Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

216K 16.6K 1K

Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capito 34

4.2K 352 13
By MaJoLh_29


–Así que Anastasia no cumplió su promesa. –Susurró Jack, mientras entraba a la sala en donde le harían el interrogatorio. Christian estaba mirando todo en una habitación al lado de allí junto con algunos colegas más, a través de un vidrio especial para aquellas situaciones. Él podía verlo pero Jack no. Anastasia no tenía ni la más mínima idea de aquello y era mejor que así fuese. Christian le había prometido no encarcelarlo, pero él simplemente no pudo resistirse y colocó la demanda, no necesitaron nada más, él tenía sus contactos, era el hijo de uno de los abogados más importantes de todo el país. La policía había comenzado su búsqueda y tras un par de días, lograron atraparlo.

– ¿Qué dice? –Preguntó Alfredo, el detective que se encargaría de interrogarlo.

Sé que Christian debe andar por aquí... Viéndome. Quiero hablar con él. –Declaró, con unas notas peligrosas en su voz.

No creo que...

–Quiero verlo. –Espetó con un fuego peligroso en su mirada.

Alfredo se colocó de pie, saliendo de la sala, yendo al otro cuarto, encontrándose a Christian en el camino.

– ¿Vas a...?

–Si así confiesa todo lo que hizo, sí. –Contestó mientras seguía de largo, yendo a la habitación en donde estaba Jack.

Entró, sentándose a la vez que se soltaba uno de los botones de su chaqueta, colocando el talón derecho sobre la rodilla izquierda y ambas manos sobre su pierna izquierda.

– ¿Y bien? –Preguntó, mirándolo fijamente.

Anastasia no cumplió su promesa. –Declaró, mirándolo con un aire amenazante.

– ¿Qué promesa, Hyde?

–No tenía por qué decirle nada a nadie.

–Tú mismo te delataste. Ella nunca dijo nada.

–Seguro te lo dijo a ti. Su amante.

Sea como sea, debes pagar por lo que hiciste. Nadie tiene el derecho de lastimar a nadie, mucho menos a una mujer.

–Yo no la lastimé. –Declaró con aire petulante.

– ¿No? ¿Y cómo llamas lo que le hiciste?

– ¿Qué le hice? –Preguntó con inocencia fingida. Christian estaba a punto de descontrolarse y golpearlo.

–Sabes lo que le hiciste. –Contestó con aire sombrío.

– ¿Por qué no dices la palabra? ¿No te gusta saber que tu amante actual fue tocada, besada y... violada por mí? –Dijo con una sonrisa ladeada, haciendo énfasis en la palabra, que sabía, Christian no quería escuchar. Él se colocó de pie bruscamente, tumbando la silla, se inclinó hacia adelante, agarrándolo por el cuello de la camisa que tenía, sacudiéndolo.

– ¿Qué se siente saber que tienes que obligar a las mujeres para acostarte con ellas?

–Yo no la obligué. Reclamé lo que merecía. –Espetó, con total calma. Él volvió a sacudirlo, a la vez que se abría la puerta, dejando ver a Alfredo.

Christian, cálmate, por amor a Dios.

–De acuerdo. –Lo soltó de una forma totalmente brusca, recogió su silla, sentándose de nuevo.

– ¿Sabías que Anastasia y yo estuvimos a punto de casarnos? –Christian abrió los ojos como platos. ¿Anastasia se iba a casar con ese imbécil? ¿Por qué no se lo había dicho? –Faltaba un mes para la boda y ella seguía sin querer acostarse conmigo. Sólo reclamé lo que merecía. –Concluyó.

– ¿Admites que la forzaste? –Escuchó cómo Alfredo se aclaraba la garganta desde el otro lado, sabía que tenía que ser más específico si quería refundirlo en la cárcel. ¿Admite usted, Jack Hyde, haber abusado... sexualmente de... Anastasia Steele?–Preguntó, titubeante.

. –Contestó con una sonrisa. –Y no tienes idea de lo mucho que disfruté hacerlo. Saber que fui el primer hombre en su vida. Saber que era totalmente inexperta. Saber que fui el primer hombre en estar dentro de ella. –Christian volvió a perder los estribos. Jack se expresaba de la peor forma. Él no se resistió y volvió a echársele encima, pero esta vez, logró darle un puñetazo en el mentón.

– ¡Tú no puedes llamarte hombre! –Le gritó. Inmediatamente ingresaron los abogados y detectives que estaban observando todo desde la otra habitación, retirando a Christian, tratando de calmarlo.

Lo mejor será que yo lo interrogue. –Comentó uno de ellos.

No, quiero que me interrogue Grey. –Contestó Jack, con una sonrisa petulante, mientras se sobaba el mentón golpeado.

Y así será, Hyde. –Espetó él, acomodándose el saco, tratando de calmarse. –Esto no se repetirá, me controlaré. Váyanse. –Les dijo. Los hombres obedecieron, volviéndose a retirar, dejándolos solos. Christian siguió de pie, inclinándose un poco hacia delante, apoyando ambas manos sobre la silla. Jack, por su parte, se sentó.

– ¿Admite también haber secuestrado a Anastasia Steele?

–Por supuesto. Quería llevármela del país y hacerla mi esposa. Si no era mía no sería de nadie, mucho menos suya.

–De acuerdo. Solo para dejar esto claro, ¿admite haber abusado sexualmente y haber secuestrado a Anastasia Steele?

–Sí. Y lo disfruté. –Espetó. Christian apretó los puños, incluso sus nudillos se pusieron blancos. Tenía que controlarse. Contrólate, Grey.

De acuerdo. –Se giró. Ya había obtenido la confesión, no había más nada que hacer allí. Tenían que interrogarlo y averiguar cómo había sucedió todo, pero Christian sabía que no tenía suficiente valor como para sentarse allí y escuchar cómo ese canalla había abusado de Anastasia. Sabía por experiencia que el acusado tenía que contar todo, con lujo de detalles y él no quería escucharlo, por lo que otro detective se encargaría de eso.

Todavía tengo que decirle algo.

–No me interesa. –Lo interrumpió de una vez.

Créame que quiere saberlo.

–Creo que no. –Dijo, encaminándose a la puerta.

–Solo escúcheme. Anastasia y yo hicimos un pacto. –Christian se giró, justo cuando estaba a punto de girar el pomo de la puerta. –Esto le interesa. –Dijo él.

– ¿Qué clase de pacto? –Preguntó en un susurro.

Tome asiento. –Se giró, caminando sobre sus pasos, hasta quedar enfrente de Jack.

– ¿Qué clase de pacto?

– ¿Qué le dijo Anastasia de sus padres?

–Están muertos.

Lo engañó.

–No le creo. –Contestó él. Confiaba en Anastasia, claro que sí, pero... Jack se veía muy seguro.

Escúcheme, usted elegirá si creerme o no. –Pasaron unos cuantos segundos, Christian consideró aquella opción. ¿Qué perdía con escucharlo? –El padre de Anastasia está vivo, se llama Raymond, Raymond Pineda.

Mientes. Anastasia se apellida Steele.

–Ella se quitó ese apellido. Yo se lo quité, fui a juicio y abogué por ella, después de unos cuantos meses, Anastasia asumió el apellido de su madre. Raymond... Es un alcohólico, es un perro realmente. Una escoria.

– ¿Peor que usted? –Preguntó con sarcasmo. No podía creerle. No quería creerle. Anastasia no le habría mentido de aquella forma.

Peor que yo. –Afirmó con convicción. –Es capaz de hacer todo por dinero, incluso de traicionar a su hija.

– ¿Qué dices?

–Lo conocí por simple casualidad. Él no quería decir nada pero lo soborné y me confesó todo. Incluso fue mi cómplice para mantener callada a Anastasia, él iba a ser mi testigo, supuestamente Anastasia iba a cometer un fraude si hablaba y comentaba que yo había abusado de ella. Raymond aceptó todo sin más. Yo comencé a preguntarle por qué Anastasia negaba de él. No me dijo nada. Pero, para esa época ella confiaba ciegamente en mí, así que pude sacarle información.

– ¿Información...? –Preguntó desconcertado. Aquello no parecía mentira. ¿Podía Jack inventar algo así?

Raymond es un asesino. –Contestó a su pregunta. Sonriendo de una forma cínica y pedante al observar la sorpresa de Christian.

**

¿Entonces retomaste la relación con Christian? –Preguntó Kate, emocionada.

– ¡Sí! Ahora que sabe toda la verdad y me aceptó así, realmente me siento bien. –Contestó con una sonrisa.

– ¿Toda la verdad?

–Sólo lo más importante.

– ¿No le has dicho todo, cierto?

–No. –Susurró con aire sombrío. Christian no tenía por qué saber de sus orígenes, era algo que no le convenía.

Kate abrió la boca para decir algo pero el timbre interrumpió aquella conversación. Fue a la puerta, dejando a Anastasia en la cama, pero ella se colocó de pie con algo de esfuerzo, pues seguía lastimada. Su tobillo estaba más recuperado, pero todavía cojeaba. Seguía de reposo y estaba a punto de salir al pasillo cuando escuchó esa voz.

Pánico.

Por mucho que escuchase esa voz, siempre sentiría pánico.

–Necesito ver a mi hija. –En frente de ella apareció Raymond. Anastasia retrocedió por instinto.

¿Qué haces aquí? No tengo dinero.

–Ya me encargo yo, Anastasia, debes descansar. –Le contestó su hermana.
Quiero hablar con ella. –Espetó Raymond.

– ¿De qué?

–Simplemente quiero hablar contigo.

Anastasia asintió levemente, dejando a Kate con la boca abierta.

Anastasia...

–Está bien. –Contestó ella, haciéndole una señal con la mano, quitándole importancia cuando lo cierto era que estaba temblando de miedo. –Vamos al parque de la esquina. –Si se ponía violento, podría pedir auxilio en un lugar público, en cambio, si se quedaba en su casa, ni ella ni Kate podrían hacer nada.

– ¡Anastasia! –Dijo su hermana, sorprendida.

Ella solo hizo un gesto para que la dejara, se sentó en su cama tras buscar y colocarse con esfuerzo sus zapatos deportivos. Tenía un conjunto también deportivo, con un mono y suéter morado, de tela de gamuza. Debajo del suéter se encontraba una simple camisa blanca de tiritas. Sus rizos caían por su espalda de forma algo desordenada, pero le daba aquel aire relajado y despreocupado.

–Vamos. –Dijo, a la vez que se agarraba el costado, le seguía doliendo la costilla rota.

Raymond la siguió sin decir palabra alguna, salieron del apartamento, dejando a Kate preocupada. Caminaron unas cuantas cuadras en silencio, estaban ya por llegar al parque, cuando Raymond habló.

– ¿Estás bien?

–Sí. –Contestó mientras cruzaba la calle, agarrándose el costado de nuevo.

– ¿Fue Jack? –Preguntó, mientras entraban al parque.

Sí. ¿Debes estar feliz, cierto? –Anastasia se giró a mirarlo cara a cara, teniendo que alzar el rostro para poder observarlo. Su altura era intimidante. Miró a su alrededor, dándole gracias a Dios al ver que habían varias personas por allí. Él la haló levemente del brazo, inmediatamente Anastasia se puso tensa, pero Raymond solo la encaminó hasta la sombra de un árbol.

Por supuesto que no. Me tenías preocupado.

–Deja de fingir, Raymond. Dime para qué me necesitas. Te digo de una vez que no tengo dinero. –Espetó en tono cansino, mirándolo con los ojos entrecerrados.

Esta vez no quiero dinero. Solo quería hablar contigo y saber cómo estabas.

–Estoy bien, Raymond, bien. ¿De qué rayos quieres hablar?

– ¿Te cuesta mucho?

– ¿El qué? –Preguntó con el ceño fruncido.

Decirme papá.

No mereces que te llame así. Un padre no es como tú, un padre protege a sus hijos ante todo, un padre quiere a sus hijos, tú... Simplemente no eres eso.

–Yo te quiero.

– ¡Por amor a Dios! ¿Te parece que todo lo que haces es forma de demostrar tu supuesto amor? Claro que no.

–Sé que he cometido errores, pero no soy perfecto. Todos los padres cometen errores con sus hijos.

–No todos los padres asesinan cruelmente a su esposa. –Espetó ella con una ceja enarcada.

No. –En el rostro de Raymond se divisó la culpa. Se echó unos pasos atrás, alejándose de Anastasia, como si ella le acabase de dar una bofetada. –No la maté.

– ¡Sí lo hiciste! –Gritó ella. – ¡Yo estuve allí! Yo vi todo. Vi cómo te burlabas mientras ella agonizaba. Tú me viste al pie de la escalera. ¡Te estabas riendo! ¡Burlándote de mí! –Le soltó.

– ¡No hice eso! –Raymond se pasó las manos por el cabello.

– ¡Sí lo hiciste! ¡Eres un maldito asesino! ¡Un asesino! –Volvió a gritarle y se calló repentinamente al sentir cómo su padre le pegaba una cachetada. Ella comenzó a sobarse la mejilla, mientras apretaba los labios y luchaba por contener sus lágrimas. –Gozas pegándole a las mujeres, ¿por qué no te metes con uno de tu tamaño?

–Disculpa. –Raymond pareció recapacitar, se alejó un poco de ella, mientras veía su mano extrañamente. –No quise...

Cállate. No sabes hacer otra cosa que no sea golpear. Eres un infeliz. No te imaginas todo lo que te odio, te has encargado de arruinarme la vida, me lastimaste, me heriste... Me quitaste a mi madre, me quitaste mi infancia, me quitaste el privilegio de estudiar, me quitaste... Todo. –Dijo con lágrimas en los ojos. –Por tu culpa no pude demandar a Jack. ¿Tienes idea de lo mal que me sentí al saber que no se haría justicia?

–Anastasia, sé que hice mal, pero...

– ¡Cállate! –Gritó. –Cállate. No sé por qué Dios me castigó con un padre como tú. No sé por qué mamá se casó contigo. –Se vio forzada a bajar la voz, pues varios individuos que paseaban por allí, estaban dándose cuenta de la escena.

Por favor...

– ¿Por favor? ¡¿Por favor?! ¿Cuántas veces mamá no dijo eso, mientras la golpeabas como un animal? ¿Cuántas veces no te dije eso, mientras me privabas de ir a la escuela, de poder sacar una carrera?

–Yo... Lo hice porque las amaba.

– ¿Mataste a mamá porque la amabas?

–Yo... No sabes la verdadera historia. Ella se estaba enamorando de otro hombre, no quería perderte, no quería perderlas...

Si se enamoró de otro hombre fue porque en él consiguió todo el amor que tú no le dabas. ¿Crees que no recuerdo cómo nos arruinabas los días a mamá y a mí?

–Escúchame. Ella se enteró de mis infidelidades, me había pedido el divorcio y yo...

–Te fuiste. Te fuiste a beber. –Completó ella, recordando la peor navidad de su vida. –Yo observé y escuché todo. Mamá estaba empacando. Hacía un frío terrible que te calaba hasta los huesos. Allí estaba ella, yo simplemente tenía diez años y no me daba cuenta de toda la angustia reflejada en sus ojos. Mamá siempre me sonreía, incluso aquel día en el que nos íbamos a escapar de aquel infierno. Estábamos en el auto, a punto de irnos, pero olvidé a Copito. Susurró, recordando a su perrito de felpa. –Estábamos sobre la hora, pero aun así mamá volvió a la casa, yo me quedé afuera, viendo cómo llegabas. Te observé borracho, así que volví detrás de ti, pero me quedé abajo. Vi cómo subías las escaleras... –La mirada de Anastasia comenzó a perderse en la nada, mientras su mente la llevaba al pasado.

**

– ¿Qué es eso, Carla? –Preguntó Raymond, con cautela y recelo en su voz al verla con aquel animal de felpa en la mano.

–Yo... Anastasia ensució su peluche, voy a lavarlo... –Mintió, tratando de no parecer nerviosa.

– ¡Tenía que ser la cochina de tu hija! ¿Dónde está?

–Raymond.

– ¡¿En dónde está?! –Gritó de nuevo, acercándose al cuarto de Anastasia. Al ver la cama vacía, supuso que su hija se habría ocultado en el closet. Como hacía siempre que él llegaba. ¿Por qué se ocultaba? ¿No se daba cuenta de que eso lo enfadaba más?

Carla comenzó a alejarse de allí. Sabía que él descubriría que todo estaba vacío, descubriría sus planes y... Tenía que huir.

– ¡¿Qué significa todo esto?! –Preguntó de nuevo, al ver que el closet carecía de ropa, de las cosas de su hija. No vio a Carla. La muy zorra estaba tratando de huir. –Pensó– Pues no lo lograría.

Salió al pasillo, y la encontró a punto de bajar las escaleras.

– ¡Detente ahí mismo! –Le gritó, yendo a su lado, halándola del brazo.

– ¡Suéltame! ¡Me voy! –Le gritó ella. – ¡Me voy con mi hija! ¡No soporto ni un solo golpe más, Raymond! ¡Ni una sola humillación más! ¡Te he aguantado durante todos estos años! ¡Ya no más! –Completó, mientras se encaminaba a las escaleras.

– ¿A dónde vas, maldita zorra? –Gritó él, halándola de la espesa melena castaña oscura rizada, que en esta ocasión le llegaba hasta la cintura.

Carla chilló ante la dureza y rudeza de aquel jalón. Y sus ojos azules se vieron llenos de lágrimas.

Suéltame. –Suplicó.

Tú eres mi mujer, eres mía. Me perteneces. No dejaré que te vayas de aquí. Puedes deshacerte de Anastasia, pero tú te quedas.

– ¡Hago esto por ella! No quiero que siga creciendo en este ambiente.

– ¿Cuál ambiente? –Preguntó, volviéndola a halar del cabello, hablando con la lengua enredada debido a las copas de más.

Este ambiente. –Susurró ella, conteniendo las lágrimas, oliendo el aliento de Raymond, el aliento a alcohol. –No sé qué serás capaz de hacerle. –Recordó aquella vez en la cual él había estado muy cerca de golpear a Anastasia. Y eso no lo iba a permitir. No. Podía golpearla a ella las veces que quisiera, pero no a su hija. Logró darle un puntapié en la canilla, debilitándolo por un rato, mientras ella huía, corriendo hacia las escaleras.

De aquí no te vas. Si no eres mía, no eres de nadie. –Carla se giró a verlo y fue cuando él la empujó por los hombros, metiéndole el pie. Ella perdió el equilibrio, cayendo por la amplia escalera.

– ¡Mamá! –Gritó Anastasia, saliendo de su escondite, viendo cómo su madre se desplomaba por las escaleras. Carla terminó al final de estas, derramando sangre por sus oídos, nariz y boca, con los ojos abiertos. – ¡Mamita! –Volvió a gritar.

Raymond comenzó a bajar lentamente, escalón por escalón, hasta llegar al cuerpo ya casi inerte de Carla.

–Ray...mond. –Susurró levemente.

–Sabía que terminarías así, como merecen terminar todas las zorras. –Dijo, acercándose, mirándola desde arriba. Con un pie se encargó de darle un golpe en el estómago. Carla se dobló en dos.

Por favor. –Suplicó débilmente. –Llama a... una... ambulancia.

– ¿Ambulancia? Oh no, dejaré que te mueras aquí. –Espetó.

– ¡Mamá! –Chilló. – ¡Papá! ¡Déjala! –Gritó, suplicando mientras se acercaba al cuerpo de su madre. – ¡Mamá! ¿Estás bien? ¡Mamá, contéstame! –Anastasia comenzó a sacudirla, pero por parte de ella ya no había respuesta.

Escuchó cómo una carcajada resonaba por la sala, subió la vista y se encontró con su padre, riéndose de la forma más burlona posible. Aquellos ojos que eran solo un poco más claros que los suyos, destilaban cinismo, odio y a la vez satisfacción.

–La mataste. –Susurró, con lágrimas en sus ojos.

La mataste. –Susurró, con lágrimas en sus ojos.

Oh, sí. –Raymond siguió riéndose. Anastasia comenzó a llorar, viendo el rostro sin vida de su madre, sus sollozos comenzaron a resonar por todo el lugar. –Deja de llorar, mocosa, a menos que quieras terminar haciéndole compañía a tu madre.

Y a partir de ese día, nunca fue la misma.

**

Anastasia. –Ella volvió en sí, terminando de recordar todo aquello, dándose cuenta de que estaba llorando, lo primero que hizo fue darle una cachetada a Raymond.

Eres un cínico. –Se dispuso a irse, pero al girarse él volvió a agarrarla.

Escúchame, por favor. Me arrepiento de todo lo que hice pero...

– ¡No solo fuiste cruel con mamá, fuiste cruel conmigo! Me tenías como una sirvienta, no querías que fuese al colegio.

Tenía miedo de perderte, sabía que estabas resentida y... No quería que te fueses de casa.

– ¡Quería ir al colegio! Quería ser una niña normal, no una sirvienta, ¿tienes idea de cuantos años me atrasé por tu culpa?

–Pero... Ahora eres una exitosa abogada. Eso te hizo fuerte. –Le dijo, con cierto cinismo en la voz.

– ¡Oh, vamos! ¿A ti que te importa eso? –Comentó ella, limpiándose el resto de sus lágrimas. –Solo te importa el dinero, por eso diste brincos de felicidad al enterarte de que me iba a casar con Jack. Y te pusiste más contento al enterarte de que podías sobornarme. Sobornarme con dos malditos secretos, dos. –Le dijo, haciendo ese número con sus dedos.

Yo... No lo sé, estoy mal. Cada vez que notaba cómo me mirabas, con tanto odio, veía los ojos de tu madre, ustedes son muy parecidas y... No quería que ella me mirase así.

Nada justifica lo que has hecho. Nada justifica tus actos, actos que dañaron mi vida, mi infancia. La única verdad aquí es que eres un asesino, un cobarde, tan cobarde que no fuiste capaz de aceptar tu castigo, le mentiste a la jueza y yo quedé como una niña desquiciada. Espero que te pudras en el infierno, eso merecen los hombres como tú, que solo han lastimado sin importar nada.

–Sé que no me perdonarás pero... Solo quiero decirlo para aliviar mi conciencia.

– ¿Tienes conciencia? –Le preguntó cínicamente.

Yo... –Continuó, ignorándola. –Planeé tu secuestro con Jack. Él me dijo que no te haría daño y que te liberaría en cuanto Christian pagase el rescate, pero... No fue así, me preocupé por ti, pensé en rescatarte pero no sabía dónde estabas.

– ¡Eres un maldito cínico! –Anastasia volvió a alzar la mano para pegarle otra cachetada, pero él la detuvo, agarrándola bruscamente, provocándole un fuerte dolor.

Ah. –Se quejó ella.

–La sueltas. –Raymond se giró, Anastasia frunció el ceño al escuchar la voz de Christian. Su padre aligeró la presión levemente de su brazo, hasta soltarla. Él llegó hasta ella, agarrando su rostro con ambas manos. – ¿Estás bien?

Ella asintió levemente, todavía mirándolo con el ceño fruncido. Él le plantó un beso en la frente, después se colocó en frente de ella, de forma protectora. Anastasia agradeció aquello y lo abrazó por detrás, escondiendo su rostro detrás de su espalda, aspirando su aroma. Aquello era maravilloso; poder contar con alguien. Saber que alguien la estaba protegiendo. ¡Por fin! ¡Por fin había una persona que se preocupaba lo suficiente por ella como para defenderla!

Váyase de aquí si no quiere que llame a la policía.

– ¿Por qué la llamaría? No he hecho nada. –Contestó él, con aire despreocupado.

Ha hecho muchas cosas. Usted sabe perfectamente. Ahora, retírese y no vuelva a acercarse a Anastasia.

–Es mi hija. –Declaró.

–No vuelva a acercársele, dije. A menos que quiera que tome acciones legales.

–Nena... –Intentó interrumpirlo, pero su voz apenas se escuchó.

Váyase. –Repitió, mirándolo fijamente. Raymond alzó las manos en señal de rendición y tras dirigirle una mirada a Anastasia, se giró y se fue del parque. Ella lo abrazó más fuerte, Christian se giró y correspondió el abrazo, asegurándose de no lastimarla. – ¿Qué hacías aquí con él? –Le preguntó, mientras sobaba su espalda y le plantaba un beso en el cabello.

No sé. Quería hablar conmigo.

Vámonos. Tienes que guardar reposo. –Christian comenzó a caminar con ella, saliendo del parque.

Durante todo el trayecto estuvieron en silencio, ambos dejaron que sus mentes los llevasen a otro lugar, dejándose llevar por los pensamientos. Anastasia estaba pensando en qué iba a decirle a Christian, Raymond le había dicho que era su hija y... Seguro ya Christian sabía algo más, ¿qué le diría ahora?

La verdad. 

Pero precisamente tenía miedo de eso; de la verdad.

__________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Hola.....

¿Que les parecio el trailer? yo aun no lo supero NknjnckjsacjkSJCNJKNJKABSDJKB cosa perfecta oyooooo sjdkjasdjksab okya

Creo que en este capitulo se aclara todo sobre Ray, y pues le cambie los apellidos porque aja JAJAJ yo queria que Ana tuviera el Steele ajajjaa.

espero que les guste y nos leemos pronto.

Majito

Continue Reading

You'll Also Like

216K 26.9K 93
Creyó que abandonar a su familia en pos del amor eterno le brindaría la felicidad que siempre había soñado. Sin embargo la vida es mucho más difícil...
277K 20.1K 45
Los chicos de Beacon Hills jamás tienen un dia tranquilo, aunque últimamente han tenido tiempo para hacer cosas que los chicos de su edad hacen, vere...
22.2K 2.7K 47
Ariadna ha sido siempre la novia incondicional: capaz de sacrificarse a ella misma si es necesario. Después de todo, eso es lo que hacen las personas...
68.8K 6.4K 20
La leyenda dice que una noche, antes de que todo existiera, a excepción de los astros, en la Tierra cayó una gota de Luna creado un poder inimaginab...