Daniel "Un Chico Enamorado"...

By Min_Ha_Sang

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Daniel depende de un ventilador para seguir con vida. Nunca ha salido de su casa ni mucho menos ha explorado... More

Prólogo
ADVERTENCIA
Capítulo Uno: "Existiendo"
Capitulo 2: "Una Vida Difícil"
Capítulo 3: Una Flor en la Nieve
Capítulo 4: La Flor Más Brillante
Capítulo 5: La Hermosura de la Locura
Capítulo 6: Si los Recuerdos Fueran Felicidad...
Capítulo 7: Perfecto
Capítulo 8: Errores
Capítulo 9: Cosas que Forman Parte de la Vida
Capítulo 10: Las Luces Brillaban en la Tierra
Capítulo 11: Querer y Enamorarse
Capítulo 12: Silencio
Capítulo 13: Los Recuerdos son Felicidad
Capítulo 14; ¿Egoísta?
Capítulo 15: Resolver Algo es Igual a Encontrar un Misterio Mayor
Capítulo 16; Palabras de Alguien Herido, para Alguien Destrozado
Capítulo 17: Flotante Azul de Luna
Capítulo 18: Una Triste Sorpresa
Capítulo 19: Amor Insuficiente
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 - FINAL
Epílogo
Nota de la Autora
ANUNCIO

Capítulo 26

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By Min_Ha_Sang

Era evidente que ella estaba enterada de muchas cosas de mí, algunas que incluso yo desconocía. Pero aún pude sentir su decepción los días posteriores a que me dijera que era su deseo presentarme a su padre y me negara a hacerlo.

Quizá su familia ignoraría la silla de ruedas, la baba, los espasmos, y la falta de contacto visual. Tal vez serían lo suficiente abiertos de mente para no prestar atención al hecho de que parecía retrasado, de que no podía moverme ni alimentarme solo.

Julie me quería, al igual que yo la quería. Sin embargo, no cualquier padre estaría de acuerdo con que su hija mantenga una relación con alguien que no puede valerse por sí mismo. Menos cuando estaba claro que con el paso del tiempo esta persona quizá crezca de estatura, suba de peso, y siga necesitando que lo lleven en brazos hasta la cama.

Poniéndome en los zapatos de otra persona, veía a Julie como una niña delgada, con aparente poca fuerza muscular y un carácter inestable. En pocas palabras era alguien casi incapaz de llevar en sus hombros la responsabilidad de tener una pareja con tan alto grado de discapacidad como la mía.

-Te quiero -decía ella con sus ojos cafés clavados en mis pupilas y una voz tan dulce como la fruta cristalizada de los dulces mexicanos.

-Yo tam...bién -respondía, siempre pensando si era egoísta de mi parte querer tenerla a mi lado.

Su papá regresó cerca de dos semanas después de que ella me avisará que vendría. No lo conocí, pues Julie entró en una especie de crisis, y durmió por casi tres días seguidos, cerrando la puerta con llave y evitando que cualquier persona entrara en su habitación.

La llamé por teléfono en varias ocasiones.

Siempre respondía:

-Estoy bien -decía con la voz clara, nítida y en apariencia estable -, solo necesito un poco de tiempo a solas, en cuanto me sienta mejor iré a verte.

Pero los días pasaban, y Julia seguía insistiendo que tenía que hacer a su hija salir de su habitación, pues no había ingerido alimentos las ultimas sesenta y dos horas.

Era impresionante pensar que Julie había pasado todo ese tiempo con el estómago vacío. En mi caso, luego de la desaparición de ella, también atravesé episodios de falta de apetito bastante intensos, episodios que de no haber estado sumido en la depresión nunca hubiera soportado. Por eso sabía que algo andaba mal con mi chica a pesar de que su voz sonara bien.

Me armé de valor, llamé a Marco y me aliste para ir a ver a mi novia una tarde de cielo soleado, dispuesto a sacarla del abismo.

En realidad todo fue simple.

Julia estaba muy agradecida de que fuera hasta su casa para intentar hacer que Julie abriera la puerta, no obstante, luego de una batalla con las escaleras y la silla de ruedas, mi chica se negó a dejarme entrar.

Estaba sentado frente a su habitación, con la silla colocada ligeramente de lado para poder oír lo que me decía a través de la madera. Había luchado junto a Marco para llegar hasta el segundo piso de la extravagante casa de Julie, cargado por mi padre, asustado de resbalar cuando estuve al borde de la escalera, y ella se negaba a abrir.

-No me iré has... ta que a...bras -asevere con voz firme.

-Dani, en verdad necesito de mi soledad. ¿Nunca quisiste estar solo?

-Sí -confirmé -, pe...ro no por tres días se...guidos.

Escuché su risa muy bajo, casi como si quisiera reír y fuera incapaz de hacerlo.

Lo siguiente fue silencio. Uno que me indicaba que ella estaba pensando. Quizá reflexionaba sus acciones. ¿Y si estaba llorando?

Julia y Marco miraban desde el fondo del pasillo sin decir nada. La madre de Julie tenía esa misma mirada de ojos cafés tan intensa. No voy a negar que era una mujer muy hermosa, lo suficiente joven y vital para que cualquiera se enamorara de ella.

Me pregunté entonces, si el amor que mi padre sentía por ella era mayor al que alguna vez sintió por Dianna; si Julia amaba tanto a Marco como al padre de Julie.

En ese momento sentía una gran confusión con respecto a mis sentimientos.

Por un lado, el cariño que tenía guardado por Julie no era algo que hubiera sentido antes: por otro, no estaba seguro de que eso fuera amor.

Hasta ese punto sabía que quería que nuestra relación durara para siempre. Quería verla cada mañana en mi cama. Desayunar con ella. Ir de compras con ella. Anhelaba que nuestros paseos no tuvieran fin.

¿Cómo podía llegar el momento en el que ya no quisiera todo eso?

¿Aquello significaría ya no amarla?

Todas las personas que me rodeaban solían tener relaciones que al cabo de los años se iban junto con la basura por la puerta para nunca volver.

Tenía a mi alrededor una lista enorme de fracasos amorosos, de traiciones, infidelidades, mentiras. Crecí casi sin saber lo que era tener una pareja, ya que mamá estuvo sola siempre.

Ni siquiera sabía cuál era la manera correcta de tratar a una mujer estando en una relación.

Pensé que de ser un mal novio, ya que no tenía una referencia de como ser uno, ella tarde o temprano se cansaría de darlo todo sin recibir nada de mi parte.

Probablemente esa fue la razón por la que los matrimonios de nuestros padres fracasaron, alguno se enteró de que era el único que luchaba por mantener la relación viva.

Ahora miraba como Marco hacía junto a su nueva esposa lo que nunca hizo con mamá: esperaba en silencio que Julie saliera de la habitación, se preocupaba por el bienestar de la hija de su pareja.

Quizá solo lo hizo por Julia, para que no sintiera que estaba sola en esto. Sin embargo, la imagen de él con la cabeza hacia el suelo, y la mano en la barbilla me causó una sensación en mi estómago muy extraña.

¿Por qué nunca hizo eso cuando yo me enfermaba?

Marco no era mi papá, aunque ahora fuera con mayor frecuencia a verme, y se preocupara por mi salud, estuve la mayor parte de mi vida con él ausente, y quizá en ese momento supe que era mi deseo seguir así.

Tan solo era demasiado tarde para quererlo en ese punto, luego de que lo más difícil hubiera sucedido.

Pensé mucho acerca de eso, llegando siempre a la misma conclusión: cuando estaba con él me sentía molesto, enfermo y lleno de pensamientos negativos.

Julie se movió al otro lado de la puerta haciendo que desviara mi mirada hacia ella.

-¿Sigues aquí? -preguntó con voz suave.

-¿Por qué ha...ces es...to? -cuestioné serio.

Suspiró muy profundo, y entonces escuché como si algo pesado se arrastrara dentro de la habitación, para que enseguida la puerta fuera abierta.

Solo dejó una rendija lo suficiente grande para que mi silla pudiera entrar y se paró detrás de la madera ocultando su cara del exterior.

Julia miró con esperanza la escena. Luego su imagen desapareció cuando entré en la habitación.

Las paredes estaban pintadas todas de blanco excepto por una en donde su cama descansaba; esta era rosa pálido.

Había muchas notas en la pared: algunas hablaban de la vida, otras del humano y su lado oscuro, había muchas sobre la belleza. Aparte de impresiones en papel de manchas de pinturas y rayones las que supuse eran obras contemporáneas o algo así.
En realidad el piso era un desastre, uno sobre el que mi silla no llegaría lejos. Esto no me sorprendió, considerando el caos que era la existencia de mi novia me hubiera sorprendido que su alcoba estuviera ordenada.

La ropa estaba apilada en una esquina, y otro montón de prendas descansaba sobre un escritorio: pero el armario estaba vacío excepto por unos abrigos grandes.

Había libretas, platos, vasos y osos de peluche por todo suelo, formando caminos como los que hay entre la maleza cuando alguien pasa repetidas veces por ahí.

Una computadora portátil sobre la cama sin tender, y el maquillaje regado sobre la mesita de noche.

Algo captó mi atención cuando recorría las paredes y el millón de imágenes pegadas en ellas: las rosas que le di la noche del baile estaban pegadas sobre la cabecera de su cama -disecadas por supuesto-, justo en la posición en la que las mujeres creyentes colocan sus cristos crucificados para ser resguardadas de todo mal.

Sonreí al verlo todo, pues a la habitación solo le faltaba un sello que dijera Hecho por Julie en alguna esquina para confirmar que era de ella.

-Hay algo de desorden -dijo apenada.

Giré la cabeza y pude ver un estante al lado de la puerta. Supuse que eso era lo que había movido antes de dejarme entrar.

Mantuve una sonrisa natural todo el tiempo y eché mi cabeza hacia atrás contra el respaldo de la silla. Me resultaba gracioso que la habitación de Julie fuera tan idéntica a ella.

Por otro lado, mantenía en mi mente la idea de que estaba en ese lugar para hacer algo más que mirar con asombro el desastre.

Julie en realidad no decía nada y mantenía la cabeza agachada. Su cabello ahora estaba maltratado en las puntas: lucía igual que un estropajo, incluso con un color entre amarillo y verde.

Colocó el dorso de su mano en el espacio que hay sobre los labios y bajo la nariz para sentarse en su cama -en un pequeño lugar en donde no había cosas-, y mirar el piso.

-¿Por qué ha...ces es...to? -pregunté de nuevo.

Me miró con los ojos limpios, sin una expresión en el rostro. Parecía serena, al grado de lucir perdida.

-¿Alguna vez... -soltó con cuidado -... Pensaste que amabas demasiado a quien no lo merece? -me miró al concluir la frase.

Levanté una ceja confundido. Siendo honesto no esperaba esa respuesta, y al decirlo con aquel tono, aparte de su mirada, en mi mente surgió la duda de si se refería a mí al decir "alguien".

Me limité a negar con la cabeza.

Ni siquiera estaba seguro de alguna vez haber amado.

-Cuando miras a Marco, ¿acaso no sientes que lo amas sin ninguna razón? -estuve a punto de volver a negar, en realidad no amaba a Marco.

-Es mi pa...pá -aseguré con voz clara.

Volvió a bajar la mirada. La imagen de su ser ausente seguía ahí, diferente a otros momentos en los que se veía en problemas. Parecía casi flotar por la ligereza con la que se movía, aparte de la lentitud anormal de sus acciones. Esa no era la Julie a la que yo conocía: energética y problemática.

Era más bien una especie de concha vacía; como si su ser, su esencia estuviera dando un paseo alrededor del cosmos.

Ella no estaba ahí.

-¿Qué su...cede? -pregunté luego de un breve momento de silencio.

-Adolph volvió -tan solo respondió sin mirarme.

Sabía que el hombre había vuelto, lo estuvo mencionando cada minuto los días previos a su crisis. Se notaba tan emocionada al hablar de ello, incluso fuimos a comprar ropa, por lo que su actitud ahora me causaba conflictos.

Tan sólo no lograba comprender qué pasaba.

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