TENTACIÓN

By NinaColman

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La vida de la adolescente, Evelyne, cambia drásticamente cuando sus padres sufren un accidente automovilístic... More

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II

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By NinaColman

Dos semanas después.

La casa se sentía igual de vacía que la primera noche sin ellos, todo era diferente, sabía que ya nada podría ser igual, Dios le había quitado a las dos personas que más amaba. Esperaba que todo eso fuera una pesadilla y despertar pronto, volver a verlos.

Había dos cajas de cartón sobre su cama, se encontraba empacando. Sus padres le habían dejado un testamento por si algún día muriesen; la casa, los bienes del banco y una propiedad en Forks, Washington, a algunas horas de donde se encontraba y a donde pensaba ir ella y su tía ahora mismo, necesitaba estar lejos, fuera de su casa y Forks era la mejor opción que tenía aunque jamás supo la existencia de aquella propiedad, sus padres nunca le hablaron de ella.

—Evelyn —su tía entró ya que la puerta estaba abierta — ¿Estás lista? —preguntó observando las cajas sobre la cama y un equipaje en el suelo.

—Si —respondió levantándose de la cama, en donde se había sentado a pensar —. Tía, ¿jamás mis padres te hablaron sobre aquella propiedad?

— ¿La de Forks?... Que yo sepa no —frunció el ceño, pensativa, mientras tomaba una caja de la cama —. Vamos, que no quiero llegar a media noche.

Colocó la caja que quedaba bajo su brazo derecho y luego arrastró su equipaje con ruedas por el suelo. Al llegar al coche, colocaron sus cosas en la maletera del Volkswagen Beetle 2010 rojo de su tía. Esperó sentada adentro del auto, como bien su tía había ordenado antes de ir a asegurar la casa.

El viaje transcurría en silencio. Nadie hablaba y la radio se encontraba apagada. El sonido inconfundible de las ruedas sobre el asfalto mojado era relajante para ella. La parte derecha de su rostro se mantenía pegada al cristal de la ventana, sus ojos apenas podían mantenerse abiertos. Miraba el bosque que rodeaba la avenida, los arboles pasando a gran velocidad y las gotas de llovizna cayendo sobre el cristal, todo era tan relajante.

Todo era tan relajante pero también tan melancólico, apenas habían pasado dos semanas de la muerte de sus padres, que horrible sonaba aquella palabra para las dos personas que más amaba en su vida... muerte. Todo era diferente, ya nada iba a poder ser igual, aquella tristeza marcada en el fondo de su alma ya nadie podría hacer que desaparezca.

Cerró los ojos por un momento porque ya no los podía mantener abiertos.

Evelyn...

Una voz gutural y siniestra pronunciaba su nombre. No veía nada, todo estaba oscuro. Quería abrir los ojos pero no podía.

Evelyn...

¡Nuevamente aquella voz!

Pero ahora se encontraba mucho más cerca, es como si se estuviera acercando hacia ella, pero no escuchaba pasos, solo sentía una energía negativa.

Evelyn...

¡Evelyn!

Sobresaltada abrió los ojos, buscando con la mirada a su alrededor. Se talló los ojos con los puños antes de fijar su mirada en su tía que se encontraba fuera del coche, con la puerta del conductor abierto.

—Vamos cariño, que hemos llegado —anunció con entusiasmo y llamándola con la mano para que saliera.

Miró por su ventanilla con el ceño fruncido, se había quedado dormida por mucho tiempo. Miró a su alrededor, había algunas casas.

Escuchaba a su tía muy emocionada sin embargo no logró entender bien las palabras que mencionaba ya que se iba alejando. Se desabrochó el cinturón y salió del coche, observando a su alrededor.

La casa de madera era bonita; estaba pintada de blanca, ¡era de tres pisos! Jamás había vivido en una casa tan grande antes. Las ventanas de vidrio estaban relucientes, al parecer la persona del mobiliario la cuidaba muy bien.

Más adelante había otro vehículo de color negro, perteneciente al hombre de traje y barrigón—aparentaba tener unos cuarenta años—que se encontraba charlando con su tía. En la mano derecha llevaba un maletín negro y en la otra una carpeta abierta con algunos documentos.

Se acercó a ellos.

— ¡Tú debes ser Evelyn! — exclamó queriendo sonar simpático. —Soy el señor Alan Stone. Abogado de sus difuntos padres. Necesito que su tía firme algunos papeles y la casa es vuestra —sonrió.

— ¿Usted tiene idea de por qué ellos nunca nos han hablado sobre esta casa?

—Oh, si — dijo pensando un poco —. Esta casa sería tu regalo de graduación. Estaba tan barata que no pudieron evitar comprarla. Había estado por largo tiempo en venta.

Evelyn sonrió melancólica. Su graduación, aún faltaban dos años. Nunca se había imaginado que sus padres le comprarían una casa para ella sola después de la graduación. Siempre había soñado con tener su propia casa luego de graduarse, pero no esperaba que ese sueño se cumpliese tan pronto.

—Al ser tú aún menor de edad la casa no puede pasar a tu nombre, por lo tanto tu tía será la titular. Cuando cumplas los dieciocho la casa oficialmente será tuya.

—Los firmaré —dijo entusiasmada su tía, agarrando el bolígrafo y firmando los papeles en donde el hombre amablemente iba señalando.

Evelyn observó detenidamente todos los detalles de la casa. Era bastante bonita, no se cansaría de repetirlo, pero había algo extraño en ella.

—Esta no será una de esas casas baratas porque nadie la quiere comprar porque los antiguos propietarios murieron o ¿sí? —miró al abogado, esperando una aclaración.

—En realidad si... —dijo pensándolo por un momento —la gente es muy crédula, cree que hay fantasmas aquí —rió con humor.

Cool... —sonrió de lado, Eve.

—¿Y eso es cierto señor Stone? —preguntó con miedo, su tía, rodeando a su sobrina con los brazos sobre su hombro.

El abogado dejó de reír para ponerse serio, no había imaginado que una señora de esa edad creía en cuentos de niños.

—Le puedo asegurar que no, quédese tranquila —dijo guardando los documentos dentro de su maletín y dejándole los otros documentos a la mujer —. Cualquier cosa, encontraran mi numero en la parte trasera de la carpeta. Llámenme si se les ofrece algo —se despidió caminando en dirección a su vehículo.

— ¡Muchas gracias, señor Stone! —Su tía lo despidió alegremente. Claro que esa alegría se debía a la hermosa casa que habían adquirido de sorpresa.

Eve se encontraba en el segundo piso de la casa, a espaldas de las escaleras por donde había subido con sus maletas en cada mano. Observaba el largo pasillo, las paredes contenían algunos que otros cuadros y al final, se encontraba una ventana de cristal, con las cortinas escurridas, dejando que la tenue luz del día entrara por ella e iluminara el camino. Todo era tan tétrico.

La tía Anna le había dicho que eligiera para su habitación y eso es lo que estaba haciendo ahora mismo. Caminó por el pasillo, abriendo despacio la primera puerta, encontrándose con una cama de una plaza con las sabanas bien puestas y limpias al igual que las cortinas blancas que cubrían las ventanas; una cómoda de madera oscura y un tocador.

Abrió la segunda puerta y podría decir que esa habitación estaba mejor que la primera; cortinas rojas, una cama de una plaza y media con sabanas oscuras, un armario de madera con dos puertas y con una medida de tres metros y medio de largor. Las paredes estaban forradas con papel de mariposas, era preciosa; un tocador con una silla de madera y un pequeño escritorio. Cerró la puerta y dejó las maletas a un costado de la cama y se tiró en ella. Sobre la mesita de noche había una lámpara conectada a la toma corriente, tocó el botón para encenderla, pero no encendió. Había una lámpara colgando del techo, el interruptor se encontraba a lado de la puerta; caminó hasta ella, pero tampoco encendió.

—Genial —murmuró —, espero que el resto de la casa no se encuentre sin...

— ¡Eve, cariño! —llamó su tía, subiendo las escaleras — ¿Estás aquí? Creo que no hay energía en la planta baja.

Resopló agobiada. Lo que faltaba, vivir en una casa sin luz eléctrica.

—Tampoco en mi habitación... —contestó.

La puerta se abrió de golpe, dejando entrar a su curiosa Tía, quien observaba toda la habitación.

—Oh... —exclamó, asombrada —, no está tan mal, ¿cierto? —refiriéndose a la habitación —. Tenemos que buscar algunas velas para no pasar la noche en oscuridad. He intentado llamar al número del señor Stone y me sale apagado. ¡No nos ha dicho nada de esto! —hizo una pausa, y se arregló el pelo con las manos —. Ahora, cariño, ven y ayúdame a buscar algunas velas. Está oscureciendo muy pronto.

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