Capítulo 8; Fotos.
—¡Muchas gracias por su atención!— Se despidió del local junto con el chico, aunque este tenía a un pequeño gatito en sus brazos.—Sujetalo bien, no queremos que se asuste y escape.— Le advirtió al chico que tenía su mirada en el pequeño minino.
—Fueron muy amables al regalarnoslo.— Habló por primera vez desde que habían salido.
—Y como no, se notaba a kilómetros que ambos eran el uno para el otro.— Exageró mientras se dirigían a la plaza.
—Muchas gracias por aceptar tenerlo en tu departamento.— Dijo dándole mimos al felino.
—No te preocupes, puedes venir a mi casa a visitarlo cuando quieras. —
—Bien.— Asintió mientras se sentaban en una de las bancas.— Le pondré Eraser.— Levantó la cabeza para ver a su amiga.
—Por mi está bien. Dijo brindándole una cálida sonrisa.— De todas formas lo llamaré Micho en mi casa.—
—Es muy lindo.— Comentó volviendo su vista al gato, aunque este se pasó al regazo de la castaña.
—Tienes razón. — Asintió mientras lo acariciaba.
Ahora la vista del peli-morado estaba en la chica a su lado. Se veía muy linda, tenía una gorra blanca, un polo holgado de color celeste y blanco, y unos shorts negros.—¿Por qué no usas medias?— Preguntó sin tacto mientras veía los pies de la latina, unas bonitas zapatillas negras.
Ella se sobresaltó.— Es que no tenía medias taloneras...— Excusó mientras apartaba la mirada.
—Ah.—
—Por cierto, Shinsou.— Lo llamó. — Tomame una foto.— Exigió mientras le entregaba su celular.
—Puedes hacerlo tu sola.—
—Pero es mejor cuando lo hace alguien más y no me quedan mirando raro.—
—¿No que no te importaban las opiniones de los demás? — Ella lo miró mal.— Bien, bien, dame eso.— Dijo levantándose mientras agarraba el celular.
—¡Gracias!— Lo imitó mientras acomodaba su cabello corto y su mochila negra.
El pequeño Eraser miraba todo desde la banca, la chica se sentó en el suelo.
—Sólo una.— Advirtió el chico.
—Sólo una.— Repitió.
El chico se arrodilló a una distancia considerable de la muchacha, la aplicación de la cámara ya estaba.
Solo necesitaba hallar el ángulo perfecto, aunque para él en cualquier ángulo ella se veía perfecta.
Esperó a que se enfocara y tomó la foto.
—Listo.— Dijo pasándole su celular mientras esta se levantaba.
—A veer~.— Esperó ansiosa en ver la foto que le había tomado.
El chico se sentó, volviendo a acariciar al gato.— ¿Qué dices?— Preguntó cuando esta se sentó a su lado en la banca.
—¡Perfecta!— Dijo halagándolo. Él asintió, volviendo a ver al pequeño.
—¿Y ahora qué?— La chica volteó su mirada hacia el chico a su lado, pudiendo notar lo lindo que era, llevaba una polera de un color parecido a su cabello, jeans negros y zapatillas blancas.—¿Qué pasa? — Dijo viéndola a los ojos, al no obtener una respuesta.
—Nada, sólo estaba viendo lo lindo que estás.— Dijo con simpleza mientras acariciaba al gato que estaba en el regazo de su amigo.
Como de costumbre, el chico no pudo evitar sonrojarse por la honestidad de la muchacha.—Te he dicho que no me molestes con eso.—
—No te estoy molestando. — Volvió a usar el mismo tono.— Solo estoy diciendo la verdad.— Agarró al felino y lo puso adelante de ella, moviendo sus patas. — Shinsou-kun es muy lindo.— Trató de usar el tono más agudo que su voz le permitía, mientras resaltaba las palabras "kun" y "lindo".
—No hagas eso.— Trató de quitarle al animal, mientras sus mejillas ardían.
—¡Shinsou-kun es malo con Aleska-nesan!— Movió las patitas del gato.
—¡Aleska!— Dijo entre enojado y avergonzado.
—¡Pero aún así Aleska-chan quiere mucho a Shinsou-kun!— Ahora el chico se quedó mudo ante la declaración de la chica, quien regresó el gato al regazo de su acompañante.
—Akeska...—
—No me tienes que contestar.— Buscó su mirada.— Además no es como si estuviera pidiendo ser tu esposa, sólo expreso mi cariño, que raros son los japos.— Volvió a darle mimos al gato.
Él suspiró aliviado de saber que no era un confesión y simplemente era una demostración de cariño.—Claro.— Imitó a la castaña dándole cariño al pequeño gatito.
Quedando unos minutos en esa atmósfera de tranquilidad y comodidad, simplemente disfrutando de la compañía del otro.
—Vamos a mi casa.— Ordenó mientras se levantaba y se estiraba, acomodando su conjunto.
—Está bien.— Tomó al felino y lo abrazó con fuerza y cuidando en que no se escapara.
La chica comenzó a avanzar, mientras el otro solo se dedicaba a seguirla, dejando una distancia entre ellos.— Oh, perdón. — Se disculpó la chica mientras se detenía y esperaba a que este estuviera a su lado, continuando.
—No es necesario que estés a mi costado.—
—Ni is nicisirii qui istis i mi cistidi.— Repitió con fastidio sus palabras.— No vaya a ser que te escapes con el micho.— Le dio palmadas en su espalda.
La diferencia de tamaño entre ambos era notable, pero no tanta.
—¿Micho?— Preguntó ladeando la cabeza.
—Ya llegamos.— Señaló el edificio tratando de distraerlo.
Pasaron por la recepción saludando al portero, y luego de un silencio tranquilo en el elevador ya estaban dentro del departamento de la chica.
—Ah, cierto. — Dijo pasando sin sacarse los zapatos.
—¿Recuerdas la primera vez que viniste a mi casa?— Preguntó sonriendo mientras el gato ya en el suelo, inspeccionaba el lugar.
—Como no.— Respondió tranquilo sentándose en el sofá de la sala.— Fue toda una lucha para decidir si entraba con o sin zapatos.— Le sonrió mientras esta pasaba a la cocina a buscar algo.
—Eres un quisquilloso, es por eso.— Argumentó desde la cocina buscando dos platos pequeños en donde ponerle comida al nuevo integrante.
—Ah, perdón. — Dijo indignado.— Como toda mi vida me la he pasado dejando los zapatos cada que entraba a una casa.— Se recostó en el mueble.
—¿Y como chingados iba yo a saber que los japoneses dejan los zapatos antes de entrar a la casa? — Dijo ya entrando a la sala y dejando el recipiente a vista del minino.— Además es mi casa. — Terminó mientras el gato se acercaba a su comida.
—Claro, claro.— Le siguió el juego.
—Hmp.— Se sentó en el mueble al frente del que estaba su amigo.
—Ah, verdad, ¿Qué es esto?— Preguntó agarrando un muñeco que estaba encima del mueble en el que estaba sentado.
La chica lo miró y unos segundos después ya estaba encima del chico para tratar de quitárselo.—¡Dame eso!— Gritó mientras que con sus manos intentaba alcanzarlo.
Este tenía una mano en la cara de ella y otra elevada para que no lo agarrara.— No me has respondido. —
—Para que quieres saber eso, jajaja saludos.— Trató de luchar contra el chico.
—Responde.—
—Ah, espera.— Dijo alejándose y ahora el chico se había dado cuenta de la posición en la que estaban, con ella sentada en una de sus piernas, con una mano en el hombro del muchacho.— Ay, si estoy bien mensa.— El muñeco fue solo hasta la mano de la chica mientras se levantaba.
—Pff, tramposa.— Dijo acomodándose nuevamente, mostrando una sonrisa ladina.
—Trimpisi.— Lo dejó en una repisa cerca, donde habían otros muñecos, la mayoría de animes.— ¿Acaso no sabes quien es Barney?— Preguntó volteando a ver al chico, quien negó. — ¡¿Kheeee?!— El chico cerró los ojos ante el grito.
—No grites así. — Señaló a Eraser.— Lo asustas.—
—¿Como no lo conoces?— Él levantó sus hombros sin interés.—Ay, no has tenido infancia.— Se tiró al mueble vacío con drama.
—No seas dramática. — El gato subió con dificultad al mueble donde estaba el chico. — ¿No crees que es adorable?— Le hizo mimos.
—Prefiero los perros, pero supongo que sí.— Se acostó boca abajo en el mueble.— Puedes llevarlo a tu casa si quieres, siempre y cuando lo regreses a salvo.— Apoyó su cabeza en una mano.
—Bien.—
—Hablando de eso, ¿Cuando me vas a invitar a tu casa? — Él se tensó.
—Algun día.—
—¿Eh? ¿Acaso te avergüenzas de mí?— Fingió secarse las lágrimas imaginarias. — Siempre hacemos los trabajos en mi casa, y ahora voy a tener a tu gato aquí.—
—Nuestro gato.— La corrigió.
—Entonces tendríamos que hacer un contrato.— Se dijo a si misma.— No, no te libraras fácilmente. — Volvió a referirse a la casa del chico.— ¿No quieres que conozca a tu mamá? — Notó la incomodidad del chico. — ¡Es eso, no lo niegues!— Lo apuntó.
—Está bien.— Se rindió, observándola a los ojos.— Nunca he llevado a una chica a mi casa.— Apartó la mirada mientras se rascaba la nuca.
—Ah, no tienes que avergonzarte. — Negó mientras se sentaba. — Eres el primer chico que viene a mi casa también. —
—Eso es diferente.—
—Claro que no, vamos, me voy a portar bien.— Trató de convencerlo.
Él no se refería a su comportamiento, sino a que seguro su madre le preguntaría sobre ella todo el tiempo luego de conocerla.
Suspiró. — Está bien. — Ella sonrió. — El próximo trabajo lo haremos en mi casa.—
—¡Bien!— Celebró levantándose y tomando al gato en sus brazos para dar vueltas.
El chico sólo pudo observar con una sonrisa lo feliz que esta se veía.