No sé si es amor

By JennyCuRu

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Cuando el amor es puro y verdadero lo que menos importa es la edad. More

No sé si es amor
CAPÍTULO... o1.
CAPÍTULO... o2.
CAPÍTULO... o3.
CAPÍTULO... o4.
CAPÍTULO... o5.
CAPÍTULO... o6.
CAPÍTULO... o7.
CAPÍTULO... o8.
CAPÍTULO... 09.
CAPÍTULO... 10.
CAPÍTULO... 11.
CAPÍTULO... 12.
CAPÍTULO... 13.
CAPÍTULO... 14.
CAPÍTULO... 15.
CAPÍTULO... 16.
CAPÍTULO... 17.
CAPÍTULO... 18.
CAPÍTULO... 19.
CAPÍTULO... 20.
CAPÍTULO... 21.
CAPÍTULO... 23.
CAPÍTULO... 24.
CAPÍTULO... 25.
CAPÍTULO... 26. [1ra. Parte]
CAPÍTULO... 26. [2da. Parte]
EPÍLOGO.
AGRADECIMIENTOS Y MÁS.

CAPÍTULO... 22.

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By JennyCuRu

—Mía. Mía.
—Mmm...
—Levántate, es hora del desayuno.
—No quiero. Déjenme dormir —di un gran tirón de la sabana y me cubrí completa.

Tal vez Lina y Alicia llevaban como quince minutos tratando de despertarme, pero yo las ignoraba; simplemente quería dormir.

—¡Mía, levántate! —gritó Lina, mientras jalaba la sabana.
—No grites —susurré—, me duele la cabeza. Creo que voy a enfermarme.
—Ajá, eso se llama resaca y es la consecuencia de beber alcohol.
—Pero sólo bebí tres vasos de cerveza —rápidamente coloqué mis brazos en la almohada y en el hueco que estos formaban, metí mi cabeza para cubrirme del sol.
—Eso no importa. No estás acostumbrada a beber.
—Ya déjame dormir, Lina. Alicia, dile que me deje dormir.

No hubo respuesta por parte de Alicia, y llegué a pensar que estaba molesta.

—Ya levántate.
—Lina —bufé.
—¡Mía, levántate! —su voz era seria y sabía que estaba molesta; pero el dolor de cabeza era muy fuerte, así que no me importó—. Levántate a hora, báñate y vamos a desayunar.
—Lina...
—Levántate, o tu abuela se enterará de...

Y sin dejar que terminara de hablar me senté en la cama mientras presionaba mis sienes.

—Okay, tú ganas.
—Bien —me dedicó una sonrisa triunfal—, ahora ve a tomar un baño y después desayúnamos.

Simplemente asentí, y me fui arrastrando por la cama hasta llegar al final de ésta.

Caminé lentamente hasta donde Lina, Alicia y yo habíamos dejado nuestras mochilas y comencé a buscar lo que usaría ese día.
Un short de mezclilla, una blusa negra de tirantes y un sweater blanco con cremallera y capucha.

—Estás de broma, ¿verdad? —dijo Lina, caminando a donde yo estaba hincada.
—¿Por qué?
—¡Cómo piensas ponerte sweater con capucha! ¡En la playa!
—¿Qué tiene? —susurré y me puse de pie.
—Mía, estás en la playa. Mar, sol, calor. ¡En la playa nadie usa sweater!
—El sweater es de tela fresca. No me va a dar calor.
—Ay, Mía... ponte lo que quieras pero ve a bañarte.
—Okay —comencé a caminar al baño pero me detuve para ver a Lina—. ¿Alicia dónde está?
—Alicia está apartando la mesa en donde tomaremos el desayuno.

Simplemente asentí y me encerré en el baño.


Yo no soy de las personas que tardan horas en bañarse, pero en ese momento deseaba quedarme horas bajo el agua fría que caía de la regadera.
No lo hice porque Lina me apresuraba.

***

—Nunca más voy a beber —susurré mientras bebía de mi jugo de naranja.
—Espero.
—Cambiando de tema —dijo Alicia—, ¿recuerdas qué sucedió ayer?
—Sí.
—¿Todo?
—Sí, no bebí tanto alcohol como para perder el conocimiento.
—¿Entonces por qué no has preguntado por Alejandro?

Al momento de escuchar que Alicia pronunció el nombre de Alejandro, no pude evitar sentir un gran hueco en el estomago.

—¡Alejandro! —dije, al instante me puse de pie, pero volví a caer en la silla, gracias a que Lina me tomó del brazo—. ¿Qué?
—No puedes ir.
—¿Por qué no?
—Porque él no quiere hablarte.
—¡¿Por qué?!
—Mía, después de todo lo de anoche, él no desea hablar contigo.
—Pero...
—Dale tiempo.
—Sí, claro —retiré mi plato de comida—, como vamos a quedarnos por mucho tiempo aquí.
—Mía, entiende. Anoche Alejandro recibió un buen golpe, todo por querer defenderte y, tú no hiciste nada.
—Lina, ¿estás diciendo qué es mi culpa? —pregunté, pero al instante me sentí estúpida, pues era obvio que sí lo era. Así que evité que Lina contestara—. Mejor no contestes. Sé que es mi culpa.
—No es tu culpa —dijo Alicia—, tú no sabías que eso iba a suceder.
—Sé que debí quedarme y ayudar a Alejandro —dije mientras miraba a Lina y Alicia—, pero si me quedaba, Camilo iba a tratar de hablar conmigo.
—Mía...
—Decidí que lo correcto era irme de ahí, y pensé en que podría disculparme después... Corrí lo más rápido que puede, pero Camilo me alcanzó —mis amigas me tomaron las manos y en ese momento me di cuenta que comenzaba a llorar—. Me dijo muchas cosas...
—Mía...
—Me dijo que me amaba y que todo lo hizo por mi bien… —en ese momento sentí un nudo en mi garganta, ya no pude seguir hablando.

Rápidamente, Lina y Alicia se pusieron de pie para abrazarme y consolarme.
En ese momento agradecí que estuviesen conmigo.

—Nena —dijo Alicia—, no llores.
—¿Cómo no llorar si todo esto me está matando?
—Hermosa —dijo Lina—, mírame.

No quería mirarla, así que me negué a verla. Pero Lina tomó mi barbilla y alzó mi cabeza.

—Mía.
—¿Qué? —susurré.
—Quiero que me contestes algo, ¿puedes? —asentí—. ¿Lo amas en verdad?
—¿A quién?
—A café. ¿Lo amas en verdad?
—No lo sé —me encogí de hombros.
—¿Crees qué lo que dijo es verdad?
—No lo sé.
—Sé que lo sabes —dijo con tanta seguridad que me hizo recordar que ella era una de las personas en el mundo que mejor me conocía—, así que contesta.
—Sí —susurré y torpemente sequé una lágrima que se me acababa de escapar—. Sí creo que me dijo la verdad, pero no sé si me ama en verdad.
—Mía, sé que esto es difícil para ti, pero... piensa bien en lo que harás.
—No pienso hacer nada.
—Sabes que tienes que hacer algo —dejó de abrazarme y se sentó a mi lado para tomar de nuevo mi mano—, y tienes que hacerlo ya.
—Lina tiene razón —dijo Alicia—. Tienes que hacer algo.
—Pero no sé qué es lo que debo hacer.
—Confió en que pronto sabrás qué debes de hacer.
—¿Y si no sé?
—Entonces habrás perdido la oportunidad.
—¿Oportunidad? ¿Qué oportunidad?
—Mía, eres tú la que debe saber cuál es la oportunidad, no yo.

No dije nada más, solamente di un asentimiento y me puse de pie.

—Ahora vuelvo.
—¿A dónde vas? —preguntó Alicia.
—Voy a caminar, a pensar.
—Te acompañamos —se ofreció y se puso de pie.
—No, no. Quiero ir sola.
—Pero...
—Alicia —Lina sujetó la muñeca de Alicia y la detuvo—, déjala.
—Pero...
—Déjala —dirigió su mirada a mí y sonrió—. Ve a pensar.

Asentí y comencé a caminar para salir del pequeño restaurante.
Antes de alejarme mucho de la mesa, pude escuchar a Lina decir: “Ella va a hacer lo correcto. A eso va”.
Sin verlas, di un pequeño asentimiento y salí directo a la playa.

***

—Por favor, hablemos.
—Ahora no, Mía. Me duele la encía como para tener una conversación.
—Bien, entonces sólo escúchame —me moví un poco más para quedar completamente frente a Alejandro—. Yo... Yo lo siento. No quise que salieras lastimado y en verdad que si yo hubiese sabido que Camilo iba a comportarse de esa manera, te juro que no te hubiera involucrado en esto.
—Mía...
—Yo no sabía que él iba ser agresivo... Él no es así. Perdóname.
—Mía —se levantó de la silla en donde estaba sentado y yo tuve que levantar la cabeza para poder verlo a los ojos—, tú no tienes la culpa de nada de lo sucedido.
—Sí la tengo.
—No, no la tienes. Tú no sabías que Camilo se pondría celoso y que reaccionaría así.
—Pero debí imaginarlo... De hecho, ese era el plan, ¿lo recuerdas? Debía hacer que Camilo tuviera celos de ti.
—Mía, esto también fue mi culpa —la sombra de una sonrisa apareció.
—Claro que no —negué con la cabeza—. Aquí tú solamente eres la víctima.
—Mía, yo soy hombre, así que se cómo reaccionamos. Desde un principio sabía que esto podría suceder.
—Si ya sabías, ¿por qué ayudarme?
—Digamos que... una chica linda no se acerca todo los días a pedir que finjas ser su novio para darle celos a su profesor.
—Alejandro...
—Me gusta ayudar a la gente que me pide ayuda —tomó mi mano y la presionó—. No te sientas mal, es un simple golpe.
—Sí, un simple golpe que pudo dejarte sin dientes.
—Existen las dentaduras.
—Que gracioso —le di un pequeño golpe en el brazo y luego bajé la mirada—. Hablando en serio, perdón. Siento haberme ido y...
—Shh... Ya no quiero saber nada de anoche, ¿okay? Ya todo lo olvidé.
—Pero...
—Todo olvidado, ¿okay?
—Está bien —sonreí un poco y me dejé caer en sus brazos.


Estuve aproximadamente una hora hablando con Alejandro.
Hablamos sobre todo lo sucedido la noche anterior, de hecho, hablamos de todo los cambios que había tenido mi vida desde que Camilo había llegado a ella. Y vaya que mi vida había dado un gran giro desde que él llegó.

—¿Entonces?
—¿Entonces qué?
—¿Qué piensas hacer con Camilo?
—Te juro que no tengo idea. No sé qué hacer.
—Yo sé que harás lo mejor.
—No lo creo.
—¿Por qué dices eso?
—Porque cuando estoy cerca de él, no sé qué pasa conmigo —me encogí de hombros—. Al estar junto a él, estar en su presencia, es como si yo fuese una marioneta. Hago cosas que no quiero hacer. Es como si él fuese la persona que mueve mis hilos para que yo haga las acciones que quiere que haga.
—Eso es malo.
—Lo es.
—¿Pero sabes algo, Mía?
—¿Qué?
—Sé que tú harás lo correcto con respecto a Camilo.
—Lina también me dijo lo mismo; lo malo es que no sé qué es lo correcto. No sé qué hacer.

—Ya verás que sabrás qué hacer —sonrió y acarició mi mejilla—. Sé que sabrás hacer lo correcto.

—¿Qué crees que sea lo correcto?

—Lo correcto será lo que tú decidas hacer.

—¿Y sí lo que decido hacer no es lo correcto?

—Entonces habrás perdido una gran oportunidad.

—¿Qué oportunidad?

—Tú sabes qué oportunidad —me mostró una sonrisa chueca.

La verdad no tenía ni idea de qué oportunidad hablaba. Lina también había mencionado esa “oportunidad”, pero yo seguía sin idea de cuál era la oportunidad.

Simplemente asentí.

—Alejandro, ¿aquí hay un lugar en dónde no vaya nadie?

—¿Para qué?

—Quiero pensar —me encogí de hombros.

—Claro que hay un lugar en el que nadie va. Te llevo.

—No, yo quiero ir sola.

—Pero…

—Por favor, quiero caminar y pensar en lo qué voy a hacer.

—Está bien —dio un asentimiento—. ¿Ves aquellas rocas? —señaló hacia unas grandes montaña de rocas de diferentes tamaños que estaban lejos. Yo asentí—. Bien, ahí nadie va. Es un lugar solitario, pero te aseguro que es cómodo y muy silencioso para pensar.

—Bien, entonces voy hacia allá. Nos vemos más tarde, ¿okay?

Alejandro asintió.

Besé su mejilla y dándole un pequeño golpe en el hombro, comencé a caminar.

—Frank —grité antes de alejarme tanto de él.

—¿Sí?

—Si Lina o Alicia te preguntan por mí, no les digas dónde estoy. Solamente diles que regreso más tarde.

—Okay, si me preguntan solamente les diré que fuiste a pensar.

—Gracias.

Volví a dar la vuelta y seguí mi camino hacia las grandes montañas de rocas.

Conforme me iba alejando de toda la gente que se encontraba en la playa, más relajada me sentía.

Para el momento en que yo estaba escalando las rocas, mi mente ya se había aclarado y sabía que ya estaba lista para pensar y planear una idea.

Me senté en una de las rocas más escondidas, así si alguien miraba desde la playa —donde estaban todos, incluyendo mis compañeros—, no me verían.

Me dejé caer cuidadosamente en la roca y con la mirada fija en el mar, me puse a pensar en todo.

Antes de que Camilo llegase, mi vida era normal. Yo no pensaba en tener novio, yo no pensaba en verme linda para alguien, mucho menos pensaba sufrir por el amor de otra persona que no fuese el de Alex.

Yo había pensado que podría quedarme soltera y vivir con miles de gatos hasta que muriera.

Pero mi vida había dado un gran giro de trescientos sesenta grados. Camilo había llegado a iluminar mi vida, él era mi persona favorita en todo el mundo. Él era ese tipo de persona con la que podías estar las veinticuatro horas del día y nunca te quedarías sin tema de conversación.

Camilo era el tipo de persona con la que podías estar siempre sin aburrirte.

¿Lo amaba? Sí.

¿Deseaba estar con él? Sí.

¿Lo extrañaba? Sí.

¿Perdonaría su mentira? No.

¿Perdonaría qué me haya lastimado de la peor manera? No.

¿Perdonaría qué haya golpeado a Alejandro? No.

Definitivamente mi mente era un revoltijo de sí y de no.

Tenía que aclarar mi mente y buscar la respuesta indicada. Tenía que pensar en mi bien. Pensar sólo en mí y en nadie más.

Tal vez estuve pensando más de una hora, y yo no era consiente de eso.

Cuando por fin pude salir de mis pensamientos me di cuenta que alguien estaba detrás de mí. Rápidamente me puse de pie y miré fijamente a quien había llegado sin que yo me diera cuenta.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a pensar —se encogió de hombros.

—Yo estoy aquí, así que vete a pensar a otro lado.

—No, quiero hablar contigo.

—Yo no quiero hablar contigo —metí mis manos a los bolsillos de mi sweater y comencé a caminar para bajar por donde había subido.

—Si no quieres hablar, no hables —tomó mi brazo y evitó que siguiera caminando—. Pero pido que me escuches.

—¿Crees qué quiero escucharte después de lo de anoche?

—No, pero quiero intentarlo.

—Pues no lo intentes, porque créeme, no quiero oírte.

—Mía, sé que soy un estúpido, un imbécil…

—Vaya, el profesor ha aceptado lo que es —di un tirón de mi brazo y logré soltarme del agarre de Camilo.

—Lo comencé a aceptar desde que te conocí. Al conocerte y al enamorarme de ti, me volví la persona más pendeja que ha existido jamás. Por ti cambié.

—Que bien —asentí—. ¿Sabes qué, Camilo? No me importa hablar contigo, ya no quiero hablar contigo.

—Pero yo sí quiero hablar contigo.

Di un bufido y negué con la cabeza mientras bajaba la vista.

—Te extraño.

—Miré, profe… Aquí no estamos en clase, así que me puedo ir sin hacerle caso, y como yo no deseo estar más aquí, me voy.

Sin darle más atención, di media vuelta y comencé a caminar.

Quería irme de ahí. Ya no quería verlo ni escucharlo.

—¡Te necesito a mi lado como los humanos necesitan el aire! —gritó—. Te extraño. Te amo, mi pequeña.

—Si tú me amaras, nunca me hubieras hecho lo que hiciste —dije sin dar la vuelta.

—Lo hice porque no quería que salieras perjudicada.

—Si tan sólo me hubieses dicho que era para mi bien, no hubiese sufrido de la manera en que lo hice.

—Mía, lo siento. Juro que después de lo que dije ese día, no pude conmigo.

—Eso no es nada —di la vuelta para verlo—. ¿Sabes lo qué sucedió conmigo después de haber escuchado todo lo que me dijiste? Quería morirme, Camilo. Quería dormir y no despertar. Quería... quería perder la memoria para no recordar que te había conocido.

—Yo…

—No pude dormir en las noches sin antes llorar —lo interrumpí—. No quería comer, no quería ir al instituto porque no quería verte. Quería olvidarte.

—No quiero que me olvides. Quiero que me perdones.

—No puedo perdonarte, Camilo. Y créeme, aunque si todo lo que hiciste fue por mi bien, me lastimaste —sequé una de mis lágrimas.

—Mía, por favor. Yo no puedo estar sin ti, te necesito a mi lado para poder existir.

No dije nada, solamente lo contemplé y pude ver que sus ojos estaban cristalizados. Estaba a punto de llorar.

—Te amo. En verdad lo hago. Te necesito conmigo para ser quien soy. Tú eres quien me alimenta de vida y alegría. Eres mi pequeña...

Ya no pudo seguir hablando, las lágrimas que comenzaban a salir de sus ojos y que corrían por sus mejillas, le evitaron hablar.

Yo quería correr a él y abrazarlo, pero aunque odiara ver llorar a alguien, no lo iba a abrazar.

—Adiós, Camilo —fue lo único que pude decir.

Di media vuelta y comencé a caminar. Tenía que alejarme para llorar lejos de él.

Estaba a punto de bajar cuando escuché que Camilo gritó algo que me dejó inmóvil.

—Podrá llover. Podrá inundarse la tierra. Podrán borrar mis recuerdos. Podrán matarme. Pero nunca, nunca van a hacer que dejé de amarte. Porque cuando uno ama de la misma manera en que yo lo hago, no hay nada que haga que dejes de amar a tu otra mitad. Así falles o te falle, nunca vas a dejar de amarla.

Cuando Camilo hubo terminado de hablar, un silencio apareció. Yo no decía nada, él no decía nada.

Sin poder evitarlo, comencé a llorar y en unos segundo Camilo ya estaba tocando mi hombro.

—Te amo, Mía. Perdóname.

—¿De verdad me amas? —dije llorando.

—Lo hago.

—¡Entonces no me mientas! —le di una bofetada con todas mis fuerzas.

Camilo solamente cerró los ojos y presionó sus labios, y aunque su mejilla se había convertido en roja, no la sobó.

—No pienso mentirte nunca más, pero por favor, vuelve a ser mi motivo para vivir.

Abrí la boca para decir algo, pero no salió ningún sonido.

Bajé mi cabeza y clavé mi mirada en dos caracoles que caminaban juntos. Uno al lado del otro.

Volví a subir la cabeza y clavé mi mirada en los ojos de Camilo.

—¿Has sentido esa sensación cuando tratas de abrir tu cuenta de facebook y dice que es incorrecta, y tú rápidamente piensas en que te han hackeado? Bueno, algo así siento cuando veo que te alejas de mí. No quiero perderte, Camilo.

—Yo tampoco quiero perderte.

—Jura por lo más sagrado, que me amas en verdad.

—Juro por lo más sagrado, que eres tú, que te amo con todo mi ser.

—Jura que nunca más vas a mentirme y jura que si hay un problema, los dos juntos lo vamos a solucionar.

—Te lo juro.

—Te amo —dije y me avancé a él para poder besarle.

En verdad extrañaba sentir sus labios.

Sí, el perdonar a Camilo fue mi segunda opción, pero aunque quise dejarle y olvidarlo, eso no iba a poder ser. Camilo había llegado a mi vida para quedarse, y yo no era nadie para negarle el alquiler.

Camilo se separó lentamente de mí, y con una gran sonrisa en su rostro, llevó su mano a su espalda para después sacar una hermosa rosa blanca.

—Sé que esta rosa no te puede dar todo mi amor —extendió la rosa blanca hacia mí—. Pero es una pequeña forma de demostrártelo. Aunque mi amor a comparación de la rosa, nunca marchitará.

—Te amo —tomé la rosa y la miré con mucha dulzura—. Te amo de verdad.

—Yo también te amo de verdad.

Esa tarde la pasé en la roca junto a Camilo.

Yo sentada sobre las piernas de él. Los dos abrazados, contemplando el naranja atardecer.

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