UNDERWORLD ♛ DEREK HALE

By MrsMalfoy_

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❝Quizá Persephone era la reina de su propio inframundo, pero no estaba preparada para hundirse en uno mayor y... More

-ˏˋ INTRODUCCIÓN ˊˎ-
━━༺PERSONAJES Y PLAYLIST༻━━
1: Una gatita arisca
2: No era un testigo de Jehová
3: Aliados con beneficios
4: Motel el Faro
5: La mandíbula más fuerte
6: ¿Ahora tienes poderes mentales?
7: El reloj está en tu contra ahora
8: Perrargent
9: Fuertes sentimientos
10: Drama adolescente
11: Amistad arruinada
13: Te odio, Derek Hale
14: Ahora él es el alfa
15: Pequeña, indefensa y vulnerable.
16: Oportunidades sangrientas
17: Body shots
18: La risa de la hiena
19: Atada
20: Una palabra entre gustar y amar
21: Tratos y condiciones
22: Factor sorpresa
23: El secreto de la hiena
24: Maldad en el corazón
25: El maestro del kanima
26: Tiempo para nosotros
27: Imponiendo distancia
28: Padrino del bebé monstruo
29: Latidos desconocidos
30: Un poco más de tiempo
31: Necesito que tengas sexo conmigo
32. Promesas de amor
33. Las intenciones de un villano
34. Conversaciones nocturnas

12: Él mató a Laura

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By MrsMalfoy_

━━━━༺༻━━━━

—No puedo creer que estemos haciendo esto —masculló Brooke de manera apenas audible mientras sus ojos recorrían la totalidad de Underworld.

Persephone le sonrió a su amiga con una pizca de complicidad y giró su cabeza para mirar sobre su hombro a los cazadores que habían entrado al bar minutos antes. No necesitaba poner mucho esfuerzo para saber lo que eran porque lo hacían demasiado obvio. Iban tensos, con la guardia levantada y sus ojos analizando cada centímetro del local.

La estaban buscando. Podía oler su determinación y escuchar el golpeteo rítmico de sus corazones contra sus costillas mientras caminaban entre el gentío para localizarla.

—Será pan comido —aseguró Persephone en un tono divertido.

Ella no solía lidiar con cazadores, la mayor parte de su experiencia con ellos fue mientras los Hale estaban en Beacon Hills y ella era una adolescente rebelde e irresponsable. No obstante, siempre le pareció una buena forma de entretenerse. Eran lentos, predecibles y narcisistas. Enfrentarse a ellos era como lidiar con los borrachos que intentaban insinuársele todas las noches.

Llevando el vaso de alcohol a sus labios carmín, echó la cabeza hacia atrás y tragó todo el contenido. Ni siquiera hizo una mueca al sentirlo bajar por su garganta. Estaba acostumbrada al sabor amargo y fuerte que abrasaba sus entrañas. Limpió la comisura de su labio para deshacerse de una gota de licor que se había deslizado por su piel, lista para dirigirse a la pista de baile luego de lanzarle un guiño de complicidad a Brooke.

Sabía que la estaban observando, todos en general, pero sentía la presión mortífera de los cazadores sobre su cuerpo. Las miradas punzantes la seguían en cada paso que daba, analizaban sus movimientos y los pudo escuchar susurrar la confirmación de que en verdad era ella. Persephone Blackburn era a quien buscaban.

Los cazadores no sabían que se habían metido en la boca del lobo porque se estaban comportando del mismo modo en el que ella lo quería. Los manipulaba sin necesidad de entablar una conversación directa.

Después de todo, Persephone era la dueña de Underworld y era quien mandaba en su reino.

La música comenzó a invadir sus sentidos cuando estuvo en la pista de baile, fluyendo en su sangre como una vibración adictiva. Las personas se apartaron para dejarle el espacio necesario de modo que todos podían apreciarla. Cerró sus ojos al mismo tiempo que comenzó a mover sus caderas cadenciosamente al compás de la canción. Su cuerpo oscilaba expertamente, acentuando sus movimientos con una sensualidad indescriptible.

Permitió que sus manos recorrieran su cuerpo, subiendo y bajando, acariciando provocativamente su torso, escalando por su cuello y acomodando su melena azabache sobre su hombro. Relamió sus labios al abrir sus ojos y se fijó en los cazadores. Era una invitación prohibida. Estiró uno de sus brazos y les hizo un gesto como si los estuviese llamando.
Cuando otro de los cazadores decidió caminar hacia ella, Brooke se colocó frente a Persephone y balanceando sus caderas junto a su amiga.

—¿Realmente pensabas que te iba a dejar sola en esto? —inquirió, pasando sus manos por las curvas de su amiga.

Persephone no pudo evitar sonreír ampliamente y le siguió el juego, uniéndose a los movimientos provocativos que Brooke hacía al acariciarla. Se deslizaban hasta el suelo bailando, subían, rozaban sus cuerpos. Más de la mitad de los hombres presentes las estaban mirando como si fuese su fantasía unírseles en ese baile cautivante.

—Por favor, deberíamos hacer esto más seguido. De seguro atraeríamos más clientela —le dijo Persa con diversión.

Brooke rodó sus ojos.

—¿Es en serio? ¿Estás pensando en eso ahora?

Persephone encogió sus hombros como si con ella no fuese la cosa. La verdad era que tomándoselo todo con diversión era la única forma en la que no se volvería loca.

—Quédate aquí —ordenó y dejó de bailar para girar sobre sus talones, dirigiéndose a la salida trasera, aquella que daba directamente al callejón.

Relajó los latidos de su corazón, esperando y estando atenta a los sonidos que la rodeaban. Los pasos pesados de uno de los cazadores siguiéndola, la música lejana en el interior del bar, los latidos rítmicos haciéndose cada vez más cercanos.

«Ellos no te conocen, Persa. No han sido advertidos de lo que puedes hacer», se dijo a sí misma cuando escuchó la puerta abrirse a sus espaldas. Permitió que el cazador se acercara lo suficiente y volteó con tanta rapidez que él se sobresaltó. En un intento estúpido, intentó atacarla, pero los reflejos de Persephone eran demasiado rápidos como para evitar los golpes que él intentaba propinarle.

Lo único que ganó fue un fuerte puñetazo que hizo que su nariz sangrara. Así que acudió a su última opción: utilizar su arma. En un rápido movimiento, Persephone dobló su codo, torciendo su muñeca y le propinó una patada, alejándolo de ella. El arma se resbaló de las manos del cazador, creando un ruido sordo al caer.

Se agachó y agarró el arma, quitándole el seguro de forma experta. Con expresión impasible, presionó el cañón contra la frente del cazador, quien tragó en seco.

—¿No te advirtieron de mí? —preguntó con un toque de soberbia.

—Lo hicieron —habló otra voz y Persephone pudo sentir un arma contra su nuca—. Por eso no está solo.

Persa sonrió de una forma desconcertante.

—Entonces deben ser muy tontos si piensan que ella también lo está.

—¡Lo tenía bajo control! —exclamó Persephone con molestia mientras entraba a su apartamento, su padre siguiéndole los talones.

—Tenías una pistola en la cabeza, Seph. ¿Cómo es eso tener la situación bajo control? —espetó.

Persephone mordió el interior de su mejilla, sintiéndose controlada por el hecho de que su padre hubiera aparecido en el último minuto. Se sentó en el sofá cruzando sus brazos de una forma que la hizo lucir como una adolescente haciendo un berrinche. De hecho, le recordó a Neil a esos años en los que ella solo era una joven rebelde y descarriada.

—¿Quién te llamó de todas formas? —quiso saber, mirándolo con ojos entrecerrados.

Neil Blackburn resopló.

—Soy tu padre, mi trabajo es saber todo de ti.

—Fue Brooke, ¿no? Esa rata traidora.

—Estoy justo aquí, Seph, y puedo escucharte claramente —habló Brooke rodando los ojos y cerró la puerta al entrar al apartamento. Volteó a ver a Neil con una sonrisa coqueta—. Buenas, señor Blackburn.

—¿Todo en orden, Brooke? Cada día más...

Persephone arrugó su rostro en una mueca.

—Oh, por Dios —dijo antes de que su padre pudiera terminar sus palabras—. No van a coquetear frente a mis ojos. Brooke, no seas perra y deja de fantasear con mi padre, por favor.

—Es inevitable —admitió Brooke mordiendo su labio inferior—. Tu padre es completamente DILF.

—Gracias —agradeció Neil.

Persephone rodó sus ojos.

—Te lleva veinticinco años, Brooke.

La rubia encogió sus hombros y le guiñó un ojo a Neil con diversión. Ambos estaban coqueteando solo por molestar a Persephone no porque realmente fuesen a tener un amorío secreto.

—¿Y? Podría ser mi sugar daddy —replicó—. A mí me gustan mayores, ya sabes, de esos que llaman señores como tu padre.

—Sí, y también te gustan los menores que llaman embriones como Stiles —espetó.

Brooke abrió su boca sin poder creerlo y Persephone le sonrió sin mostrar los dientes, pero estando triunfante. Acto seguido entró a su habitación y cerró la puerta con seguro. No fue hasta una hora después, aún escuchando los coqueteos de su padre con su amiga, que escuchó los latidos de otra persona acercándose a su habitación.

Derek había llegado por fin.

Rápidamente abrió la puerta y lo haló en su interior, cerrándola a sus espaldas.

—Scott cono-...

Su voz se vio interrumpida cuando Persephone presionó su boca contra la suya.

—Me lo puedes decir luego —murmuró, pasando la punta de su lengua por el labio inferior de Derek.

—Tu padre está literalmente en la sala —dijo Derek, un poco sorprendido por el súbito ataque apasionado de la mujer que tenía en frente.

Persephone le dedicó una sonrisa traviesa.

—¿Y? —lo tentó, sus dedos escabulléndose bajo su camisa para sentir su duro abdomen—. Ambos han estado poniéndome incómoda. —Se acercó a su oreja—. Ahora es mi momento de ponerlos incómodos a ellos.

Derek la observó durante unos segundos, analizándola, y abruptamente los giró en su posición, haciendo que fuese ella quien estuviera contra la puerta. Pudo ver un brillo en sus ojos cafés. Sabía que le gustaba cuando tomaba el control de la situación, en especial porque ella tenía una personalidad dominante.

Esta vez fue él quien inició el beso. Era fuerte, demandante y apasionado. Sus labios se movían con rapidez, buscando obtener lo más que podían del otro. Derek trasladó sus manos a la espalda de Persephone y bajaron hasta su trasero. La escuchó gemir cuando lo apretó. Sin poder contenerse, la elevó un poco y ella enredó sus piernas alrededor de sus caderas.

—¿Quieres...?

—¿Moverme? No. Encuentro bastante caliente la posición en la que estamos —admitió, rodeando su cuello con sus brazos—. De hecho, apenas puedo creer estar tan caliente sin que me hayas tocado.

Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre lobo y comenzó a besar el cuello de Persephone, quien se estremeció en sus brazos.

—¿Qué quieres que te haga, Persa? No me moveré a menos que lo digas.

Gimoteó.

—Quiero que me folles —dijo—, duro —añadió.

Derek soltó un pequeño gruñido al bajar la cremallera de su pantalón, liberándose a sí mismo. Levantó la tela del vestido que Persephone tenía puesto y apartó su ropa interior, rozando su intimidad con la suya.

Unos jadeos suplicando la fricción fueron suficiente motivación para que Derek la penetrara con fuerzas, de modo que Persephone clavó sus garras en los hombros de él. El ritmo fuerte y rápido que Derek había establecido la estaba volviendo loca de placer.

—Las garras, Persa.

Persephone apartó sus manos de la piel.

—Lo siento. A veces no lo controlo —se disculpó, sus mejillas enrojecieron un poco, aunque era más una mezcla acalorada de sus sentimientos—. Derek.

—¿Sí?

—No pares, por favor.

No lo hizo. Los movimientos de caderas continuó, tornándose cada vez más rápidos hasta que la sintió contraerse a su alrededor, sus muslos temblando y su rostro contrayéndose en un gesto de placer cuando llegó a su clímax. Eso provocó que Derek también obtuviera su liberación, soltando un gruñido.

Cuando bajaron de su nube de placer, Derek besó a Persephone en una forma que nunca habían hecho antes; con dulzura, cariño y sutileza.

—Escabullirnos en la casa de Stiles es demasiado sencillo —dijo Persephone, levantando la ventana de la habitación del adolescente.

Derek la miró con el ceño fruncido.

—¿Y tú cuándo has estado en casa de Stiles antes? —se interesó en saber.

—Tres pueden guardar un secreto si dos de ellos están muertos, y Derek, yo te necesito vivo —le guiñó un ojo y se metió por la ventana abierta, entrando a la habitación.

Él imitó sus movimientos, rodando sus ojos ligeramente ante tanto secretismo de su... aliada. Sí, ella era solo su aliada o amiga. Una con la que compartía encuentros sexuales que eran calientes. Nada más.

Estaban detrás de la puerta cuando vieron al adolescente entrar a la habitación y sentarse en el escritorio frente a la laptop.

—¡Oye, Stiles! —La voz del sheriff Stilinski se escuchó en la casa.

—Oye... —Se giró y se encontró con la mirada verde del hombre lobo—. Derek.

Derek le hizo un gesto de que se callara y se deshiciera de su padre. Stiles prácticamente corrió a la puerta, apareciendo entre el marco de la puerta para encontrarse con su padre. Intentó actuar casual al apoyarse contra la madera.

—¿Qué dijiste? —preguntó Noah Stilinski confundido.

—¿Cómo? Dije: «Oye, dad». Estoy repasando mi inglés, ya sabes. —Se rio un poco para disimular.

—Tengo que ocuparme de algo, pero estaré presente a la noche. En tu primer partido.

—Mi primer partido. ¡Dios! Genial. Sensacional. Bien —dijo Stiles.

El sheriff sonrió.

—Estoy muy feliz por ti y muy orgulloso.

—Gracias. Yo también. Estoy feliz y orgulloso —habló.

En el interior de la habitación, Persephone estuvo a punto de reír por la forma obvia en la que el adolescente estaba hablando. Derek, por su parte, no estaba tan relajado. Si el sheriff llegaba a encontrarlo en su casa, iría directo a la cárcel.

De modo que cuando Stiles finalmente se deshizo de su padre, Derek lo estampó contra la puerta. Persephone solo pudo pensar que así mismo la había cogido la noche anterior.

—Si dices una palabra...

—¿Quieres decir: «Papá, Derek Hale está aquí. Trae el arma»? —Derek aflojó el agarre—. Sí, doy refugio a un fugitivo como tú, es mi casa y sigues mis reglas. —Le palmeó el hombro.

Derek asintió y lo soltó, arreglándole la chaqueta. Stiles imitó sus movimientos.

—Oh, por Dios. Hay tanta tensión sexual aquí que podría tirármelos a los dos —soltó Persephone.

Ambos la miraron sin poder creerlo.

Persa. —La forma en la que Derek pronunció su apodo fue profunda, como si quisiera controlar a su lobo interior de ponerse territorial con ella. Persephone le sonrió y depositó un beso en su mejilla, tranquilizándolo—. ¿Scott no consiguió el collar? —quiso saber.

—No, sigue intentándolo —respondió Stiles, sentándose en su escritorio—. Pero podemos probar algo más. Cuando quedamos atrapados en la escuela, Scott envió un mensaje de texto a Allison para verlo ahí.

—¿Y?

—Que no fue Scott quien lo envió —recordó Persephone.

—¿Puedes descubrir quién fue?

—Yo no —dijo Stiles—. Pero creo que conozco a alguien que sí.

Aproximadamente una hora después, ya cuando Derek y Persephone se habían puesto cómodos, otro adolescente entró junto a Stiles en la habitación. Cuando Stilinski le dejó saber al otro adolescente llamado Danny, este lució completamente escandalizado.

—¿Quieres que haga qué?

—Rastrear un texto —repitió Stiles.

—Vine a estudiar. Es lo que hacen los compañeros de estudio —especificó.

Stiles rascó su cuello.

—Y eso haremos —aseguró—. Después de que rastrees el mensaje.

—¿Y por qué crees que sé cómo?

—Vi... Vi tu informe del arresto y...

—Yo... tenía trece años —se defendió Danny, luciendo un poco cohibido—. Retiraron los cargos.

—Como sea.

—No, vamos a estudiar —insistió.

—Ah, mi...—Hizo una mueca de resignación y molestia.

Persephone los observó con diversión porque ya sabía de dónde le parecía familiar el adolescente. Él había ido una vez a Underworld cuando hicieron la noche de gays antes de que abrieran el club Jungle.

—Derek, cariño...—Pasó sus manos por los hombros del hombre lobo y besó su mejilla, rozando su nariz con la zona.

—¿Por qué el repentino afecto? —quiso saber.

—Porque no te va a gustar esto —murmuró con diversión.

—¿Quién es él? —escuchó que Danny preguntó.

—Mi primo... Miguel —respondió Stiles. Derek levantó su vista del libro y Persephone ahogó una risa contra el dorso de su mano—. ¿No quieres saber quién es ella?

—Sé quién es —acotó.

Persephone le sonrió.

—Soy como una celebridad aquí, ¿no crees, Miguel? —Derek le dedicó una de sus miradas mortales, en especial cuando Persephone se sentó cerca del adolescente—. Oye, Danny, ¿es Danny cierto? —Él asintió—. ¿Qué piensas de Miguel? Stiles intenta lograr emparejarnos, pero... —Chasqueó su lengua—... aún no me convence.

Tanto Stiles como Derek la miraron con cejas arqueadas.

—¿Tiene sangre en la camiseta?

—Sí. Es que le sangra la nariz —se apresuró en decir Stiles.

—Quizás sea eso —continuó diciendo Persephone—. Stiles, ¿te molestaría si Miguel se pone una de tus camisetas?

—Ya le había dicho que lo hiciera —rezongó.

Persephone se puso de pie y caminó hacia Derek, deteniéndose frente a la silla. Le quitó el libro, dejándolo caer sobre la cama antes de obligarlo a pararse. Con una sonrisa traviesa le quitó la camisa.

—Voy a matarte —susurró Hale.

—No lo harás cuando consigamos la información —le aseguró—. Solo eres la carnada.

—No, Persa, soy el pedazo de carne.

—Gracias a Dios no soy vegana.

Derek buscó entre las camisas hasta encontrar una que le medio quedara. Las rayas azules y naranjas lo hacían ver extraño, en especial con la cara de perros que se traía.

—No es precisamente su color, ¿verdad, Danmy? —le preguntó al adolescente, quien enrojeció e intentó no mirarlo más de lo necesario.

—Ese color no le queda bien —admitió.

—Ya escuchaste, Miguel. Quítatela. —Persephone mordió su labio inferior.

—Ninguna de estas me queda —gruñó.

—Solo estoy jodiendo contigo, chucho pulgoso. Hay una camisa tuya en el auto.

Derek la miró mal.

—Espera, Persephone, no te muevas —le dijo Stiles cuando ella estaba por cruzar la puerta—. Lo tiene.

Derek y Persephone se acercaron a la pantalla y leyeron lo que Danny les señaló.

—¿Fue registrada a ese nombre? —preguntó Persa sin poder creerlo.

—No, no. No puede ser —dijo Stiles.

Cuenta registrada a:
Hospital Beacon Hills - Melissa McCall.

Cuando detuvieron el auto frente al hospital de Beacon Hills, recibieron una foto de Scott del collar de Allison, notando que no había nada. Solo era un collar plano y sin ningún tipo de pista que pudieran seguir.

—... Solo dile que llegaré un poco tarde —terminó de decir Stiles, colgando la llamada. Estaba refiriéndose a su juego de lacrosse.

—No vas a llegar —le dijo Persephone.

—Ya lo sé.

—Tampoco le contaste lo de su mamá —añadió Derek.

Persephone rodó sus ojos.

—¿Has conocido a su madre? Es probablemente la persona más amable que puedas conocer en ese hospital, sin contar a mi padre. No me sorprendería si ella le hubiera prestado su computadora a una persona cualquiera solo por hacerle el favor —expresó.

—Exacto —coincidió Stiles—. Por eso no diré lo que sé hasta saber la verdad.

—A propósito, una cosa más...

Y con esas palabras Derek estampó la cabeza de Stiles contra el volante.

—¡Dios! ¿Por qué diablos...?

—Ya sabes por qué fue. Ve.

Stiles se quejó y bajó del jeep, dejándolos solos. Persephone le dedicó una mirada de reproche a Derek. Eso había sido completamente innecesario a decir verdad.

—No me mires así, Persa.

Ella elevó sus manos como si no supiera de qué estaba hablando y dejó que el silencio los rodeara durante unos segundos que se convirtieron en minutos. La fragancia embriagante de Persephone invadió sus fosas nasales y volteó a verla, admirándola con sus ojos verdes.

Persephone realmente era preciosa. Simplemente lo era. Y no solo en su físico que resultaba atractivo para todo aquel que la mirase. Bajo esa actitud fría y descarada, ella ocultaba un corazón de oro.

Y fue en ese momento que Derek Hale admitió que Persephone Blackburn se metió bajo su piel hasta instalarse en su desolado corazón. Estaba cayendo por ella y temía que el golpe fuera devastador si ella decidía no atraparlo.

Pers...—la llamó.

Ella volteó a verlo, sus ojos café chispeaban. Se tomó un segundo para admirarlo. Sus pómulos perfilados, su mandíbula marcada, sus ojos verdes con un toque grisáceo. Adoraba sus ojos. Finalmente, sacudió un poco su cabeza para alejar esos pensamientos. Ellos solo eran amigos.

—¿Sí?

—Yo estoy...—Sus palabras fueron interrumpidas cuando el teléfono sonó, el nombre de Stiles resaltando en la pantalla. Derek resopló, respondiendo la llamada—. ¿Cómo que no puedes encontrarla? Mira, pregunta por Jennifer. Estuvo cuidando a mi tío.

Él tampoco está aquí.

Una ola de realización azotó a Persephone.

—Oh, por Dios. Derek, dile que salga de ahí ahora mismo.

—¿Qué?

—¡Él es el alfa! Perter es el jodido alfa —dijo, bajando del Jeep para correr al interior del hospital.

Siguió los latidos y pudo escuchar a Stiles diciendo que se iba a morir.

—Cambio de fecha, cielo. La muerte se pospone —habló, dándole un codazo a la enfermera de Peter Hale para dejarla inconsciente. Entonces acomodó su chaqueta y miró a Peter, sintiendo la rabia crecer en su interior—. He estado muriéndome por hacer eso desde hace mucho.

—Persephone Blackburn. —Peter saboreó su nombre—. Ha pasado bastante desde la última vez que dialogamos.

—Sí, bueno, me agradabas más cuando eras una barbacoa humana, ¿sabes?

—Eso no es amable, Persephone. Además, has agredido a mi enfermera —dijo.

Persephone rio.

—Es una perra psicótica que te ayuda a matar gente.

—Sal del camino, Stiles —ordenó Derek.

—¿Creen que maté a Laura a propósito? ¿A alguien de mi propia familia? —increpó Peter caminando hacia ellos con parsimonia.

Fue Persephone quien lanzó el primer golpe, dejando sus ojos brillar y sus colmillos aparecer, rugiendo. Peter lo evitó sin esfuerzo alguno. La agarró del cuello y la estampó contra una de las paredes.

Derek rugió.

—Stiles, sácala de aquí —gruñó.

El adolescente corrió a Persephone y la arrastró consigo hacia el exterior del hospital, huyendo de la pelea.

—Persephone, tenemos que irnos —dijo Stiles buscando sus llaves.

—No. Voy a esperar por Derek —anunció—. Puedes irte si quieres, a mí no me importa, pero yo me quedo.

Sin embargo, lo que Persephone no se esperaba era que al agudizar su audición, escuchara claramente el discurso rimbombante de Peter al persuadir a Derek para que se le uniera.

Persephone abrazó sus rodillas en el sofá esperando la llegada de Derek al apartamento. Sabía que iría e intentaría convencerla de que Peter no había matado a Laura intencionalmente, sino que había actuado por instinto primal luego de que su alma y persona fuese quemada en el incendio. Pero ella no lo creía. Sin importar lo animalísticos que pudieran ser, no creía que Peter lo hubiera hecho inconscientemente.

Él había asesinado a su mejor amiga.

Ni siquiera se movió cuando escuchó a Derek entrar al apartamento, sus ojos verdes buscándola hasta que la localizaron en la sala.

—Persa.

—No me llames así —espetó.

Derek ladeó su cabeza.

—¿Esto es por Peter?

—Sí, es por Peter, Derek. ¿Le creíste su historia tonta de que lo hizo por instinto? —Derek no respondió y Persephone soltó una risa sardónica, poniéndose de pie del sofá—. Claro que lo hiciste —murmuró y se dirigió a su habitación, recogiendo todas las cosas de Derek que tenía allí.

Camisetas, pantalones, una chaqueta. Sintió su corazón contraerse dolorosamente.

—¿Por qué estás tan molesta con esto?

—¿Estás olvidando la parte donde Peter asesinó a Laura? —soltó con voz ahoga—. Mató a tu hermana, mi mejor amiga. Meses atrás viniste a mi puerta y me pediste que te ayudara. Yo te dije que lo haría si vengábamos la muerte de Laura. Y me dijiste... dijiste que eso estaba de más de pedir considerando que había sido a tu hermana a quien habían matado.

—Persephone...

—Lárgate.

—¿Qué?

Derek tenía su ceño fruncido.

—¡Lárgate, Derek! —gritó, tirándole sus pertenencias—. Solo vete.

—Persa.

—El acuerdo terminó. No somos aliados ya —concluyó.

La determinación en los ojos de ella fue suficiente para que Derek asintiera y se marchara del apartamento. El portazo le avisó a Persephone que se había acabado, que ya no había marcha atrás. Las palabras habían sido definitivas.

Derek se había ido.

Solo cuando escuchó el auto alejarse del edificio, Persephone dejó salir un sollozo. Las lágrimas saliendo de sus ojos sin poder reprimirlas, deslizándose por sus mejillas como cascadas. Sentía su pecho apretado, como si la presión del mundo entero estuviese sobre él y no le permitiera respirar. Lo único que se escuchaba en el apartamento eran los quebrados sollozos que Persephone dejaba salir en medio de su llanto.

Por primera vez en la vida estaba consciente de que su corazón estaba roto

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