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—¡Ya me voy, primo! —le dio un pequeño beso en la mejilla— Te presto mis juguetes para que te diviertas con tu novio.
Y la pequeña no lo decía con malas intenciones ¡al contrario! Ella de verdad quería compartir su equipo de enfermera con su primo preferido, por eso luego de jugar un rato con él y su novio, que era muy lindo y amable, le dijo que podía quedarse con el uniforme unos días hasta que volviese: un gorrito blanco con una cruz roja junto a una bata blanca con el mismo símbolo, esa era de su mamá pero seguro no se iba a molestar.
—No, está bien, puedes llevártela —insistió entregándole el estetoscopio de juguete a la niña de seis años.
Negó con la cabeza— Está bien —se lo devolvió—, el uniforme te queda mejor que a mi mami —habló en voz bajísima—. Y Junmyeon-Oppa hace muy bien el papel de paciente, ¡seguro se van a divertir mucho! —le sonrió antes de darle un beso.
Se despidió con la diestra mientras corría hacia el auto de su papá que, con entre risas, hacía el mismo gesto pero con la otra mano. Cerró la puerta de su apartamento, quitándose el sombrerito de cartón de la cabeza para caminar hasta la habitación que compartía con su novio.
—¿Qué le dijiste a mi prima? —enarcó una ceja.
—La verdad —se incorporó en la cama—; me siento muy enfermo, creo que tengo mucha fiebre, ¿por qué no me atiende el enfermero Zhang?
Oh, su novio era un enfermo total.
—No es fiebre lo que tiene, paciente Kim —le tocó la frente, sentándose al borde del colchón—, creo que tiene un serio caso de perversión.
—¿Sí?
El chino asintió con la cabeza, subiéndose hasta el regazo ajeno. Pasó sus manos por el pecho de su pareja luego de quitar las curitas que su prima le había colocado en las mejillas y clavículas durante su juego de simulación de hospital.
—Uhum —movió sus caderas para rozar el bulto en la entrepierna del coreano—, demasiado serio —metió su diestra en uno de los bolsillos de la bata y extrajo una herramienta de juguete—, ¿cree que deba usar esta inyección?
Su pareja coló sus manos bajo el polo del contrario, sus dedos lo hicieron estremecer.
—A lo mejor debería utilizarla yo —sonrió mordiéndose el labio inferior—, creo que se ha contagiado, enfermero Zhang.
—Solo un poco —murmuró.
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QUÉ PUERK ZOY, ALV.