Lloras, como si fueras domingo de diciembre
y tus ojos son campanas que tañen las noches.
Lloras, como un árbol cuando se deshoja
y riega de colores las calles grises.
Hablas temblorosa, cual confesión agridulce,
como si al quebrarse una estalactita de tus ojos
desvelases los secretos más hirientes.
Confesiones de invierno que escribes en las nieves,
y me haces recordar que en esta vida;
absolutamente todo, tal como se marcha, vuelve.