Después de la plática de ayer traté de convencer a Darío para que me dejara ir a casa, pero siempre salía con la misma respuesta, "es peligroso", después de eso no hubo más preguntas y tampoco más conversaciones.
No sé cuánto tiempo pase para que vuelva a ver a mi padre, pero estoy empezando a creer que no será pronto.
Por la mañana al bajar de la habitación encontré la casa vacía, aproveché para poder escaparme, pero no hubo oportunidad, quien quiera que haya construido esta casa quería que nada entrara o saliera de ella.
Por la tardé me asomo de nuevo al vestíbulo para ver si Darío a vuelto, pero nada.
Tal parece que sigo sola y encerrada, reviso las cosas que ha traído Carlos el día de ayer y aparte de mis uniformes, veo que me ha traído suficiente ropa como para una semana y media. Si de algo estoy segura es que no volveré a casa por un largo tiempo.
De repente escucho el rasguño de una rama en el cristal de la ventana, abro una cortina para ver el exterior y la suave luz del atardecer entra por ella, cuando me asomo por el opaco vidrio veo que el aire azota con fuerza, pero me sorprendo al ver un jardín en la parte trasera de la casa, está lleno de maleza, las enredaderas cuelgan por todos lados apoderándose de las paredes y el suelo agrietado, en medio del jardín hay una gran fuente seca, hecha de piedra, y en medio de la fuente hay una enorme estatua cubierta de enredaderas, pero poco a poco le voy tomando forma y veo que no es una estatua, en medio de la fuente vive un viejo y enorme árbol, ahorcado por las enredaderas, parece luchar contra toda esa maleza, y sus ramas extendidas al cielo parece pedirle al sol que no se oculte, la escena me parece tan triste que cierro la cortina de inmediato y trato de borrar aquella imagen de mi mente.
Estaba oscureciendo y al día siguiente tenía clases, debía preparar mis cosas, cenar e ir a la cama, entonces escucho que Darío habla y me asomo a ver, camino por el pasillo hasta el origen de su voz.
"Este loco está hablando solo" pienso.
—Ella está bien, está arriba—Darío hablaba por... ¡teléfono!—Si, me ha costado un poco de trabajo, vaya que su hija es... algo terca.
—¿Es mi padre? —Pregunto al llegar al balcón y bajo corriendo las escaleras—quiero hablar con él, pásamelo—le extiendo la mano para que me pase el teléfono.
—Sí, es ella... está bien—Se despega el teléfono de la oreja y me lo ofrece—Toma
—¡Bueno!—digo, pero no se escucha nada. Él ya ha colgado, entonces me volteo furiosa hacia Darío—¡creí que habías dicho que no había línea!
—No había—dice como si le causara gracia, aunque su cara sigue con un gesto de seriedad.
—Y qué significa esto—le digo mostrándole el teléfono y se encoje de hombros—¡ya estoy harta de todo esto!, quiero regresar a mi casa y estar con mi padre, no sé si lo sepas, pero es a la única persona que me importa sobre la faz de la tierra.
—No te puedes ir a tu casa, es peligroso, te lo eh dicho un centenar de veces—dice mientras camina en dirección a las escaleras.
—Sí, ¿Cómo decirme que mi padre es quien ordena que este aquí? Sabes, tengo la impresión de que ese "supuesto padre" al que tu nombras a cada rato no es el mío, lo desconozco por completo, ni en un millón de años mi padre sería esa persona, me temo que estamos hablando de Carlos muy diferentes—a mitad de las escaleras se detiene y gira hacia mí.
—¿Carlos? ¿Así se puso? ese no es su nombre verdadero, su nombre real es Camille.
—¡¿Camille?!
Un ruido de sartenes y cacerolas proviene de la cocina, ambos miramos hacia el origen del ruido y después nos miramos el uno al otro.
Alguien está aquí, tal vez mi padre o tal vez un intruso, pero no espero a que Darío me diga que hacer, me voy corriendo a la cocina y él baja corriendo para ir detrás de mí, sin embargo, llego antes que él.
No es mi padre, pero tampoco es un desconocido.
Parada a media cocina está la amiga y asistente de papá, con cuatro bolsas del supermercado en manos.
Joanna Bohórquez.
—¿Joanna?—digo sorprendida.
—¡Aliz! mi niña—dice y deja caer las bolsas al suelo, se quita la chaqueta y me abraza. Hacía días que nadie me daba un abrazo.
—¿Cómo entraste?—pregunta Darío sonriendo.
No lo había visto sonreír desde que llegue, no de esa manera, lo que yo más bien veía eran sonrisas malévolas, pero está era de alegría.
Aquí había algo, lo sospechaba.
Pero mis sospechas tendrían que ser para otra ocasión, por el momento estaba más desesperada en encontrar una salida, y justo en mis brazos tenía una, Joanna.
—Con un traslado ¿con que más? no me apetecía cargar las bolsas desde el supermercado.
—Sabes que no podemos hacer ese tipo de cosas frente a los humanos.
—y no lo hice.
—¿Por lo menos pagaste?—le pregunta
—Si ya sabes mi respuesta para que preguntas—le contesta a Darío.
—¡Joanna!, ¡Joanna! tienes que ayudarme a salir de aquí, ¡por favor!—me escucho desesperada—este... joven—lo señalo—dice ser una especie de guardaespaldas, "mi guardaespaldas". Habla de Carlos como si no fuera el, habla de mí, de protegerme, de una deuda, ya no lo soporto, quiero ver a mi padre, quiero que me explique qué está sucediendo—digo desesperada.
—Lo sé, sé que tienes muchas preguntas, pero es imposible que tu padre venga y te de las respuestas que necesitas saber, hacer eso solo te pondría en riesgo, es muy peligroso—dice.
Peligroso, de nuevo esa palabra.
—Se lo eh dicho un millón de veces, pero no entiende—escucho decir a Darío.
—Dar... ¿podrías dejarnos a solas? —le dice, pero más que pregunta suena a una orden—creo que esta será una conversación larga.
—Iré a comprar comida china para cenar ¿te quedarás?
—Descuida, esta noche me quedaré aquí, yo les prepararé de cenar, ahora ¿nos dejas un momento?
¿Quedarse? ¿Así que Joanna era la otra protegida de papá? bueno, tal vez ahora ya no tenía celos, pero ¿qué significaba eso de ser benefactor? ¿Acaso mi padre hacia obras de caridad?
Escucho a Darío suspirar y después alejarse hasta el punto en el que sus pasos ya no son escuchables.
Caminamos hacia la sala, ella se sienta en el sillón principal y me siento frente a ella.
—Y bien, ¿qué quieres saber? —Me pregunta—Tal vez yo no soy Carlos, pero te puedo explicar ciertas cosas que desees saber—me dice con ese tono suave que la caracteriza.
—Todo, Joanna no entiendo nada, ¿Que está sucediendo?
—Bien, ¿por dónde empiezo? —suspira—definitivamente creo que esta será una larga platica.
Se acomoda en el sillón y yo agacho la cabeza.
—Comenzaré diciéndote que el mundo no es lo que parece, ni Carlos, ni yo, ni tú mi niña—esto último me hace levantar la vista de mis manos a sus ojos.
¿Yo no soy lo que parezco?
—Afuera hay sombras—continua—y no hablo de las sombras de los objetos o de las personas, hablo de las sombras mismas, aquellas que surgen de la oscuridad y de la maldad del hombre, de la envidia, la guerra, el odio y la ambición. No te contaré todo hoy porque es una larga historia, así que tendrás que confórmate con lo poco que te diga, ¿de acuerdo? sé que quieres que te explique todo, pero esto tendrá que ser poco a poco.
Asiento con la cabeza.
—Mi nombre es Joanna, tengo doscientos cuarenta y tres años—¡¿qué?!—y soy una Cazadora fase dos—¡¿Qué?!
—¿Cazadora? ¿Cazadora de qué? —le pregunto.
—Para que entiendas esa parte, necesito contarte otras cosas antes de llegar a eso. Lo más importante ahora, es que tú sepas porque te quieren y eso es porque ellos creen que tú tienes una llave.
—Pero yo no tengo ninguna llave, ya se lo dije a Darío, jamás tomaría algo que no fuese mío.
—Es por eso que necesito explicarte otras cosas antes de llegar a la llave, pero no es información que tomes a la ligera, debes prometerme que no se lo contarás a nadie, pero sobre todo estar dispuesta a saberlo, tener esta información al igual que la llave es muy valiosa, te informo que ya corres peligro sin saberlo, el que lo sepas no cambiara tu destino. Es tu decisión. ¿Estás lista para saber la verdad?
No necesitaba preguntármelo, claro que estaba lista para saber qué era lo que sucedía.