Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

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Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 41

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By MaJoLh_29



Ambos se separaron inmediatamente, como si estuviesen haciendo algo malo. ¿Pero qué era lo malo? ¿Amarse? ¿Amar a alguien con todo el corazón era malo? Leila se acercó a ellos, dándole una fuerte cachetada a Anastasia, inmediatamente Christian se colocó en frente de ella, agarrando las muñecas de su ex esposa.

¡Eres una zorra! ¡Te dije que si te acercabas a mi marido te iría mal! –Le gritó ella.

Leila, no quiero escándalos. –Contestó él.

– ¡Y tú eres un maldito! ¡Me engañaste con... Con ella! ¿Qué te pasa? ¿Por qué tan pésimo gusto? –Gritó, golpeándolo en el pecho.

– ¡Y tú eres tan ridícula como para dejarte engañar! –Le gritó Anastasia, sorprendiendo a ambos. Leila hizo el ademán de darle otra cachetada, pero Christian la agarró de la cintura, envolviéndola con sus brazos, cuidando de que no lastimase a Anastasia.

– ¡Se calman las dos! –Gritó.

– ¿Por qué me hiciste esto, Christian? ¿Por qué me engañaste con... esta? ¿Y por qué han durado tanto? –Preguntó con rabia, tratando de soltarse de los brazos de él. – ¿Qué te ha hecho ella?

–Leila una escena aquí no, por favor. –Le dijo él, amenazantemente, mirándola a los ojos.

– ¡Yo monto escenas en donde se me pegue la gana! –Le contestó, gritándole.

Anastasia, ¿podrías irte? –Comenzó a decir él. Ella se sorprendió al escuchar aquello; pero sin embargo, obedeció, yéndose de allí furiosa y decepcionada.

Leila, cálmate. –Le pidió.

– ¿Por qué con ella? ¿Por qué? ¿Por qué llevas tanto tiempo con ella?

–Porque la amo. –Le contestó.

– ¿Y yo? ¿Y yo dónde quedo? –Volvió a gritarle, removiéndose en sus brazos.

Tú... Fuiste mi esposa a la fuerza, Leila. Lo único que llegué a sentir por ti fue deseo y eso ya se esfumó.

–Pero... ¡Ella no es digna de ti! –Le gritó de nuevo.

Anastasia es digna de muchas cosas. –Contestó, soltándola lentamente.

– ¿Por qué me hiciste esto? Aunque sea hubieras podido decirme que ya estábamos divorciados. Me enteré por el periódico. Seguro usaste a tus contactos para que falsificaran mi firma y así validar el divorcio. –Susurró más calmada.

Pensé que estabas en Europa, quería decírtelo apenas llegases. Lo siento.

**

Estaba angustiada, ¿y si Leila lo convencía y volvían de nuevo? ¿Y si él se daba cuenta de que no la amaba? Mierda. Si eso pasaba su corazón iba a romperse en mil pedazos.

– ¿Qué ocurre, Anastasia? –Le preguntó Elliot. Ella supo que él estaba más interesado en el chisme que en su estado de ánimo.

Leila volvió. –Susurró. Esperaba ver cinismo en sus ojos; pero en cambio, vio otra cosa... ¿Emoción?

– ¿Dónde está? –Preguntó.

En la oficina de Christian, pero...–Antes de que pudiera concluir aquello, Elliot ya estaba de camino a la oficina de su hermano.

Ella decidió seguirlo y al abrir la puerta de la oficina de su prometido, no le gustó lo que vio.

– ¿Qué es esto? –Preguntaron ella y Elliot al unísono al ver a Leila sentada al lado de Christian, recostando su cabeza en el hombro de él.

–Anastasia... –Comenzó a decir él.

Elliot... –Comenzó a decir ella.

– ¡Leila! –Exclamó Elliot, colérico.

Escuchen. No es lo que piensan, solo estábamos... despidiéndonos. –Susurró Leila. – ¡No te creo! –Exclamó Elliot. – ¡Te enredas con todos los hombres del mundo y yo te sigo amando! –Gritó, sin saber lo que estaba diciendo. El silencio reinó en la oficina. Anastasia y Christian se miraron sorprendidos ante aquella declaración.

– ¿Me amas? –Preguntó Leila.

Anastasia, ven conmigo. –Le pidió Christian, colocándose de pie, escoltándola a las afueras de la oficina. Dándose cuenta de que algunos curiosos ya se estaban percatando de lo que ocurría.

Suéltame. –Le susurró ella, molesta.

– ¿Estás molesta? –Le preguntó, en una de las esquinas del lugar, tratando de no llamar la atención.

– ¡Me pediste que me saliera! ¡Preferiste quedarte con Leila!

–Necesitaba hablar con ella y calmarla, Anastasia, no quería que te hiciese daño. –Le contestó, justificándose con el ceño fruncido. –Anastasia, sabes lo mucho que te amo y no te cambiaría por nadie. –Le aclaró, colocando uno de sus mechones de cabello detrás de su oreja.

–Ajá. –Susurró, cruzándose de brazos y colocando los ojos en blanco.

– ¡Muy bien, señores! –Comenzó a gritar, atrayendo la atención de todos los que caminaban por allí; entre ellos Jose, Carrick, y Carolina. Se giró, dándole la espalda a Anastasia, quien estaba confundida. – ¡Amo a Anastasia Steele! –Gritó, girándose para poder mirarla, agarrándola de la cintura, doblándola, haciendo que la espalda de ella quedase como un puente y plantándole un beso en los labios, de una forma totalmente dramática. Como en las películas.

– ¿Christian, qué hiciste? –Susurró en contra de sus labios. Separándose de él y enderezándose, Jose comenzó a aplaudir, siendo acompañado por las palmas de los demás, que seguían en estado de shock.

– ¡A mi oficina los dos! –Gritó Carrick.

–Mierda. –Susurró Anastasia. Ambos comenzaron a caminar detrás del padre de Christian, parecían unos niños regañados yendo hacia dirección.

Lo sabía. –Le comentó Carolina, guiñándole el ojo.

–Christian. –Comenzó a decir ella con reproche.

No empieces.

–Te amo. –Contestó. Siguieron caminando un par de pasos más. La oficina de Carrick quedaba en el mismo piso que la de Christian.

Tomen asiento. –Les dijo él, sentándose. Christian le retiró la silla a Anastasia, después de que ella se sentase, él hizo lo mismo. –Bueno, debo decir que esto me ha tomado por sorpresa...

–Papá. –Lo interrumpió él.

–No me interrumpas al hablar. –Christian alzó las manos a modo de disculpa, para después tomar entre las suyas la mano derecha de Anastasia. A Carrick no le pasó de ser percibido el gesto, por lo que tuvo que reprimir una sonrisa. –De acuerdo. Empecemos. ¿Christian, quieres a Anastasia?

–No, no la quiero... –Contestó seriamente, provocando que el corazón de ella se detuviese. Mientras que en el rostro de Carrick había una sonrisa. Conocía a su hijo. –La amo. –Ella se relajó visiblemente ante sus palabras.

– ¿Y tú, Anastasia, quieres a Christian?

–Lo amo. –Susurró ella.

–De acuerdo, ¿por qué me lo ocultaron?

–Tú no permitías las relaciones sentimentales. –Contestó Christian.

–Vale. Y no las permito. Lo siento, Anastasia, pero tendrás que buscar trabajo en otra parte.

– ¿Qué? –Preguntó él.

–Entiendo. –Contestó ella.

– ¿Por qué, papá?

–No lo hago por malicia, simplemente lo hago para que la relación dure todo lo posible. La monotonía aburre, si ves a alguien en todas partes; en tu casa, en el trabajo, pronto te cansarás de él, por mucho que lo ames. –Contestó Carrick.

–No me parece justo.

Entiendo. –Contestó ella en cambio.

En tal caso el que se va soy yo, prefiero que Anastasia se quede aquí.

–Como quieras, Christian. –Le dijo, alzándose de hombros.

–No, yo no permitiría eso. –Comenzó a decir Anastasia.

Discutan eso luego. –Los interrumpió. –Anastasia, quiero felicitarte. –Dijo él, juntando las yemas de sus dedos.

– ¿Felicitarme? ¿Por qué? –Preguntó sorprendida.

Lograste enamorar a mi hijo. Eso no es fácil.

–Papá... –Intentó interrumpirlo.

Lograste cambiarlo... Para bien. Y me alegro que él te haya escogido a ti. –Le dijo, mirando a Christian. –Si bien no somos de la misma clase social. –Comentó, mirando a su nuera.

– ¡Papá! –Lo interrumpió de nuevo

Déjame hablar, Christian. –Lo miró acusadoramente, para después volver a encontrar sus ojos con los de Anastasia. –Si bien no somos de la misma clase social, y lo sabemos, me alegra que eso no haya sido impedimento para su amor.

–Cuando te enamoras, lo haces. No te importa su cuenta bancaria, no te importa su clase social, simplemente quieres a esa persona con toda tu alma. –Contestó ella

–Muy buena respuesta, Steele. –Le dijo él, haciéndole un gesto con la cabeza. –Ahora la siguiente pregunta es: ¿para cuándo la boda? ¿Y para cuándo mis nietos? –Preguntó con una sonrisa, aliviando la preocupación de Anastasia. Ella había pensado que quizá Carrick no la aceptaría como futura nuera, pero al parecer, lo estaba tomando bien.

**

Los días transcurrieron, Anastasia siguió trabajando en el bufete Grey y seguiría estándolo, pues Christian había sido inflexible y ya estaba buscando trabajo en otro bufete. Era sábado, Christian había ido a visitar a su padre y ella a su hermana, pero en realidad se llevó una sorpresa enorme al hablar con ella.

– ¿Cómo? Ya va. ¿Embarazada, dices? –Preguntó, frunciendo el ceño.

– ¡Si, Anastasia! ¡Estoy embarazada! –Contestó, totalmente emocionada, brincando por toda la habitación, como una niña en navidad.

–Ah. –Susurró, visiblemente desconcertada.

– ¿No te alegra? –Preguntó, acercándose a su hermana.

No... Digo, no es que no me alegre. Al contrario, un hijo siempre es una bendición, es solo que...

– ¿Qué?

–Es una sorpresa. –Declaró, sintiéndose incómoda. – ¿Le dijiste a Jose?

– ¡Sí! –Volvió a chillar, emocionada. – ¡No tienes idea de cómo reaccionó! ¡Se emocionó de sobremanera!

–Ándale, qué bueno. –Contestó, mirando el suelo.

–Siento como que... No celebras conmigo.

–No, no es eso. –Susurró.

Anastasia.

–En realidad me alegro mucho por ti. –Contestó con una sonrisa. No sabía por qué había reaccionado así, quizá porque ya quería embarazarse. Pero aún no era el momento, esperaría a casarse.

Salió de allí aun con aquel shock de que sería tía. Al llegar a su apartamento escuchó más voces a parte de la de Christian.

– ¿Leila? ¿Elliot? –Preguntó al verlos sentados en el sofá. No había vuelto a cruzar palabra con ellos desde aquel encuentro en la oficina de Christian.

–Oh, Nena. –Comenzó a decir Christian, colocándose de pie y agarrándola suavemente de la cintura. –Leila y Elliot se van a Nueva York y vinieron a despedirse de nosotros.

– ¿Cómo? ¿Se van? ¿En plural? –Preguntó sorprendida.

Sí. Al parecer planean intentar algo. –Le susurró él.

Oh, bueno, les deseo lo mejor. –Contestó algo impactada por la noticia. Leila se colocó de pie, siendo seguida por Elliot.

–Discúlpame por tratarte cómo te traté. –Comenzó a decir.

–No hay nada que disculpar. –Susurró, aun con cierto recelo.

Espero que sean felices. –Le deseó, justo antes de irse del lugar.

**

Más días transcurrieron, días en los cuales Anastasia se dio cuenta de lo mucho que amaba a Christian, aquel hombre era tan perfecto... Y era todo suyo. Su otra mitad. Su alma gemela. El amor de su vida. Christian se había encargado de que aquel periódico no volviese a publicar ningún chisme en donde se les relacionara. Aun así, les vendió la primicia de su boda con Anastasia a una exclusiva revista, la cual no relataba todo en plan de chisme. Sin embargo, con el pasar de los días, la noticia de su boda, ya se había esparcido por todo Seattle.

Ya se habían acostumbrado a vivir juntos. Si bien de vez en cuando tenían una que otra diferencia, sabían cómo arreglarla. Él no perdía la dulzura, él no perdía la ternura y la delicadeza al tratarla o al hacerle el amor. Seguía siendo igual de detallista; podría alegrarle el día o bien con una simple rosa, o con un paseo a las playas de Miami

A final de cuentas había terminado aceptando aquella casa debido a la insistencia de su tío, con quien se estaba llevando de maravilla. Habían adquirido la costumbre de salir juntos a almorzar todos los domingos, pues él ya se había establecido en Seattle. Algunas veces comían en el apartamento de ella u otras en el de él. Christian estaba cordialmente invitado, pero él prefería dejarle la privacidad a la familia. Honestamente estaba aprendiendo a quererlo, era confortable el saber que ella no era la única Steele que quedaba en el mundo.

En aquellos meses, se llevó a cabo la boda de Kate, en donde Anastasia fue dama de honor, realmente había quedado impactada con aquella ceremonia. El impacto no había sido producido por la gran decoración, ni la gran recepción, ni la gran fiesta; había sido producido por el inmenso amor que se veía en los ojos de cada uno. Incluso recordaba que ella había terminado soltando unas cuantas lágrimas al ver cómo su hermanita se casaba. Y ahora estaba de luna de miel en Canadá. Su embarazo iba sobre ruedas, ya estaba de unas diez semanas.

Nena. –Susurró él en su oído, abrazándola por la cintura, recorriendo sus mejillas con el pétalo de una rosa roja. Ella sonrió al notar aquel detalle. En aquel momento estaba observando la ventana, observando a los autos pasar. Se giró, acariciándole la mejilla.

Vida. –Susurró, juntando sus labios con los de él, tomando la rosa.

Hoy te daré una sorpresa.

– ¿Cuál? –Preguntó tontamente.

–Será una sorpresa. –Le repitió.

De acuerdo. –Le contestó con una sonrisa.

Ella fue al baño a arreglarse, dándose una rápida ducha, para después cubrirse con un vestido casual color celeste. Al salir se encontró con Christian ya arreglado, como siempre estaba guapo; esta vez tenía un jean oscuro combinado con una camisa color gris, cubierta por una chaqueta de cuero. Al salir al estacionamiento y tras sentarse en sus respectivos asientos, Christian le cubrió los ojos con una venda.

– ¿Christian? ¿Por qué...?

Así la sorpresa será mayor. –Le comunicó, encendiendo el motor y emprendiendo la marcha. + Comenzaron a pasar unos cuantos minutos, Anastasia se sentía totalmente desorientada, pero aun así confiaba en él, ¿cómo no hacerlo? Sabía que él le tenía preparada una excelente sorpresa, el único problema era tener que esperar.

Pronto sintió cómo el auto se detenía, Christian bajaba de allí y le abría la puerta, ayudándola a salir, caminaron unos cuantos pasos, hasta detenerse.

Ya llegamos.

– ¿A dónde? –Preguntó emocionada. Él la asió suavemente de la mano, haciéndole dar unos pasos más. Ella pudo escuchar cómo una especie de puerta rechinaba levemente al abrirse, caminó unos pasos más, sintiendo cómo el olor de las flores invadía sus sentidos. ¿En dónde estaría? ¿Un jardín, quizá?

A nuestra casa. –Le susurró, quitándole la venda de los ojos, ante ella quedó una inmensa estructura. Era como de esas que se ven en las películas.

La estructura tenía dos pisos, era de color crema, tirando a un anaranjado clarito. Unos leves escalones la conducían hacia la puerta de la casa; al lado derecho se ubicaba el garaje, mientras que al lado izquierdo se encontraban las ventanas a la sala y el jardín, el cual tenía unas cuantas rosas plantadas por allí. Se giró, para poder mirar a Christian. Él la estaba observando con una sonrisa en el rostro, sosteniendo las llaves en su mano.

– ¿Quieres entrar a verla? –Le preguntó con una sonrisa. Ella asintió, mientras Christian la guiaba hacia el interior. El cual era aún más lujoso; si bien no estaba aún amueblado, podía darse cuenta de que aquella instalación era costosa. La enorme sala era casi del tamaño de su apartamento. Tenía unas inmensas ventanas, las cuales daban al jardín y por el momento estaban sin cortinas. A su lado se encontraban unas puertas corredizas, las cuales daban a otro inmenso jardín trasero.

A la derecha de la sala, se encontraban las escaleras, las cuales a medida que iban avanzando, iban girando. A la izquierda se encontraba una enorme puerta con marco redondo y en la pared había una especie de hueco, como una ventana sin cristal, en donde podía observarse que al otro lado, se encontraba la cocina. A unos cuantos pasos de las escaleras, se encontraba otra puerta y ella no logró adivinar qué había al otro lado.

Es la puerta al garaje. –Le susurró en el oído. Ella solo sonrió, asintiendo. –Y la otra que se encuentra allá...–Señaló otra puerta. –Es un baño. ¿Quieres ver el segundo piso, bella? –Le preguntó, a lo que ella volvió a asentir. Juntos subieron al segundo piso, encontrándose con un gran y largo pasillo, en el cual se encontraban unas seis puertas. Christian comenzó a empujarla suavemente, para darle un recorrido. –Esta puede ser la habitación del bebé. –Comenzó a decir, abriendo la puerta y dejando ver una enorme habitación vacía.

– ¿Bebé?

Sí, el primero que tengamos. Que por cierto, tenemos que comenzar a buscarlo. –Le dijo, plantándole un beso en la frente, comenzando a caminar de nuevo. –Esta habitación podemos dejarla como un cuarto de juegos. –Siguieron caminando. –Esta podría ser una especie de gimnasio. –Le dijo mientras se la enseñaba rápidamente. –Esta para el otro bebé. Ya sabes, cuando crezcan querrán privacidad. Y tiene baño propio. –Le informó, señalando la puerta que se encontraba allí adentro. Salieron al pasillo, él señaló la última puerta, que se encontraba al fondo. –Aquello, es un baño. – Continuó caminando, llevándola a la última habitación, ubicada a la derecha. –Y esta, la de nosotros. –Le susurró al oído. Anastasia se quedó allí de pie, admirando todo aquello. Se sorprendió aún más al sentir cómo Christian la alzaba en brazos. Ella sonrió y lo abrazó por el cuello. –Como podrás apreciar, también tenemos baño propio. –Le comunicó, colocándola en el suelo, en el medio de la habitación, observó cómo ella se quedaba en silencio, admirando todo el espacio que tenía aquella habitación. – ¿No te gusta? –Preguntó algo decepcionado.

– ¡Al contrario! ¡Me encanta! –Exclamó, abrazándolo, mientras lo besaba y él la alzaba del suelo, de nuevo. –Es perfecto, Christian. Tú eres perfecto. –Susurró, volviéndolo a besar. –No me imagino cuánto habrás gastado. –Espetó con desconcierto.

El dinero es lo de menos, Anastasia. Tú te mereces lo mejor. – Contestó él, volviéndola a besar. Ella seguía sorprendida. No todos los días tu prometido te regala una casa con cinco habitaciones, tres baños, sala, comedor, garaje y dos jardines. Pero aquello era lo de menos. Lo que más le había gustado era todo lo que indicaba aquella casa; miles de promesas por cumplir, miles de sueños por hacer realidad. Y todo, todo su futuro al lado de... Él. El hombre al que amaba. –No quise amueblarla porque quiero que tú la decores a tu gusto. –Le dijo con una sonrisa.

Me parece perfecto, vida. Mil gracias. –Le susurró, volviéndolo a besar. Y poco a poco, la pasión y el deseo volvieron a ganarles, logrando que estrenasen de una vez la habitación que compartirían durante los próximos años, durante toda su vida.

**

Quiero pedirte un favor, Christian. –Comenzó a decir ella, mientras él le subía el cierre del vestido.

–Lo que quieras, bella. –Contestó, plantándole un beso en el hombro.

Quiero que me acompañes al cementerio, quiero decirle a mamá que nos casaremos. –Le dijo, girando a verlo con una sonrisa.

Como quieras. –Contestó con otra sonrisa, acariciándole la mejilla.

**

Tras unos cuantos minutos ya estaban en el cementerio. Apenas Anastasia vio el lugar sintió cómo un nudo se le formaba en la garganta y cómo un peso le oprimía el pecho.

– ¿Segura? –Le preguntó, antes de bajarse del auto.

Segura. –Contestó, esperando que él le abriese la puerta. Ambos comenzaron a guiar sus pasos por un pequeño camino de piedritas que atravesaba el cementerio. Anastasia lo guio, haciendo que girase en un lugar determinado. Pronto tuvieron que dejar el cemento, comenzando a pisar el césped. Caminaron unos pasos más, hasta que ella se detuvo en frente de una pequeña lápida.

Él leyó la inscripción de aquello; " Carla Alejandra Steele 25 de mayo de 1966 – 20 de diciembre de 1996", dándose cuenta con pesar de que la madre de Anastasia había muerto estando muy joven realmente.

Mamá. –Comenzó a decir ella, arrodillándose en frente de la lápida, pronto Christian estuvo a su lado, también arrodillado. –Quizá ya sabrás lo inmensamente feliz que soy ahora, pero yo quería decírtelo formalmente. Él es Christian Grey. –Le comunicó, señalándolo levemente, tomando la mano de él. –Nos vamos a casar. Lo amo con locura, es el hombre de mi vida. – Le dijo, con los ojos llorosos. –Y aunque pensé que jamás podría encontrar la felicidad, me doy cuenta de que... De que tuve la dicha de que alguien me hiciese feliz. –Dijo, recostándose en el hombro de él, sintiendo cómo Christian colocaba su mano en su cintura. –Simplemente quería presentártelo y pedirte que bendigas mi unión con él.

–Señora. –Interrumpió, hablando por primera vez. –Me encargaré de hacer a su hija inmensamente feliz. Nunca la lastimaré. Porque lastimarla sería como lastimarme a mí mismo. Ella está metida debajo de mi piel, metida en mi corazón. Realmente jamás pensé que podría amar a alguien con toda mi alma. –Dijo, abrazándola más. Ambos se quedaron en silencio por varios minutos, un silencio totalmente cómodo, confortable.

Estoy segura de que mamá está feliz de verme así... Contigo. –Susurró ella en contra de su pecho.

Y yo estoy feliz de estar así...Contigo.    

Fin.

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Muchas gracias por leer esta historia. En serio no pense que fuera a gustar tanto y pronto nos volveremos a leer ah, y esten pendiente de la historia de Mi Secretaria se viene sorpresa.

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