Pasadas las tres primeras horas, tocaba recreo. Pasé por la taquilla para coger la cartera y así bajar a la cafetería con Syl.
-Así que eres nuevo- comentó ella -yo también- rio.
-Sí, vengo de otra escuela, aunque suene raro, ya que es solo para el último curso- respondí mientras bajábamos las escaleras.
-Ah bueno, yo soy nueva en la ciudad también, vengo de España, pero mi madre decidió abrir aquí una empresa, así que nos hemos venido todos a Oslo- contó Syl.
-Oh genial, España es muy bonita, pero Noruega también lo es- reí- seguro que pronto te acostumbras-.
Llegamos a la cafetería y nos sentamos en una mesa vacía. Cuando dejamos nuestras cosas, me acerqué a pedir un sándwich y un botellín de té. Al sacar la cartera para coger las 83 coronas que tenía que pagar, tiré sin querer el resto de monedas que llevaba encima.
-Joder- bufé mientras me agachaba a recogerlas.
Mientras las metía una a una en el monedero, otra persona se agachó a ayudarme.
Levanté la vista y era un chico rubio, de ojos verdes, que llevaba una sudadera gris con la capucha puesta.
-Ay gracias, siempre me pasan estas cosas por no hacerlo con cuidado- dije mientras metíamos las últimas monedas.
El chico sonrió y nos pusimos de nuevo de pie.
-Aquí tenéis, dos sándwiches de queso- dijo la cocinera.
Nos miramos ante tal coincidencia y nos echamos a reír.
Pagué y volví a la mesa con Syl.