Capítulo 4.
—Oh Harry, me has asustado.
—Lo siento. ¿Cómo estás hoy?, me di cuenta de lo que pasó en clase de Tony, sabía que eras muy talentosa. —Me sonrojé— Y sin ofender, te ves más irresistible cuando te sonrojas.
—... Gracias. —Dije sintiendo como mi cara se ponía roja, lo cual ni siquiera tenía sentido, estoy muerta.
—¿Cómo pasaste la noche?
—¿Bien, y a ti?
—Bien, gracias por preguntar.
—Oh no, llegaré tarde a clase... —Dije mirando el reloj del pasillo.
—Espera, te invito a cenar esta noche.
—¿Cómo? No tenemos permiso para salir de la academia. —Alcé una ceja.
—No lo haremos, confía en mí. Solo sigue el camino de pétalos.
—Suspiré cansada— Me voy a clase, nos vemos en la noche.
Me fui y por suerte no había casi nadie.
Aproximadamente 10 minutos después entró el maestro.
—Buenos días. —Saludó alegremente.
—Buenos días. —Saludé de vuelta.
—Bueno, ya veo que no todos tienen muy buen humor. —Dijo refiriéndose a Bryttany, a lo cual todos rieron.
—Rodó los ojos— ¿Y a usted qué le importa?
—Tranquilízate O'Donell, a menos de que quiera ir a saludar a la directora.
—¿Le parece que tengo 10 años? —Dijo con furia.
—Entonces no se comporte como un infante.
Todos volvieron a reír, a lo que ella se echó en su escritorio.
En la primer clase, se debían mostrar los dones.
—¿Señorita Black?
—Soy yo.
Me miró sonriente.
—Bien, ¿dones?
—Telepatía, detección de auras... —Callé por unos segundos— Y oráculo.
Di la demostración y se quedó algo sorprendido.
—Eres muy talentosa. —Dijo pensativo.
—Gracias... Supongo.
Salimos de clase y fui directo a la cafetería, se me antojaba un batido de sangre O+ con chocolate y crema batida, iba para allá y choqué con alguien, de nuevo.
—Lo siento Frank, mi culpa. —Dije entre risas.
—Tranquila. También fue mi culpa... ¿A dónde vas?
—A la cafetería, por un batido.
—Voy para allá también, ¿vamos?
—Okay.
Llegamos a la cafetería y se fue a comprar, luego encontré a Amber y después de un largo rato quise pedirle un consejo sobre la extraña invitación que Harry me había hecho.
—¿O sea que irás?
—... Sí.
Reímos.
***
Estaba muy emocionada, pero nerviosa a la vez, aquello parecía una fuga con mi maestro de anatomía, esto no podía ser. Tocaron la puerta, fui a abrir y era un rastro de pétalos de rosas, y una nota esperaban en la puerta.
"Sigue los pétalos, pequeña vampiresa."
-H.
Amber se asomó a la puerta y dejó salir un grito que me aturdió, reí ante esto y le guiñé un ojo.
—Respira profundo querida. —Solté una sonora carcajada— Nos vemos.
Seguí los pétalos hasta la azotea, allí me esperaba una mesa con rosas y 2 asientos, bastante impresionante.
—... Estás hermosa.
Me volteé exaltada.
—¡Nick! Me asustaste, ¿qué haces aquí?
—Supe que Harry te invitó a cenar... —Caminó lento hacia mí— Debo confesar que se me adelantó... Solo venía a traerte esto. —Me entregó un sobre sellado— Es de... Anabette.
—Muchas gracias Nick.
—Sí, sí... Ahí viene tu enamorado, me voy. —Se acercó a mí— Disfruta la cena. —Me susurró, me dio un beso en la mejilla y se fue.
Extraño, bastante extraño.
Estoy perdida. Cada vez que Anabette me escribía era porque quería hablar muy seriamente, debe ser acerca de la guerra que se estaba formando entre Lycans, vampiros y demonios. Dicen por los pasillos de la academia que los demonios se unirán a los Lycans para vencernos.
—Gracias por venir. —Sonrió.
—Hola Harry, gracias por la invitación. —Sonreí de vuelta.
—Y... ¿Qué te parece?
—Es hermoso, gracias. —Nos sentamos y notó el sobre.
—¿Qué es eso? —Preguntó.
—Volteé a mirarlo— No lo sé, no lo he abierto aún. Lo ha traído Nick, al parecer es de mi amiga Anabette.
—¿Nick?, ¿cómo sabía Nick que tú estabas conmigo?
—No lo sé, se lo habrá dicho Amber... pero ya estamos aquí, luego hablamos de eso y después me ayudas a resolver lo de Ana, ¿okay?
—Okay, pero lo extraño es que nadie más sabía que estábamos aquí. —Dijo con un tono de celos que no podía ocultar.
—Espera... ¿Estás celoso? —Alcé una ceja, ni siquiera éramos nada.
—Ríe— ¿Celoso... Yo? ¿De Nick? Cariño, no me hagas reír.
Rodé los ojos.
—Ustedes son imposibles.
Comimos y hablamos de muchas cosas, me contó que hace 93 años, al ser convertidos él y el resto de los maestros eran un banda, estaban en la cima, pero se acabó debido a uno de mis ancestros.
—... Explícame otra vez, ¿cómo que uno de mis ancestros?
—Rió con amargura— Ella era hermosa, tan parecida a ti... Pero era egoísta e interesada, se llamaba Halley Black, ¿la recuerdas?
—... La tía Halley. Maldita bruja. —Sentí náuseas de solo escuchar su nombre y de repente me quedé en blanco — Espera. ¿Cómo demonios sabes sobre la tía Halley?
—¿Qué, pensaste que la familia de los Black solo era famosa en Londres?
Sabía que no, pero había un pequeño detalle: yo no era una Black de sangre. Desafortunadamente sí conocí a esa bruja, era la tía de Annabette.
—¿Recuerdas cómo murió?
—... Alguien le clavó una daga de oro.
—¿Sabes quién fue ese alguien?
—... ¿Tú?
—No. Al que más envolvió, ese cobró su venganza... Tony.
—Vaya... Debo admitir que su aura era más oscura que la de Bryttany.
Bromeé y reímos.
—Ella iba a matarte aquel día pero Tony lo impidió. Tenías 13 e iba camino a tu casa, y él la detuvo.
—Okay, eso es muy confuso... Y, ¿por qué quería matarme? —Es cierto que sabía sobre los vampiros desde chica pero... ¿Llegar al punto de querer asesinarme? ¿Cómo se supone que él sabía todo eso si no nos conocíamos?
—Porque tu sangre es el antídoto de una mordida de Lycan, ¿recuerdas?
—Oh, cierto.
¿También sabía sobre mi sangre? Ahora sí estaba ciertamente preocupada.
—Es vergonzoso que sepas todo de mí y yo no sepa nada de ti. —Dije algo apenada para ocultar mi desconfianza. ¿Quiénes eran ellos?
—Hey, no te lo tomes tan a pecho, lo que sabes sobre mí es lo único que necesitas saber.
—... Bien. —Ni se te ocurra pensar que voy a quedarme con la confusión que acabas de crearme, Harry Evans.