Las navidades pasaron y cada vez más, Lauren formaba parte del día a día de Camila.
Se veían de manera "casual" en parques, en el supermercado o simplemente paseando algún fin de semana.
Lauren estaba en su casa frente al ordenador, acabando unos escritos que había traído del despacho y recibió una llamada sorprendente.
−Dígame.
−Hola Lauren, soy Cameron. Lauren se puso de pie, asustada.
−¿Qué pasa, Cameron ?
−Te quería pedir una cosa. −E hizo una pausa−. ¿El domingo te gustaría venir a comer a casa con nosotros?
Lauren se sentó despacio asimilando la importancia del gesto.
−Con una condición −dijo mientras se sentía feliz.
−¿Cuál? −El pobre niño no sabía qué le podía pedir.
−¿Me enseñarás a jugar con tu Wii?
−¡Síííííi! ¡Vas a alucinar! ¡Tengo unos juegos geniales! Pero te tengo que decir que te voy a pegar una paliza. −Hablaba a toda velocidad, ese era su terreno−. Te paso a mamá.
−¿Se puede saber qué le has dicho? −preguntó Camila.
−Cosas entre nosotros, pequeña. −Y se quedó callada unos instantes−. Gracias.
−Dales las gracias a ellos. Cuando les he recogido en el colegio, me han preguntado si algún día ibas a venir a casa y yo les he contestado que cuando quieran ellos, así que...
−Me hace mucha ilusión. −Hablaba muy tranquila y contenta.
−¿Qué te apetece comer? −le preguntó Camila.
−A ti. Enterita.
−Miraré si encuentro la receta −dijo ella con picardía.
−Cualquier cosa que les apetezca a ellos.
−Ok. Te llamo cuando se hayan dormido. Un beso.
−Mil.
El domingo llegó y Lauren se encontraba frente a la casa de Camila hecha un manojo de nervios. Cuando se abrió la puerta, le esperaban los tres y la más baja notó su ansiedad. También era un momento importante para ella pero intuía que podía funcionar.
Los niños la cogieron de la mano y la llevaron a sus cuartos para enseñarle juguetes, fotos y todo lo que para ellos era importante. En cuanto pudo, Cameron arrastró a Lauren para llevarla frente al televisor y empezar a jugar con sus videojuegos.
Una hora más tarde, Camila les avisó:
−¡¡A comer!!
Estaban sentados en el suelo. Luna sobre las piernas de Lauren, y Cameron al lado. Los dos últimos tenían en las manos un mando mientras se retaban en un juego de carreras de coches.
−Espera mami, ya acabamos.
−Yo, hace tiempo que estoy acabada −aclaró Lauren.
Cameron se puso de pie de un salto con los brazos en alto.
−¡Síí! Primero.
−Vaya desastre Luna, Cameron nos ha dado una paliza −le dijo a la niña.
−Te la ha dado a ti, yo no juego. Y Lauren soltó una carcajada mientras se ponía de pie.
Los niños fueron hacia la cocina y empezaron a llevar cosas al salón. Lauren intentó seguir lo que ellos hacían y ayudar, así que cogió una pila de platos y la puso en la mesa del comedor. Camila se le acercó y le indicó:
−Aquí no. −Y señalándole la mesa pequeña y bajita que había frente a los sofás−: Allí.
Los niños ponían el mantel, servilletas, vasos, y para sorpresa de Lauren, cojines en el suelo.
Camila esperaba aquella expresión de sorpresa de Lauren y le dijo:
−Me dijiste que eligieran ellos. −Y dirigiéndose a los niños les indicó−: Ahora a lavarse las manos. Y tú también, Casper –dijo, mirándola divertida.
Cuando estuvieron Lauren y los niños sentados, ella fue a levantarse.
−Faltan los cubiertos.
−Nooooo –le decían los niños riéndose, tapándose la boca con las manos.
−Uy, uy, que creo que me habéis preparado una trampa.
Los niños se reían mientras se miraban. En aquel momento Camila llegó con una bandeja. Había tres grandes cuencos de barro sobre ella y empezó a colocarlos en el centro de la mesa. Lauren se acercó a ellos mirando su contenido.
−¿Qué es esto?
−Cuscús con carne y verduras.
Después Camila fue a la cocina y regresó con cuatro cuencos pequeños llenos de agua.
Lauren los miraba mientras los tres reían y empezaban a coger con una mano un poco de cuscús, haciendo una bolita. Después le añadían carne o verduras y se lo metían en la boca.
−Os prometo que nunca había comido así. −Haciendo las delicias de los niños que querían sorprenderla−. Voy a probar. −Y levantando su mano izquierda, los tres gritaron:
−Noooooooo.
Lauren retrocedió rápidamente y esperó.
−Solo se puede comer con la mano derecha −aclaró Cameron −. El año pasado hicimos un trabajo por grupos sobre países y a mí me tocó Marruecos. Un día con mamá, buscamos en Internet platos típicos y aprendimos a comer cuscús. −Camila miraba embobada a su hijo−. El cuscús nunca se puede coger con la mano izquierda.
−Con la mano izquierda se hacen cosas muy poco... higiénicas −explicó Camila. Y los niños estallaron en risas.
Cuando consiguieron que Lauren aprendiera la técnica, el resto de la comida fue fácil.
Ellos dirigían la conversación y las adultas, que cruzaban sus miradas con complicidad, les seguían.
Cameron hablaba sobre cosas más triviales, como fútbol, películas, juegos, pero Luna era otra cosa.
−¿En qué trabajas? –le preguntó, mientras se lavaba su pequeña mano en el cuenco con agua.
−Soy abogada −contestó Lauren, divertida.
−¿Y eso qué es?
−Buena pregunta. –Y se quedó pensando cómo explicar a una niña de cinco años lo que había sido su ilusión durante muchos años. Después de pensar un rato, respondió−:
Pues ayudo a los clientes que vienen a mi despacho a solucionar los problemas que tienen con otras personas.
−¡Ah! −Y siguiendo con el interrogatorio−: y, ¿dónde vives?
Parecía que Alejandro le había hecho memorizar una lista de preguntas, para averiguar con quién estaba viéndose su hija.
Acabada la comida, entre todos recogieron la mesa y los niños se fueron a mirar una película mientras Camila y ella, se quedaron en la cocina.
−Estaba buenísimo todo –dijo, cogiéndola por la cintura con los ojos puestos en la puerta.
−Hay veces que ya no sabes qué hacer para que coman verduras, y con la mano funciona.
Sin dejar de mirar a la puerta, se bajó a su cuello para regalarle unos cuantos besos.
La más baja acercó sus labios a los de Lauren, que la sujetó más fuerte, pero cuando sus besos comenzaron a ser más apasionados, un ruido en el salón hizo que las dos se separaran, como si se hubieran quemado con algo. Se miraron y se pusieron a reír ante aquella situación tan curiosa pero que ambas disfrutaban.
Se sentaron en el sofá a mirar una película, por supuesto infantil y dos horas más tarde, Cameron se fue a su cuarto a estudiar y Luna al suyo, a jugar.
Cuando se quedaron solas, Camila apagó la televisión y puso un cd de Glee que ella misma había grabado mucho tiempo atrás.
Una vez se sentó, aprovecharon para poder hablar tranquilas mientras se cogían de la mano.
−¿Crees que podríamos irnos dos días? –dijo, mientras le miraba la mano que tenía sujeta.
−Déjame que lo piense. −Acariciando con sus dedos los de Lauren–. Pero que sepas que me encantaría.
Camila estuvo pensando toda la semana en el ofrecimiento de Lauren y al final decidió hablar con su madre. Sinu estuvo encantada con todo. Le encantaba tener a sus nietos en casa, sabía que a Camila le sentaría bien la escapada, pero lo que más le gustaba era ver a su hija feliz.
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Espero tengan un buen fin de año, Pero Sobre todo espero que el próximo año sea mucho mejor que este y todos los pasados.
-Dreams&Hope!