La primera vez que se reunió con Lilia Baranovskya fue en aquella competencia en Moscú, donde se perdió el programa corto, pero presenció con orgullo el libre.
Por diversas razones no habían tenido la oportunidad de conversar en persona; solamente por teléfono y era por protocolo, Nikolai no la conocía, pero si Yakov, el entrenador de vida de Yuri, confiaba en ella, el también lo haría.
No se equivocó.
Lilia era una mujer severa y de fuerte carácter, no esperaba nada menos de una prima ballerina... una eminencia del ballet.
Su corazón latió fuerte al caer en cuenta de lo pequeño que era el mundo, o mejor dicho, Rusia. Era irónico que, esta figura reconocida hubiese acogido a su nieto bajo su ala para instruirlo en ese bello arte, el cual su hermosa Yulia siempre deseo aprender y su bella Svetlana dejo todo en pos de él.
Aquella charla en su propio hogar fue muy amena, contando anécdotas donde el protagonista era Yuri, incluso Nikolai se atrevió a contarle sobre su esposa e hija y Lilia, sonriendo muy levemente, le dijo algo que siempre atesoraría:
-Más que su entrenadora, realmente quiero a Yuri, ¿sabe? es como el hijo que nunca tuve- Nikolai pudo ver el cariño verdadero tras esas palabras y sintió un inmenso alivio al saber que su nieto, a pesar de su dura infancia, lograra encontrar un afecto maternal después de tantos años aún si fuera en la forma menos esperada.