Anima: Un Canto En La Noche

By TheKoldur

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Cuatro desconocidos, unidos por el hilo del destino, comparten por casualidad un viaje a través de las montañ... More

Introducción: Un viaje movido

Introducción parte 2: Una difícil convivencia

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By TheKoldur

—Bueno... vosotros os encargáis de coger la leña y hacer la hoguera, ¿verdad? Yo pongo la comida.

Todos los viajeros habían bajado ya del carro, y estaban esperando a un lado del camino a que volviera el gigante de recoger su arma. Sin embargo, el comentario del anciano no les sentó demasiado bien. Menos a Shivar, por supuesto, que iba a su bola.

—Ay, qué bien que pongas la comida... ¿pero al final tienes pingüino o no?

Ante la disonante jovialidad de Shivar, el joven del estoque y el de la cadena hicieron una mueca de desaprobación. Desde luego, la actitud positiva y enérgica del pálido chico no estaba sentando nada bien entre aquellos que tan sólo querían cruzar las montañas y seguir con su vida; y cuya compañía no supone nada más que un mero trámite.

El enorme espadachín había recuperado ya uno de sus mandobles, y estaba volviendo con el grupo... a un ritmo preocupantemente rápido. Tenía la mirada fija en Loran y la nariz hinchada, delatando sus intenciones. El comerciante empezó a acercarse preocupado a Shivar, buscando preventivamente protección.

Cuando estuvo a unos metros, desenvainó su segundo mandoble y emitió un gruñido sordo, dispuesto a solucionar la incomodidad de los viajeros a golpe de acero. Sin embargo, no fue Shivar quien lo detuvo.  El chico de la cadena estiró ambos brazos hacia el pecho del caballero para detenerle.

—Vamos, no merece la pena.

El espadachín detuvo la marcha, clavando la vista en el viajero que le había detenido.

—Vamos a intentar llegar enteros todos a nuestro destino y luego ya hazle lo que quieras...

—¡Ay, mai! ¡Ay, mai!

Loran, que estaba temiendo por su vida al ver a esa mole con claras intenciones asesinas, se escondió detrás del cuerpo de Shivar, que estaba intentando mantener la compostura mientras buscaba apoyo en sus compañeros.

Aunque el joven taciturno sí parecía querer frenar la batalla, el noble del estoque observaba desde la distancia con una expresión entre incredulidad y divertimento.

—Vamos a llegar todos enteros... pero ese me está sobrando: ¡sólo conduce, y encima de pena!

El caballero alzó uno de los mandobles apuntando al viejo. Shivar salió en defensa de Loran.

—Pero él lo hace MUY bien.

—¿¿Comerse todos y cada uno de los baches del camino es hacerlo muy bien??

—Hombre, ¡mira cómo está la carretera! Si no llega a ser por él no llegamos...

—Prefiero seguir a pie antes que seguir escuchándoos.

—¿Y perderte sus historias? La de su hija, que se llama Flor... que en realidad no me ha dicho su nombre, pero ha insistido mucho en que es muy guapa y seguro que se llama Flor. Porque Flor es un nombre muy bonito para una chica que...

Una vez más, el caballero bufó y le dedicó una mirada asesina (más, si cabe) al joven de ropas blancas.

—Bueno, ¿pero vais a hacer la hoguera o no?

El mercader salió de detrás de Shivar, intentando como pudo rebajar la tensión. Todos aguardaban la reacción del altísimo y esbelto espadachín. Siguió hablando, intentando distraerle con una breve negociación.

—Ya que os ahorráis bastante tiempo viajando en mi carro, qué mínimo que buscar algo de leña para pasar la noche...

—¡Perdona, pero ya es bastante pago defenderte de los peligros de la noche!—El chico de la cadena no pudo contener su indignación.

—¿¡Pero de qué me vais a defender, si me queréis matar!?

Todos volvieron la mirada de nuevo al caballero en señal de reprobación. Aunque todos habían considerado callar al anciano, él era el que más lo había manifestado.

El gigantesco humano envainó los mandobles, y se notó un gran alivio en el grupo. El chico de la cadena corroboró su oferta.

—¿ Ves? Vas a llegar sano y salvo.

—Al menos si te callas.—Concluyó el caballero.

—No me caéis bien... menos tú. Tú eres majo.

Tras ese último comentario, la cara del pálido joven se encendió de alegría y chocó la mano con el anciano. 

—Shivar, te pediría que me acompañaras a coger leña, pero temo que nos quedemos sin conductor en lo que estamos fuera...

El refinado espadachín lanzó una mirada acusatoria al caballero. Loran, por su parte, había abandonado el grupo para cuidar de los caballos; dejando a los viajeros el reparto de tareas.

—Bien visto... eh... ¿cuál era tu nombre?

Shivar se acercó bastante al castaño, esperando que se lo susurrara.

Me llamo... Pepi.

Ajá... ¿Pepi qué más?

Pepi Flores. ¿Y vas tú en lo que vigilo a estos?

Ya habían retomado el tono de voz normal.

—Ya bueno... yo es que en temas de fuerza... Si quieres puedes ir tú y yo les vigilo.

—Hombre, mejor que vayas tú. No tienes arma, y si se lía gorda aquí vendrá bien que se quede alguien armado.

—¡Yo puedo defenderme! ¡Mírame! ¡Si soy un machote!

Unos segundos de silencio del chico del estoque bastaron como respuesta.

—Creo que voy a ir yo a por la leña. Así estoy un rato sin soportar a este mequetrefe.

El caballero, sin esperar respuesta, emprendió la marcha lejos del grupo.

—¡Ánimo, compañero! Y tú te llamabas...

—Tu puta madre.

Los otros dos viajeros contuvieron una leve sonrisa, pero Shivar no pareció entender su respuesta (o al menos ignoró la malicia que contenía).

—Ajá... ¿"Tuputamadre" qué más?

—A cuatro patas.

—Va. ¡Chao, "Tuputamadre Acuatropatas"!

—¿Os habéis repartido ya las tareas?

El viejo había terminado con los caballos, y se acercó de nuevo al grupo. Mientras volvía con ellos, se cruzó con el caballero; que le dedicó un pequeño empujón. Una vez se hubo adentrado en la arboleda, el resto continuó con su conversación.

—¿Entonces vosotros os encargáis de hacer un fuego cuando vuelva el grandote?

—Sí. Yo tengo el pedernal, así que yo me encargo de ell...

"Pepi Flores" interrumpió al chico de la cadena, al que parecía no haber oído.

—Bueno... ¿y qué se necesita para hacer un fuego?

—Ehm... esto... la leña... el pedernal...

—¿Y de dónde coño saco yo un pedernal?

El chico de la cadena agitó un objeto con la mano, esperando que el castaño lo viera.

—Ah... Ya veo.

—¿Ves? Ya me caes mejor, al menos ahora hablas. También hay que hacer dos agujeros. Uno dentro para...

—¿Estás dividiendo estúpidamente la tarea de hacer una puta hoguera para que todos hagamos algo en serio?

—Igual ya no me caes tan bien...

—¡No hombre, no! Pero si hasta me ha dicho su nombre... ¡Es Pepi Flores! Como tu hija.

—Sí, sí, lo mesmo...

Sorprendentemente, parecía que hasta el anciano se estaba cansando de la verborrea de Shivar, pero no tenía los recursos físicos para hacerle callar.

—¡De hecho fijo que son primos o algo!

—No hombre.... me hubiera enterao... es mi hija y tal...

—¿Y cómo no te has enterado?

—¿¿Yo que sé??

Ante la vuelta a las conversaciones sin sentido, el joven de la cadena se tumbó sobre la hierva a la espera de que el caballero trajera la leña, en lo que el espadachín empezó a fabricar lo que sería el hogar.


Unas horas después, y en contraposición a lo mal que conducía, el mercader cocinó una humilde y rica cena con parte de los suministros que llevaba en el carro. Los viajeros se agruparon para comer alrededor de la hoguera, mientras que el caballero se sentó a cierta distancia de ellos.

—Bueno... pues eres el último cuyo nombre no sé.

Shivar se sentó muy (demasiado) pegado al joven de la cadena, presionando al chico.

—Pues... yo me llamo Grympow.

—¡Me gusta! Grympow... ¿de la familia de los Stark o...?

—Eh, no... Grympow a secas.

—Ya veo: "Grympow Asecas"

—No, que no tengo apellido.

—Jo, eso es muy largo... ¿De verdad eres  "Grympow Asecas Noquenotengoapellido"?

Grympow miraba atónito al noble de blanco.

—Grympow.—Con las manos hacía un gesto indicando final.

—Bien, me gusta. Es más corto.

Los viajeros empezaron a comer, mientras el caballero gritó desde su lugar:

—¿Me pasáis algo de cena?

—¡Tuputamadre Acuatropatas, buena suerte!

—Aaaah, no. Te levantas y vienes a por ella.—El anciano se motró indignado, al menos desde la distancia.

—Yo no pienso acercarme...

—Pues yo no se lo voy a llevar.

Pepi miró a Grympow, esperando que él se ofreciera. Sin embargo, con la boca llena, éste negó con la cabeza.

—Oh, qué pena. Te vas a tener que acercar tú.

Tras el comentario sarcástico del espadachín, el caballero se levantó resignado hacia la hoguera.

—Vaya, se ve que voy a tener que acercarme a "eso".

Le lanzó a Shivar una intensa mirada, entre asqueado y enfadado.

—Qué pasa, que te seduzco... ¿verdad?

—Sí. Será eso.—Espetó el caballero.—Ponte a cuatro patas y te reviento.

—¡Otra vez a cuatro patas! ¡Seguro que por eso te llaman así!

—Precisamente.

—Oh, vaya... —Shivar se encogió en su sitio.—Creo que ahora lo pillo. No te llamas "Acuatropatas". Sólo "Tuputamadre"...

—Espera, espera... ¿¿es gay??

Loran levantó bastante su voz, haciendo un esfuerzo nulo por reprimir su preocupación.

—Seguro que sí. —Shivar había cambiado totalmente su tono jovial a uno profundamente serio y preocupado.—Desviado de mierda...

El grupo empezó a inquietarse a medida que el caballero se acercaba a la hoguera. Todos menos Pepi, que no parecía enterarse de la conversación.

—¿Y qué coño os importa?

El gigante se detuvo, intentando intimidar al resto.

—¡Pues por El Mesías! Habría que quemarlo...

El anciano parecía alterarse cada vez más, indignado y preocupado por su propia pureza.

—Pero si yo no os he dicho nada, vamos a ver...

—Ya, ¡pero me has intentado violar!

El caballero no daba crédito ante la afirmación de Shivar.

—¡O al menos yo me he sentido violado!

—Sí, sí... Yo lo he visto. He visto un poco de violación.

Con displicencia, como si realmente no le importara nada de la conversación, Pepi malmetió en favor de la discordia.

—Yo he visto cómo se la sacaba... ¿verdad?—Shivar buscaba apoyos.

—Yo creo que no se ha querido acercar porque iba a salir a la luz su naturaleza...

De nuevo, ninguna de las palabras dichas por Pepi transmitían ninguna emoción, pero se dejaba llevar por la corriente.

—En cuanto lleguemos a nuestro destino me acerco al burdel y os enseño de lo que soy capaz.

—¡A mí no me gusta ver esas cosas! ¡No soy como tú!

Mientas que Shivar se alejó unos metros, Pepi mantenía la compostura.

—¿Qué pretendes demostrar con eso, de todas formas? ¿Que no eres maricón?

—Precisamente.

—¿Y cómo lo vas a demostrar? Podrías ser peor. Podrías ser un vicioso.

En ésta ocasión Pepi sí que se volcó en sus palabras, viendo que podría sacar algo de todo ello.

—¡Pues me comes los huevos!

—¿Ves? Maricón y vicioso, ya lo decía yo. Maldito sodomita...

El caballero abandonó toda esperanza de poder defenderse, y fue a por la cena entre gruñidos. Shivar empezó a susurrar al resto.

—Oye... ¿vamos a dormir cerca de él? A mí no me inspira ninguna confianza. Y mirad las armas que lleva.

Como si no se hubieran percatado ya, Shivar señaló a sus enormes armas, atadas aún al cinto.

—Además, es el único que no me ha dicho su nombre. Pepi y Grympow molan, pero seguro que Tuputamadre no es su nombre de verdad.

—Un genio, señoras y señores—Dijo Pepi, con gran sarcasmo.

El caballero llegó por fin donde estaba el resto, se agachó a por algo de sopa y volvió a donde estaba. Indeciso, Shivar se acercó a donde estaba él, guardando  las distancias.

—Psssst.

—¿Qué quieres?

—Aún no me has dicho tu nombre.

—Tú puta madre.

—Ese no. El de verdad.

—Ese es el se verdad. ¿Algún problema?

Dicho esto, con un movimiento torpe y sin ganas, el caballero le lanzó con la cuchara algo de la cena; que Shivar esquivó sin ningún problema.

—¡¡Eeeeh!! ¡La cena no se tira! Éstos ricos...

El anciano, que estaba mirando desde la hoguera, increpó al enorme joven. Harto de acusaciones, el caballero le respondió.

—Primero gay, luego vicioso y ahora rico. Nos lo pasamos bien inventando cosas, ¿verdad?

—Hombre, con esta pedazo de armadura seguro que algo de pasta tienes...

Shivar, juguetón, empezó a golpear la armadura del caballero, esperando una respuesta. El caballero, esperando que así dejara de golpearle, se llevó una mano un saquito que colgaba de su cinto y arrojó su contenido al suelo. Apenas cinco monedas de cobre se posaron sobre la hierva.

Ágil, Shivar se lanzó a por las monedas antes de que el caballero pudiera reaccionar. La diferencia de altura y peso jugaba en favor del pálido.

—Devuélveme eso. Es todo lo que tengo.

Desde la lejanía, se esuchó un comentario del anciano:

—Pues sí que anda pelao el maricón.

Shivar, moviéndose rápidamente alrededor del caballero siguió jugando con él.

—Te lo devolveré, si me dices tu nombre.

—Tu puta madre.

—Venga, no cuela. Dime un nombre por el que pueda llamar.

—Puedes llamarme como te plazca. Dame mi dinero.

—¿Cómo te llama la gente?

—Tú puta madre...

—Ya. Seguro.

—Es un nombre familiar.

—Ahora en serio.

El altísimo chico, harto de roces con sus compañeros, decidió calmarse e intentar rebajar la tensión.

—Está bien... ¿Has oído hablar de "El Errante"?

—¿El que te la chupa por delante?

Estaba claro que Shivar aún quería picarle un rato más...


Pero seguían todos vivos.

Era un verdadero milagro.

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