Hay momentos en los que uno se siente preso de si mismo.
Se siente atado, engañado, menospreciado.
Esos momentos son eternos, o , parecen serlo. Son como una avalancha de agonía en la que eres el objetivo, y, poco a poco; te derrumbas.
Todo esto para darte cuenta de que puedes renacer, de tus propias cenizas, de tus propios escombros, de tu propia autodestrucción...
Y es que así es el ser humano, no tan distinto de los animales, pues, hay veces que necesitamos mudar la piel.