Hermione parpadeó pesadamente antes de conseguir enfocar su vista en la persona que dormía a su lado. Aguantó un jadeó al ver las marcas finas y rojas que bajaban desde sus omoplatos hasta su espalda baja. Se incorporó con lentitud y se cubrió el cuerpo desnudo con la sábana, salió de la cama llevándose la manta con ella y dejando a Draco completamente desnudo y boca abajo en el colchón.
Se encerró en el baño y suspiró cuando fijó su vista en su reflejo en el espejo. Sonrió orgullosa sin razón aparente y tras unos minutos se encontró metida en la ducha, dejando que el agua caliente relajase sus músculos. Cuando se estaba secando escuchó ruidos fuera del baño y terminó poniéndose la ropa interior y una bata sobre el cuerpo antes de salir para ver qué estaba pasando exactamente.
Sonrió una vez más cuando vio a Draco sentado en el colchón, de espaldas a ella, y pasándose una mano por el pelo revuelto. Cuando el hombre se giró en su dirección le dedicó una gran sonrisa y luego se levantó. Hermione agradeció internamente que el rubio se hubiera colocado el bóxer mientras ella se bañaba.
—Buenos días, morenita —saludó el mafioso.
—Buenos días.
El hombre se acercó en pasos rápidos y le robó todo el aire en un beso demasiado húmedo y lascivo para las horas que eran. Hermione apoyó sus manos en el pecho caliente del otro y empujó hasta que consiguió separarlo de ella.
—No te pases, imbécil. —Draco arqueó una ceja—. Y báñate, que apestas a sexo.
—Hasta hace unos minutos estabas igual, morenita —replicó el rubio—. ¡Además que apesto a buen sexo! —gritó antes de entrar al baño.
—Imbécil —murmuró Hermione e ignoró lo que dijo el hombre desde el cuarto para ir a la cocina.
Sacó la leche de la nevera y los cereales de uno de los armarios. Sí Malfoy pensaba que le prepararía un súper desayuno o algo por el estilo la llevaba clara. Ni si le daba bien cocinar, ni tenía intención de hacerle algo más elaborado que leche con cereales. Tenía que sentirse agradecido de que preparase un tazón también para él.
Se sentó en uno de los taburetes de la cocina y encendió la televisión. Mientras tragaba la cuarta cucharada de cereales, sintió movimiento detrás de ella antes de que el rubio se sentase en el taburete a su lado.
—¿Leche y cereales? —cuestionó el hombre y Hermione lo miró de reojo.
—¿Alguna queja? —replicó y él negó con la cabeza.
—Nunca se me hubiera ocurrido un desayuno mejor.
Hermione ignoró la burla clara en su tono de voz y se terminó de comer su desayuno mientras veía las noticias. Cuando terminó se levantó y fregó su taza y su cuchara en el fregadero, se giró y miró a Draco con una ceja arqueada mientras él tragaba lo que tenía en la boca.
—¿Qué? —preguntó él y Hermione se aguantó las ganas de echarse a reír por lo surrealista que parecía esa escena.
Él, Draco Malfoy, uno de los mayores jefes mafiosos de toda Europa comiendo cereales con leche en su casa, vestido solo con sus bóxer y con el pelo completamente húmedo.
—¿Qué piensas hacer? —inquirió ella—. ¿No tienes ninguna reunión mafiosa a la que asistir ni nada por el estilo?
—¿Me estás echando?
—Estoy preguntando por tus planes —replicó—, pero puedes tomarte mi pregunta como prefieras.
El rubio alzó una ceja y luego sonrió. Se levantó con el tazón en la mano y repitió los movimientos que Hermione había hecho minutos atrás, luego se colocó delante de ella, acorralándola contra la encimera cuando estiró los brazos en su dirección.
—¿Qué quieres que haga? —La sonrisa que tenía el rubio en la cara no le gustaba nada a la mujer—. ¿Quieres que me quede o que me vaya? ¿Quieres que recoja mis cosas y me vaya o prefieres que nos quite la ropa a los dos y te folle contra la encimera?
Hermione no se sonrojó ante sus palabras, sino que rodó los ojos y empujó a Malfoy para que se apartase de ella. Comenzó a caminar hasta el cuarto seguida por el rubio, se colocó frente al armario, dejó caer la bata y sacó la ropa que se pondría para ese día. Fingió no darse cuenta de la pervertida mirada que la recorría de arriba abajo y terminó de vestirse antes de girarse hacia Malfoy.
—Te doy tres opciones, Malfoy, tú eliges —dijo y él asintió—. Una, te largas y te olvidas de que esto ha pasado; dos, te largas y, si eso, nos vemos en mi trabajo esta noche; y tres, te quedas pero me ayudarás en todas las cosas que tengo que hacer.
—Me quedo.
Hermione asintió, felicitándose a sí misma por verse tan indiferente ante su respuesta a pesar de que por dentro estaba gritando sorprendida. ¿De verdad se iba a quedar? Ella tenía que ir hacer la compra, limpiar la casa, preparar la comida... ¿Los mafiosos hacían la compran? No, claro que no. Seguro que tenían a alguien que lo hacía por ellos.
Sacudió la cabeza y pasó al lado del rubio para adentrarse en el cuarto de baño. A duras penas consiguió controlar su pelo y hacerse un recogido. Cuando salió del baño vio a Malfoy completamente vestido en mitad de la habitación mirándola.
—¿A dónde vamos?
—A hacer la compra, tengo la nevera y los armarios prácticamente vacíos.
Draco frunció el ceño, pero no dijo nada. Salieron del apartamento y en menos de media hora se encontraban en el supermercado; el rubio arrastraba el carrito de la compra mientras Hermione iba metiendo los productos en el carro.
A pesar de sus reservas, Hermione se sorprendió al ver que el rubio parecía entretenido con lo que estaban haciendo e ignoró las chocolatinas y el refresco que el hombre metió en el carro mientras recorrían los pasillos del supermercado.
Casi una hora después recorrían las calles en dirección a la casa de Hermione. Habían pasado también por la tienda de congelados, por una pequeña carnicería y por la librería (aquí Hermione había recogido los seis libros que había pedido y los pagó). Subieron las escaleras y entraron al apartamento, dirigiéndose directamente a la cocina para guardar la compra antes de que se echase a perder.
Malfoy se había mantenido en silencio durante la gran parte del tiempo y Hermione estaba empezando a sospechar que el hombre se encontraba así porque trataba de guardarse algo. Unas palabras que quería dejar salir, pero sin hacerlo de verdad.
—Lo que quieras decir, dilo ya, Malfoy —suspiró la chica cuando terminaron de guardar todo.
El rubio la miró sorprendido y torció la cabeza a un lado antes de soltar un suspiro. Se sentó en uno de los taburetes y miró a Hermione fijamente; la chica evitó poner los ojos en blanco y comenzó a preparar las cosas para el almuerzo.
—Sé lo que cobras en el bar —comentó el hombre y Hermione se giró para mirarlo con una mueca extrañada.
¿A qué venía eso?
—¿Y? —inquirió y el hombre apretó los labios.
—Cobras relativamente poco —replicó y la miró—. No cobras lo suficiente para hacer una compra de estas dimensiones y de estar pidiendo quince libros más a la librería. Además que este apartamento está en una de las mejores zonas de Londres, así que dime, morenita, ¿qué haces para conseguir dinero para todo esto?
Hermione quiso golpearlo con la sartén. ¿Qué clase de mafioso era ese hombre? ¿De verdad llevaba casi dos horas haciendo cuentas para ver cómo era capaz de permitirse su estilo de vida? Hermione puso los ojos en blanco y se apoyó en la isla de la cocina, mirando a Draco.
—¿Estás insinuando que soy una prostituta o algo así? —inquirió y él la miró horrorizado.
—¡No! —Luego se quedó en silencio y la miró con los ojos entrecerrados—. ¿Lo eres?
Hermione lo golpeó con el paño de cocina—. ¡Claro que no!
—¿Entonces cómo lo haces? ¡Y encima estudias en la universidad! No me salen las cuentas.
—¿Cómo sabes que voy a la universidad? —cuestionó ella sorprendida—. ¿Me has investigado?
—No, claro que no. ¿Quién te crees que soy? ¿Un psicópata? —Hermione se echó a reír y Draco bufó—. No es muy difícil llegar a esa conclusión teniendo en cuenta que tu escritorio está lleno de libros de medicina y que tienes un horario con las clases pegado en la nevera.
Hermione se giró y miró el mencionado horario de colorines pegado con un imán en la superficie gris. Rodó los ojos una vez más y se giró en dirección a Draco.
—Sí, estudio medicina y si, mis cuentas están lo suficientemente bien como para permitirme una compra así de grande, un apartamento así de bonito y unos libros así de caros.
—¿Traficas?
—¿De verdad me estás preguntando eso? ¿Tú, de entre todas las personas? —Draco se encogió de hombros.
—Te sorprendería saber la clase de personas que están metidas en este mundo. —Suspiró—. Trabajas en uno de los bares de reunión para la gente de la mafia, sin embargo pareces bastante relajada entre nosotros, cómoda. Y los viejos verdes que hay en algunos grupos no te dicen nada —explicó y ella arqueó una ceja—. Así que me dejas dos opciones, o eres una asesina a sueldo o eres familiar de alguno de los jefes.
—Estás en lo correcto. —Draco arqueó una ceja—. Pero me temo que tendré que matarte, no se supone que mis víctimas tengas que saber que van a morir.
El rubio rodó los ojos ante el claro tono burlón de la mujer y su forma de retorcerse las manos como si fuera una villana de una película barata. Iba a responderle algo a la mujer cuando se dio cuenta de que no había negado la segunda opción.
—¿De quién eres familiar?
Hermione tragó saliva y sonrió.
—Sinceramente, pensé que lo sabías. —Draco frunció el ceño—. Por eso no confiaba en tus intentos de ligar conmigo, no es la primera vez que tratan de acercarse a mi para acercarse a él.
—¿Acercarse a quién?
La mujer tomó aire, miró a Draco y suspiró antes de soltar su respuesta:
—Allan Granger —pronunció y miró a Draco a los ojos—, mi padre.
Malfoy palideció.