El Ángel y la Princesa del In...

Von RosesRozen

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Una historia de amor olvidada por el correr de los años. El amor fue considerado un pecado y se le castigo po... Mehr

Prologo
Alexander
El Torneo
Aceptado
Lucifer
La Caida
La pesadilla
10 años despues
Destino
La niña
Conociéndola
Al descubierto
El ataque
La infancia de Taira no Bara (primera parte)
La infancia de Taira no Bara (segunda parte)
La infancia de Taira no Bara (tercera parte)
Un nuevo hogar
Espejo
Cerezos
Mascotas
Sombras del futuro
Inmortal

La Cena

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Von RosesRozen

Alec no estaba seguro de cuando había sucedido, y tampoco del cómo. Pero Lucifer marco un antes y un después en sus días en el Cielo. Había tantas cosas asombrosas en el ángel, y era precisamente eso lo que hacía que el azabache se sintiese más atraído por él. Como si hubiese algo oculto detrás de sus ojos violetas; algo que, si lograba descubrir, lo haría pedazos pero al mismo tiempo llenaría ese vacío que había empezado a formarse en su pecho. 

Nunca se había cuestionado demasiado sobre ese sentir; había estado demasiado ocupado entrenando y adaptándose a su rango como ángel mayor. Tan distraído como para notar que, a pesar de ser inmensamente feliz con sus hermanos y hermanas; siempre había algo que faltaba. De alguna forma ya no bastaba el ir a entrenar con su arco todas las mañanas, practicar con su guarnición, platicar con Magnus y volar por los aires para ver el ocaso y maravillarse con el trabajo de su padre. 

Durante los meses que transcurrieron desde que Lucifer lo tomo bajo su cuidado, empezó a preguntarse más sobre aquel vacío en su pecho. La duda empezó a asediarlo en sus momentos de ocio, aun sin estar seguro de que era lo que le aquejaba. Lo que le dejaba una irremediable sensación de pérdida. El amor incondicional por su padre y sus hermanos no parecía suficiente para aliviarlo. Y eso le asustaba. 

Tras aceptar la guía de Lucifer en las clases de arquería, las cosas entre ellos fluyeron con una naturalidad que alarmo a Alec. Era como si fuera mandato directo de su padre o el destino mismo. Se volvieron grandes amigos, y no paso mucho tiempo para que Lucifer invitase a Alec a entrenar con él en otras áreas. 

A sus entrenamientos de las mañanas, se sumaron unas cuantas horas durante las tardes, donde Lucifer lo incitaba a practicar con sus espadas gemelas. Pronto Alec iba a ver a Lucifer a la torre de cristal donde vivía para invitarle a sus vuelos nocturnos bajo el firmamento estrellado. Y, de alguna forma, terminaron viéndose todas las tardes para almorzar juntos, y de un momento a otro Alec pasaba prácticamente todo su tiempo en la torre de Lucifer. 

Aun veía a Magnus, en lapsos cortos y de manera esporádica, el moreno no le recriminaba nada al respecto, de cierta forma entendía la gran oportunidad que tenía Alec al ser entrenado en persona por uno de los mejores ángeles en el Cielo, pero no por ello dejaba de resentir la ausencia de su hermano. Asmodeo por su parte le tomo más saña al azabache. No le hacía gracia haber dejado de ser el predilecto de la guarnición y por ende la mano derecha de Lucifer; título del cual Alec se enteró que poseía hasta ese día.

-¿Es enserio?- cuestiono Alec con los ojos como platos.

-Por supuesto. No soy, Gabriel, yo no suelo bromear con este tipo de cosas.

-Lo sé- se apresuró a responder- Es solo... que no me lo esperaba. Creí que Asmodeo o Semyazza serian...-Lucifer lo observo con los brazos cruzados- Ellos llevan más tiempo en la guarnición. No parece justo.

-Es lo que yo decido, Alexander. Así de desde hoy eres mi mano derecha simplemente porque se me antoja que así sea. ¿Entendido? -Alec asintió.- Muy bien, en ese caso arregla tus mejores ropas. Serás mi acompañante en la cena del Trono. 

Alec se quedó estático, su capacidad de hablar había quedado muy lejos en el olvidó.

-¿Estas de broma?- soltó finalmente tras exprimir su cerebro al máximo. Al instante se dio cuenta que debió esforzarse más y encontrar alguna otra frase, pues la mirada que le dijo Lucifer lo dejó helado. Sus ojos parecían arden en una aterradora ira violeta.- Quiero decir...- rectifico mortificado- Nunca había ido otro ángel a la cena del Trono. Siempre ha sido exclusivamente para los arcángeles y...

Lucifer suspiro, y coloco su mano en el hombro de su hermano menor en gesto conciliador.

-Lo sé. Pero nuestro Padre nos ha permitido llevar a un ángel de nuestra entera confianza. Y yo deseo llevarte a ti, Alexander. Así que fin de la discusión. 

Alec hundió sus hombros derrotado. Aun sin saber si estaba emocionado o asustado por la oportunidad frente a él.

Como era bien sabido, su Padre era un ser benévolo y justo que los amaba. Pero también era reservado. Solo los arcángeles y un muy contado número de ángeles mayores, habían tenido la dicha de ver a su Padre en persona, los demás únicamente podían tener esperanza y preservar la fe de algún día verlo. Por supuesto, también era bien sabido que cada determinado número de lunas, los arcángeles se reunían con Padre, en el palacio principal, el cual denominaban "Trono", al cual solo entraban los pocos afortunado con el permiso de su creador. Era el lugar más sagrado en todo el Cielo, pues era donde su Padre habitaba cuando estaba en el Cielo. No siempre solía estar ahí, algunas veces se ausentaba por largar temporadas durante las cuales nadie sabía a donde iba, pero los ángeles siempre esperaban su retorno con ansias. 

Ese día, que pronosticaba ser igual que los demás, se vio sacudido por la euforia con el regreso de su Padre, que tras una muy larga ausencia volvió al Cielo, anunciando que esa misma noche se llevaría a cabo la Cena con los arcángeles.

Cena a la cual Alexander estaba invitado por Lucifer, y donde finalmente vería el rostro de su creador.

*** 

-Estas siendo una idiota- refunfuño Magnus, acostado sobre su cama y con sus ojos clavados en el libro que sostenía entre sus manos. 

Alec iba y venía detrás de él. Había pasado las últimas horas encerrado en su habitación teniendo un ataque de histeria tras otro. 

-¿Qué quieres que haga?- gruño Alec, plantadose frente a él.

-Que me dejes leer mi libro. 

-No sé qué hacer... O que ponerme. ¿Y si hago algo estúpido y quedo como un idiota? Por todos los cielos, podría tropezarme o ahogarme con la comida. Decepcionaría a nuestro Padre y a Lucifer... y seria la burla de todo el Cielo. Metatron escribiría de mí, y mi vergüenza quedaría plasmada en las tablas por la eternidad y todos me recordarían por ser el idiota de la cena que ni siquiera debió estar ahí, porque no se supone que deba estar ahí. Asmodeo me va a freír cuando se entere, si no es que ya se enteró y se está preparando para hacerlo más doloroso aun...- continuo Alec, aunque parecía hablar para sí mismo.

-De verdad, déjame leer mi libro- murmuro Magnus.

-¡Y ni siquiera sé que ponerme! No sé si es correcto llevar mi uniforme de guarnición o si sería una tontería. Mi demás ropa es horrible. Tú mismo te has quejado de ella. Oh, ¿porque no te deje cambiar mi armario? - pero Alec no escuchaba a nadie más que no fuera el mismo perdiendo los nervios. 

-¡No! Yo sugiero que vayas desnudo y me dejes leer mi libro- exploto Magnus. 

Alec soltó un bufido y fue hasta su armario. Lo abrió y empezó a descartar las prendas, con cierta furia en cada uno de sus movimientos, hasta que se dio cuenta que cada prenda estaba en un estado lamentable. Tenían hoyos que ni si quieran recordaba cómo se los había hecho. 

-No sé qué hacer, Magnus- se quejó, derrotado. 

El ángel se volvió a verlo, con una sonrisa divertida que se desvaneció pronto. Observo bien a su hermano, a sus uniforme blanco de guarnición y a su pelo revuelto por las veces que Alec había paso su mano frustrado. Entonces comprendió el esfuerzo por el que estaba pasando. Magnus jamas haba tenido que preocuparse demasiado por algo en concreto, todo parecía acomodarse a su favor, pero Alec... Alec estaba luchando. Luchando por ser mejor, por ser aceptado en su guarnición, por tener la aprobación de los demás...

-¿Te doy un consejo? Deja de preocuparte tanto. Toda va a salir bien. Eres un ángel asombroso, así que deja de correr en círculos por todo el lugar. Y ponte mi regalo del solsticio de verano, el color queda a la perfección con tus ojos azules. ¿Por qué crees que te lo regale en primer lugar?

Alec quedo de piedra, medio ruborizado y un tanto mareado, atinando únicamente a asentir y a buscar en el fondo de su armario la caja donde guardaba toda la ropa que Magnus le regalaba. No es que le desagradaran sus regalos, pero algunas prendas simplemente no le haciendo sentir como el mismo. Eran más del estilo del moreno, pero en ese momento no se sentía con la fuerza mental como para preocuparse por ello. Magnus sonrió al ver el jubón y la mueca de duda de Alec, pero este se cambió sin rechistar.

Alec deslizó las manos callosas por la seda azul del jubón que debía llevar esa noche. Tenía detalles vegetales bordados en oro y un ribete más ancho en el cuello y en la cadera. Incluso a él podría gustarle de no ser tan llamativo. 

-¿Cómo te he dejado convencerme de esto?-musito.

El aludido le dedicó una mirada divertida mientras cambiaba la hoja de su libro. 

-Tengo buenos gustos, debes reconocerlo. 

Alec gruño en voz alta, furibundo. Magnus sabía perfectamente que el detestaba cualquier otro color que no fuera el blanco de sus ropas, pero este siempre se empeñaba en "poner algo de color en su vida" y se las ingeniaba para modificar su vestuario. Aquel azul no era especialmente llamativo, pero hacia juego con sus ojos, resaltándolos aún más. 

Podía ser cruel, pero le divertía ver a Alec perdiendo los estribos, más cuando solía ser tan calmado y serio la mayor parte del tiempo. Y Magnus lo disfrutaba aún más cuando había interrumpido su lectura. Por ello no le comento a Alec lo único que pudo haberle dado tranquilidad mental en lo que esperaba el crepúsculo. Era como su pequeña venganza, por ser tan cabezota.

*** 

Era el momento.

Alec estaba parado frente a las puertas de cristal puro del palacio. El trono se alzaba frente a él con todo su esplendor. Brillante y majestuoso. Aun desde la entrada, podía sentir el aura cálida que su padre emanaba del interior. Lucifer iba junto a él, luciendo un jubón violeta con toques azulados. Lucia imponente y arrebatador, y Alec agradeció infinitamente la atención que su hermano lograba acaparar. Estaba convencido que en cualquier momento se tropezaría y terminaría por besar el suelo. 

Las puertas se abrieron, y ambos ángeles entraron. Se toparon con Metatron en el recibidor, Lucifer ladeo la cabeza confundido. El escriba no solía ser un invitado común en la cenas del trono, solo solía ir cuando algo importante pasaba en el Cielo. Tendría que consultarlo con Michael. Lucifer le saludo con un movimiento de cabeza y se internó en la mansión. 

Una larga mesa de blanco mármol estaba dispuesta, con dieciséis puestos perfectamente colocados, copas de vino y platos y cubiertos de plata. Varios arcángeles y ángeles mayores estaban dispersos por el comedor, conversando en voz baja, expectantes a la llegada de su padre. 

-Lucifer- llamo un arcángel. Era alto, quizás el más alto de sus hermanos, de pelo castaño y dulces ojos verdes. Alec no tardo en identificarlo como Samuel. El quinto arcángel de la orden.- Que bueno que llegas. Tienes que ir a ver a Michael, está a punto de retar a Uriel a un combate- Lucifer rio entre dientes- No es divertido- le riño el castaño- Ha sido un malhumorado plumero las últimas semanas.

-Me encargare de él. No te preocupes, Samuel- dijo Lucifer- Si me permites, Alexander, no creo tardar mucho.

-Por supuesto. 

-Así que tú eres Alexander- dijo Samuel una vez que Lucifer se alejó- He oído mucho de ti.

-¿En serio?

-Claro. No todos los días Lucifer tiene un protegido.

Alec hizo una mueca.

-Los ángeles no parecen hablar de otra cosa que no sea eso. 

Samuel se apiado de él y le regalo una sonrisa de disculpa. 

-Ya pasara. Yo también tengo mi protegida, Esme- dijo, señalando a un ángel de pelo rubio que se encontraba al otro lado de la habitación.- Todos los arcángeles suelen tener un protegido...

-Entonces no entiendo porque la gente sigue hablando de mi- interrumpió Alec molesto.

-Simplemente porque Lucifer nunca había tenido un protegido antes. Es algo insólito. 

-Pero Asmodeo...

-No- le corto el castaño- Nunca lo tomo bajo sus alas, o lo entreno como a ti. 

-Quizás no tenía grandes expectativas de el- interrumpió Uriel en la conversación- Aunque tampoco entiendo que pudo a ver visto en ti. 

Samuel suspiro.

-Una alegría verte hermano.

-Lo sé- dijo Uriel- Siempre es así. 

-Perdona a mi hermano- Una tercera voz se unió a la plática. El arcángel rubio, coloco una mano sobre el hombro moreno de Uriel.- Solo suele ser así cuando tiene hambre.

-En ese caso estaría muriendo de hambre todo el tiempo- se mofo Samuel.- No le mientas a nuestro hermanito Raziel. Uriel se comporta así siempre. 

-Como siempre es un gusto conversar con ustedes, pero iré con Rafael. Siempre es una compañía mucho más agradable- dijo Uriel, y se retiró con la cabeza en alto.

Raziel bufo. 

-Son el uno para el otro. Ambos igual de irritantes. 

-Lo sabemos- la voz de Gabriel se alzó- Pero no se puede vivir sin ellos. 

Ambas puertas del comedor se abrieron con un estrepitoso golpe, dándole a Gabriel su tan adora entrada dramática. Junto a él estaba Magnus quien sonreía complacido con la atención de los presentes. La mandíbula de Alec estuvo a punto de tocar el suelo. ¡Magnus estaba ahí! No podía creer que su hermano no le hubiera dicho que también asistiría a la cena. Pudo ahorrarle tanto sufrimiento. Alec iba a golpear a su hermano cuando todo eso terminara. 

-Gabriel, empezaba a preguntarme dónde estabas- dijo Samuel, cruzándose de brazos y mirando a su hermano aprensivo- Al menos esta vez no llegaste tarde como en la última cena.

-¿Cuándo vas a dejar de recriminarme eso?- gruño Gabriel- Fue un accidente. Me quede dormido. Además, el sermón de Michael fue suficiente gracias. No necesito que me den uno cada vez que tengamos una cena en el Trono. Es cruel.

-Quizás- acepto Samuel.

-Pero es divertido- termino Raziel, chocando su puño con Samuel. 

-Como sea- murmuro Gabriel- Ahora cotilleemos del hermano prodigo- anuncio viendo a Alec- Toda una personalidad en los últimos meses. ¿Cómo se siente ser de los favoritos? 

-Basta, Gabriel- le detuvo una voz grave y profunda- Deja al chico tranquilo.

Gabriel hizo un puchero, pero obedeció a Michael. Alec le observo de reojo. Iba vestido con un traje verde, que hacía juego a la perfección con sus ojos esmeraldas. Lucifer estaba a su derecha, muy cerca de él. Pero el rubio no se veía molesto con la invasión a su espacio personal. Al contrario, parecía complacido. Ninguno de los arcángeles hizo un comentario al respecto, así que Alec asumió que debía ser algo común entre sus hermanos mayores. 

-Alexander- llamo Michael- Lucifer me ha hablado de ti. Un placer conocerte oficialmente.

-Gracias hermano.- respondió Alec. 

Un dulce repiqueteo de tres notas interrumpió a los ángeles, la suave melodía del Trono que anunciaba el inicio de la cena. Todos se acercaron a la mesa y tomaron su lugar. Michael y Lucifer a la izquierda y derecha respectivamente del asiento en la cabeza. Gabriel, Samuel y Uriel se sentaron del lado de Lucifer, mientras que Rafael y Raziel, se acomodaron junto a Michel. A cada lado de un arcángel se sentó el ángel que había invitado, intercalándolos en la mesa de mármol blanco. Y en la punta contraria a la cabeza, Metatron tomo asiento. 

Cuando todos estuvieron a acomodados, la puerta del comedor se abrió, y su padre entro a la estancia. Alexander jadeo sorprendido. Su padre era pura irradiación de luz y paz. Cuando un poco del aura se disipo, Alec pudo ver a un hombre alto, sin edad. De pelo negro y rizado, con una cuidada barba oscura y unos brillantes ojos azules, los cuales veían con una infinita ternura y sabiduría a sus hijos. 

Los ángeles se levantaron de sus asientos y le dieron una reverencia a su Padre.

-Tomen asiento hijos míos- dijo su Padre. Su voz era aguda, agradable, y no lo que Alec esperaba oír, pero eso no impidió que sus plumas se agitaran nerviosas a pesar de estar guardadas en su espalda.  Los ángeles acataron la orden y se sentaron, mientras su Padre se acomodaba a la cabeza de la mesa. Una vez listo, chasqueo sus dedos, y varios platillos aparecieron sobre la mesa.- Disfruten. 

Los arcángeles acostumbrados a la dinámica de la cena y menos cohibidos que los ángeles mayores se empezaron a servir, pasándose los platos y peleando por los mejores trozos de carne. Luego de unos minutos los demás ángeles siguieron su ejemplo.

La velada de desarrollo de manera cálida. Entre bromas y anécdotas que contaban los arcángeles, las cuales hacían reír a su Padre. Sin formalidades, solo una amena cena en familia. 

Hasta que Padre levanto su mano, llamando la atención de sus ángeles.

-Deben saber, hijos míos, que no solo los he convocado aquí para otra cena- dijo su padre, bajando su copa de vino- Tengo un anuncio que hacerles. 

Metatron saco pluma y papel, y empezó a anotar las palabras que redactarían en las próximas tablas del cielo. Los ángeles lo observaron expectantes. 

-He decidido ampliar el universo.

El silencio se hizo presente en la sala.

-¿Qué quieres decir padre?- pregunto Michael. 

-El Cielo y ustedes fueron de mis preciadas creaciones. Por lo que pienso seguir con ellas. Creare la Tierra, y en ella pondré todo tipo de vegetación, animales y seres para que la habiten. 

-¿Seres?- susurro Lucifer consternado- ¿Qué clase de seres padre?

Su Padre hizo un ligero movimiento con su mano, sobre la mesa apareció una nuble blanca, la cual se disipo y dejo a la vista a un ser desconocido. Sin alas, ni gracia angelical. En el exterior lucia como su Padre y los ángeles del Cielo, pero era distinto, diferente a todo lo conocido hasta el momento, pero era hermoso. Increíblemente hermoso por la luz que brillaba bajo el cascaron. 

-Humanos- anuncio su Padre con orgullo- Ellos habitaran la Tierra. 

Los ángeles aplaudieron maravillados con la nueva creación de su padre. Su padre siguió hablando de sus planes para los ahora denominados "humanos", y también sobre los cambios que habría en el Cielo con la llegada de ellos. Alec tenía una sonrisa plasmada en sus labios, aquel extraño ser hacia que una cálida sensación agitara su pecho. Tenía curiosidad por verlos una vez que su Padre los terminara. Giro su cabeza hacia Lucifer, queriendo ver en el rostro de su hermana la felicidad de la nueva vida. 

Pero no fue eso lo que encontró.

Lucifer mantenía la vista fija en el mármol mesa, como si deseara estudiar la blancura del material. Sus labios eran una fina línea apretada y su ceño estaba profundamente fruncido. Sus manos apretaban con fuerza los cubiertos. Su cuerpo entero estaba tenso, conteniéndose. Alec abrió los ojos asustado. Sintió un cambio dentro de él, pero era tan extraño que no lo reconoció. El azabache bajo la mirada consternado, y cuando la levanto nuevamente, Lucifer estaba cortando un pedazo de carne completamente tranquilo, como si nada hubiera pasado.  Alec parpadeo varias veces, preguntándose si lo que vio había sido solo un espejismo de su mente. Aparto la mirada hacia sus demás hermanos, para ver si alguien más se había percatado de algo, pero todos estaban atentos a las palabras de su Padre, incluyendo a Michael. Alec tomo su copa de vino y le dio un pequeño sorbo, quizás todo había sido imaginación suya. 

Lucifer no volvió a hablar en toda la cena. 

A la mañana siguiente, Padre empezó a crear a los humanos.


*********************

Nota de autora:

Multimedia del arcángel Samuel. Notese que amo Supernatural. Quizás en el futuro haga una historia de ellos. Quien sabe. Mientras tanto los agrego a mis historias. Gracias a los que siguen mis historias, los adoro. Dejen sus comentarios. :)

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