I'm Not Gay || Stray Kids

By catelynt

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Changbin ha tenido dudas acerca de su sexualidad pero no va a aceptarlo por nada del mundo, o por lo menos es... More

Cero
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By catelynt

La clase de música es el lugar en donde Chan se siente más libre en el mundo. Desde pequeño su sueño siempre ha sido ser músico, y aunque cada vez más parezca más y más imposible se niega a renunciar a ello.

—Bang Chan ¿Podrías quedarte a limpiar el salón? —pregunta el maestro Jung, intentando acomodar las sillas que los alumnos siempre dejan desordenadas. —Prometo prestarte la llave del salón para que puedas usar el piano el resto de la semana en los horarios que tú quieras.

—Ese es un excelente trato —sonríe Chan tomando la escoba entre sus manos. El salón de música es el único lugar en que tiene acceso a un piano, su instrumento favorito. —Ten una buena tarde, hyung.

El maestro Jung es joven, de unos veintisiete años o quizá menos, y entiende a la perfección el amor por la música de Bang. Sabe que si tuviese una carrera musical, Jung Hoseok sería el primero en mostrarle su apoyo.

La verdad es que, aunque no hubiese recibido nada a cambio, Chan se habría quedado a limpiar de todas formas. No tiene nada mejor que hacer y no quiere ir a casa en donde estará solo con sus pensamientos el resto del día.  ¿Qué mejor que limpiar un salón que los demás idiotas suelen dejar como un chiquero? La verdad es que no comprende a los estudiantes que tiran su basura en cualquier lugar, sin importar el esfuerzo de todos los trabajadores de limpieza que no están ahí para recoger sus cosas.

Mientras piensa en eso y limpia, unos suaves golpecitos en la puerta resuenan llamando su atención y BamBam entra con una sonrisa tímida. Joder, cuando pidió una distracción no se refería a eso exactamente.

—Hola —murmura el tailandés, sintiéndose extrañamente cohibido.

—Hola —saluda con timidez. —Ummh, ¿vienes a limpiar también o...?

—No suelo quedarme después de clases a limpiar salones —confiesa, acercándose al pequeño armario en donde se guardan los implementos de aseo —Pero ya que lo dices...

—Bueno, gracias.

—¿Pensaste lo de salir conmigo? —pregunta el pelinegro rociando un poco más de agua sobre el cristal de las ventanas. Si van a limpiar, lo harán de maravilla.

Para ser sincero, esperaba que al no tener una respuesta y no haber dicho que le gustan los chicos, que BamBam se olvidase de él y la idea de salir juntos por harte de magia. ¿Él es lindo? Sí, lo es, pero no tiene tiempo para esas cosas, ni siquiera para pensar en ellas. Debe pasar una audición, o ser contratado como compositor o por lo menos lograr vender una canción para demostrar a sus padres que alejarse de casa durante años para alcanzar sus sueños sí valió la pena.

—Escucha, no lo sé ¿Sí? —Chan se encoge de hombros dejando de barrer. —Acabo de salir de una especia de relación y no estoy listo ni siquiera para pensar en su podría empezar otra. Pero puedo aceptar una salida de amigos.

—Genial, salir como amigos me una excelente idea —sonríe el otro chico haciendo que sus ojos formen dos medialunas delgadas. —Podríamos ir al cine y luego comer algo. Como amigos.

Aunque en realidad no está sacando ventaja de ello, Bang se siente levemente culpable por interesarse mucho por los consejos que el tailandés podría darle o incluso los consejos que podría ayudarlo a conseguir.

—Entonces...¿Estás libre mañana?

—Ajá —afirma el peligrís. Cualquier ayuda que BamBam pueda darle servirá, y quizá también necesita ampliar su círculo de amigos. —¿Te parece después de clases? Si es que no te incomoda estar con el uniforme y todo eso.

—Genial —BamBam sonríe aliviado. Luego de terminar de limpiar las ventanas deja todo en su lugar y se despide con una reverencia. —Debo irme o llegaré tarde al entrenamiento ¡Hasta mañana!

Preparado para una caminata solitaria a casa, desenreda el cable de sus auriculares mientras baja las escaleras. No espera encontrarse a Minho esperándolo al final de estas, apoyado junto a una de las columnas de concreto enormes que sostienen todo el edificio de salones. Se pregunta si ha estado esperándolo todo ese tiempo desde que las clases terminaron.

—Hey —saluda, sin saber exactamente qué decir. Aunque su pseudo-relación ha terminado amistosamente, no sabe si lo suyo puede haberse vuelto incómodo como ocurrió con el chico y Changbin. —¿Por qué no has ido a casa aún? Las clases terminaron hace una hora.

—Creí hablar un poco, como en los viejos tiempos —sonríe Lee encogiéndose de hombros con una sonrisa tímida. —Siento que tengo muchas cosas que contarte. Hablar siempre nos ha hecho bien.

Mientras caminan hacia sus casas, vacían de sus corazones sus sentimientos sobre lo suyo, llegando a la conclusión de que lo que los llevó a intentar verse de otra manera fue el sentirse algo solos. Incluso rodeados de amigos, Minho se sentía solitario luego de arruinar su amistad con Changbin y Chan toda la vida ha tenido la misma sensación en su corazón. Tener las cosas claras los hace sentir bien, e incluso se detienen en un semáforo para abrazarse a modo de reconciliación de amistad oficial.

—Debo contarte algo —habla Lee luego de que se detienen en una tienda de conveniencia para comprar sodas. —Es sobre mí y Jisung.

Chan no necesita que siga hablando para entender de lo que se trata. Lo sabe, quizá siempre lo ha sabido pero al confundir sentimientos sólo quiso hacer oídos sordos. Su primera impresión de Minho y Jisung cuando tenían doce años fue que tenían sentimientos por el otro y quizá no estaba tan equivocado.

—Lo sabía, o lo supuse. Jisung siempre fue bastante obvio.

—No lo creo, eres el único que se dio cuenta. Tú eres demasiado observador, Channie.

—Entonces 3racha completo. A estas alturas ya no puedes negar que eres muy atractivo. —Ríe el australiano recibiendo un empujón. —Minho, no debes sentirte mal por esto, en serio. No puedes culparte por cautivar a todos.

—Puede que la idea de gustar a todo un grupo de amigos suene bien pero no lo es cuando son también tus amigos —suspira el castaño.

Ambos viven en barrios distintos, pero Minho parece decidido a acompañarlo a casa al no girar en la esquina que siempre los separa. La compañía le hará bien, tiene unos cupones de pollo frito que les vendrían de maravilla.

En su casa en Australia siempre había ruido, no del molesto, sino las constantes risas de sus hermanos al lugar, la voz de su madre cantando mientras andaba por la casa y su padre hablando hasta por los codos. Ahora todo es silencioso, porque ni siquiera habla consigo mismo en voz alta cuando se encuentra a solas. A veces, cuando la tristeza y la nostalgia lo consumen se pregunta si perder todas esas cosas por un sueño casi imposible ha valido la pena; si no cometió un error dejando su vida de lado sólo porque quería vivir de la música.

—¿Sabes qué más hice? —sonríe Minho sentando en el sofá mientras él llama al restaurante de pollo. —Salí del clóset con mamá. Fue accidental pero ella fue realmente genial. En serio me siento libre, quizá deberías hacer lo mismo.

Aquello lo alegra, y al mismo tiempo entristece un poco por no tener unos padres tan abiertos de mente como los de Minho. No quiere decir que los suyos no sean geniales, pero confesar algo como su atracción por los chicos no sería fácil y quizá lo haría sentir hasta peor.

—No sé si podría hacerlo. Aunque la verdad me encantaría. —sonríe con tristeza sosteniendo el teléfono contra su oreja. —Siempre dije que sólo saldría del clóset cuando tuviera un novio formal, pero el vivir con esto es extraño. Siento como si estuviera fingiendo ser alguien frente a todos. Me siento como si jugara a las escondidas, pero ya no es divertido porque mi escondite está ahogándome y no puedo salir.

El pollo no tarda en llegar a la puerta de la casa, y ellos prefieren comer y bromear en vez de seguir charlando sobre temas tristes.

Changbin tiene la costumbre de dormirse tarde haciendo cualquier cosa, ya sea viendo películas o leyendo un poco, y por lo mismo siempre va por la vida quedándose dormido en cualquier lugar. Para su suerte, es de las personas que aprenden rápido y autónomamente, por lo que puede darse el gusto de recuperar las horas de sueño perdidas en clase de matemáticas.

Hay cierto punto en su descanso en que no está despierto ni dormido, y su mente comienza a imaginar historias azarosas y muchas veces sin sentido que tampoco llegan a ser sueños. Esta vez está caminando con Hyunjin y de pronto un rebaño de cabras se atraviesa en su camino ¿Por qué hay un rebaño de cabras en Seúl?

—Lee Felix —escucha al maestro dirigirse a su compañero de pupitre y abre los ojos con lentitud. —¿Puede decirme el resultado de la operación en la pizarra?

Sin despegar la mejilla de la mesa, enfoca su vista en un nervioso y sonrojado Felix que busca con la mirada la respuesta en su cuaderno. El australiano no entiende absoluto nada, y está seguro de que el maestro puede oler su ansiedad y miedo.

Hasta entonces, Changbin no había notado la gran cantidad de pecas que inundan la cara de su compañero de banco. ¿Acaso sería posible contarlas? Aún sigue adormilado y sabe que el maestro no lo molestará porque conoce su ritmo de aprendizaje, por lo que se da el tiempo de intentar averiguar cuantas pecas hay en ese rostro.

—Uh ¿428? —responde el australiano con duda. A Changbin le basta mirar el pizarrón para saber que claramente la respuesta no es 428.

El maestro se rinde con Felix y decide interrogar a otra persona. Changbin vuelve a recostarse en la mesa y cerrar sus ojos, volviendo a abrirlos después de unos segundos al sentirse incómodo por un rayo de sol que entra por la ventana y que llega casi directo a su cara.

Felix impide el paso de la luz haciendo que esta lo rodee, como un aura dorada o una cursilería de ese tipo. Changbin desearía poder tener una cámara pars captar semejante imagen tan bella. El chico luce como un ángel, o un ser digno de retratar en un cuadro...

—¿Por qué me miras tanto?

Felix se ha percatado hace ya varios segundos de que los ojos de Changbin no se despegan de él y eso lo pone levemente nervioso. ¿Está acaso mirando ese grano en la frente que luchó toda la mañana por ocultar con un poco de maquillaje y su cabello?

El pánico invade a Changbin al darse cuenta de la forma boba en que ha estado mirando a Felix y en las tonterías que ha estado pensando. Sus mejillas se tiñen de rojo ante la vergüenza, mas para su suerte tiene una excusa maravillosa.

—Tienes un grano.

—Sí sé que tengo un grano, gracias —suspira Felix e intenta volver a acomodar su cabello de forma que el grano pase desapercibido.

Algunos metros más atrás, Minho intenta descifrar a partir de su lenguaje corporal qué es lo que ocurre con Chan. El chico está recostado sobre la mesa y ni siquiera se ha molestado en sacar un lápiz. Tampoco ha dicho palabra desde que llegó al salón.

—¿Quieres contarme qué ocurre? Quizá te haría bien hablar —habla el castaño. —¿Todavía piensas en lo que estuvimos charlando ayer?

—¿Ya decidiste cómo vas a declararte a Jisung? —murmura Bang sin despegar su mejilla de la mesa.

—¡Oye! No cambies de tema! ¡Ni uses ese tema para evadirme! —Minho lo golpea sin demasiada fuerza con su libro de álgebra —¡Dices que soy tu mejor amigo! ¡Ahora compruébalo y confía en mí!

—Bien, te lo diré pero no te reirás ni me regañarás ni nada de lo que siempre sueles hacer —el castaño asiente con la cabeza. —Saldré con BamBam hoy, como amigos claramente.

—!¿Qué?! ¿En qué momento ocurrió todo eso? ¿Te gusta?

—¡No! ¡Claro que no! —Chris golpea al chico a su lado con su propio libro de álgebra.

—¡Sólo pregunté, no tienes porqué golpearme!

—Señor Lee, señor Bang.

La voz del maestro les hace soltar los libros de inmediato y enderezarse en sus asientos. El hombre ha cruzado sus brazos y los mira con seriedad y reproche.

—Háganme el favor de salir del salón —orden.

Changbin y Felix observan como sus amigos salen del salón arrastrando los pies ¿Acaso ellos eran los causantes de los golpes que se oían en el fondo?

—¿Tienes algo que hacer hoy? —interroga el chico de las pecas para cambiar de tema.

—No ¿Por qué?

—Pensé que podríamos acompañarme al centro comercial, a comprar el regalo para mamá del que te hablé —Felix se encoge de hombros y se dispone a borrar el 428 de su cuaderno y reemplazarlo por la respuesta correcta. —Todos estarán ocupados: Hyunjin llevará a Kim Jennie a cenar con sus padres, Chan hyung me dijo saldrá con el tipo del nombre raro, Seungmin debe llevar al veterinario al gato de su abuela, etc. Pensé que podríamos divertirnos juntos.

Changbin sabe que lo único que debe hacer para quitar de su cabeza la preocupación constante es establecer límites entre ambos, sin embargo hay una barrera invisible que se lo impide. Felix le agrada, y que lo acompañe al centro comercial no significa que vayan a casarse.

—Bien, no tengo nada mejor que hacer.

Jisung sabe que el suelo de su habitación no es el lugar más adecuado para hacer abdominales, pues su columna duele al punto de ni siquiera puede levantarse; Sin embargo, no es nada que un par de almohadas no pueda arreglar. Quince abdominales, un sorbo de agua, quince abdominales más. Podría estar así durante horas, especialmente ahora que se encuentra solo en casa, sus padres han salido a visitar a su tía abuela en el asilo y Felix está con Changbin en el centro comercial.

—Ciento...veintiuno...—jadea sin aliento y se deja caer sobre las almohadas, exhausto. Ha llegado a los ciento veinte y eso lo hace sentir satisfecho, mas su sonrisa victoriosa se borra cuando todo comienza a darle vueltas.

No puede respirar, ni sentarse, menos aún ponerse de pie. Siente que en cualquier momento va a desmayarse, aunque estando recostado no es un problema grande. Jisung lucha por llenar sus pulmones de oxígeno, hablábamos y exhalando largamente. ¿Y si muriera ahí? Su teléfono está demasiado lejos como para llamar a una ambulancia o a cualquier contacto de emergencia si las cosas se ponen peores. Quizá, si muere, nadie lo encontrará hasta horas después cuando nada pueda hacerse por él. Quizá morirá solo. Lo peor es que no le parece una idea tan terrible. Incluso su pecho duele. En serio se ha sobrepasado con el ejercicio.

Cuando logra sentarse con mucho esfuerzo, una sensación de náuseas se extiende por su cuerpo y usa todas sus fuerzas para levantarse y llegar hasta el baño, dejándose caer sobre el retrete. Es esa barra de cereal que Minho le ha dado en la escuela. Debe sacarla de su organismo lo antes posible. Su cuerpo está rechazándola porque sabe que tiene calorías y azúcar que no necesita y que no hacen más que engordarlo como un cerdo. Jamás volverá a comer de esas estúpidas barras asquerosas. No quiere ser un cerdo, en serio no lo quiere.

Fuera. Fuera. Fuera.

Duele, y eso está bien ¿No? A las chicas suelen decirles "Para ser bellas hay que ver estrellas" y no sólo aplica para ellas. Jisung ve estrellas todo el tiempo, cuando cae al suelo de la fatiga luego de hacer ejercicio y cuando su estómago duele de tanto ayudarlo a eliminar alimentos asquerosos. Jisung está seguro de que ha visto más estrellas que cualquiera de sus amigos juntos ¿Por qué no es bello entonces? ¿Cuánto más necesita sufrir para ser precioso de una vez por todas?

Al volver a su habitación, débil y con el rostro pálido como una hoja de papel, ve como la pantalla de su móvil se ilumina mostrando un mensaje de Hyunjin. "Ayuda, esto ya se puso incómodo".

—Idiota —murmura, mientras busca su chaqueta listo para acudir al rescate.

Comprar ropa le parece aburrido, y por lo mismo jamás acompaña a su hermana y a su madre al centro comercial. Creyó que con Felix sería distinto, pero el australiano actúa igual que una chica indecisa, tardándose más de lo normal en elegir qué color de blusa va a regalarle a su madre. Changbin lo observa con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, y aunque lo intenta no puede disimular su mueca de aburrimiento.

—¿Cuánto más vas a tardar? Me duelen los pies. —se queja.

—Ahí hay unos asientos —Felix apunta hacia atrás sin quitar su vista de los colgadores. —Siéntate ahí y espérame.

—Felix, estás haciendo demasiado lío por una puta blusa. Sólo lleva la blanca y ya, estás actuando como una chica.

—Tengo que elegir bien si voy a regalársela a mi madre...

—¡Sólo elige un maldito color, Felix!

—¡Ve a sentarte, Changbin!

El tono de Lee es más autoritario que de costumbre, y cada vez que lo usa Changbin se siente bastante cohibido. Refunfuñando, da media vuelta y toma asiento en los pequeños sofás de color rojo que posiblemente estén destinados a los acompañantes de las compradoras. De pronto, tras él oye unas risitas provenientes de un grupo de chicas y les presta atención. Genial, Felix lo ha humillado frente a un grupo de chicas lindas.

—Amo a las parejas de chicos —dice una y los ojos de Changbin se abren con sorpresa ¿Esta hablando de ellos? —Si hasta cuando pelean se nota que se adoran.

Vuelve a fijar la vista en su acompañante que aún sostiene dos blusas de colores distintos entre sus manos. ¿Acaso ellos lucen como una pareja? ¿Por qué? Han mantenido distancia todo el tiempo y no han hecho más que pelear desde que entraron a la tienda ¿Qué concepto extraño de relación tienen esas chicas? ¿Cuál es la obsesión de las personas por querer volver gay a todo el mundo?

—Bien, llevaré la blanca. —anuncia Felix y se encamina a la caja sin siquiera esperarlo.

Hace lo mismo para salir de la tienda, caminando a paso rápido y dejando a Changbin atrás, quien prácticamente trota para alcanzarlo. Detesta que Seo se comporte de esa forma con él, como si de pronto todos los avances en su relación no valieran de nada. No se detiene hasta varios metros más lejos, cuando el mayor le ruega con la respiración agitada que deje de caminar.

—¿Qué mierda te pasa?

—Estabas comportándote como un imbécil.

Seo suspira. No puede negar que sí actúa como un imbécil la mayor parte del tiempo.

—Bien, lo siento. —se disculpa aferrando la manga de la sudadera roja de Felix. —De verdad, discúlpame. Te lo compensaré de la manera que quieras.

—¿Con lo que yo quiera? —Felix enarca una ceja.

—Lo que quieras.

Lo detesta, y detesta también el lío extraño que Felix está haciendo en su cabeza con su estúpida sonrisa. Creyó que una vez hubiese olvidado su relación con Minho todo volvería a la normalidad y é podría seguir buscando una chica de la que enamorarse, con quien tendría una relación maravillosa, se casarían y tendrían doscientos hijos rechonchos y llorones. El único problema es que Felix no lo deja hacerlo. Desde que el australiano apareció en su vida no ha podido fijarse en ninguna chica. Está confundido y eso está claro, y quizá sólo se trate de un capricho inconsciente por experimentar pues él y Minho no llegaron a nada más que besos pequeños. Es eso, quizá si lo besa de una manera distinta se sentirá satisfecho y las cosas volverán a la normalidad. De cualquier modo, pasar tiempo con él está volviéndolo loco, tanto de buena como de mala forma.

—Quiero que compremos helado, y luego bajemos al estacionamiento para ver las matrículas de los autos —sonríe el menor.

—¿Qué?

—Oíste bien, me gusta ver las matrículas y asociar las letras a nombres, quiero jugar contigo.

Luego de hacer una fila inmensa para comprar sus helados, ambos bajan hasta el estacionamiento subterráneo. Para suerte de Changbin hay pocos autos ahí, por lo que podrán irse pronto.

—Explícame tu juego, Lix —pide, dando una mordida a su paleta de fresa. —Porque para ser sincero es la primera vez que oigo una tontería así.

—Tienes que asociar las letras de las matrículas con algo, por ejemplo... —El chico de pecas mira los autos hacia alrededor y se dirige hasta uno blanco, apuntando su matrícula. —"BC", Bang Chan ¡Es divertido! Solía hacerlo con mis amigos en Sydney cada vez que salíamos.

Aunque el juego sigue pareciéndole estúpido, le gusta ver el entusiasmo con el que Felix juega y decide hacerlo también. Fue un tonto con él en la tienda, es su deber compensarlo y si debe ser viendo matrículas de autos así será.

—¡Mira! —exclama el menor y se voltea hacia él mostrando sus labios manchados de helado de vainilla. Parece tener la habilidad para comer de un niño pequeño de cuatro años. —¡SC! ¡Seo Changbin!

—Uh...Felix... —intenta hablar Changbin, con la vista fija en los labios de su amigo que se notan más rojos y carnosos por el contacto frío del helado.

—¿Sí? —sonríe Lee.

—Tienes una mancha en el labio.

—Oh, gracias por avisarme —El chico pasa la lengua por su labio inferior más no quita la mancha por completo.

Joder ¿Es aquella una señal divina?

Al ver que Felix no es la persona más competente para limpiar su boca, es él mismo quien se acerca para hacerlo. No porta una servilleta pues ha tirado la suya antes de bajar, y sólo le queda la opción de usar su propio dedo. Seo coloca su pulgar sobre los ajenos labios fríos y quita la mancha, pero no retira su mano. Se queda ahí, tocando la piel suave y rojiza.

—¿Qué haces, Changbin? —ríe Felix, lleno de nervios por tener al chico tocando sus labios sin decir nada.

Cuando el mayor lo empuja contra el capó de unos de los autos, la exclamación de sorpresa de Felix es ahogada por sus labios. A causa de la inclinación, ambos quedan por primera vez a una altura parecida.

Lee no sabe como reaccionar; Había perdido todas las esperanzas de que pudiese ocurrir algo entre ellos y de pronto están ahí besándose en medio de un estacionamiento. No tiene idea de qué hacer con sus manos, y tampoco con sus labios; ha besado gente antes pero corta y mediocremente de forma que su inexperiencia no sea algo tan obvio. Decide llevar una mano a la cintura de Changbin y apoyarse en el auto por la otra. El contacto de los labios cálidos del mayor con los suyos fríos es satisfactorio y maravilloso.

El mayor necesita asegurarse de cuál es el efecto que Felix en él, por lo que espera aterrado que su corazón comience a latir como un loco como cuando besaba a Minho, o algo parecido a fuegos artificiales. Se siente aliviado cuando sus latidos son tranquilos y no hay mariposas en su estómago. Está más calmado que nunca ¿Entonces Felix no significa nada para él? ¿Sólo era una confusión estúpida Como último recurso se inclina sobre el australiano para hacerlo pegar la espalda al capó, se acomoda entre sus piernas y besa con más fuerza. Felix es torpe pero sus besos no son desagradables ni mucho menos. Si él fuese una chica las cosas serían distintas, muy, muy distintas. En conclusión, él no siente nada por Lee Felix.

El menor se siente tan pleno, tan tranquilo, como si estuviese en las nubes. Felix sabe que el día que encuentre al amor de su vida no sentirá sensaciones intensas como fuegos artificiales ni explosiones de colores, sino una calma maravillosa y una enorme sensación de estar seguro entre sus brazos. Es Changbin. Está seguro de que es Seo Changbin y no puede creer que lo haya encontrado siendo tan joven aún.

El coreano se aleja repentinamente, evitando todo contacto visual y tomando su mochila que no recuerda haber dejado en el suelo. Felix se endereza desconcertado y tocando sus labios con las yemas de sus dedos ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué se ha alejado de la nada? Antes de que pueda preguntar qué ocurre, la vibración en su bolsillo indica la llegada de un mensaje. Ambos ven sus teléfonos al mismo tiempo, encontrando el pedido de auxilio de Hyunjin.

—Bien, ya vámonos —murmura Changbin y comienza a caminar hasta la salida del estacionamiento.

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