Inmemorables Recuerdos {Harry...

By randomnessence

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-Los sueños... -suspiró- los sueños hacen de nuestra experiencia un maravilloso recorrido eterno. Una tarde... More

P R E F A C I O
Capítulo 1. Limón.
Capítulo 2. Mar: igual a los ojos de papá.
Capítulo 3. La caída al lago.
Capítulo 4. Bumblidore.
Capítulo 5. Un recuerdo diferente.
Capítulo 6. Una extraña presencia.
Capítulo 7. El ataque.
Capítulo 8. Un explosivo recuerdo.
Capítulo 9. Voces.
Capítulo 10. La apuesta.
Capítulo 11. El Armario.
Capítulo 12. Fawkes.
Capítulo 13. Navidad: Black y los Weasley.
Capítulo 14. McGonagall vs Maggie y los Merodeadores (Parte 1).
Capítulo 16. Un regalo para papá (Capítulo Navideño)
Capítulo 17. La persecución y el baile inesperado (Parte 3).
Capítulo 18. Una lluvia de recuerdos.
Capítulo 19. Lo Prometo.
Capítulo 20. Mamá: la pianista de la familia.
Capítulo 21. Lo único que tengo... son recuerdos.
Capítulo 22. La Tragedia I.
Capítulo 23. La Tragedia II.
Capítulo 24. La Tragedia III. Recuérdanos siempre
Capítulo 25. Nueve Años Vacíos.
Capítulo 26. El Limón y el pelirrojo
Capítulo 27. Selecciones Inusuales
Capítulo 28. Cabras, Descubrimientos y Decisiones
Capítulo 29. Un vistazo al pasado
Capítulo 30. Una última visita

Capítulo 15. La caída de McGonagall y el juego inesperado (Parte 2).

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By randomnessence



Continuación del capítulo anterior•

•McGonagall vs Maggie y los Merodeadores (Parte 2)•






—Y... cuéntame, Maggie, ¿qué te trae por aquí?

La niña mecía sus pies hacia adelante y hacia atrás mientras miraba el té fijamente. McGonagall carraspeó para llamar su atención y la niña dio un salto.

—¿Estás bien, pequeña?

—Eh... —Maggie parecía nerviosa, por lo que la profesora frunció el ceño—. Sí, sí... Estoy muuuy bien.

—"Muuuy" bien ¿eh? —la mujer transformó una pluma que tenía cerca en una pequeña cuchara y comenzó a revolver el té—. ¿Y tu padre? —la pelinegra elevó la mirada.

—¿Pa...?

—Sí, Maggie; tu padre —la bruja mantenía sus ojos clavados en la niña. Ésta cerró los puños y se mordió la lengua para obtener el valor suficiente para poder mirar su rostro—. Estás muy extraña... ¿Me dirás qué ocurre? —y fue entonces cuando le dio un sorbo al té. Maggie no pudo evitarlo y dio una patada de emoción, la cual la recibió el escritorio en el que se encontraba. Minerva enarcó una ceja y miró a la niña, quien ahora le sonreía nerviosamente.

—¿Y qué piensas hacer ahora? —le preguntó la pelinegra con una gran sonrisa. Minerva se encogió de hombros.

—Bueno... —gracias al cambio de tema, McGonagall apartó un poco sus pensamientos suspicaces y se limitó a pensar en qué podría hacer con Maggie—. Si te parece bien, una vez que termine mi té podría enseñarte algunos puntos importantes de la transformación y...

—¡Me parece bien! —chilló la niña, interrumpiéndola. Ansiaba ver cómo terminaban las cosas una vez que se acababa el té, por lo que estaría dispuesta a escuchar lo que fuera acerca de aquella materia.

—Bien. —McGonagall frunció el ceño—. Solo que hay un punto que debes recordar, Maggie.

La niña sintió un escalofrío recorriéndole la espalda mientras todo indicio de emoción abandonaba su organismo. Aquella mirada era tan intimidante que sintió la necesidad de gritar y de salir corriendo. ¿Cómo era posible que su padre lograra manejar aquello?

—¿Q-Qué es...? —logró articular.

No vuelvas a interrumpirme como lo has hecho. ¿De acuerdo?

La niña ahogó un suspiro y asintió con la cabeza. McGonagall le dio un nuevo sorbo a su té.

—Uh, esto está un poco fuerte... —añadió mientras volvía a revolverlo con la pequeña cuchara—. ¿Quieres una galleta?

—Nope, no, no; cómetelas tú, yo estoy bien así.

—Bien... —respondió la bruja entrecerrando los ojos.


• • •

—Sirius... Hey... —James le enterró un codo en sus costillas. El pelinegro se quejó—. ¡Sirius!

—¿Qué quieres?

—¿Qué te parece si vamos un momento a la sala común?

El pelinegro se detuvo y dejó que la corriente de alumnos desesperados lo arrastrara. James rodó los ojos y bufó.

—¿Y para qué queremos ir a la sala común? ¿No íbamos a buscar a Colagusano y a Lupin? —gritó Black.

James se abrió paso entre la multitud y tomó a su amigo del brazo.

—Así es —sonrió—. Pero ¿No te gustaría ir por algunas botellas de whisky? —James le dio un codazo y el pelinegro sonrió perversamente—. Así le ponemos un poco de emoción a la cosa, ¿qué tal?

—¡Andando! —exclamó Sirius de inmediato mientras señalaba al pasillo. James le dio un sorbo a lo que quedaba de la botella de whisky que traían y soltó una carcajada—. Es hora de empezar a planear la fiesta.


• • •


—Ma... ¿Te sientes bien?

—Claro, claro ¿por qué lo dices? ¿Me veo mal?

La profesora McGonagall yacía frente a uno de sus enormes estantes llenos de libros. Maggie reprimió una risita.

—Pues... —Minerva se volteó. Su cabello oscuro caía por su espalda—. Ma... —rio—, el libro que tienes en las manos...

—¿Qué con el libro? ¿Le ha pasado algo a este libro? ¡Oh no! —exclamó de repente. Maggie dio un salto en su asiento—. Sí, algo sucedió... Esto es obra de Black... ¡Black! Ese muchacho... Oh no, ¡Black! ¡Fue Black!

Maggie negó con la cabeza y por fin se dispuso a levantarse y ayudarla. Jamás había visto a su madre comportarse de aquella manera, ya que siempre era correcta en todos el sentido de la palabra, y no quería que se lastimara mientras actuaba de aquella forma y decía cosas sin sentido.

Según James, existían muchos tipos de "borrachos" (lo cual, según él, eran personas que quedaban inconscientes al tomar esa especie de bebida que Maggie jamás había visto), y explicaba que cada uno reaccionaba de manera distinta. Él sin duda quería averiguar cómo sería el comportamiento de Minerva McGonagall al perderse en el alcohol, pero sin duda la tarea de retenerla mientras él y compañía regresaban era más dura de lo que Maggie había imaginado.

—Ma... —la profesora había dejado de replicar y mantenía el ceño fruncido mientras observaba la cubierta del libro—. ¿Cómo te sientes justo ahora?

La mujer dejó de intentar leer el título y miró a Maggie. La niña sonreía dulcemente, por lo que su subconsciente le indicó que aquello era una trampa.

Stoy bien —balbuceó con el ceño fruncido; al parecer aquella taza repleta de alcohol le había afectado bastante.

La mujer trató de apoyarse en uno de los muebles pero resbaló en el intento, lo que provocó que se tambaleara y que su cabello se desarreglara aún más. Maggie negó con la cabeza, aunque aún mantenía una juguetona sonrisa trazada en el rostro.

—Ma... ¿No quieres que hablemos de algo? —preguntó para intentar hacer tiempo mientras intentaba acercarse a ella—. Tal vez... podrías contarme una historia, no lo sé... ¿Algo acerca de Pa? ¡Sabes que me encantan esas historias!

McGonagall la escuchaba atentamente con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido, pero al escuchar la palabra "Pa" su expresión se suavizó. Aunque Albus no estuviera allí, de alguna u otra forma su recuerdo lograba calmarla y cambiar su humor, lo cual beneficiaba a Maggie en varios aspectos.

—B-Bueno... —comenzó. La mujer se aproximó tambaleante a su escritorio y tomó el primer marco con una fotografía que encontró. Luego de tratar de visualizar la imagen se acercó a la pequeña pelinegra y la depositó en sus manos. Maggie sonrió al ver la fotografía móvil de su padre cargando a su madre como si fuera un costal de verduras en aquel fino marco de madera oscura. Soltó una pequeña carcajada al ver el rostro rebosante de alegría de Albus contrastado con la expresión exasperante de Minerva. Ambos eran bastante distintos, no podía negarse a ello; pero en el fondo sabía que aquellas diferencias los unían y hacían que se complementaran mucho más de lo que podría imaginar. Su sonrisa se ensanchó al notar que una pequeña bebé de piel extremadamente blanca, con unos grandes cachetes salpicados en pecas, de cabello extremadamente oscuro y de grandes ojos transparentes yacía sentada en el césped con el rostro manchado de papilla y riendo estruendosamente.

—¡Ahí estás tú! —exclamó McGonagall de repente. Maggie elevó la mirada y asintió con la cabeza. La mujer le sonrió dulcemente, por lo que la niña no tardó en devolverle el gesto. Era una sonrisa sincera, no podía negarlo; pero aquello la inquietó un poco. ¡Hace un segundo quería asesinarme con la mirada! ¡Sospechaba de mí, estoy segura! Y ahora... ¿Me sonríe? Pensó. Negó con la cabeza y clavó sus ojos en McGonagall. La mujer había dejado de observarla e intentaba acercarse vacilante al asiento más próximo.

—¿Ma, quieres que te ayu...?

Justo en aquel momento la mujer resbaló en el intento y cayó sentada al suelo.

—¡MIERD...!

—¡Hemos llegado, queridas damas! —interrumpió Sirius apareciendo por la puerta. McGonagall se frotaba la cabeza confundida mientras mascullaba unas cuantas maldiciones y Maggie mantenía sus ojos bien abiertos. Su mirada atravesaba a Sirius mientras él reía un poco. James apareció también en el umbral de la puerta con una gran sonrisa en el rostro.

—¡Minnie! ¡Maggie! ¿Listas para la diversión? —preguntó adentrándose a la estancia. Sirius corrió hacia Minerva y se sentó a su lado. Cruzó las piernas, se arregló el cabello y se balanceó hacia adelante y hacia atrás mientras esperaba que la mujer le prestara atención. McGonagall en cambio permanecía con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados; ya había dejado de maldecir y ahora miraba a James fijamente, atravesándolo con la mirada.

—¿Alguien dijo Minnie? ¿Alguien ha llamado a mi Minnie? —escuchó Maggie a las afueras de la estancia. Rápidamente apareció Dumbledore en el umbral de la puerta del brazo de Remus. El muchacho parecía un tanto aturdido y arrugaba el rostro, mientras que el director del colegio sonreía y detallaba la oficina alegremente. Sus ojos de inmediato se detuvieron en la profesora que yacía tumbada en el suelo.

—Awwwww —exclamó James—. ¡Siempre quise ver esto! Al parecer sólo hacía falta un poco de whisky para hacer que el romance floreciera libremente entre estos dos.

—¡Shh James! ¿Era necesario traer a Dumbledore? ¡Yo quería que Minnie por fin me prestara atencióoon! —lloriqueó Sirius.

—¿Qué le pasa a Sirius? Y, además, ¿qué han hecho con papá? —intervino rápidamente Maggie—. ¿Les han dado de ese... de esa cosa de fuego como lo hicimos con mamá?

—Bueno..., Sirius decidió adelantarse y tomó una botella por su cuenta; Dumbledore en cambio... —el azabache sonrió. Maggie soltó un suspiro—. No vimos nada de malo en traerlo también a la fiesta. Fue aún más fácil lograr que cayera que McGonagall, ¿cierto Puntos Locos?

—¡Woohoo! —exclamó el director levantando los brazos animadamente.

—No puedo creer que yo también sea parte de esto —murmuró Remus de repente, quien por fin decidió soltar a Dumbledore para acercarse a Maggie.

—¿Y tú qué haces aquí, Lunático? —le preguntó la niña. El castaño le rodeó los hombros con un brazo y le revolvió el cabello. James le dio otro sorbo a la botella de whisky de fuego que traía consigo.

—Estaba a punto de retirarme de la sala común para poder descansar cuando escuché el plan de James y Sirius. Ambos andaban buscando algunas botellas de whisky que tal vez hubieran logrado conservar de algunos de sus viajes secretos a Hogsmeade para camuflarla en la oficina de Dumbledore —explicaba el castaño—. No tengo idea de cómo diablos lo hicieron, pero lograron encontrar la bebida y pues...

—¡Ahí lo tienen! Hemos logrado que Dumbledore se uniera —concluyó James.

—Bueno... ¿Y Peter? —preguntó Maggie.

—Prefirió seguir durmiendo...

—No le dijeron nada, ¿cierto? —James sonrió.

—No los culpo, no estaban tan conscientes como para intentar convencerlo. Por lo menos yo logré intervenir y...

—Esperen... pero, entonces... —Maggie se volteó mientras seguía hablando, pero al sus ojos ver lo que estaba ocurriendo, hizo una mueca y enmudeció. Sus movimientos se detuvieron de inmediato al ver la escena de la cual sus padres eran partícipes.

—¿Quieren unirse a la cadena? —les preguntó Dumbledore alegremente. Remus abrió bien los ojos y James se atragantó con el whisky.

Ninguno de los tres se había dado cuenta, pero en cuanto Dumbledore se había despegado de Remus había corrido hacia su esposa y hacia Black para sentarse junto a ellos en el suelo. Nadie supo cómo, pero el hombre de ojos celestes había logrado cambiar el humor de la profesora y del estudiante. Ahora los tres yacían sonrientes y sentados en una fila recta, uno tras de otro mientras se trenzaban el cabello simultáneamente.

—¡Lo logré chicos! —exclamó Sirius, quien se encontraba justo al final; detrás de la larga cabellera de McGonagall—. ¡Logré tocar su cabello!

—Merlín, qué hemos hecho —exclamó
Maggie aún junto a Remus. James soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—¿Qué piensas hacer ahora, James? —le preguntó Lupin al azabache. Éste sonrió.

—No te preocupes, Lunático —lo tranquilizó—. Todo está arreglado. Esta va a ser una noche inolvidable.


• • •


—¿Una botella?

—¡Sí! ¡Una botella! —exclamó James fascinado. Remus miró de reojo a Maggie y soltó un suspiro.

—¿Qué diablos piensas hacer con esa botellita, Podder? —balbuceó McGonagall desde lejos. Dumbledore soltó una carcajada y le plantó un beso en los labios al escucharla decir "Podder". Maggie y Sirius arrugaron el rostro.

—¡Eees un juego! —exclamó el azabache. Lucía aún más sonriente y aún más perverso que de costumbre. Al parecer el whisky de fuego también comenzaba a afectarle.

—¿Todos tenemos que jugar? —preguntó Remus.

—¡No lo arruines, Lupinshito! —chilló Sirius, quien ahora intentaba abrazar a McGonagall—. ¡Será divertido!

—Yo... bueno... ¿Podría...?

—No me abandones, Remus... Por favor... —intervino Maggie.

El castaño arrugó el rostro e intento negarse, pero al ver el ambiente que los rodeaba —James ahora intentaba llamar a los demás para iniciar el juego, Dumbledore jugaba con el cabello de McGonagall y ella trataba de apartarse y rechazaba bruscamente (a manotazos) los intentos de Sirius por abrazarla— decidió que no podía dejar a Maggie allí. La niña le sonrió en señal de agradecimiento.

—¿Están sordos? ¡Les estoy diciendo que vengan para empezar a jugar! —chilló Potter.

—¡Pero quiero abrazar a Minnie, James!

—¡NO me llamo "Minnie", Bladck! —exclamó la mujer.

—¡Mi apellido es Black, no "Bladck"! —replicó él.

—¡Ah! ¡Qué hermosa noche! ¿No es así? —intervino Dumbledore con una sonrisa de oreja a oreja. Tanto McGonagall como Black detuvieron su pelea y miraron al director. Maggie se llevó una mano al rostro y negó con la cabeza.

—Esto va a ser más difícil de lo que pensé... —susurró.

—Tenemos que dejarlos jugar con esa botella —concluyó Remus.

—¿Qué? —preguntó la niña abriendo bien los ojos.

—Es la única manera para que se calmen. No podremos aguantarlos toda la noche si continúan actuando de este modo. ¡Parecen niños!

—Bueno... —Maggie les dio un vistazo y sin más asintió—. Está bien, pero... ¿Qué hacemos nosotros?

—Esperar a que se les pase el efecto —le indicó Remus—. Pero lo más difícil será seguirles la corriente mientras eso sucede.

—Ya lo creo...

—¡Fiesta! ¡Wooo! —exclamó Sirius volteándose hacia la profesora. Remus suspiró—. ¿Me acompaña, bella dama?

—Ni lo sueñes Black —chilló McGonagall indignada—. Primero muerta.

—¡Ah! ¡Qué dulce!


• • •

—Vamos a ver... —la botella giraba rápidamente en el suelo mientras Dumbledore, McGonagall, James, Sirius y Lupin yacían sentados a su alrededor. Maggie se mantenía sentada sobre el escritorio de su madre meciéndose hacia atrás y hacia delante con las piernas cruzadas.

—¡Quiero ser el afortunado! ¡Quiero empezar! —exclamó Dumbledore alegremente mientras aplaudía. McGonagall le sonrió.

—No, empezaré yo —intervino Black de mal humor. James soltó una carcajada y le dio un codazo.

—Que la suerte decida... —concluyó Remus—. Ya se está deteniendo.

La botella poco a poco fue perdiendo velocidad, hasta que finalmente se detuvo justo frente a McGonagall. La mujer frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—¡Te toca, Minnie! —chilló James.

—¿Cuántas vedes lo tengo que repetir, Podder? No me llamo "Minnie" —balbuceó seriamente.

—¡Que aburrido! ¡Hasta cuando está borracha es amargada! —chilló Sirius.

—Uhhhh, te dijeron borracha... —exclamaron Dumbledore y Maggie al unísono. McGonagall enrojeció.

—¡¿Cómo se atreven?! —chilló aturdida.

—¡No quiero morir, Potter, sálvame! —exclamó Sirius.

—Sirius no lo decía en serio, profesora... —intervino Remus, quien se encontraba al lado de la pelinegra. La mujer bufó y trató de tranquilizarse, aunque no perdió su oportunidad y le lanzó una profunda mirada asesina a Black.

—Gracias por intervedir, Remus querido —repuso la bruja—, siempre has sido un alumno excepcional.

—Claro, claro... Lunático es genial, todos lo amamos ¿no? Pero yo soy tu preferido, Minnie.

—¿Y quién te dijo esa mentira, Bladck?

—¡Uhhhhh!

—Esto se va a poner bueno, Pa, ¿no lo crees? —le susurró Maggie a su padre con una sonrisa mientras los restantes discutían el mismo tema.

—¡Por supuesto! —respondió el castaño alegremente—. Espera a mi turno y verás.

—¡Bueno, bueno! Eso no importa ahora —repuso Remus—. Madam profesora, es su turno.

—Vamos a ver... —James colocó una de sus manos sobre su barbilla—. ¿Qué tal si...?

—¡RÁPIDO, MINNIE! ¿VERDAD O RETO? —chilló Sirius. McGonagall frunció el ceño, aunque de todos modos cedió y respondió:

—Reto.

—¿Reto? —exclamó Remus con los ojos bien abiertos. Podría haber jurado que la mujer escogería verdad.

—¡Bien Min! ¡Riesgos! —exclamó Dumbledore. La mujer le guiñó un ojo.

—¿VIERON ESO? —exclamó Sirius boquiabierto.

—Sirius... contrólate... —el pelinegro negó con la cabeza—. Bueno, ignoremos a Canuto por ahora («¡Hey!»). A ver... profesora, la retamos a...

—¡A que bese a Dumbledore!

—Ese ni siquiera es un reto real, James.

—Pero...

—No, no funciona —concluyó Lupin—. Mejor la retamos a...

—¡A que se beba una botella de whisky de fuego entera! —intervino Black.

La estancia se sumió en silencio. Dumbledore y Maggie ahogaron una risa mientras se tapaban las bocas con sus manos y Remus enarcó una ceja.

—No creo que sea lo más apropia...

—Acepto. —Interrumpió McGonagall.

La mujer rápidamente tomó la primera botella que encontró, le quitó la pequeña tapa y se la llevó a los labios; bebiéndose todo su contenido sin siquiera detenerse a respirar. Sirius soltó una carcajada y James se le unió, mientras que Remus permanecía impactado observando la escena.

—Le doy un diez —concluyó James.

—Estoy de acuerdo —añadió Sirius.

—Wow... —balbuceó Remus.

—Cierra la boca, Lupin; que esto apenas está empezando.

—¡Me toca lanzarla! —chilló Dumbledore acercándose. Rápidamente volvió a poner en movimiento a la botella, la cual luego de un tiempo se detuvo justo frente a Remus.

—Oh no... no, no, no, no...

—¡QUIERO IMPONER UN RETO! —chilló Sirius frotándose las manos maliciosamente.

—Yo no he dicho qué he escogido —intervino el castaño. Maggie soltó una carcajada.

—Esa respuesta por obvias razones nos indica que has escogido verdad. —Razonó McGonagall rodando los ojos.

—A ver, Lupin... —inició James sonriendo—. ¿ALGUNA VEZ HAS BESADO A UNA CHICA?

El castaño de inmediato se tiñó de rojo e incluso pareció encogerse mientras negaba ligeramente con la cabeza. James y Sirius soltaron estruendosas carcajadas y chocaron las palmas de sus manos.

—Aw, ¿es eso verdad, Ludpin? —preguntó McGonagall compadeciéndolo. Remus asintió ligeramente con la cabeza y enrojeció aún más—. No te sientas mal... —la mujer se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Remus abrió bien los ojos—. Ahora puedes decir que una mujer te ha besado a ti.

Lupin sonrió y le hizo un gesto con la cabeza a la profesora en señal de agradecimiento. Volteó hacia sus amigos y notó que Sirius lo miraba receloso, además su rostro instantáneamente se había teñido de rojo.

—¿Celoso, Black? —le preguntó mientras sus cejas castañas ascendían y descendían en su frente. El pelinegro bufó y clavó sus ojos en la profesora; quien observaba sus pulcras uñas mientras silbaba.

—Ya quisieras —murmuró—. Minnie me besará también ahora, ¿cierto, Minnie?

—Ya quisieras. —Le respondió la profesora mientras le dedicaba una gran sonrisa.

—Bueno, bueno; mi turno —indicó James mientras volvía a poner en movimiento a la botella—. Genial —murmuró unos segundos más tarde—. Maggie ni siquiera está jugando y ha resultado ser la favorecida.

—¡QUIERO CUMPLIR UN RETO! —chilló la niña levantándose de un salto y colocándose una mano en la frente—. Juro solemnemente que no los decepcionaré, compañeros.

—Por mí está bien, ¿qué es la vida sin un poco de diversión? —añadió Dumbledore con una sonrisa de oreja a oreja.

Albuf...

—¡RÁPIDO MAGGIE! ¡TENGO UN RETO PARA TÍ! —chilló Black antes de que McGonagall pudiera interferir. El pelinegro también se levantó del suelo de un salto y cargó a la niña en sus brazos. McGonagall chilló furiosa—. Debes decirle a algún estudiante que lo amas, ¿hecho?

—¡Hecho!

—¡Maggie!

—¡Mamá!

—¡No!

—¡Papá!

—¡Minerva!

—¡Albus!

—¡Minerva!

—¡No!

—¡Papá!

—¡Minerva!

—¡Sirius! —chilló el pelinegro con una gran sonrisa. Todos los restantes dejaron de hablar y lo miraron fijamente—. Okay no, eché el momento a perder ¡Nos vemos luego! —Y sin más salió corriendo del salón de clases de McGonagall con Maggie en brazos.

—¡Sirius Oreo Bladck! —chilló la profesora.

—Min, "Oreo" es una galleta, no su nombre...

—¡ES BLACK, MUJER, NO BLADCK! —chilló el pelinegro mientras se alejaba.

—¡NO ME IMPORTA! ¡TRAE A MI HIJA EN ESTE INSTANTE!

—No ¡jaja! —y sin más desapareció por los pasillos.

—¡Lo voy a matar! —rugió la pelinegra saliendo tras él.

—Ah... Eras un buen compañero, Sirius —concluyó James una vez que ambos desaparecieron. Dumbledore soltó una carcajada.

—Oreo ¡Jaja! ¡Oh mi Minerva! Por eso la amo...

—Ya se le subió al viejo también —exclamó James.

—Sep —concordó Remus—. Qué tarde tan maravillosa nos espera...

—Je, hay que ver el lado positivo... Por lo menos no se nos ha acabado el whisky de fuego.



CONTINUARÁ.

»Dedicado a IamCronamenta. La compañera que me ayudó en mi confusión por los retos~

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