Sueños

By LittleTrebol

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Sólo querían pasarla bien. Olvidarse de aquellas vidas que no prometían tal bienestar. 4 jóvenes dispuestos... More

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By LittleTrebol

LOUIS

Íbamos de camino a uno de esos lugares en los que teníamos tiempo para hablar. Ella miraba a través de la ventanilla del autobús, con su codo apoyado en el borde de esta posándose en su mentón.

-¿Qué te preocupa? -se veía triste y desconcertada.

-No lo sé. La facultad es algo difícil, mas lo que pasa en mi hogar-. Dijo con voz tenue.

Kate era una chica inteligente de 18 años. Alguien lo bastante elocuente con una moralidad necesaria para solucionar lo que pasaba en su entorno. Cada palabra que salía de ella era un buen argumento, conjunto de ideas formuladas sin error alguno.

Sus metas eran simples: terminar la facultad y buscar trabajo como peluquera. Quería tener su propio negocio. Uno en el que tuviera su propia marca de productos para el cabello, tintas fantasía, por ejemplo.

Después de un largo viaje al centro de Montevideo (Uruguay), decidimos ir a aquel lugar donde nos conocimos por primera vez. Estábamos exhaustos. Tuve la suerte de llevar dinero -cosa que jamás hacía- para comprar algo de beber.

Nos sentamos en una de las bancas que se encontraban al lado de una plaza que conducía a la Intendencia. En esta ocasión quisimos hablar de lo que pasaba. Todo iba de mal en peor.

-Oye -llamé su atención con una voz lo bastante sutil. Su mirada parecía perdida, preocupada-, podés hablar conmigo, desahogarte.

-Lo siento. Sé que he estado algo desorientada estos días. Todo va de mal en peor. Papá... Su comportamiento no mejora y no hace más que criticar mis gustos y pelear por cualquier cosa con mamá-. Bufó. Su cabeza dejaba caer su cabello corto y gris que daba al suelo por culpa de tal desanimo. Una lágrima se escapó pegándole a la etiqueta de la botella que sostenía entre las rodillas.

-Kate, todo mejorará tarde o temprano. Sé bien que te has sentido presionada respecto a tus estudios y por lo que pasas en tu hogar, pero tu puedes. Tienes una mente brillante y -fui interrumpido.

-Louis, te quiero. Realmente aprecio tu compañía y tus palabras, pero me cansa esto. Esperar es lo único que hago-. Me lo decía entre sollozos. Tenía un nudo en la garganta que impedía vocalizar sus palabras-. ¿Y si eso nunca llega? El ser feliz de una vez sin tener que vivir de expectativas. Sabes lo mal que la paso, y este es el décimo año en el que tengo que aguantar toda esa porquería-. Ya no daba para más. Sus manos tapaban sus ojos los cuales no paraban de sacar lágrimas tras otras. El delineado de estos había sido removido dejando un sombreado de color oscuro y borroso por debajo.

-Todo tiene una solución, querida-. Me acerqué a ella rodeándola con mis brazos dejando que su cabeza se posara en mi pecho, seguido de un beso en la frente-. El dolor es temporal, la gloria es para siempre-. Estas últimas palabras hicieron que el llanto cesara. No sé si era porque le había gustado tal dicho o porque no lo entendía, pero la subestimaba. Era obvio que lo había entendido.

Habíamos ido a un Grido, una heladería muy conocida por estas corrientes. Ella pidió un helado de tres bochas con menta granizada, vainilla y chocolate, mas la salsa de cobertura que era de dulce de leche. Algo muy empalagoso para mi. Solamente pedí un café helado. Había comenzado el verano y esa fue una de las mejores maneras para darle la bienvenida a esta estación tan odiosa, para mi.

Intercambiamos ideas respecto a lo que pensamos de los estudios, las dificultades en algunas de sus materias y que opinaba sobre la forma de enseñar de algunos de los profesores.

Uno de ellos era Mike, quien tenía un serio problema para explicar ciertos temas de matemáticas. Era como alguien de pocas palabras e inentendibles, digamos que se explicaba a el mismo, y cuando querías reprocharle sobre ello, enfurecía hasta el punto de hacerte llevar doble tarea o, directamente, esperarte en vacaciones de visita para dar exámenes que, por cierto según algunos de sus compañeros, eran muy difíciles.

Ojos de color café oscuro chocaban contra mi mirada, tan intensos que hacían juego con sus hermosas pestañas que habían perdido aquel delineado de color negro por lo ocurrido.

De labios chicos, pero carnosos a la vez, combinaban con esa hermosa sonrisa que radiaba pureza y de un tono blanco intenso que hacía dejarte ciego cada vez que hacía deslumbrarla.

Vestía muy bien, siempre tuvo buen gusto con la ropa. Una remera de Arctic Monkeys de color negra, mas unos jeans ajustados rotos en las rodillas junto a unas Convers de color negro.

Me impresionaba sin duda. Era hermosa, usara lo que usara. Su tono de piel pálido me hacía dudar en que si sería una clase de vampiro o si provenía de los huevos de Ed Sheeran.

Tras esa tarde, decidimos volver a nuestras casas. Había caído la noche y entres tantas risas no nos percatamos de ello.

De camino a casa, recibí un mensaje de ella. Parecía estar bien y sin preocupación alguna. Supongo que esta noche todo iba bien y correctamente.

"Louis, gracias por este día. No sé que pasaría si no tuviera tu consuelo, ese que tanto me calma y me hace bien.

Por favor, jamás me faltes. Sé que hay días en los que te trato mal por culpa de mis problemas. Solamente trato de desahogarme y esa es la única manera que encuentro. No es mi intención, enserio. No quiero perderte.

Te quiero mucho, mi amor."

La entendía. No me importaba que hiciera tal cosa. Sabía que a pesar de todo yo iba a estar a su lado. Era una promesa.

Kate y yo eramos pareja hace ya un año. La trataba con delicadeza, siempre lo hice. Le daba el cariño que no muchos podían darle, ya que su madre trabajaba hasta tarde y su padre se drogaba con el dinero que esta traía a casa. Casi nunca comían de forma decente por culpa de ese vicio que carcomía su cerebro sin pensar en su única hija y esposa, quien quería irse lo antes posible de tal lugar para tener una vida mejor lejos de él.

La mayoría de las veces pasaban hambre, y cuando no había dinero, este trataba de mala gana a Eliana, madre de Kate. A veces todo se le iba de las manos, tan así que llegaba a pegarle sin compasión alguna.

Mi pareja era víctima de gritos y criticas de parte suya. Se la agarraba con ella por ser diferente, por como era, vestía y pensaba. Decía que era una vergüenza tenerla de hija por esas pintas, que si fuera más "normal" podría conseguir trabajo y, claro, sacarle el poco dinero que ganaría, porque lo tenía más claro que el agua; él se aprovechaba de todos.

Al llegar a mi casa mi madre no hizo más que saludarme. No le importaba mucho saber en donde había estado ya que sabía cuidarme solo y que era consciente en el tipo de cosas en las que me metía. Sólo tenía 18 años.

Tenía buena relación con ella. Luego de que mi padre se fuera cuando era niño, digamos que fui su única compañía, aparte de mis tías y su difunta madre, quien la ayudó en la mayoría de las cosas. Como tener un hogar, comida, ropa, etc.

Decidí ir a mi habitación. Necesitaba descansar. Este día si que fue muy agotador.

-Hola, hijo, ¿cómo estás? -mamá decidió entrar tomando asiento en mi cama. Se veía feliz.

-Bien, mamá, ¿y tu? -respondí algo cansado.

Mis días se basaban en la misma rutina: Trabajar desde las 8 a.m hasta las 16:30 p.m acomodando góndolas o limpiando en un supermercado. Luego de eso iba a estudiar un curso de peluquería el cual comenzaba desde las 17:30 hasta las 21 horas 3 veces a la semana; lunes, martes y jueves. Digamos que mucho tiempo no tenía, y ese poco lo aprovechaba descansando. La mayoría de las veces muy agotado.

-Me alegro, hijo. Yo estoy bien, y te extrañé demasiado-. Hizo un puchero acompañado de una pequeña sonrisa. Luego me abrazó-. Tengo una buena noticia.

-¿Si? ¿qué pasa?

-He conseguido trabajo como limpiadora en un centro comercial. Sé que no es mucho, pero servirá para algunos de los gastos de la casa-. Suspiró levemente sonriendo a continuación. Se dispuso a extender su mano para que yo la tomara. Me acerqué a ella enlazando mis dedos en la suya.

-Estoy muy feliz por ti, mamá-. Le devolví la sonrisa y me dispuse a abrazarla sin pensarlo. Realmente estaba feliz

-Ya no tendre que depender de ti... -miraba al suelo con algo de angustia.

Sabía muy bien que era porque en algunas ocasiones se quedaba sin trabajo y demoraba mucho en conseguir otro, o en algunas ocaciones conseguía, pero era de esos que pagaban en negro y no era lo suficiente para los gastos de la casa, sólo para pagar la renta y la comida, Muchas veces dejaba de estudiar para ayudarla, para hacer algo más de dinero para no preocuparnos por algunas cosas de más

-Sé que solamente tenías 16 años desde que tu abuela falleció, y que el poco dinero que me daba era lo único, aparte de aquel trabajo que tenía, para mantenerte decentemente. No tenías porque ayudarme en aquella crisis. Por culpa de ello perdiste varios años de estudio y gracias a Dios que terminaste al menos los 3 años de ciclo básico, sino, no te hubieran aceptado en el trabajo que tenés ahora-. No se contuvo más. Cada lágrima parecía un pequeño diluvio tras otro, odiaba verla de tal forma.

-Mamá, hey, deja de llorar. No tenés la culpa de nada. Sabes bien que hubiese dado todo por ti. No me arrepiento de tales cosas, jamás lo haré-. Mis pulgares limpiaban aquellas gotas de agua salada que jugaban carrera a lo largo de sus esqueléticas mejillas-. Te quiero, mamá, siempre lo haré.

Entre abrazos sonreímos. Juntamos nuestras frentes haciendo tacto con nuestras narices grandes y respingadas. Una de mis manos se posó en su nuca acompañada de unas palabras:

"Siempre podremos seguir adelante"

*

Era sábado y hoy no trabajaba, por suerte. Me había tomado unos días de descanso por trabajar aquellas horas extras. Creo que el dueño fue muy considerado de su parte.

Hoy tenía pensado salir con Kate y algunos de nuestros amigos. Hacía mucho que no los veía. Extrañaba estar acompañado de aquellos que hacían que el tiempo no importase cuando se trataba de divertirse.

Al levantarme me dirigí a la ducha. Acostumbraba verme al espejo, ver mi cuerpo casi esquelético de un tono café con leche. Mis ojeras estaban ahí, acompañando a mis ojos casi achinados y marrones desde que tenía uso de razón junto a mi pelo lacio de color castaño oscuro que pasaba mis hombros. No era atractivo, pero tenía lo mío.

Luego de bañarme me puse lo primero que vi. Unas vans color negras, un jean azul oscuro y una de mis remeras favoritas de color gris que tenía todos los logos de Batman cronológicamente ordenados. Sequé mi largo cabello y lo peiné hacia un lado dejando a la vista uno de los rapados que me había hecho unos meses atrás.

Durante esa hora de viaje no pude dejar de pensar en ella. Realmente me preocupaba por su bienestar e incluso por su madre que tenía que soportar aquello también. El entorno en el cual convivían no era del todo relajante, mucho menos acogedor. Siempre trataba de gritos, amenazas e insultos.

La mayoría del tiempo ella pasaba en mi casa, todos los fines de semana los cuales no estudiaba. Era como una forma de descansar de ese entorno que no le daba una vida normal y tranquila.

Junto a su madre se iban a lo de su abuela cada que podían por falta de comida, o porque las cosas tomaban un giro de lo peor. Esta siempre las esperaba con los brazos abiertos y toda comodidad que quisieran. Entre algunos días de la semana, la mayoría lo pasaban ahí. Me alegraba saber de que al menos todo mejoraba temporalmente.

Al llegar los veía de lejos sentados en unos bancos que daban a la playa. Reían, fumaban y tomaban algo de vino. Sin duda eran ellos.

Kate volteó a verme por el lugar el cual yo provenía. Una sonrisa se reflejó en ella y, como no, se levantó para ir a buscarme. Adoraba verla así, tan feliz. Su figura era de lo más tierna. Era de esas chicas con curvas que te dejaban desear lo que había bajo esa ropa. Su cintura me volvía loco, y a pesar de que yo no era de ver el físico de muchos ya que lo consideraba algo superficial, tenía que admitirlo, me hacía perder la cabeza.

-¡Hey! ¡Por fin llegas!-. Rodeó mi cuello con sus brazos posándolos en mis hombros. Pude sentir el rose de sus labios en los míos por un pequeño beso que me dio a los pocos segundos.

-Hola, amor. Perdón por la demora-. Le devolví el beso acompañado de una sonrisa leve.

-Tranquilo. Los chicos estaban algo impacientes por tu regreso. A decir verdad, Michael a estado preguntando por ti todo el día.

Esperen, ¿qué? Michael y yo jamás tuvimos una charla fluida, ni siquiera hablábamos. Desde que lo conozco no hemos hecho más que saludarnos con un estrecho de manos y preguntar sobre nuestro día. Creo que la única conexión que tuvimos fue que me compartiera un cigarro, y esa vez estaba tomado.

-Ah, genial-. No pude evitar no sentirme confundido por lo que dijo, así que improvisé con unas sonrisa arqueando los labios.

-Vamos, te están esperando-. Sostuvo mi mano y me llevó hacia ellos.

Todos voltearon a verme a la vez que se paraban para saludarme. Pude notar que seguían siendo los mismos, excepto Ricardo, se veía mas delgado y tranquilo. Actuó de manera muy sutil cuando me saludó. Era alguien muy violento, tanto así que se tomaba las bromas de muy mala manera. Su personalidad variaba hasta llegar a ser alguien incomprensible.

Que dolor de cabeza.

Algo más que despertó mi curiosidad fue que tenía el cabello más corto y rojizo. Anteriormente lo tenía como yo, hasta los hombros. Siempre fue de esos, como yo, que esta parte era sagrada e intocable.

Fue un cambio exagerado, quería saber el porqué de ello.

-Ricky, ¿qué tal? -clavó su vista en mi. Los ojos le brillaban por su tonalidad celeste haciendo que estos me hicieran sentir incomodo. Era como ver a un halcón a un metro de distancia.

-Louis, has estado desaparecido, ¿eh?-sonrió leve

-Si. La verdad que si. He estado ocupado con esto y lo otro, ya sabes-. Asintió.

-Entiendo. Yo también estuve algo "ocupado" -sus dedos se alzaron haciendo que formaran las comillas en el aire. Noté que se le veía algo desanimado.

-¿Con qué tipo de cosas? -de seguro me diría que estuvo jugando al LoL, pero algo no cuadraba del todo, y a juzgar por su expresión inerte mi suposición no estaba del todo correcta.

-No te cuento esto para que sientas lástima, tampoco para que tengan algo de empatía por mi. Nada de eso.

-Tranquilo. Podes contarme-. Entre tantos cambios, seguía siendo el mismo en ese aspecto. Seguía siendo igual de duro respecto a enfrentar todo por su cuenta.

-Resulta que caí en una especie de depresión-. Dio un suspiro leve-. Llegué a autolesionarme y a dejar de comer por días. Tuve que ir a un psicólogo por todo eso.

-¿Cuál fue la razón? -esto ya parecía un interrogatorio de parte mía, pero todo aquello me llamaba mucho la atención.

-Odiaba mi cuerpo. Sufría de bulimia y cada que me veía al espejo era como ver al mismo monstruo al que todos se le burlaban en la cara-. Lo decía sin más, sin expresión. Como si todo eso hubiese sido lo más normal del mundo.

-Lamento escuchar tal cosa-. Lo sentía porque no evitaba pensar en que si seríamos nosotros aquellas personas causantes de sus problemas. Reconozco que de vez en cuando nos burlábamos de él, pero nada del otro mundo.

-Nada de sermones. Dije que no quería nada de empatía-. Espetó. Sentí que esta conversación ya había dado por terminada.

Decidí dejarlo así y "no alimentar más al perro con el mismo hueso", pero todo eso me intrigaba. Tal vez pueda hablar con él en otro momento y a solas. Ahora era tiempo de disfrutar.

Había olvidado esto a lo que llaman "hogar". Un lugar en el que no importaba donde, siempre y cuando estuvieras rodeado de la gente que te complementa, que está sin importar nada.

Las luces tenues de los faroles hacían una bella vista a lo largo de la vereda que recorríamos frente a la playa. Podía notar cuanta felicidad había entre estos 4 rostros con tan sólo desprender una sonrisa. Todo iba en cámara lenta como en esos videoclips en los que nada más importaba pasarla bien.

Michael no paraba de verme y fue algo que noté a lo largo de aquella tarde acompañada de una noche pase a las horas. Al principio fue algo de poca importancia, pero cada vez que me volteaba él estaba ahí, en pleno disimulo para no hacer de cuenta que realmente me observaba.

Me parecía muy extraño, pero tal vez sólo fueron especulaciones mías. Estaba algo borracho, no tan cuerdo. De seguro no era nada.

Alexa estaba completamente ida y sin vueltas. Exageró demasiado con el vino y, como siempre, termino en quedarselo para tomarlo sólo ella. Era como el mismo golum, a diferencia que este sostenía una bebida alcohólica.

Cualquier similitud con la vida real era mera coincidencia.

Su comportamiento siempre fue de lo más rebelde, para ser una chica de 16 años, lo demás no importaba.

Una cosa que destacaba en ella, era su gran altura. Por eso cada que iba a comprar cigarrillos los vendedores no precisaban identificación con tal de ver a una chica que medía 1.80 m, de piel morena, corpulenta y con un largo cabello, y ni hablar de esa voz seductora que utilizaba. La mayoría de idiotas caían a sus pies.

Hoy en día los jóvenes se desarrollaban de una forma rápida, y uno de esos ejemplos era Alexa.

Eran ya las 11 de la noche y el aire gélido chocaba con nuestros cuerpos que yacían remeras. Ricky siempre llevaba su mochila para todos lados, por lo que siempre traía consigo algún que otro abrigo.

Que suertudo.

Me percaté de Kate quien sostenía su celular. Estaba en una llamada.

No evité ir hasta ella para preguntar que pasaba ya que había parado en seco y su mirada daba hacia la nada. Fue como si el mismo diablo la hubiera llamado.

-Hey, ¿pasa algo? -me observó afligida. Algo no andaba bien.

-Es mamá...

KATE

Í

bamos de camino al hospital. En ese largo trayecto no paraba de pensar en esa llamada que hizo que todos mis sentidos despertaran.

La angustia me carcomía por dentro con tan solo pensar que mamá había sido hospitalizada. Aquella noticia había sido como una daga en mi corazón.

Los esfuerzos de Louis por tranquilizarme eran nulos, todo ya se había tornado de un tono oscuro y desgarrador en mi pecho.

Al llegar al hospital luego de una hora no hice más que entrar y pedir a gritos por ver a mi madre. Ella era el ancla que me mantenía en tierra y quien me había prometido aquella vida con la que tanto soñaba. No podía perderla.

Alexa, Ricardo y Louis habían venido conmigo. Michael tuvo que irse porque ya era demasiado tarde como para estar en la calle. Según él, tenía cosas que hacer en la mañana, y a pesar de sus esfuerzos de ser sutil para que no me hiriese con sus palabras de que no podía quedarse, que lo lamentaba, me había partido el corazón. Creí que se quedaría a mi lado en tal situación.

Luego de unos minutos eternos por ver a mi madre, el doctor accedió para poder entrar. Se encontraba en una camilla con la cabeza vendada y con una mascarilla de oxigeno. No evité correr hacia ella y, para mi suerte, papá estaba sentado a su lado.

-Hola, papá-. Espeté levemente.

-Hola, hija-. Susurró con algo de enfado-. Llegas tarde.

No podía creer lo que escuchaba. ¿Enserio le importaba más mi tardanza que la vida de mi madre?

-Lo siento-. Murmuré-, no me percaté de la hora. Vine en cuanto recibí la noticia.

-Está bien-. Bufó-. Tengo que ir a casa, por lo tanto te vas a quedar cuidando de tu madre.

-¿Qué es más importante que ella?-. Espeté con enfado.

-Nada. Sólo no quiero hacerme responsable por culpa de sus tonterías-. Asentí con una sonrisa burlona y amenazante.

-¿Tontería es que esté internada? Ni si quiera sé si saldrá ilesa de esto. Tampoco sé que pasó porque nadie fue capaz de decirme la causa de su accidente, ¿y a vos te importa dejarme acá con ella por las juntadas de tus amigos para poder drogarte? -no me contuve más. Cuando quise darme cuenta estaba gritándole, pero no me importaba. Él no se merecía ningún respeto.

-No uses ese tono conmigo, Katherine. Es tu padre con con quien estás hablando. No soy ninguno de tus amigos, tampoco el marica de tu novio-. Empezó a elevar la voz-. Tu madre está acá porque se tropezó y se golpeó la cabeza con el borde del inodoro.

A los pocos segundos entraron los médicos intentando calmar la situación. A pesar de que mamá estuviera sedada, eso no era de importarle a mi padre con tal de hacer semejante escandalo por decir la verdad sobre él.

Nos sacaron del cuarto dejándonos a los dos en el pasillo. No era de esperarse y se largó en cuanto pudo.

Mis amigos y Louis habían estado en el pasillo esperando a que todo estuviera bien, pero empezaron a dudar en cuanto vieron que habíamos salido del cuarto acompañada de mi padre y aquellos 2 doctores. Me quedé conversando con uno de ellos el cual estaba encargado de los estudios de mi madre.

Según el, fue una herida grave. Su cabeza había sido golpeada con algo lo bastante fuerte como para dejarla inconsciente y perder algo de sangre. Según lo que le contó mi padre, fue un accidente causado por su propia torpeza.

-Kate, ¿cómo está tu madre? -intentó ser lo más sutil posible con su tono de voz. No quería sonar alarmado, pero su expresión lo decía todo. Estaba muy preocupado.

-Está sedada. Estuve hablando con uno de los médicos y dice que fue un accidente. Que se repondrá en poco tiempo-. Murmuré levemente-. Sólo hay que esperar.

-Hey, tranquila. Todo va a estar bien. Lo prometo-. Sus brazos rodearon mi cintura. No evité apoyar mi cabeza en su pecho. Ese lugar era uno de los mas reconfortantes en estos momentos.

Los chicos también hicieron lo posible por consolarme. Se quedaron, y eso era lo que importaba. Agradecía de que todos estuvieran aquí conmigo. Agradecía de tener una segunda familia que me acompañase a todos lados.


Holis.

Bueno, primero que nada, gracias por leer.

Sé que no es mucho y que faltan más cosas con las que hacen falta para satisfacerte, querido leector, pero mejoraré, por supuesto. Me gustaría únicamente que comentaras o que dejaras algún mensaje respecto a la historia y sus errores. Eso me ayudaría para poder tomarlo en cuenta en el siguiente cap.

Saluditos.

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