Sombras Unidas #2 (COMPLETA)

By karlee_dawa

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Después de tanto sufrimiento, Alma consigue regresar a casa. Aunque crea que todo lo malo ha pasado y podrá t... More

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Prólogo
1. Ser o no ser, esa es la cuestión.
3. La llegada
4. Flavio
5. ¿Qué tienen las clases de teatro?
6. La cena
7. Marco
8. El calor del hogar
9. El pasado
10. El cuarto de juegos con sorpresa
11. La última pregunta
12. El peligro de la ola
13. El regreso
14. La cita
15. Gatos que nadan
16. La charla
17. El concierto
18. El baile
19. ¿Quién eres?
20. Cabos sueltos
21. La sorpresa nocturna
22. La peor de las pesadillas
23. La llamada inesperada
24. La pesadilla continuaba
25. Mala hierba nunca muere
26. Resultados
27. Pasados que duelen
28. ¿¡Eras tú!?
29. Dualidad
30. Siempre mía
31. Reencuentros
32. Ahora o nunca
33. Crush
Epílogo
Agradecimientos
Atary

2. La decisión

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By karlee_dawa

El sonido del despertador me sacó de mis sueños por completo, un sueño donde Daniel estaba presente y podía ir corriendo a abrazarle, le echaba tanto de menos... Adormilada, miré la hora y mis ojos se abrieron de golpe, ¡solo teníamos una hora para prepararnos e ir hacia el parque donde se realizaría el corto!.

Me puse las zapatillas y me dirigí, casi chocando con el marco de la puerta, hasta la habitación de Álex. Vi que había puesto unas cuantas fotografías nuevas en el corcho de su habitación, pero no me detuve a observarlas, iba demasiado apurada pensando en cómo despertarle, cuando Álex dormía era de los que ya podía sonar una orquesta a su lado que no abría un ojo.

Sonreí al verle con el pulgar metido en la boca, seguía siendo mi hermano-bebé, por mucho que hubiera crecido y madurado. Le aparté con cariño un mechón de pelo que le cubría los ojos y me acerqué lentamente hasta su oreja derecha, pegando mis labios.

—Ha venido Sara.

Los ojos de Álex se abrieron de golpe y se recompuso de un salto, tirando su sábana azul de nubes al suelo.

—¿¿Dónde está?? ¿¡Por qué no me ha avisado!?

—Es broma, Cupido. Te lo dije para que te despertaras, en una hora tenemos que estar yendo al parque para el corto.

Álex arrugó la frente y frunció el ceño enfurruñado, sabía que el tema de Sara era especial y delicado, pero en el fondo me reconocería que era necesario, él no dormía, hibernaba. Intenté contener la risa al ver cómo Álex levantaba el mentón indignado y me miraba de soslayo mientras se iba al baño como si fuera una diva.

—Esta me la pagas —me amenazó con un siseo antes de cerrar la puerta.

Un rato más tarde conseguimos salir del piso y fuimos corriendo hasta el parque, jugando al pilla-pilla como si tuviéramos cuatro años. Las personas nos miraban de forma extraña, incluso seguro que algunos se pensaron que me estaba queriendo secuestrar o algo por el estilo —Ya podían haber actuado así el año pasado— parecía que mi destino había sido encontrarme con Cristofer sí o sí.

Al llegar, me encontré a un señor que parecía el director y me dirigí hasta donde se encontraba, con Álex detrás de mí. También había un grupo de chicos y chicas más pequeños con papeles, seguramente preparándose para lo que tuvieran que decir.

El corto estaba bien, era sorprendente ver cómo chicos tan pequeños comenzaban a demostrar grandes dotes interpretativas. Estaba absorta escuchando el monólogo del protagonista cuando de repente entró en escena una silueta femenina. Controlé el impulso de no gritar cuando me di cuenta que se trataba de una Ana más mayor, llevaba flequillo y el pelo más corto.

Me emocioné al escucharla pues nunca había podido verla actuar, dominaba el texto sin problema y emocionaba a los espectadores. El beso final de la escena hizo que todos aplaudiéramos como locos, incluida la gente que se paraba a mirar.

Esperé pacientemente a que el corto terminara y pudiéramos quedar libres, quería preguntarle que hacía aquí y con quién había venido, aunque me lo podía imaginar.

Me acerqué a ella y Álex mi siguió, era mi fiel sombra. Cuando Ana se dio cuenta de mi presencia soltó un gritito agudo y fue corriendo a abrazarme, mi Ana...

—¡Almiiiii! ¡Te echaba de menos!.

—Yo también a ti, peque. Tienes que contarme qué tal todo.

El carraspeo de Álex me hizo sonreír, sabía que tenía que presentársela aunque seguramente intuía quién era pues le había hablado mucho de ella.

—Ana, él es Álex, mi hermano —Miré a Álex con cariño—. Álex, ella es Ana, la hermana de Daniel.

—Encantado. Se te ve bien —sonrió Álex.

—Igualmente, gracias por salvarnos.

—No es nada, no hubiera podido sin la policía y la ayuda de tu hermano.

Abrí la boca al escuchar el nombre de Daniel, aún no tenía del todo claro que había tenido que hacer para sacarnos de allí.

—Daniel...—suspiré.

—Sí —contestaron los dos al unísono.

—¿Tú sabes cómo les ayudó? —Pregunté indignada a Ana—. Siempre soy la última en enterarme de todo.

—Me contó por encima cuando tuvo que despedirse de mí...—respondió con tristeza—. Le echo de menos...

—Yo también...

—Bueno, precisamente por eso no te dije nada sobre él en este tiempo, porque no quería que te pusieras así.

—Sigo sin entender por qué no lo sacan de ahí, ya ha pasado más de un año —Me quejé.

—No podemos meternos, Almi.

Bufé, iba a quejarme de la situación en la que se encontraba Daniel cuando vi a Cristofer acercándose hasta nosotros. Sonreí abiertamente al ver esos intensos ojos azules y corrí para abrazarle, hacía muchísimo tiempo que no le veía. Estaba muy guapo, llevaba un polo azul y unos vaqueros, su cabello rubio brillaba con la luz del sol, e incluso noté que estaba algo más moreno.

—¡Cristofer!

—¡Alma! —contestó alegre mientras me removía el pelo—. Estás muy guapa.

—Os echaba de menos.

—Nosotros a ti también —Noté como su rostro se tensó de repente—. Tengo que hablar contigo a solas.

Álex asintió con la cabeza y decidió invitar a Ana a comprar un helado y tomarlo en un banco cercano, a una distancia suficiente para dejarme intimidad con Cristofer. Él decidió moverse e indicarme que le acompañara hasta una zona del parque que había menor cantidad de gente, parecía un tema serio.

—¿Qué sucede? Me estás preocupando.

—Seré directo —suspiró—. Me han cogido como policía y estamos llevando el caso de vuestro secuestro.

—Eso es genial, no entiendo el problema.

—Alma, la última información que hemos recibido es que Marco estaba rastreando toda Cataluña buscándoos a Ana y a ti, por eso estamos aquí —Me miró con gesto serio—. Ana se quedará aquí en Asturias mientras ayudo con la investigación, necesito que la cuidéis tu familia y tú.

—Cristo...yo...

—Sé que no es agradable y no te lo pediría si no fuera de vital importancia. Necesito atrapar a ese hijo de puta, Alma. Por Ana, por ti, por... —sus ojos comenzaron a brillar con tristeza e hizo una mueca—. Por favor, Lucas os vigilará por si acaso Marco decidiera venir aquí, no dejaremos que os hagan nada. Además, no quiero correr el riesgo de dejar a Ana sola y que la vuelvan a secuestrar, me mataría. No tengo a nadie en quien pueda confiar, excepto tú, te necesito.

—¿Lucas? ¿El policía?

—Sí. Por favor, no me perdonaría que os volviera a pasar algo, y Daniel mucho menos.

—Está bien...—suspiré nerviosa mientras llevaba mis manos a la cabeza—. Esto es una completa locura, no nos dejará en paz.

—Lo hará, créeme que él será el que no acabe en paz.

—Cristofer, ¿por qué te lo tomas tan a pecho? —era consciente de que estaba demasiado serio y tenso, parecía algo personal.

—Aun no me siento cómodo para explicarlo, es algo personal.

—¿Ya estamos otra vez con los secretos? —bufé.

—Te lo diré cuando me sienta preparado, lo prometo —dijo tratando de esbozar una sonrisa —. Mejor volvamos, estarán preocupados.

—¡Cristofer! Una última cosa.

—Dime, Alma.

—¿Qué sabes de Daniel? —Sentí como temblaba mi labio inferior—. ¿Cómo está?

—Está bien...con ganas de salir ya, aunque por el momento parece imposible. Habla cuando puede con nosotros e intento informarle de las novedades respecto al caso, al menos lo que me dejan contar.

—¿Cuántos años durará su condena? —musité tratando de contener la tristeza.

—Le quedan cinco años, la pena por secuestro son seis, a veces más, depende del estado de la víctima.

—Pero si declaré a favor suyo, me trató bien... —dije defendiéndole en vano.

—Ya lo sé, Alma, pero ya conociste a la jueza, lo tomó como si tuvieras síndrome de Estocolmo y además argumentó que por su culpa te sucedió algo peor, cosa que no pudimos negar porque, francamente, es la verdad —suspiró—. Le advertí que podía suceder algo así pero es la persona más terca que conozco.

—Me alegro mucho que hayas cumplido por fin tu sueño —sonreí tratando de controlar la tristeza.

—Todo gracias a ti, Alma. Nunca lo olvidaré.

Le di otro abrazo, apretando con fuerza su espalda. Adoraba a Cristo, era un chico noble y bueno que hacía lo que fuera por las personas que apreciaba, podía asegurar que era el chico más amable de este mundo.

Volvimos despacio hasta donde Álex y Ana nos esperaban, seguro que nuestras caras eran un poema, no podía de parar de pensar en Daniel y en la posible vuelta de Marco, no estaba preparada para enfrentar todo eso, solo quería ser feliz.

—¿Qué pasa, Cris?

—Nada, Nita. No te preocupes, son cosas de mayores, sin importancia.

—Cristo, no soy tonta y no me trates como si fuera una niña porque no lo soy. Tengo el derecho de saber qué sucede —respondió molesta—. ¿Qué es tan importante para que no pueda estar yo delante?

—Ana, de verdad, déjalo. Es algo del trabajo que no tienes por qué saber.

—¡Cristofer! —Se quejó.

—Ana, ya basta.

Suspiré al ver la tensa situación que se estaba formando. Entendía a Cristofer, no quería que Ana se preocupara con cosas así, ya había sufrido suficiente, además no tenía a su hermano cerca para protegerla.

—Alma...—susurró.

—Lo siento, cielo.

Molesta, decidió mirar al suelo sin decir palabra, no pudo ocultar que sus mejillas se encendieran, seguramente de impotencia. Lamentaba que Ana se enfadara con nosotros, pero en el fondo era lo mejor para ella.

—Acompáñame, Nita. Tenemos que ir a por las maletas, pasarás un tiempo con Alma.

Los rostros de Ana y Álex se sorprendieron a la vez, era gracioso ver como sus ojos se agrandaban e intentaban cerrar la boca ante lo que acababan de escuchar.

—Pensaba que solo estaríamos aquí unos días ¿Tú qué harás?

—Yo estaré de aquí para allá trabajando, pero te prometo que vendré a verte cada vez que pueda.

—Pero ¿y mis amigos de Barcelona? ¿Y Daniel? ¿Qué pasará con todo?

—Por el momento esto es lo que hay, me encantaría poder cuidarte pero el trabajo me necesita con urgencia. Ten paciencia, por favor —le rogó mirándola con sus profundos ojos azules.

Ana movió la cabeza confundida pero aceptó, parecía contenta, al menos, de pasar un tiempo conmigo. Tras despedirme de Cristofer y de Ana, desaparecieron por la larga calle principal y nosotros nos quedamos por el parque, esperando a que preparasen todo y volvieran para llevarla a su, por ahora, nueva casa.

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