La Leyenda de Spyro: El Reino...

By Tales_of_Voyalius

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La historia toma lugar justo después de los acontecimientos desatados en Dawn of the Dragon. El planeta se ha... More

Capítulo 1: Las Islas Lejanas
Capítulo 2: Warfang
Capítulo 4: Templo de Piedra
Capítulo 5: Dos Caminos.
Capítulo 6: Valle de Avalar
Capítulo 7: El Legado de la Oscuridad
Capítulo 8: El Despertar
Capítulo 9: Las Ruinas Olvidadas
Capítulo 10: La Biblioteca Abandonada
Capítulo 11: La Encapuchada
Capítulo 12: La Nueva Aliada
Capítulo 13: Los Tres Sabios
Capítulo 14: El Acto Final
Capítulo 15: Los Dragones y el Hada
Capítulo 16: Witchenly
Capítulo 17: La Misión de Bianca
Capítulo 18: Ojos de Cristal

Capítulo 3: Golem

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By Tales_of_Voyalius

Hubo un silencio, sólo roto por las respiraciones agitadas que éstos soltaban, que iban incrementándose cada segundo, y los distantes murmurios de las voces de los ciudadanos. Terrador intentó no perder la consciencia: Cyril abrió perplejo los ojos y desplegó las alas con estupefacción. Comenzaron a intercambiar miradas, buscando que el uno le dijera al otro qué hacer en esta situación, pero ninguno supo que decir y volvieron a fijarse en la libélula. Sparx continuó comportándose como lunático.

— ¿¡ESTÁS CUERDO!? —Rugió Cyril, paralizando a Sparx como consecuencia—. ¡DECIR TAL DISPARATE NO ES ASUNTO PARA JUGAR!

— Pero yo...

— ¿¡NO RECUERDAS QUE TU HERMANO Y SU COMPAÑERA TUVIERON QUE DAR SUS VIDAS PARA VENCERLO!? ¡ESTAMOS MUY CANSADOS Y NO TIENES QUE IR DICIENDO ESO EN PÚBLICO! —Dijo furioso Cyril, azotando el suelo con la cola.

— Yo sólo...

Terrador caminó unos pasos para ponerse delante de Cyril, interrumpiéndolo de su regaño, y haciendo que él lo mirara abrumado. Sparx se recargó contra los cuernos del guardián de la tierra, aliviado de no tener que escuchar más los gritos del frío dragón azul.

— Basta. Sí Sparx dice que el golem ha despertado, debe ser verdad —Dijo Terrador con paciencia.

Cyril volvió a guardarse los insultos, murmurando palabras como un niño castigado al que no le dejaran salir por un rato y vigilando estrechamente a Sparx por el rabillo de sus ojos cristalinos y penetrantes. Terrador miró a Sparx nuevamente.

— Guianos —Pidió amablemente. Sparx aceptó.

— Tengan cuidado cuando lo vean, porque es muy sensible —Les añadió la libélula y empezó a volar.

Los guardianes fueron siguiendo a Sparx, que volaba en línea recta, hasta que lo vieron doblar una esquina e hicieron lo mismo, casi se estrellaban entre sí por la rapidez que había tomado éste. Llegaron a la plaza central y continuaron siguiendo a la pequeña luz voladora. Luego se dieron cuenta de que la calle en la que iban se estaba llenando cada vez más de criaturas: los topos, los leopardos y hasta los dragones.

Los civiles observaban al oeste, quienes no ponían demasiado atención en lo que hacían, y en el rato que tardaron para descubrir en lo que había en aquella dirección, intercambiaron unas cuantas miradas de preocupación entre ellos. De vez en cuando, algunos murmuraban: « ¿Cómo vamos a salir de ésta? » o « ¡Debe ser una señal! ¡El Maestro Oscuro volverá! ».

— Ahí está la cabeza de ese monstruo —Dijo Sparx, mirando hacia arriba a través de las puntas de los edificios— ¿A qué no se ve poco usual?

Un bulto de piedra carmesí aparecía en el horizonte de los edificios, en aquella misma dirección.

— No perdamos más tiempo aquí. ¡Andando! —Gruñó Cyril, alzando vuelo, expulsando un aire poderoso, y arrasando accidentalmente a la libélula.

— ¡Ahora ya me crees! —Repuso el insecto amarillo, ofendido y retomando la postura, acordándose del último regaño.

De repente, Sparx se cubrió con los brazos y fue empujado hacia atrás al haber recibido otra bofetada de viento. Le costó otros segundos más en recobrar el vuelo. Miró arriba indignado y descubrió que Terrador había salido disparado siguiendo al dragón de hielo, era sorprendente la velocidad que podía tomar a pesar de su tamaño robusto y pesado.

— ¡Oye! —Mustió Sparx, irritado—. ¿Ya nadie respeta al Asombroso Sparx?

Entonces, como si fuera un pequeño berrinchudo, empezó a seguir a los guardianes. Ellos se iban perdiendo de vista al mezclarse con los edificios de Warfang. Sparx tuvo que acelerar el vuelo, pero asegurándose de estar en una distancia irónicamente lejos de ellos, mientras se cruzaba los brazos con rencor.

— Con que... Es cierto que continúa vivo —Susurró Cyril, mirando mal al objetivo y poniendo un tono de desprecio.

Los dragones dejaron que las alas fueran perdiendo altura, y Terrador vio una gigantesca roca viviente ocupando la mitad de una calle, lleno de más civiles que en la zona anterior.

— ¡Intentemos ser cuidadosos! ¡Según Sparx, es delicado! —Explicó Terrador, serio—. Sí lo atacamos ahora, podría repetir esa catástrofe.

Cyril, de mala gana, asintió. Los guardianes descendían más y más. Entre los edificios destellaba ya el borde una gran cabeza rocosa y roja. Abajo lo rodeaban una multitud curiosa, más de topos que de otras especies.

— ¡Con permiso! —Exclamó Cyril cuando, con un ligero revoloteo, tomaron contacto con el suelo. Su aviso causó que el grupo les diera espacio suficiente para cruzaran y llegaran frente al ser que una vez consideraron como enemigo mortal.

— Así que aún no has muerto... Golem —Comentó Terrador, analizando desde abajo hasta arriba al titán, con desconfianza y un poco sorprendido.

En efecto. Era un monstruo de tamaño similar al de un enorme edificio. Su cuerpo estaba compuesto únicamente por lava, que era visible desde su pecho hasta el cráneo, y de su boca escupía magma como saliva. Sus extremidades inferiores eran iguales a las de una araña, cuatro en total, y las superiores eran brazos colosalmente enormes, sólo que el izquierdo, en lugar de ser una mano rocosa caliente, era partes superiores de un edificio con forma de mano. Tenía una cola larga llena de picos en la punta. Aquella temible criatura estaba apoyado de espalda contra un edificio y observaba curiosamente a su alrededor, como si fuese un niño perdido, e increíblemente no atacaba a nadie, a pesar de que éstos toqueteaban sus múltiples piernas, dándole golpecitos suaves, tomándole medidas, registrando su estructura y otras cosas.

Terrador continuó plantado, como estatua, supervisando la actitud infantil y sospechosa del monstruo colosal de fuego.

— ¡Ven! ¡No fue mentira lo que dije! —Recalcó Sparx, llegando con ellos.

Le pareció que su comentario no había llegado a los oídos de Terrador ni de Cyril, que paseaba con la mirada buscando un integrante de confianza que haya investigado al Golem, y luego él plantó su cabeza de serpiente sobre el cuerpo diminuto de un leopardo. Era de color gris, tenía una túnica verde marino y llevaba en una mano un pergamino color arena y en la otra una pluma blanca de escribir. El felino retrocedió un paso al sentir al dragón, y lo miró fijamente.

— Disculpad. ¿Puedes explicarme cómo paso esto? —Preguntó Cyril al leopardo mientras que El Golem se comía un bulto de carbón que le habían dado los topos.

— No, no sé muy bien qué sucedió pero creo que esa libélula tuvo algo que ver —Mencionó el leopardo gris, señalando con la pluma a la libélula—. Huyó del lugar segundos después que salió Golem de los escombros, y vino de regreso con ustedes.

En aquel momento, se oyó un quejido pequeño que Cyril reconoció al instante y automáticamente se giró hacia él, descubriendo al insecto que trataba de escapar volando y lanzándole una mirada asesina. La libélula quedó petrificada al recibir su mirada.

— ¡Será mejor que me retire! ¡Con permiso! —Dijo el leopardo gris, dándose la vuelta y escapando del regaño que se venía.

Entonces, Cyril caminó hacia la libélula, parándose frente a ella, y ésta guardó silencio mientras movía con pánico los ojos, en todos lados para no mirar directamente al dragón de hielo.

— Así que... —Dijo Cyril.

— ¿Qué tal la investigación? —Dijo Sparx, poniendo lo que él consideraba una voz alegre y encantadora.

— ¿¡Qué fue lo que hiciste!? —Preguntó Cyril en un tono aterrador.

A pesar de que era obvio que Sparx era bastante bajo y pequeño que el tamaño gigante del guardián, se redujo mucho más cuando Cyril descargó su ira sobre él.

— ¿¡Tú conseguiste revivirlo!? ¿¡Cómo pudiste atreverte hacer tal tontería!? ... A este paso conseguirás revivir hasta el Maestro Oscuro... ¿¡Tienes idea de lo terrible que va hacer ahora para ti y para todos!?

— Tienes suerte que no haya atacado a nadie —Murmuró Sparx.

— ¡PUES PODRÍAS APRENDER A PELEAR PARA QUE SE TE QUITE LO INÚTIL! —Gritó el guardián del hielo, dándole un suave golpecito en la espalda con la cola—. Ahora por favor da un poco de tu parte y resuelve este misterioso.

Sparx se sobó la espalda con la mano, soltando gemidos de dolor, y, con uno de sus ojos, miró al dragón de hielo. Cyril parecía que iba a estallar de rabia en cualquier segundo.

— ¡Yo no tuve nada que ver! —Replicó Sparx, pero cuando se iba a poner serio para confrontar a Cyril, quién le lanzó una advertencia furiosa con la mirada, la expresión se le aflojo—. Bueno, tal vez se me cayeron unas gemas de mis manos y casualmente pararon en su maldita cabeza.

En aquel momento apareció saliendo de la multitud Terrador, que había escuchado la reprimenda de Cyril, y que, dando un resoplido de negación, se enfocó en Sparx, dejándole más presionado de lo que ya estaba.

— ¿Cómo? —Insistió el dragón de hielo a la libélula.

— ¡No lo sé! ¡Paró y comenzó actuar así! —Señaló a Golem con el dedo.

Cyril y Terrador echaron una mirada rápida al titán de lava. Carcajeaba ladeando los brazos en el aire, sacudiendo con su risa la ciudad entera y aterrorizando inconscientemente a sus habitantes. Casi derrumbaba una pequeña parte de un edificio, que se hallaba peligrosamente cerca de él, con su prótesis de mármol blanco. El grupo que estudiaba sus extremidades, con golpes suaves de martillos pequeños, que eran la causa de su poderosa alegría, se fueron alejando de éstas y clavaron sus vistas en Golem, que dejó de reír y permaneció mirándolos con curiosidad. Como dijo Sparx, había un objeto de color arcoíris, que los guardianes supusieron que eran las gemas, brillando sobre la frente del colosal de piedra.

Golem utilizaba la energía que absorbía a través del Cristal Oscuro, como una fuente de vida, antes de que fuera destruido por Spyro y Cynder —Explicó Terrador, acercándose al titán mientras que sus compañeros lo seguían.

Los civiles iban abriendo espacio para los guardianes. Ellos consiguieron caminar con más libertad. Se acercaban más al monstruo de piedra. En aquel momento, Cyril suspiró derrotado y Sparx permaneció con los dedos sobre la barbilla, pensativo.

— Mmm... Hablas de que... ¡Está sustituyendo ese feo cristal negro por esas gemas y por eso es alguien bueno! —Concluyó Sparx con gran interés.

— Lo que hablas son: ¡Patrañas! Y de las grandes —Interrumpió el dragón de hielo con desconfianza—. ¿Me estás diciendo que mágicamente se redimió con sólo reemplazar su cristal por una gema cualquiera?

— Es raro, p-pero, ¡es una posibilidad! —Respondió Sparx, dudando de su teoría.

Terrador miró encima del hombro al dragón de hielo, con seriedad.

— Cyril, ¿y si tiene razón? No podemos descartar la posibilidad de que la pureza de las gemas lo hayan vuelto un ser del bien.

— Aun así, viejo amigo, te sugiero que actúes con la máxima cautela... —Titubeó Cyril, al ver que la roca viviente aplastaba un carril vacío con la mano buena— . No sabemos lo que es capaz de hacer y nuestra prioridad es proteger el mundo de todo mal.

— De acuerdo. Probaremos sus intenciones e intentaremos llegar al fondo del asunto —Dijo Terrador, volviendo la vista hacia el camino.

Sparx parpadeó, incrédulo con lo que acababa de oír, y voló delante de los guardianes, mirándolos con miedo.

— Un momento... ¿Van a atacarlo o algo así? —Les preguntó la libélula.

— Tranquilo. Sólo vamos a ver cómo actuará al vernos. Nos puede atacar, sí es que aún nos recuerda, o probablemente nos trate como simples extraños —Confirmó Terrador, sonriéndole con seguridad para que se sintiera mejor.

Eso consiguió calmar a Sparx, que suspiraba más tranquilo, pero igualmente Cyril tenía sus dudas al respecto, y siguieron caminando.

Salieron de la multitud y, haciendo que las criaturas se alejaran del lugar, llegaron delante de las piernas del titán, que se movían en varios sentidos, pero Golem aún continuaba quieto. El monstruo de piedra clavó profundamente su mirada en ellos, inclinando la cabeza con curiosidad y ternura. Antes de que comenzaran a hablar con él, Terrador pudo ver un instante un par de barriles llenos de carbón y carriolas rotas. Imaginó que los civiles lo dejaron para que Golem los utilizara como comida y juguetes.

— Todo parece indicar que está domesticado —Opinó Cyril de pronto—. ¿Qué sugieres, Terrador?

Sin respuesta, Terrador observó cuidadosamente a Golem. Le pareció que trataba con un niño pequeño, porque no conseguía hallar su atención a pesar de que lo intentó llamar con gritos fuertes y agitar las alas hacia arriba, como si estuviera haciendo señales. Luego se dio cuenta de que en realidad Golem veía otra cosa, siguiendo los movimientos de alguien más con la mirada: de manera diagonal, horizontal, vertical y después permaneció inmóvil. Lo miró fijamente, y al mismo tiempo no, Terrador supo que Golem no lo estaba viendo... Sino a algo que tenía encima, planeando sobre sus cuernos.

— Por los Ancestros... ¿Qué significa esto? —Preguntó Cyril sorprendido, desde el lado izquierdo del guardián de la tierra.

— ¿Será posible...? —Inquirió Terrador, pensativo.

En ese instante, Sparx notó, al igual que todos los presentes, que Golem lo miraba con gran interés, y trató de permanecer escondido detrás de los gigantes cuernos de Terrador. Después, sacó un poco la cabeza de ellos, mirando desde el rabillo de sus ojos llenos de miedo al titán, que aún seguía viéndolo con curiosidad, y se ocultó de inmediato. Podía sentir su corazón palpitar con fuerza, casi saliendo de su diminuto pecho amarillo. Terrador tuvo que agitar la cabeza, obligándolo a salir del escondite. Sparx, murmurando maldiciones, voló hacia adelante y se puso en el medio de los guardianes (delante) y de Golem (al frente), mientras que los demás guardaban total silencio.

Sparx vio que todos lo miraban, con caras que denotaban perplejidad, como si no pudieran creer que él iba a ser la solución a este problema.

— ¿Qué...? ¿Qué es lo que tengo que hacer? —Tartamudeó la pobre libélula.

— Él nunca ha estado en una situación así —Dijo Cyril de pronto—. ¿Cómo le vas a permitir que intente comunicarse con esa cosa?

— Descuida, Cyril. Estas cosas fortalecen el carácter —Contestó Terrador, con confianza y tranquilidad—. ¡No te preocupes, Sparx! ¡Tienes mi palabra que no te pasará nada malo! —Le gritó.

Sparx no decía nada. Se sentía muy incómodo. En pocas ocasiones, conseguía ser el centro de atención, utilizando fabulosas frases sarcásticas, que le ayudaban a destacar en cualquier situación, ya sea seria o triste. Naturalmente, eso era la razón del por qué era tan ignorado la mayoría del tiempo; tampoco podía aportar una buena idea. ¿Cómo una libélula cualquiera ayudaría en asuntos de guerra con riesgos de muerte?

— A este paso no conseguiremos nada —Dijo Cyril, impaciente—. Sparx, lo único que tienes que hacer es hablarle.

— ¿Qué? —Preguntó Sparx nervioso, volviéndose hacia él, al tiempo que el titán volvía a rugir con suavidad, alertando a todos.

— ¡Sólo salúdalo! —Aclaró el dragón de hielo, irritado.

— Lo hará bien, Cyril, no te precipites —Aconsejó Terrador, sonriendo con tranquilidad, y sentándose en el piso.

— Bueno... —Les respondió la libélula, temblando de miedo.

Sparx se observó la mano derecha, la estiró arriba, cerrando un ojo y manteniendo el otro abierto, junto con una expresión de extremo miedo, y empezó a saludar al monstruo. En aquel instante, cerró el otro ojo, imaginándose dentro de la boca del titán, que lo masticaba hasta hacerlo cenizas. Sparx aguardó unos segundos. Escuchaba únicamente las nerviosas respiraciones del público, que continuaba observando la escena con grandes expectativas, y nada le indicaba que su acción había conseguido un cambio. ¿Acaso no fue nada lo que hizo? Se estaba preguntando Sparx, totalmente preocupado y viendo todo negro. Luego, a punto de darse por vencido, comenzó a escuchar gritos llenos de asombro, que iban coronando rápidamente el lugar, sintiéndose más desconcertado que aliviado. Oyó al público comentar cosas como: « P-p-por los Ancestros... ¡Lo está domando! », « Pero, pero, ¿qué clase de libélula es para controlar con tan facilidad aquella cosa horrenda? ¡Ni siquiera puedo cuidar de mis propias ovejas! » Y « ¡Cada día me sorprendo más por lo que ocurre en estos tiempos! Primero un ejército por una temible dragona, después nos salva un pequeño dragón púrpura, después un titán casi nos destruye, luego somos salvados por el mismo dragón púrpura y por esa misma enemiga, y ahora alguien pequeño domina ese mismo, ¿qué seguirá? ».

Haciendo un considerable esfuerzo para armarse de valor, Sparx abrió uno de los dos ojos, lo suficiente para ver una pequeña parte del lugar. Pudo ver a muchas caras sorprendidas y atontadas. Respiró hondo, abrió completamente los ojos y voló unos cuantos centímetros hacia adelante. No dio créditos a lo que estaba viendo. Golem le regresaba el saludo, moviendo la prótesis, y arqueaba una sonrisa perturbadora, asustándolo un poco, pero ignoró aquel gesto y le regresó con entusiasmo una sonrisa radiante.

— ¡Como mola! ¿Tú puedes entenderme? —Le preguntó Sparx, olvidando por completo del miedo, y acercándose a la cabeza del titán.

Golem le asintió con la cabeza, intentando tocarle con uno de sus grandes dedos de la prótesis, pero se lo negó con las manos y cabeza, agitándolas con nerviosismo. Él automáticamente obedeció y bajó la prótesis hacia el suelo.

— Quién lo diría —Vagó Cyril, rascando el cuerno izquierdo con las puntas del ala de ese mismo lado, mirando incrédulo el nuevo giro de acontecimientos, junto con el dragón de tierra—... Y creía que no nos encontraríamos con más sorpresitas.

— Estoy feliz con los resultados —Admitió Terrador, orgulloso del progreso de Sparx—. Es evidencia más que suficiente para probar que Golem no es más nuestro enemigo.

Y Sparx jugó por un rato con Golem, que reía con fuerza debido a los chistes que éste daba con confianza. La multitud dejaba de ver a Golem con malos ojos y escogieron darle una segunda oportunidad. Se acercaban a sus piernas, con más confianza, y comenzaron a estudiarlas. Comentaban entre ellos las conclusiones que iban obteniendo a medida que avanzaban y, utilizando herramientas como: martillos, picos diminutos, entre otras cosas, extraían nuevos materiales, guardándolos en bolsas de tela, para futuras investigaciones. Golem apenas notaba que ellos hacían algo con sus piernas, estaba muy distraído, disfrutando de su tiempo con Sparx. Cyril guardó un minuto por si Golem no mostraba señales de hostilidad, pero no lo hizo, y luego, con el máximo sigilo, se acercó a las patas de arañas del titán y, pasando entre los últimos habitantes, consiguió estar parado en la primera pata de las dos del lado de la derecha. Manteniéndose en una distancia segura, rasgó una parte de la piel del monstruo, obteniendo un pequeño pedazo de piedra carmesí brillante, que no parecía enmendar un aura oscura, y la arrojó a un lado con desinterés. Se apartó, manteniendo su vista clavada en Golem, y llegó frente a Terrador.

— Nada me gustaría más que poder confiar en ti, Terrador y en tus resultados, más mi posición me lo impide —Repuso fríamente Cyril, mirando mal al titán.

Terrador se levantó hacia Cyril, pasmando su hombro con la garra izquierda, y él gruñó con desconfianza.

— Cyril, Warfang necesita un protector—Dijo con voz inquebrantable—. Un día podría llegar un nuevo enemigo que intente teñir nuestra paz de sangre —Lo miró fijamente serio—. ¿De verdad quieres dejar escapar un aliado como Golem?

Casi al instante, Terrador supo que había ganado la discusión. Cyril desplomó sus alas sobre el suelo con gemidos de derrota.

— Además, creo que Sparx puede controlar a Golem —Añadió Terrador confiado, en el tiempo que miraba a la libélula rascar la puntiaguda nariz del titán con su mano pequeña—, por rara que pueda parecer...

Sparx reía a todo pulmón. Golem aplaudía con fuerza, expulsando ondas de viento y consiguiendo sacudir los edificios más próximos.

— ¡Es tan divertido tener a alguien que le guste mis chistes! —Comentó el insecto, esbozando una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Deberían aprender de él!

Golem asintió con la cabeza, moviendo la cola de lado a lado, con diversión. La gente de abajo no aportó nada al respecto, porque quería enfocar su atención únicamente en la investigación. Sparx notó que aquéllos no dijeron nada, pero le dio igual, encogiéndose de hombros, y siguió rascando un poco más la nariz dura y tierna de Golem.

— Bueno, siendo así, no puedo imaginar quién más podría provocar que el mundo sufriera cosas terribles —La voz de Cyril era más un apresurado susurro—. Quiero decir que, aparte de Maestro Oscuro, no puede haber otra amenaza. ¿Quién podría rivalizar su poder?

Terrador hizo una inclinación con la cabeza.

— Malefor fue el enemigo más temido que nuestro mundo ha tenido. Todos lo saben muy bien, Cyril. En una ocasión, Ignitus me comentó que deberíamos tener cuidado con el futuro, después de Malefor, podría existir un enemigo más poderoso. Pero, para ser franco —La voz de Terrador se transformó en una más misteriosa—, Ignitus sospecha que hay poderes más allá de nuestra comprensión... Que incluso Malefor no pudo entender en su tiempo...

Y antes de que Cyril pudiera responderlo, Terrador empezó a oír unas pisadas acercándose con rapidez, giró hacia atrás la cabeza y destacó, entre la multitud, un leopardo rubio que soltaba extraños alaridos de cansancio y mostraba una cara de extremo pánico. El leopardo se desplomó, con las piernas tambaleando del agotamiento, en el pecho de Terrador y aprovechó para recuperar el aliento.

— ¿Cazador? —Preguntó Terrador sujetando el cuerpo del felino (para que éste se apoyara) con la garra derecha, su cara expresaba desorientación y seriedad—. ¿Ha ocurrido un problema?

Cazador se separó de Terrador y lo miró con terror.

— Me temo que les tengo muy, muy malas noticias —Habló Cazador, apenas sacaba un hilo de voz de su garganta—, pero no tenemos tiempo. Deben sacarlos, a todos de aquí —Advirtió, señalando a los civiles con la punta de su diminuta nariz.

Cyril, frunciendo una ceja, se acercó, mirando duramente al arquero, y le cuestionó con voz de comandante.

— ¿Sacar a todos de la ciudad? Sí no lo has notado, atendemos un asunto mucho más importante —Dijo apuntando, con los cuernos de la cabeza, al titán—, y tu única idea es... ¿"Evacuar"?

— No es el momento, Cyril —Interrumpió Terrador con brutalidad—. Por favor, da tu explicación —Le dijo a Cazador.

Recibiendo aquella noticia como una bofetada, Cazador subió un poco el cuello, intentando mirar por encima de los hombros robustos de los guardianes, y pudo ver a lo que Cyril se refería. Allí estaba Golem jugando con Sparx. Abrió los ojos como focos. Le era imposible de creer que su enemigo, que había destruido casi todo el mundo, socializaba como un niño con una libélula. Recordó lo último que dijo Terrador, olvidando el asunto de Golem por completo, y lo miró, todavía desconcertado.

— Lamento irrumpir con vuestra —Echó un último reojo a la criatura—... Investigación. Pero, Volteer me ha informado que chocará aquí... ¡Una isla! —Dijo el felino con voz alta.

En el alrededor se hizo un silencio repentino. Dos segundos después, Terrador, con la mente echando suposiciones, oyó a las criaturas largar alaridos de pánico y los vio moverse de un lado para otro, en busca de la salida más cercana. Con su paciencia en el suelo, Terrador alzó la voz y les gritó fieramente:

— ¡SILENCIO! —Dijo con voz ronca, los civiles se detuvieron de un golpe y quedaron viéndolo—. Les suplico que se calmen —Miró a Cazador—. Ahora, Cazador, llévalos muy lejos de aquí. Cyril, Volteer y yo nos encargaremos de esto.

Cazador, inquietó, obedeció y comenzó a llevar a las personas, que estaban aterrados y confundidos, a la salida principal. Cyril se acercó a Terrador, pisando fuerte con sus patas planas.

— ¿Una Isla? ¿Cómo se supone que llegará una Isla hasta acá? —Preguntó, encaminándose unos pasos más delante de Terrador, y miró arriba.

Terrador frunció los labios y comenzó a examinar el cielo, observando que las islas se hallaban bastante lejos de Warfang.

— Aun así mantente precavido, iré a buscar a Volteer para que me explique lo que está pasando —Dijo extendiendo las alas y mirando el cielo.

Y la pequeña libélula, bajando rápidamente a donde estaban los guardianes, se apresuró a decir, parándose frente de Terrador:

— ¡Alto protectores busca problemas! ¿No pensarán dejarme solo con Golem, o sí? —Replicó Sparx, cruzando los brazos.

En aquel instante, Golem causó un estruendo por toda la ciudad con su rugido, apoyando la protesta de Sparx y lanzando una mirada fulminante a los guardianes. Los civiles, al sentir el temblor que Golem había provocado, siguieron a Cazador con más prisa. Cyril y Terrador, que temblaban un poco por el aullido, se fijaron en el titán durante unos segundos y miraron, aturdidos e impactados, al insecto amarillo. Éste sonrió con suficiencia, sintiendo que por fin tenía a alguien de su lado.

— Al parecer Golem no es tan malo —Dijo Terrador más calmado, su cara mostraba una sonrisa de confianza—, ¿por qué no te quedas a cuidarlo mientras que busco a Volteer?

— ¡Pan comido! —Respondió, con los ojos iluminados de la emoción.

Cyril carcajeaba incrédulo. Se interpuso en el camino de Terrador, y él detuvo el paso. Quedaron viéndose fijamente. Cyril, aún sin creer lo que estaba pasando, gruñó molesto y Terrador simplemente guardó silencio. Sparx cambió la posición de sus brazos, poniéndolos sobre las mejillas.

— ¿Y crees que hay de dejar que él cuide a este error que los Ancestros quisieron darnos por nuestros "gratificantes esfuerzos"? —Dijo Cyril enojado, apuntando la horrible bestia gigante con la cola—. Él nunca ha podido aportar en algo cuando estuvimos luchando. No tiene experiencia —Repuso fríamente.

— A menos que exista alguien más que pueda controlar a Golem, Sparx es el más indicado para cuidarlo —Le respondió con seriedad.

Sparx sintió que lo invadía la ira. Voló y se puso sobre la cabeza de Terrador, mirando con odio a Cyril.

— ¡Bájale dos, viejo de hielo! —Se le escapó Sparx, ofendido que Cyril lo tomara como un estorbo—. ¡He tenido la oportunidad de ver todo lo que hicieron! ¡Tengo experiencia y sé que puedo manejar a mi nuevo amigo!

Cyril miró a Sparx, algo desconcertado por lo que había dicho.

— ¿Experiencia? —Repitió, con el ceño fruncido—. Esa cosa arrasó casi una ciudad. A quien llamas "amigo" no es más que un muerto traído de la tumba —Señaló, aun con más frialdad.

Golem gruñó ofendido al igual que Sparx. Ellos compartían aquel odio hacia el dragón de hielo. Terrador los desaprobó con la mirada, sobre todo a Cyril.

— ¡Escucha Cyril! —Alzó la voz Terrador para que Cyril dejara de hablar—. ¡No tenemos tiempo para esto! Buscaré a Volteer y te quedarás aquí, ¿entendido?

Terrador se retiró, disparado como un misil, al fondo de las nubes, dejando a Cyril, que parecía haber comprendido que la situación era delicada y se mantenía atento e inmóvil, lejos de Sparx. Éste esbozó una sonrisa de victoria y Golem dejó de gruñir. Terrador voló más y más rápido, esquivando edificios e intentando llegar al borde de las murallas, y de pronto, con un sonoro estruendo, chocó duramente contra algo y retrocedió, con los ojos cerrados, mientras oía unos quejidos, dándose cuenta que había golpeado a un ser viviente. Terrador abrió los ojos, aún con dolor en el cuello y hocico, y vio que el ser era nadie más ni nada menos que Volteer, que se encontraba todavía sobando la cabeza con la pata izquierda. Terrador pudo ver que aquella pata estaba manchada de negro. Entonces Volteer recuperó la consciencia, agitando las alas para no caerse, y miró lo que tenía delante. Sonrió de oreja a oreja y se balanceó sobre Terrador con energía.

— ¡Terrador! ¡Compañero! ¡Eres justo a quien necesitaba hablar! ¡Ha pasado una cosa terrible! —Dijo Volteer, mostrando con nervios los colmillos—. Tal y como temía, supuse un buen rato que no íbamos a estar seguros con esas islas flotando a nuestro alrededor, más de una ocasión las he visto moverse de una forma inusual, debido a la poca gravedad que nuestro mundo presenta, deberían tardar unos buenos años en volver a acomodarse a la placa de la Tierra. ¿Y qué crees? ¡Tienen voluntad propia! —Terrador abría la boca para interrumpir pero Volteer fue más veloz—. ¡Hice un descubrimiento abrumador cuando intenté ir más a fondo! ¡Algunas, no todas, tienen incrustadas extrañas gemas y las islas las usan como un mecanismo para que puedan impulsarse! ¡Intente, una tras una, quitárselas pero no pude calcular bien y ahora una está llegando rápidamente a Warfang!

Después de que Volteer dejara de hablar, con un profundo miedo en los ojos, Terrador se apartó y dio media vuelta para enfocarse en el nuevo objetivo. Tenía que volver donde lo esperaban Cyril y Sparx.

— Cazador pudo darnos el mensaje que le diste y sabemos sobre esa isla — Dijo Terrador de espalda, con tono firme.

— ¡Excelente! ¡Fabuloso! ¡Me alivia bastante! —Dijo sonriendo Volteer, largando una sonrisa que cambió enseguida por una mueca de angustia—. ¡Pero hay que irnos! ¿Dónde están los otros? ¡Tenemos poco tiempo antes que impacté contra Warfang!

Terrador miró a Volteer, directamente del rabillo del hombro, y desprendió un suspiro pesado de su gran boca.

— No podemos dejar que Warfang sea destruido. Tenemos que detenerlo, luchamos mucho para protegerlo de Malefor y no permitiré que sea en vano — Afirmó, manteniendo la postura.

— ¿Detener?, ¿me has oído? —Volteer recibió una mirada irónica de Terrador—. Parar una isla nosotros tres es imposible, no tenemos la fuerza suficiente para desviar literalmente un iceberg.

Pero Terrador salió disparado en dirección al horizonte, y Volteer, con la palabra en la boca, se vio obligado a seguirlo. Tan pronto como Terrador se detuvo, agitando aún las alas, empezó a ver hacía abajo y Volteer gritó exhausto:

— Amigo, por favor, ¿por qué...? —Preguntó impaciente, llegando a su lado con desorientación—. ¿Qué es lo que tienes en mente?

Terrador le explicó lo de Golem, la nueva actitud que había visto de él y el extraño poder de Sparx de controlarlo. Cuando terminó, hubo un silencio prolongado, mientras que Terrador continuó viendo abajo, asegurándose que ningún habitante se había quedado atrás, nuevamente la ciudad estaba completamente vacía.

— ¡MARAVILLOSO! —Dijo finalmente Volteer, excitado.

— Ni lo dudes —Corroboró Terrador, serio—. ¿Así que tienes nuevos cálculos que nos asegura desviar ese obstáculo?

— ¡Creo que sí! —Afirmó Volteer, sacudiendo la cola—. Tengamos en cuenta que los golems tienen mucho poder, pero normalmente no lo pueden utilizar sin que sus amos lo permitan. Me da la impresión de que nuestro Golem puede liberar ese poder para desviar la isla. Si Sparx se lo ordena. ¿Hasta ahora Golem no presentó rebeldía?

— ¿Rebeldía? — Preguntó Terrador, volviéndose—. ¿Por qué debería oponerse ante Sparx?

— He leído un libro sobre los golems —Explicó Volteer, su voz era más seria de lo usual—. Decía que los dragones púrpuras son los únicos con un don natural capaces de controlarlos totalmente. En el resto de los casos, tienen que tener una gran fuerza de voluntad, de lo contrario, el golem que posee no le hará caso y lo destruirá.

Terrador estaba callado. A juzgar por el hecho de que Golem obedecía anteriormente a Malefor, sus instintos de destrucción podrían seguir dentro de él. Podía imaginárselo desobedeciendo a la libélula y aplastándola con el puño. También parecía encajar con el tipo de cosas que Malefor podría hacer, el manipular a Golem y que esté fingiera tener una amistad con Sparx para que un día lo traicionase y que todos se dieran cuenta de su regreso, asesinando al hermano adoptivo de su mortal enemigo. ¿Habría sido un estúpido al confiar a Sparx a un ser titánico y peligroso como Golem? ¿Debió hacer caso a Cyril?

— Bueno, sea cuál sea la razón, Sparx tiene mucha suerte. No cualquiera puede controlar a un Golem, tal vez sea porque es el hermano de Spyro, en cualquier caso, es uno de esos milagros que no ocurren a menudo—Observó Volteer, con mucha intriga.

— Este no es el momento de averiguarlo, no nos queda mucho tiempo —Se apresuró a decir Terrador, frunciendo el entrecejo—. Hay que darnos prisa.

Dándose la vuelta e impulsándose con las alas, Terrador se marchó, dejando al dragón de electricidad atrás. Volteer reaccionó nuevamente con asombro y lo siguió con apuro. Como estaba rodeado de edificios que los obstaculizaban y ahora que el sol se ocultaba en el horizonte y dejaba un entorno ligeramente oscuro, tenían que ir con precaución con tal que no chocaran con ninguno de éstos. Volteer, que no paraba de hablar, diciendo sus teorías de cómo Sparx había logrado manipular a Golem, y agregaba al viaje un toque insoportable. De cualquier manera, Terrador no prestaba atención y se enfocaba únicamente en llegar con los demás, porque si se enteraran que Golem hubiera perdido el control y aniquilara tanto a Sparx como a Cyril, sumaría un problema más en su larga lista.

Dos minutos después se encontraban descendiendo del cielo y, con sonidos secos, tocaron el suelo. Habían visto a Cyril mantenerse apartado, en un pequeño rincón, del dúo extraño (Sparx y Golem), que todavía jugaban entre sí, echaban bromas y reían como niños tontos. Terrador sintió un alivio inundar su cuerpo. Volteer se le brillaron los ojos al momento que vio la majestuosidad del titán y corrió hacia él con emoción. Terrador le había preguntado a Cyril si había pasado algo relevante, pero éste le había dicho que sólo tuvo que aguantar las malas bromas de Sparx y los rugidos incesantes de Golem. Éste iluminaba un poco el lugar con la lava rojiza de su cuerpo.

— ¡Increíble! ¡Simplemente asombroso! —Dijo Volteer, observando al titán—. No parece real. Ni en mis sueños más locos habría imaginado ver a Golem de nuestro lado. ¿Cómo lo conseguiste, Sparx?

— Fue muy repentino —Explicó Sparx, viendo la cara de entusiasmo de Volteer—. Andaba llevando las gemas que Cyril me pidió que pusiera en el almacén, y yo pensé: que trabajo más pesado, pero nada me puede detener y yo lo hice. A los pocos minutos, vi los escombros y ahí estaba la cabeza de este grandote —Indicó con la cabeza a su amigo de piedra—. Y me asuste... Y deje las gemas se me cayeran de las manos y ahora está así.

— Me gustaría saber qué hiciste para que te siguiera fielmente —Añadió Volteer, rozando la segunda pata del lado izquierdo del golem—. No parece el mismo. Recibió una fuerte derrota hace dos días antes de que Spyro y Cynder se fueran; resucita y abandonó todo sentimiento de destrucción.

— ¿Deberíamos investigar más de este hombre de piedra? —Preguntó Sparx, curioso—. Ya quisiera aportar algo más útil pero primero tengo que estudiar sobre su especie.

— ¡Tengo mucha información de sobra! —Respondió Volteer, sonriendo de oreja a oreja—. Tal vez...

— ¡VOLTEER! ¡SPARX! ¿Qué demonios hacen ahí charlando?

El corazón de Volteer dio un brinco, y el de Sparx también, tanto que se escondió con miedo detrás de una de las gigantescas patas de Golem, y le echó una mirada asesina a su emisor, mientras que el guardián del hielo, Cyril, se acercaba con paso decidido y sus ojos cristalinos destellaban sobre la sombría oscuridad.

— ¡Cyril! —Dijo Volteer, con la voz ronca por la emoción—. Te perdiste de mucho... Fui primero a investigar las islas, creía que algo malo pasaba con ellas..., y hallé peculiares gemas...

Cyril cogió a Volteer por el cuerno izquierdo de la frente y lo separó del dúo. La libélula salió del escondite y continuó mirándolo con desaprobación. Volteer soltaba quejidos de dolor.

— ¡Oye! ¿No es más sencillo que digas lo qué pasa? No todos podemos ser cubos de hielo...

Cyril, girando los ojos, atrapó a Sparx con la otra garra, y arrastró a ambos individuos. Ordenó a Sparx que le dijese a Golem que los siguiera, y él lo obedeció al instante. Le gritó con voz extremadamente aguda al enorme monstruo de piedra e hizo que éste los persiguiera de inmediato. El titán daba pasos pesados y fuertes, que sacudían la ciudad a lo largo de la calle. Volteer vio en la distancia un campo abierto que le resultaba conocido, decorado por diminutos árboles verdes: ahí en el centro estaba Terrador viendo el cielo. Cyril los había conducido hasta el centro de la plaza de Warfang.

— ¡No tienen remedio! —Les regañó Terrador de mala gana, en el tiempo que Cyril los soltaba con tanto ímpetu que casi lo tiran contra el suelo, pero éstos lograron incorporarse—. Asuntos importantes que atender y ustedes distraídos... Concéntrense, es una situación peligrosa... Será mejor que comencemos a poner manos a la obra.

— Ya me di cuenta —Dijo Sparx, sacudiéndose los brazos además de acercarse a Terrador—. Y sigo sin entender que diantres pasa aquí. ¿Qué tienen en mente?

— ¡Tú eres la clave, Sparx! —Exclamó Volteer de inmediato, haciendo que Sparx se quedara confundido.

— Como dice Volteer, tú eres el único que puede controlar a Golem y necesitamos que él desvíe la isla que se aproxima hacia nosotros —Añadió Terrador, con seriedad.

— No es que tuviéramos muchas opciones —Gruñó Cyril.

Golem apareció en aquel instante cruzando por un estrecho pasillo. Una vez que salió de allí dio un pequeño salto y aterrizó encima de los guardianes, agrietando el suelo con sus pies de arañas y mirando, con ojos de cachorro, a éstos.

— ¡Ay, aún no me acostumbro...! Ay, veamos... ¿Necesitan que yo, después de vivir fuera del peligro y nunca me han tomado en cuenta, le dé una orden a mi nuevo amigo?

Riéndose con picardía, Sparx voló unos cuantos metros arriba para llegar a la altura de la nariz del titán y se puso a tocarlo mientras que los dragones lo miraban con recelo. Golem los tocó con su enorme mano, pero ellos consiguieron alejarse de su alcance, dando pasos hacia atrás. Terrador, Cyril y Volteer parecían no tener mucha confianza todavía en Golem.

— ¡Tranquilo chico! —Dijo la libélula, poniéndose delante de Golem—. Todavía necesitan tiempo para acostumbrarse a ti.

Golem lo miró curioso, inclinándose hacia atrás y rascándose la cabeza con la garra, como si quisiera comprender lo que pasaba. Sparx sopló cansado, por alguna razón, le recordaba los tiempos cuando Spyro intentaba detenerlo en una acción imprudente.

— ¿Aún crees que será buena idea, Terrador? —Preguntó el guardián Cyril con inseguridad, a pesar de todo—. Ni sabemos la razón del por qué hace lo que hace. Tampoco descartemos la probabilidad de que si puede volver a lo que una vez fue.

— No hay de otra, Cyril... —Le respondió severamente mientras miraba el cielo (al norte) y aquella manta de nube que lo cubría se empezaba a dispersarse en ambos lados—. Entiendo tu incomodidad en cuanto a que Golem nos ayude, pero es nuestra única esperanza, es lo que Ignitus hubiera dicho.

— ¡Mentiría si dijera que no tengo dudas! — Chilló Volteer—. Ignitus habría tenido también sus inquietudes al respecto, pero fingiría estar bien y confiaría plenamente a la única esperanza que nos quedaría, en este caso: Sparx, y animaría la situación con una cálida sonrisa.

— « La esperanza es lo último que se pierde. Si existe, no hay otra alternativa que aferrarse a ella y seguir luchando hasta que nos quedemos sin fuerzas » —Imitó Sparx, con una voz un poco más gruesa y tomando una postura de viejo. Estaba encima de las cabezas del grupo— Creo que algo así habría dicho ese viejo.

— Pues supongo que no hay de otra —Les dijo Cyril de mala gana—. No cuando hay mucho en juego.

Y en aquel momento, sintieron algo, algo que no tenía nada que ver con los gruñidos inocentes de Golem ni la fría brisa que recorría los rincones de la ciudad. Era el suelo que empezaba a temblar de una manera exagerada y alertaba incluso a los civiles que se encontraban afuera. Terrador se preocupó del repentino movimiento brusco de la tierra, pero cuando miró arriba se sintió terrible, mucho peor que cuando se enteró que Golem había revivido. Allá arriba se podía ver una roca, que se acercaba y empujaba las nubes que irrumpía su paso, similar a un meteoro. Ésta tenía la forma de un iceberg, pero no era ningún iceberg; sino que era una isla, donde portaba flora y fauna en la parte superior mientras que la inferior se les sobresalía distintas raíces. Sintiendo el viento y le presión que aquella cosa estaba ejerciendo a medida que se acercaba, los guardianes (y la libélula) iban retrocediendo con miradas de angustia y preocupación. Volteer musitó vagamente lo arrepentido que estaba por no haber extraído antes la gema de esa isla. Sparx fue volando al costado de la derecha de Golem. Cyril intentó mantenerse quieto y disimulaba tener una cara de valentía pero su cara se notaba los nervios que sentía. Y Terrador se dirigía dando zancados hacia Golem para mirar a la libélula que se refugiaba en su hombro.

— ¡SPARX! —Le gritó Terrador.

Sparx asomó un poco la cabeza, encima del hombro de Golem (que no parecía angustiado, más bien intrigado por aquella cosa) y lo miró. Se puso tan pálido como una hoja de papel. Intentó simular una sonrisa, pero le salía una mueca torcida y nerviosa.

— Una ayudita, ¿tienes idea de lo que tengo que hacer? —Dijo Sparx, observando con horror la piedra aproximándose hacía ellos—. ¿Qué hago con Golem?

— ¡Debes de darle órdenes, hacer que desate su poder contra esa isla! —Explicó apurado Terrador, provocando que Sparx se escondiera del miedo en ese mismo lugar—. ¡Te necesitamos, Sparx! ¡Confiamos en que puedes salvar el esfuerzo que dio tu hermano! ¡Armarte de valor!

— ¡Como dijo Terrador, tienes que darle una orden! —Añadió Cyril, observando, con preocupación, la isla derrumbando algunos edificios con la parte inferior, haciendo que éstas se pegaran en su tierra pegajosa y llena de raíces—. ¡Y hazlo ahora!

— ¡Tú puedes, puedes lograrlo, puedes conseguirlo, eres nuestra esperanza, Sparx, no te acobardes ahora! —Dijo Volteer, intentando mantener una sonrisa, a pesar que lo estaba pegando el viento.

El insecto se puso aún más nervioso que antes pero salió del escondite. Intentó respirar con fuerza, llenando el pecho de puro aire, y lo soltó con un gran soplido de pánico. Miró de reojo a los guardianes, que lo miraban con esperanza. Al verse que no podía salir de esta situación, decidió aceptarlo, armándose de valor, y alzó la voz para que todos pudieran escucharlo.

— ¡Está bien, lo haré! —Aceptó, mirando a Golem, que lo miraba con curiosidad—. Muy bien hermano, ha llegado tu hora, mira esa roca de allá —Apuntó hacia arriba, Golem elevaba la cabeza a donde éste apuntaba—. Tú deber es darle un buen puñetazo, reúne toda tu fuerza para desviarla muy lejos de aquí. ¡Sin miedo! Sólo échale tu mejor golpe que nunca has hecho en tu... —Pausó unos segundos, pensativo— ¿Vida?. ¿¡Entendido!?

Entonces Terrador, Cyril y Volteer soltaron gritos de asombro; Golem había rugido con fuerza. Él dio un saltó que lo llevó a aterrizar en el frente del grupo, con un estruendo ensordecedor, y éstos no más veían su espalda cubierta de estalagmitas de piedras. Apenas llegó ahí, de inmediato extendió los brazos a los lados para dar otro poderoso rugido, que se oía incluso a las afueras de las murallas, y se balanceó sobre isla, corriendo como un toro enfurecido, y empuñando el puño bueno con demasiada fuerza. Los guardianes y la libélula quedaron absortos con lo que estaban viendo; ninguno se lo podía creer, era la primera vez que, después de tanto tiempo, miraban a un antiguo enemigo que los estaba ayudando. Hasta Cyril gritó que era uno de los momentos más impactante de toda su larga vida. Sparx se quedó viendo al monstruo, como si transmitiera en él sus esperanzas con la mirada. Volteer arruinaba el ambiente con su glosario de palabras, su cara estaba envuelta en pánico y emoción. Terrador, por su lado, permaneció serio y sereno.

¡¡CRACK!!

Cuando pegó el centro de la isla, está se agrietó un poco y desprendió fragmentos de rocas. Salieron volando por una fracción de segundos y cayeron al suelo, como lluvia. Golem tuvo que retroceder de mala gana, porque no había movido, ni menos destruido, al objetivo. La isla continuaba acercándose con gran velocidad. El titán inclinó el cuerpo, posando sus garras en el suelo, y la miró fijamente. Permaneció así, aguardando por una nueva orden, mientras movía su cola con anticipación.

Sparx miró primero, incrédulo, a Golem y luego a Terrador.

— ¿Por qué no funcionó? —Inquirió Sparx.

— No lo sé...

Terrador miró furioso al meteorito. ¿Por qué no se rompía a la mitad? ¿De qué estaba hecho como para soportar un ataque de esa magnitud?

— Tu amigo no tiene la fuerza para destruirlo —Se quejó Cyril—. No comprendo por qué terminamos en confiar en él.

Sparx miró la roca gigante, que se veía como si quisiera abrazar la ciudad, y sintió náuseas en el estómago. No faltaba nada para que impactara y ocasionara un daño irreparable. « Si tan sólo hubiera un modo de potenciar el ataque de Golem...» Pensó, y en aquel instante, fue mirando a los dragones, y una idea se le cruzó por la mente. Voló hasta quedar en el centro, de modo que los guardianes pudieran verlo, y tosió a continuación con todas sus fuerzas.

— ¿Qué tienes amiguito? —Preguntó Volteer, con ojos nerviosos.

— ¡Sus elementos! —Dijo Sparx, con los ojos refulgentes.

— ¿Qué pasa con nuestros elementos? —Insistió Cyril con severidad.

— ¡Pueden utilizar sus elementos para potenciar el ataque de Golem!

— Pero eso sería... —Empezó a decir Terrador.

— Estamos en apuro, ¿verdad? Y tenemos que enviar lejos esa piedra asesina, ¿verdad? E incluso el golpe de Golem no fue suficiente siquiera para desviarla, ¿verdad? Si ustedes lo cubren con una armadura elemental, o algo así, podría tener una oportunidad...

El pánico que sentía Sparx se convirtió de repente en emoción. Los guardianes intercambiaron miradas y comentarios, que trataban de la loca idea de éste. El último que tuvo la palabra fue Terrador, éste la aprobó, asintiendo con la cabeza. Cyril no parecía muy convencido y Volteer estaba igual que Sparx: ansioso y emocionado.

— ¿Puedes pedirle que venga? —Pidió Terrador a Sparx, con determinación.

— Por supuesto —Dijo Sparx, dirigiendo su cabeza hacia el titán—. ¡Tío, venid acá, que los viejos te necesitan!

Y girándose bruscamente apenas escuchando la voz, Golem se puso encima de la libélula y esperó por su siguiente orden. A continuación, Terrador le pidió a Sparx que le ordenase a Golem que bajara el brazo izquierdo. Una vez que Sparx se lo dijo, Golem lo bajó, con un ruido seco. Los guardianes lo rodearon y empezaron a expulsar sus elementos. Terrador, a quien los ojos se le brillaron de un verde esmeralda y apretando los colmillos con fuerza, empezó a extraer una gran masa de piedra, a un costado suyo, del suelo. La puso sobre el puño cerrado de Golem. Automáticamente, se moldeó y agarró la apariencia de un quijote rocoso. Volteer expulsaba una ráfaga de múltiples rayos amarillos de su boca. Recorrían todo el brazo como serpientes. Mientras tanto, Cyril fue expulsando un líquido cristalino y grueso de sus fauces, caminando de abajo hacia arriba por toda aquella extremidad. Su líquido se solidificó de inmediato y se convirtió en una capa más sólida de color azul, que cubría totalmente aquel brazo. El puño del golem empezaba a adquirir un color extraño. Desprendía destellos esmeraldas, entre celeste y marrón también. Los guardianes se apartaron rápidamente y Sparx quedó asombrado.

— Comprueba que no tenga dificultades —Le pidió Cyril a Sparx. Golem ladeaba un poco su nuevo brazo. Sparx repitió lo que éste sugirió; Golem de un golpe lo blandió con maestría, como si fuese una espada, pero la emoción duró ahí. La isla comenzaba arrasar edificios. El tiempo se agotaba.

— ¡Adelante, Golem! ¡DESTRUYELO! —Bramó Sparx, con energía, al lado de Golem.

De inmediato, Golem salió corriendo, como un mono echó una furia. Saltó para alcanzar el centro de la isla. Estando en el aire, cerró su puño nuevo y esbozó una mueca de guerrero. Lo movió hacia atrás, reuniendo suficiente fuerza y expulsando un rugido ensordecedor, que sacudió ligeramente la ciudad entera, y...

¡¡POOOOOOOOM!!

Fue como si una bomba hubiera estado dentro de la isla y explotara apenas recibiera el nuevo poder de Golem; al cabo de unos segundos, estalló, generando una luz tan poderosa que los guardianes tuvieron que cubrirse los ojos con las alas, y decoró el cielo con sus fragmentos.

Entonces se oyeron ruidos secos pegando el piso y después un estruendo sacudiéndolo completo. Terrador, Cyril y Volteer retirando sus alas, mientras que Sparx salía detrás de sus cabezas, mirando alucinado el resultado.

— ¡Vaya! —Dijo Sparx, agarrando un pequeño pedazo de roca del suelo con las manos, que para él era una muy pesada y grande—. ¡Lo ha vuelto nada!

Tiró esa diminuta roca a un lado y se dirigió a donde su compañero. Golem veía el cielo llover piedras, sentado y tranquilo, pero luego empezó a reunir del suelo esos pedazos y los convirtió en un gran bulto de rocas con sus garras. Y de un tiro, se lo tragó, sobándose satisfecho la barriga con una garra y con la otra rascándose el pescuezo. Ya había perdido la armadura que cubría su brazo bueno, era normal otra vez.

— ¡Estuviste asombroso, viejo! —Gritó Sparx, esquivando alguna que otra roca que todavía caía del cielo—. Y parece que tienes hambre, adelante, sigue comiendo el desastre que dejó esa cosa.

Y Golem continuó devorando los escombros del suelo y los que estaban ensuciando las puntas de los edificios. Minutos después, el cielo paró de llover piedras.

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