Diez pasos para conquistar a...

By TecnoLife483

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Inglaterra se da cuenta que todo ese nerviosismo que le causa Japón, son síntomas del amor. Todo el mundo (li... More

Prólogo
Paso #1
Paso #2
Paso #3
Paso #4
Paso #5
Paso #7
Paso #8
Paso #9
Paso #10 • Parte 1
Paso #10 • Parte 2
Extra
NOTA

Paso #6

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By TecnoLife483

Pídele una cita.

"La tercera oportunidad es la vencida. Las opciones se te presentaran en bandeja de oro, no te preocupes al equivocarte, siempre en el tercer intento recibirás tu recompensa".

Puras y grandes mentiras. Este era ya el décimo intento y la maldita puerta aún no abría.

Arthur volvió a dar cinco vueltas a la derecha y seis a la izquierda, pero la llave no parecía reaccionar a ninguno de sus ruegos internos. Y si no fuera lo peor, la vergüenza por tener a Japón a su costado también crecía.

—Déjeme intentarlo, usted parece estar algo... nervioso.

El rubio giró el rostro para ver al oriental. Francamente no sabía a qué se refería; sin embargo, su duda fue contestada cuando Japón le señaló la forma extraña en como sostenía la llave, consiguiendo que esta no entrara bien en el ojo de la cerradura.

Resignado, Arthur le entregó la llave de la habitación a Kiku, rozando su mano contra la ajena. Un suave choque eléctrico cayó en la columna vertebral de ambas naciones, adquiriendo un sonrojo notable en sus mejillas. Los dos decidieron pasar por inadvertido aquella sensación. Japón en su camino por olvidar sus sentimientos hacia Inglaterra y este último para que sus piernas no cedan en cualquier momento.

Entonces Kiku, en un toque ligero entre la llave una la cerradura, logró abrir la puerta dejando a sus espaldas a un boqui-abierto anglo. 

Cuando los dos ingresaron, el chico de occidente permaneció observando como Kiku se mostraba embelesado con su entorno. Listo o no, estaba determinado a no dejar pasar la oportunidad. Japón no saldría de esa habitación sin haber escuchado su declaración de amor.

Por su lado el oriental estaba luchando internamente para no morir ahí mismo de un sangrado nasal. ¡Estaba dentro de la casa su amor platónico! ¿No era esto igual a sus sueños fangirl que siempre tenía? Entonces se dio el lujo de observar cada objeto de aquel departamento. De rincón a rincón. Cada pintura, cada esquina, cada adorno; embriagarse con el olor tan Inglaterra.

—Todo es tan hermoso. —confesó Kiku.

Arthur sonrió y pasó por delante del moreno para estar más cerca.

—No me gusta los lugares ostentosos, así que le pedí a mi reina que me dejara tener permanentemente este lugar y acomodarlo a mi gusto. Traté de adecuar las cosas para que le dieran un toque elegante.

Kiku, al estar tan absorto en su entorno, tardó en darse cuenta en como su acompañante estaba peligrosamente cerca. El corazón de Japón palpitó con brusquedad, obteniendo un color de un cerezo en sus mejillas, no tan diferente al rostro de Arthur. Entonces el pelinegro se alejó para que su nerviosismo no fuera no notado.

—¡E-ese cuadro...! —Japón señaló una de las pinturas de la pared colindante a ellos— E-Esa pintura es hermosa...

Inglaterra se fijó en donde su invitado le señalaba. 

"Romeo and Juliet" —susurró Kirkland.

El británico se acercó a la pintura siendo seguido del pelinegro quien, deslumbrado, no pudo evitar tocar con la palma de su mano el marco del lienzo.

—¿Sabes?, esta pintura es una representación de la obra dramática de un escritor de mi casa. Narra la historia de dos jóvenes enamorados que, a pesar de la oposición y rivalidad de sus familias, deciden casarse de forma clandestina y vivir juntos; sin embargo, la presión de esa rivalidad y una serie de fatalidades conducen al suicidio de los dos amantes. La muerte de ambos, supone la reconciliación de las dos familias.

El silencio reinó por unos momentos el lugar, mientras el ambiente daba paso a un aire de melancolía. "Un amor prohibido", fue el pensamiento de ambas naciones.

Y si algún día sus respectivos aliados y jefes se llegaran a enterar que se enamoraron de quien alguna vez fue su enemigo, ¿acaso se opondrían a ese amor?

El silencio, que alguna vez fue reconfortarte, ahora solo era incómodo.

Inglaterra sonrió, una idea se coló por su cabeza. Comenzó a caminar en dirección contraria a donde se encontraban, fijo a su decisión. Cuando Japón quiso seguirlo, el anglo lo detuvo.

—¿Puedes... quedarte aquí por un momento? Yo... iré a traer algo que te gustará. —sonrió no tan confiado.

Japón asintió confundido, para al instante ver como Arthur huía del lugar. Más resignado que tranquilo, sólo le quedó acomodarse en unos de los grandes sofás de aquella sala.

—A pesar de todo, Inglaterra-san debe sentirse muy solo viviendo en un lugar tan grande sin nadie que lo acompañe... Yo podría hacerlo aun si él estuviese enamorado de otra nación. —suspiró despacio, agachando la cabeza y jugando con sus manos.

Rápidamente se dio una cachetada. No era la nación francesa quien se encontraba en ese lugar junto a Inglaterra, sino él, el gran imperio japonés. ¡No debía menospreciarse de tal forma!

Sin embargo, no pasó mucho tiempo torturándose ya que unos golpes en la puerta llamaron su atención. No supo si sólo era parte de su imaginación o algún juego de su inconsciencia, pero al instante la realidad le hizo a volver a escuchar los mismos retumbos. Quería avisarle a Inglaterra, pero eso significaría interrumpir lo que estuviese haciendo dentro de la cocina. Así que, rendido, se dirigió a la puerta.

Al abrirla, se topó con una imagen que no esperaba: Frente suyo se encontraba una señorita de cabellos castaños recogidos en una cola alta y unos lentes oscuros, la cual que se hallaba de pie frente al umbral de la puerta con una enorme y muy extraña sonrisa.

—¿Buenas... noches? —resopló el oriental frente a la presencia de la mujer— Disculpe, ¿busca a alguien?

—Discúlpeme usted a mí, joven. —chilló la mujer, sonriendo aún más— No quise interrumpir el nido de amor de usted y su... —carraspeó— pareja. Sólo vengo a entregarle esta carta que ha llegado a recepción. Usted es Kiku Honda, ¿verdad?

Japón se sorprendió. ¿Por qué una carta, que iba dirigida a él había sido mandada al departamento de Inglaterra? Esto era muy extraño, tanto o igual como la chica que sonreía cada vez más perturbadora, y quien ahora leía la carta que le supuestamente pertenecía.

—¡Espere! ¿Acaso esa carta no es mía? Mejor démela y yo...

—¡OH! Parece que tiene una cita~

—Una... ¿cita?

. . .

—¡Listo! Realmente espero que le guste... —habló entusiasmado nuestro ex pirata favorito junto a una pose triunfadora haciendo juego con sus guantes de cocina— Aunque todo el mundo esté en contra de mis scones, estoy casi seguro a Japón le gustará. Él no se deja guiar por los comentarios de los otros países...

Sabía que oriental era absolutamente diferente a las demás naciones; empezando por su forma de ser, pasando por su físico y terminando a su cultura. Todo en él era hermoso y nadie podía comparársele. ¿Cómo fue que no se dio cuenta de lo enamorado que estaba de esa pequeña y fuerte nación? Los sonrojos súbitos y los tartamudeos debieron darle alguna señal.

—Pero ahora no desaprovecharé este momento. —confesó con osadía, recogió la bandeja con los bocadillos y se encamino hacia la sala. 

Su cabeza estaba llena de pensamientos positivos, donde se imaginaba declarando su amor a Kiku, y este, con una sonrisa en sus labios, le respondería un "Sí" rotundo. Pero mientras más se acercaba a su destino, los pasos de Arthur fueron disminuyendo, haciendo que el eco de la sala se apagará por completo. Negó con la cabeza y dejó la bandeja en la mesita central. Se quedó de pie unos segundos, caminó por alrededor del sofá, buscando con la mirada por todos los espacios. Dio un vistazo por detrás de las cortinas y por debajo de la alfombra. Revisó las habitaciones secretas... y nada.

¡¿Dónde rayos estaba Japón?!

Inglaterra se aferró de los cabellos y empezó a caminar por toda la habitación. Era la oportunidad de su vida y Japón se había perdido en su propia casa. ¡En su territorio! Si los Ejes se enteraban sin titubeo lo asesinarían.

—O acaso... —se detuvo en seco— Japón se aburrió de esperarme y se fue...

Esa idea tampoco le animaba, quiso morirse ya de por sí. Observó sus scones aún calientes y se dio pena así mismo. Pero entre la penuria, algo más llamo su atención. Debajo de donde había colocado la bandeja, divisó un sobre rosa.

Sin delicadeza lo tomó y abrió con una paciencia extraordinaria. Esa letra se le era sospechosamente conocida, pero no le dio importancia a ello, sino al contenido. Lo releyó por cuarta vez y seguía pensando que era algún tipo de broma pesada. Arthur, ya sin refutarse, se dirigió al espejo cercano y observó su confuso rostro e intentó peinar su rubia cabellera; guardó unos cuantos scones para el camino y salió del departamento. 

Aquella carta le hizo saber que esa noche sería infernal, incluso recordar lo escrito le hacía preguntarse si es que seguía manteniendo su dignidad como para obedecer a algo tan irracional.

"Estoy seguro que leerás esto después de haber buscado a Japón en tus habitaciones secretas. Bien, iré al grano. Tu amado se encuentra ahora mismo en el restaurant "Ripley Louvey", en el centro de la ciudad.

¿Qué hace en ese lugar?

Esperándote.

¿Por qué?

Tienes que venir a averiguarlo.

Ven solo, sin tus amigos imaginarios. Lo único que necesitaras será tu presencia y tu fuerza de voluntad. Te esperamos.

Oh... creo que lo escribí mal.

Kiku te espera."

. . .

—Esto es absurdo hasta para mí.

—Si no te callas te golpearé.

—¿Tú y cuantas más, marimacha?

Un albino y una castaña discutían por tercera vez en lo que iba de la noche. Ambos estaban dentro de la cocina del elegante restaurante, junto a unos pobres cocineros quienes fueron obligados a trabajar sin pago extra.

—¡Hungría! —apareció Bélgica, dando saltitos—, ¡amé tu actuación como repartidora de cartas! Eres una gran actriz.

—Sabes que no fue nada. —sonrió más que feliz— Todo sea por la felicidad de ese par de tórtolos y por el yaoi.

—Yo aún sigo sin entender porque estoy vestido como cocinero cuando no sé ni freír salchichas.

—Eso es porque eres el alma de la fiesta, Gilbert. Claro, después del héroe, ¡ósea yo!

El gringo favorito por los dueños de Walldonacs hizo su aparición, comiendo unas de sus tradicionales alimentos rutinarios.

—¡A ti es a quien quería ver! Dime, ¿Japón ya está en su lugar?

—¡En efecto, mi amigo albino! —gritó el estadounidense— Ahora sólo debemos esperar a que las luces estén en su lugar y-...

Estados Unidos no siguió su frase al escuchar como la puerta se abría. Los corazones de las tres naciones se detuvieron; quizás el de Alfred por tanta chatarra que comía, pero el de los demás porque sabían que eso podía significar sólo una cosa.

A la expectativa de todos, Francia apareció con su sonrisa triunfal. Las naciones presentes esperaron impacientes alguna noticia del recién llegado, pero solo vieron como este se acercaba a una camarera que se encontraba cerca. Hungría le arrojó su sartén y Francis recobró su puesto.

—Deberían relajarse —resopló Francis con un chichón en la frente— Bueno, empecemos con el plan.

—¿Te refieres a que...? —musitó Bélgica.

—Arthur acaba de llegar.

Paso #6: COMPLETADO. 

.

.

.

Espero que estés disfrutando de este libro, fue hecho con mucho aprecio para ti. 

Ahora, necesito de su ayuda. Deseo agregar a un antagonista, ya saben, para ponerle sabor a la historia. Aunque claro, todo será en tono de humor absurdo como ya los tengo acostumbrados. 

¡Nos leemos luego!

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