meses, y si en ese lapso no eras adoptado, tenías una muerte segura...
Las personas de ese lugar no iban a mantener a tanto perro y por más cruel que suene, todos esos pobres que no conseguían un hogar eran sacrificados.
Pero a la gente no le importaba, a quien le importarían unos malolientes perros callejeros... A nadie.
Por esa razón eran sacrificados, sabían que no se quejarían, es mas estarían agradecidos por que ya no habría perros salvajes como eran llamados solo por vivir en la calle.
¿Qué? ¿Era pecado no tener un hogar? Tan malos eran que los llamaban de aquella manera.
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Steve sabia como era aquel lugar. Un infierno.
Ahí no tenias comida y agua todos los días, solo dos veces por semana, además los perreros no eran buenos cuidadores pues si no te comportabas te golpeaban.
Lo sabía, él estuvo en ese infierno, afortunadamente logro escapar.