Narra Jeonghan
Camino a toda prisa hacia la cafetería, cargando con los libros de la universidad, de donde acabo de salir.
Llego tarde y es la hora en la que el chico escultor entra con su sonrisa, su bufanda enorme y su voz de terciopelo a pedirme un capuccino con mucha espuma y poco café; dándome las monedas con unas manos llenas de arcilla.
Y a pesar de eso parecen tan cálidas y suaves...
Acelero aún más el paso.
Tengo que llegar, tengo que atenderle yo.
Camino, casi corriendo; doblo la esquina y choco con un cuerpo delgado y esbelto.
Mi cuaderno de esbozos resbala de mis manos, y se abre por la página en la que he dibujado al escultor bebiendo café, con una taza muy grande entre las manos y los ojos cerrados.
Me sonrojo inmediatamente, notando el calor chispeando en mis mejillas.
¿No me sale nada bien hoy, o qué?
Me agacho para recoger el cuaderno, mirando por primera vez, y desde abajo a la razón de mi choque; que tiene los ojos brillantes y fijos en la página abierta de mi cuaderno.
Es el escultor.
Trago saliva y él parpadea seguidamente, como quién sale de una ensoñación.
Cierro el cuaderno, metiéndolo en la mochila, y una de sus bonitas manos se ofrece para ayudarme a levantarme.
-Muchas gracias- digo, poniéndome cada vez más rojo.
-A ti- dice, sin soltar mi mano, a pesar de que y estoy firmemente de pie.
Noto su mano apretar la mía ligeramente.
Conecto mis ojos con los suyos y el sonríe, haciendo que sus ojos se vuelvan medias lunas.
Sus ojos son increíbles.
¡Espera! ¿cuánto tiempo llevo mirando sus ojos embobado?
Noto como sus labios se estiran de nuevo, sonriendo más ampliamente.
-Jeonghan, ¿verdad? - me mira, sin borrar la sonrisa de sus muy deseables labios.
Asiento, mirándole atónito.
-Mi inspiración...-susurra como si saborease cada sílaba de la palabra, caminando conmigo hasta la cafetería, mientras yo lo único que puedo hacer es tratar de no despertarme de este sueño.
-¿Y-yo? - digo tímidamente.
-¿Qué te parece si tenemos una cita?