1987

By WanHost

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Continuación del libro 1893. Si aun no lo has leído. Te invito a hacerlo. Basa en la serie de juegos Five Nig... More

Prólogo.
I. Hogar.

II. Pizzería

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By WanHost

[11:51 P.M] [Baby's Circus]

El hombre volvía hacía en ascensor. Luego de ver algunas cosas en ese lugar; como, la electricidad, los paneles de control o los animatronicos. Creyó que era suficiente.

Se quedo muy inquieto al notar que los animatronicos estaban apagados. Y recordó que al entrar, algo lo estaba observando.

-Los misterios que guarda este lugar, Willian...- se dijo. Machucó el botón y el ascensor se abrió. Entro sin problema alguno y solo se dispuso a subir.

Este se cerró. En el largo camino solo se quedó mirando con desprecio la tableta que traía el nombre de su hijo. No quería saber nada de Ethan. O como le decían antes Michael.

Recordaba que su esposa le decía así. Michael o un simple Mike. Cuando la madre falleció y se enteró por las razones. Ethan se cerró completamente a todo lo que le relacionaba con la mujer. Incluyendo ese nombre.

Apenas llegó el ascensor nuevamente arriba, Willian cerró la entrada y salió del garaje, ya había encendido todo. Un candado no los detendría, pero sería como una especie de alarma si salía algo de ese lugar.

Al cerrar la puerta corrediza del garaje, Willian no pudo evitar mirar la pizzería. Aún veía luces encendidas, el turno nocturno de seguridad comenzaría en unos cuantos minutos. Desvío la mirada hacia el seco pasto de su jardín. Y pensó un rato más cosas.

Si se apuntaba en el nocturno, podría estudiar más a los animatronicos y tratar de ver en cual estaba encerrado su hijo. Era algo obvio lo que pensaba. Fredbear. Aunque, este fue puesto fuera de funcionamiento luego del incidente.

-Bien, Afton. Bien... Irás inmediatamente a la pizzería y pedirás el turno nocturno. Que importa si el idiota de Ethan está ahí. Ignorarlo y sigue con tu vida.- se dijo caminando.

Llego en cuestión de minutos a la pizzería. Ya eran las 12. Abrió la puerta y apenas puso un pie en esta, se escucho la voz de su viejo compañero, Henry.

Henry siempre se e

-¿Qué haces aquí?, Willian.- preguntó. El hombre con una ligera sonrisa. Como "ahora" imagen principal de la compañía. El hombre sonreír por cualquier boberia, después de todo, se supone que era un restaurante familiar.

Willian con las manos en los bolsillos miro hacia arriba, ignorando la pregunta de Henry. Giro los ojos y luego lo miro. -Quiero hacer un cambio.- dijo mascullando lentamente la entonación.

-Me imagino que de horario.- respondió rápidamente Henry. A lo que Willian asintió con la cabeza.

Aunque ya no pasaran tiempo como antes, levantando la empresa, preparando los shows o construyendo los animatronicos, aunque ya no fueran mano y mano. Henry conocía perfectamente a Willian, y al mismo tiempo. Las maldiciones de su empresa.

-Willian... No te lo recomiendo. ¿Sabes?...- dijo quitando poco a poco la sonrisa de su rostro. Después de todo, si algo le podía devolver, era el favor de que era su amigo después de todo. -No es una petición... Henry.- dijo entrando a la pizzería, pasando de lado a el ahora, único jefe de Freddy's.

Henry suspiro. -Willian. Por lo menos, dile al guardia de este turno que puede irse a casa y que le tocará el turno diurno. Y, ¿Dormiste siquiera un poco?.- pregunto.

-Obvio que si, no hay problema alguno.- mintió. Soltó la puerta, haciendo que se cerrará. Realmente no le importaba nada lo que decía Henry en esos momentos. Ahora sí bien ya había conseguido el puesto. Tocaba la parte que él consideraba más difícil.

Camino por uno de los pasillos y tranquilamente se estiró a medida que llegaba a la sala de seguridad principal.

-Bien Afton... Hagamos esto de una vez. Solo hay que trabajar esta noche. Y será todo. Además, ya haz sobrevivido a muchas más noches. No es cosa de otro mundo...- se dijo.

Al llegar a la habitación de las camaras, el hombre solo miro con disgusto apenas vio a la otra persona. Ni siquiera le vio el rostro. Pero ya se imaginaba quien era.

El chico con gorra que tenía los ojos en la tableta giro la cabeza un poco, aún sin sacar los ojos de esta. -Eh... Buenas no- - dijo en un tono alegre hasta que giro completamente la cabeza y noto a nadie más y nadie menos que el hombre.

El chico bajo la cabeza un tanto y desvío la mirada. -Hola...- dijo. Su voz se notaba realmente desanimada a comparación con el saludo inicial.

-Cubriré el turno nocturno, el jefe dice que puedes largarte a tu casa.- fue directo Willian.

Ethan había crecido mucho, casi llegaba a la altura de su padre. Se puso de pie dejando la tableta en la mesa y paso al lado del hombre. Pensaba en irse, pero como era normal en esos últimos años, el trato que le tenía su padre estaba por los suelos, es verdad que debía hablarle, pero no tenia las agallas de hacerlo.

Se detuvo un poco, pensó. Sentía como era que Afton aún lo miraba.

-L-La marioneta...- solo llegó a decir.

El hombre lo miro con más disgusto. -¿Puppet?.- pregunto.

Ethan se giró un poco, tampoco quería tenerlo frente a frente. -Esa misma, también... Ten cuidado con los marca Toy. Y los primera generación están encerrados en almacenamiento.- trato de guiar un poco, era la primera noche del hombre después de mucho tiempo.

-Si tienes problemas con estos, hay una máscara que puede servirte, su sistemas de reconocimiento facial anda fallando un poco. Y puede que te vean como una amenaza.- siguió. Se había girado lo suficiente para que Afton lo notara.

-Smith...- dijo casi en un susurro.

El chico abrió los ojos de inmediato. Tapo lo más rápido posible aquella placa.

-E-Eso es todo lo que puedo aportarte. Ten muy buena noche.- dijo con una risa nerviosa y girándose para largarse de aquel sitio.

A paso que caminaba, veía como los últimos empleados salían del local. Se había quitado la placa que traía, un nombre falso siempre te da más posibilidades.

-¿Ethan?.- se escucho una voz. El chico se giró. Era nada más y nada menos que un viejo amigo de su padre. Fitzgerald.

Suspiró, que suerte había tenido al quitarse la placa. -Hola, señor.- dijo con un gesto en la mano. -Buenas noches niño.- dijo. -No te había visto por aquí, ¿Estás trabajando?. Wao, me sorprende...- dijo.

-Estoy de salida, el jefe me mandó a casa ya que alguien tomará mi puesto.- dijo. -No... O sea, me sorprende que estés en este lugar... Después de todo lo que paso. Y... ¿Sabes que tu padre está por aquí?.- pregunto el hombre.

-S-Si... Me lo cruce hace unos minutos.-

-Me sorprende no haber escuchado gritos...- dijo abriendo los ojos algo exagerado para enfatizar que siempre había alguna clase de caos cuando estos dos estaban a menos de 5 metros.

-¿Va de salida?.- pregunto Ethan. -No, no, me quedaba un rato más, ya que tu viejo está, me gustaría hablar con él sobre algunas cosas... Asuntos que debemos tocar y no lo hicimos desde hace tiempo.- movió un poco la cabeza, haciendo señal de que ya se iba.

-Ah... Mucha suerte con él.- dijo Ethan. -Espero tener suerte para que no termine mordiéndome como la última vez.- dijo en broma.

-Vale... Yo ya me estoy yendo.- dijo el menor. Para luego salir de aquel local de comida familiar.

Caminaba a paso lento, pensaba en dirigirse a su departamento. Pero algo le llamo la atención.

Miro hacia la derecha. Estaba su casa, siempre estuvo ahí. Pasaba que ya no la veía de noche. Antes, cuando era menor, recordaba salir con sus amigos a altas horas de la madrugada y volver súper tarde. Sonrió un poco, recordó esos lindos momentos.

Simplemente se vieron opacados, una imagen se le vino a la mente. Cerró los ojos un poco adolorido y se llevo la mano a la frente. Hizo una mueca con la boca y solo giro la mirada para dejar de ver esa casa.

Se le había venido a la cabeza un pequeño recuerdo llego de salto, la cara de su hermanastro menor se dibujo en sus recuerdos. -Kenny...- susurro aún con algo de dolor.

Procuro seguir caminando. Pero lo detuvo aquella impotencia de no querer irse y dejar la casa atrás. Necesitaba volver, algo le llamaba a gritos entrar.

Tal vez sería sacar algunas de sus cosas o tal vez los recuerdos que tenía sobre esta y querer ver después de ya años pasados su hogar.

-No...- se dijo, no quería volver. Si bien era su antiguo hogar. Por más que entrara, si el padre se enteraba, sería su fin.

Giro otra vez a verla. Alzó un poco las manos, en señal de desconfianza. -Eres el mayor tonto del mundo, Ethan.- se dijo.

Cambió su rumbo hacia la casa que creía abandonada, pues bien sabía que su padre se había largado de la casa e inclusive de la ciudad hace mucho tiempo. Aún le aterraba la idea de que él se este hospedando en aquella casa.

Llego a la entrada, solo pudo notar el polvo de las ventanas y las plantas secas por ser olvidadas y el horrible olor de polvo en el aire. Si su padre estaba ahí, debía de dar una limpieza enorme.

Apenas tomo el pestillo de la puerta, lo giro y obviamente estaría cerrado. -Eres un genio.- se dijo.

Miro alrededor, buscando otra forma de entrar. Por su sorpresa, la puerta del garaje se notaba aún abierta, pues no tenía aquel candado que siempre tuvo en los días de antaño.

Se dirigió hacia esta y se propuso a entrar.

-Oh William Afton, así es muy fácil de robarte.- dijo en un tono de victoria.

Entro rápidamente, sabía que no habría nadie en la casa, así que no tuvo tanto cuidado al bajar el portón nuevamente para no hacer ruido.

Apenas entro, tomo de su cinturón aquella linterna que traía, era parte de su trabajo, pero dejaban llevársela a casa como parte del uniforme.

-Bien...- dijo. El garaje no era su lugar preferido, sin embargo se le vinieron a la mente aquellos momentos en los que veía a su padre trabajar.

Avanzo un poco hasta la puerta. Quería entrar a la casa. Pero entre todo el silencio, se escucho un gruñido. Esto le puso los pelos de punta. Si bien sabía que era su casa, Ethan tenía un enorme.e problema con esto, no por que creyera que podía estar su hermano ahí, o algo por el estilo. Si no por que conocía la maldición de Freddy's.

Toda alma fallecida, sería toda alma que recibiera un regalo. El regalo de la vida.

Se giró un poco, viendo de donde provenía aquel ruido. Y lo vio.

Aquella rendija en el suelo. Aquel lugar secreto.

Se giró nuevamente, ni loco entraría ahí. Sabía lo que había abajo, sabía lo que podía pasarle si bajaba.

Había notado las tuercas sueltas. Por lo que al entrar ya en su casa, procuro cerrar la puerta lo más segura posible.






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Sigo vivo, perras

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