Los funerales de la mamá zomb...

Από MaryEstuardo2112

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☆DESTACADA del mes de Mayo en el perfil de HumorEs ☆ Añadida a las listas del perfil oficial de ZombiEs ☆ Fi... Περισσότερα

Capítulo I.

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Από MaryEstuardo2112

—¡Oh santa madre! ¡¿Por qué Señor?! ¡¿Por qué?! Yo la amaba, a mi manera, pero lo hacía — los sollozos incontenibles y las lamentaciones de María Dolores llenaban el pequeño recinto, apartado del resto de la estancia (por obvias razones "putrefactas")

La expresión desvencijada de su rostro, con sus ojos salidos de las orbitas, al mejor estilo caricaturesco, le produjo a la mujer serios espasmos abdominales (era eso o los nabos que había cenado la noche anterior, estaban surtiendo efecto)

De haber sabido que la persona que le había dado vida terminaría contrayendo el temible virus Z que había comenzado a propagarse de forma garrafal en todo el Estado, lo mismo que la histeria colectiva, ella hubiera dejado las diferencias que tenía con la difunta de lado, para pasar más tiempo en su compañía y resarcir su quebrantado vínculo, como era debido.

Pero cuando fue a su casa materna, motivada por aquel instinto de preservación primaria (en momentos de cataclismos y posibles advenimientos, nada es más seguro que refugiarse en casa de tus padres) encontró a la mujer muy enferma y de inmediato supo que había sido afectada por el virus. Su demencia lo decía todo.

¡¿A quién en su sano juicio se le ocurría guardar un ladrillo en la nevera?!

Era obvio que su delirio era un síntoma de aquel implacable flagelo que afectaba principalmente el cerebro.

Consternada por el hecho y luego de tomar los recaudos necesarios para evitar el contagio, se enfocó en aquel firme pensamiento de que "un hijo siempre debe velar por el bienestar de sus padres" y tomó las dos decisiones más duras de su vida: hablar con sus hermanos gemelos, a los que ella consideraba unos "inútiles retrasados" (ya bien le había advertido el médico a su madre los riesgos de embarazarse de tan grande, pero la obstinada mujer había insistido) y practicarle eutanasia a su progenitora (no se podía hablar de homicidio cuando se trataba de enfermedades incurables)

Poco después, sus fraternos Rómulo y Remo, estaban en su hogar natal, al cual también hacía tiempo no visitaban (las cosas no habían quedado bien entre su madre y su fallecido padre, luego de que ambos los echaran "cruelmente" de la casa a sus 32 años) y habiendo corroborado su síntomas por sí mismos, optaron por acompañarla hasta sus últimos momentos, desconociendo lo que su hermana mayor planeaba ( tampoco es que María Dolores hubiera sentido la necesidad de confesarles sus planes funestos a ese par de neandertales)

En menos de 24 horas, haciendo honor al nombre que le habían puesto, con "dolores" en el alma, y profesándole su querencia de forma exagerada, la joven le había suministrado a su madre una dosis de veneno, mientras la arropaba en su cama, al tono de una canción de cuna que aquella le entonaba cuando era pequeña.

— Te extrañaré madre...espero puedas perdonarme — susurró mirando una vez más el cajón con un hondo pesar y alivio doble (por un lado, tenía la tranquilidad de haber hecho lo correcto, y por el otro era un bálsamo poder quitarse el molesto traje antiséptico y la máscara que se había puesto)

POV Rómulo

—¡Oh madre! — se lamentó Rómulo, contemplando a la distancia el deplorable estado de su ascendiente.

¡Su cuerpo hinchado, su morada dermis, su faz deforme!

Aquel precoz deterioro solo era justificable por ese bacilo endemoniado: el virus Z.

Cuando su quejosa hermana los había convocado a él y a su gemelo, alertándole sobre el estado de su madre, no daba crédito de ello.

Simplemente no podía concebir la idea de que ella partiera de ese mundo y lo dejara...(al menos no sin antes disculparse por haberlo corrido de la casa)

Pero cuando llegó y comprobó con sus propios ojos su estado, la locura que la azotaba, el persistente y recalcitrante temblor de cuerpo, principalmente de sus manos, sintió que el corazón se le quebraba, pues vio la enfermedad muy avanzada y pensó que nadie se merecía aquello. Porque una cosa era escuchar sobre el apocalipsis en el noticiero y otra era ver a un humano en transición a zombie en vivo y en directo. ¡Era terrible!

De haberlo previsto se hubiera marchado a Italia antes, a aquel país de donde era originario su padre. Al menos todavía el virus no había llegado a aquel continente, y si lo hacía, siempre podría recluirse de la civilización y buscar refugio en la naturaleza.

"De seguro puedo encontrar una manada de lobos capaz de acogerme, como se merezco" pensó en aquel momento.

Pero en vista que las circunstancias habían sido otras debió tomar una decisión radical, pero necesaria: debía darle muerte a su progenitora, pues era deber de todo hijo devoto procurar el bienestar de sus padres. Y él bien sabía que no podía delegar tales responsabilidades en María Dolores, pues jamás superaría aquel trauma y adolecería eternamente, y tampoco podía darle esa carga a Remo (ya que era misión del hermano mayor y más dotado proteger al menor y más indefenso y él había nacido primero)

Así que aguardó a que anocheciera y cuando su hermana se retiró del cuarto, entró con sigilo al mismo y armándose de coraje, colocó la almohada, misma que su madre había bordado para él de pequeño, sobre su rostro, hasta asfixiarla por completo.

— Espero puedas entenderme y perdonarme madre...como yo también lo he hecho— le dijo al cuerpo yerto antes de marcharse.

POV Remo

—¡Oh baby baby baby... — la redundante melodía había comenzado a sonar accidentalmente, cuando Remo había tomado su móvil.

Rápidamente la apagó mirando avergonzado hacia los lados.

Por fortuna estaba solo en el cuarto y nadie había tenido que sufrir extra por culpa de sus peculiares gustos músicales ( en su defensa diré que el cádaver de su madre ya tenía esa expresión martirizante grabada en el rostro, antes de escuchar a Justin)

—¡Oh mi querida mami!— exclamó el menor de los hermanos, postrado sobre el féretro. — ¿Qué será de mi, ahora que no tengo? — el flash de la cámara fotográfica del teléfono que tenía en su mano, iluminó las tiesas facciones del cadáver empalideciendo los morados de su semblante, especialmente aquellos impresos en su cuello.

Remo acababa de tomarle una foto a su difunta progenitora, no por morbosidad, (ni que fuera un necrófilo en potencia, que va) sino porque en su minúsculo cerebro se había arraigado la creencia de que debía conservar un último recuerdo de ella, para que cuando la culpa lo aquejara, pudiese recordar al mirar aquella imagen, su deplorable estado, pues había sido ese el factor principal que lo había impulsado a obrar como lo había hecho.

Ya había supuesto que debería asesinar tarde o temprano si el panorama mundial seguía tan aciago como se auguraba, y los zombies amenazan con comerle el cerebro, (si lo encontraban claro) pero jamás creyó que el primer engendro que atentaría contra él sería su propia madre.

Él simplemente había ido a despedirse de ella, como sus hermanos le habían recomendado.

La había visto tan tranquila y placida recostada en el lecho, al punto de que ni siquiera era notorio el ascenso de su pecho al respirar, que no imaginó peligro alguno si se acercaba a darle un último beso, así fuese con la dificultad de la máscara. Pero al aproximarse tan incauto, ella lo había tomado firmemente por el brazo, emitiendo un sonido bronquial, como de un exhalar precipitado, monstruoso, mientras sus ojos inyectados lo miraban rabiosos, llenándolo de un terror mayor que el provocado por aquel castañeo frenético de sus dientes falsos.

Fue entonces, que sin pensarlo había actuado, motivado por la adrenalina y por el instinto de auto preservación, llevando sus manos al cuello de su madre, apretando con fuerza su delicada tráquea hasta sentir el "crack" del quiebre del hueso.

Con gran congoja en el pecho había salido despavorido del cuarto, y no había vuelto a ver a su creadora hasta ese momento, en el que imploraba su perdón (con mayor fervor que el pecador al cura del confesionario)

En esas estaban los tres hermanos, totalmente atormentados, deshechos (como clara de huevo), ya que a su forma habían amado a la mujer que "reposaba" en su último lecho, cuando llegó a la vivienda el enfermero personal de la difunta, totalmente ajeno del fatídico suceso y con gran felicidad, pues llevaba grandes noticias: Las pruebas que se habían practicado para saber si ambos eran portadores del virus Z habían dado negativas.

¡Ni él ni la mujer se habían contagiado aún el flagelo, y eran candidatos para evacuar la ciudad rumbo a uno de los refugios montados por el gobierno!

Grande fue la conmoción de sus hijos (los auténticos engendros), al comprobar que el único mal real que aquejaba a la mujer era una muy avanzada senilidad.

Fin.

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