Ella está acostada en la camilla, la mujer de mi vida está muerta, pienso que si le doy un beso ella despertará y me abrazará, y esa sonrisa tan hermosa volverá aparecer, pero no, ella no despierta.
Me levanto de un impulso todo sudado, y me paro de esta cama tan vacía, para ir a bañarme.
La ducha caliente no hace nada para que me olvide de lo que soñé, y de lo que he soñado cada día desde que ella ya no está. Me dirijo hacia la ventana con una toalla en mi cintura y veo el río.
Desde que murió no hay nada que no me recuerde a ella.
Escucho un ruido en la puerta y veo entrar a mi madre por ella, lleva unos meses viviendo conmigo, ha cambiado mucho, ella me ayudó a tratar de superar la muerte de Tris al igual que Christina, pero ese dolor jamás lo superaré.
- ¿Cómo amaneciste hijo? – Me pregunta Evelyn
- Bien, hace días que no puedo parar de soñar con Tris , no sé qué hacer ya han pasado 3 años desde su muerte.
- Hijo, la amabas mucho, ella te cambió, descuida, que yo sé que vas a encontrar a alguien como ella.
- ¡Nunca! Nadie jamás va a ser como ella - Le grité furioso.
- No te pongas así, Tobías. Entiendo que la extrañes, pero todo tendrá que seguir su curso - Dice Evelyn tratando de tranquilizarme
- Lo sé, lo siento. Solo no me vuelvas a decir eso, como Tris nunca va haber nadie – Y es la verdad. – Me tengo que vestir, quedamos con los chicos para ir a ver cómo sigue todo con los científicos de afuera, hemos decidido que vamos a quitar las cámaras de la ciudad para que al fin estemos en libertad – Me dirigí a vestirme. Mi ropa negra de siempre. Aunque la facciones ya no existan, las costumbres quedan.
Salgo de la casa corriendo.
- Adiós hijo – Se despide Evelyn cuando ya salí.