Nuevamente en la escuela, la profesora termina de dar la clase y yo copio lo que me queda del pizarrón. Levanto la vista cuando siento que me están observando y visualizo aquellos ojos marrones que nunca puedo olvidar. Byron me está observando, apoya la cabeza en su mano y mira pensativo.
¿Tendré algo en el rostro que me está viendo tanto?
Que vergüenza. Me toco la cara buscando lo que pueda ser.
—¡Ah ya sé! —exclamo al percatarme.
Busco en mi mochila un espejo, pero cuando me miro en este, no encuentro ninguna marca de lapicera que podría haberme hecho sin querer.
Hago puchero.
—No lo entiendo.
—¿Qué cosa? —levanto la vista visualizando a Alen —¿Te ayudo?
Sonrío.
—Siempre tan amable ¿Por qué nunca estás en clases? —ladeo la cabeza —. Me caes bien.
Se ríe.
—Porque me gusta hacer cosas malas.
—¿Cosas malas? —bajo la vista —. No lo comprendo.
—Ya lo aprenderás, pero primero ¿Vendrás a la fiesta al final? Te prometo que la pasarás muy bien —me guiña el ojo, aunque no entiendo el gesto.
—No, mi tía no quiere, además no sé cómo ir.
—Entonces te iré a buscar, será más fácil.
—Alen —veo a Byron que se acerca al castaño y apoya la mano en su hombro —¿De qué tanto hablan?
—Ah Byron irá, si yo no llego a tiempo, él puede llevarte —lo señala —así no piensa mal de mí —ríe.
—Nadie irá a tu estúpida fiesta, Alen.
—Yo... —me callo cuando me mira mal.
¿Por qué se enoja? ¿Yo qué le hice? Creo que a Byron no le cae bien Alen ¿Será eso?