William
Mi cabeza duele, seguramente producto de la mala noche que pasé y de la cantidad de bebidas que ingerí. Sin embargo, pese al mal estado en el que me encuentro, me veo en la necesidad de caminar hacia la oficina en donde mi padre y mi abuelo me esperan.
No era común que recibiera una llamada de pronto, diciendo que requerían mi presencia en la casa, es por la misma razón que no conseguí encontrar una excusa para no asistir.
—Hola abuelo —saludo cuando empujo las puertas para ingresar a la habitación —Hola papá.
—Es bueno ver que no has demorado en venir —pronuncia mi padre mientras me observa. —Debes cuidar mejor de tu aspecto ¿o es que planeas ir así a la empresa?
—No tengo pensado presentarme hoy —respondo encogiéndome de hombros. Tomo asiento en la silla que está a un costado de mi padre, para luego observar a mi abuelo. Él está sorprendentemente en silencio.
—¿Qué ocurre? —inquiero con curiosidad —¿Hay alguna cosa que esté mal en la empresa?
—Para nada, todo está perfectamente —responde él mientras se acomoda en su asiento —te hemos pedido que vengas, porque tenemos algo que decirte —informa.
—¿Qué pasa? —insisto con impaciencia.
—Supongo que conoces a Anna —habla mi padre —La hija de la familia Harris.
—¿Qué acaso no es la hija de tus amigos? —cuestiono con curiosidad —No la conozco.
—Has hablado con ella —insiste mi padre.
—Eso no significa que la conozca —debato —¿por qué? ¿Qué tiene que ver ella en esta conversación?
Mi abuelo suspira.
—William, me preocupa el hecho de que comienzo a hacerme cada vez más viejo, y tú no pareces tener planes de tener algún compromiso —reprocha.
—Oh abuelo —murmuro rodando los ojos —No tienes que preocuparte por eso.
—Claro que tengo que preocuparme —responde —porque mi tiempo se agota y tu padre tiene más ocupaciones con las otras empresas. Necesito saber que dejaré en buenas manos mi patrimonio.
—El hecho que no quiera un compromiso no limita mis capacidades para hacerme cargo de las empresas —mascullo con molestia —creí que eso había quedado claro desde el momento en el que me elegiste.
—Solo mírate ahora —responde señalándome —pareces un chiquillo. Ir de fiesta en fiesta y gastar el dinero no es ser competente, necesito saber que serás capaz de manejar todo sin llevarnos a la ruina.
—Abuelo...
—Y es por eso que he decidido que para cobrar la herencia el día que yo falte y convertirte en el líder de las empresas, tienes que casarte —sentencia.
Sus palabras caen tan de repente que, por un par de segundos, no sé cómo es que deba reaccionar. La incredulidad me invade ¿en qué siglo creen que vivimos? ¿Uno en donde aún existen los matrimonios arreglados? Suelto una risa, en gran parte por la incredulidad que esto me provoca y en otra, porque me resulta gracioso el imaginarme como un hombre casado.
—Deben estar bromeando —afirmo —Papá esto es una locura ¿cierto? Dile que no puedo casarme.
—Me temo que estoy de acuerdo con tu abuelo —responde él incorporándose —La hija de los Harris parece ser la indicada para ti. Hemos hablado con sus padres, ellos están de acuerdo con que el matrimonio se lleve a cabo y...
—¿Has perdido la cabeza? —grito incorporándome —¿Casarme con una desconocida? Papá, realmente espero que esto sea una broma pesada.
—No lo es —responde con tranquilidad.
—¿Mamá sabe de esto? —inquiero —Iré a decirle y estoy completamente seguro de que ella estará de mi lado.
—Tú madre es la más contenta con la noticia de que has decidido casarte —afirma mi padre. —¿Realmente crees que podremos dejarle todo a un chico que no tiene la madurez para aceptar un compromiso?
—¡Entonces dénselo a Joan! —exploto con molestia. —A ver si entonces la herencia pasa a buenas manos.
—Por favor, William —masculla mi padre —tu primo Joan no es más que un vividor, los tres sabemos lo que ocurrirá con el dinero si todo cae en sus manos.
—¿Y obligándome a casarme con una mujer a la que no amo te parece la mejor opción? —Reprocho.
—No se trata de amor, Will —la tranquila voz de mi abuelo me hace mirarlo. —Se trata de un medio de protección para el trabajo que hemos hecho a lo largo de nuestra vida.
La impotencia se extiende por mi cuerpo, llena cada rincón ante el pensamiento de no tener ninguna otra alternativa. El ligero dolor en mis sienes se incremente hasta convertirse en uno punzante.
—No voy a casarme —mascullo con firmeza.
—Bien, entonces puedes ir preparando tu oficina para dejar tu puesto en la empresa —advierte mi padre. —y comenzar a despedirte de todo el dinero que generas gracias a eso. —Al final de cuentas, es tu decisión.
—No voy a casarme —repito, me doy la vuelta y apresuro mis pasos a la salida, aun cuando escucho que gritan mi nombre un par de veces, no me detengo.
No lo hago porque lo último que quiero ahora, es permanecer en este lugar.
ANNA
Cuando llego a casa mis padres me esperan en la sala, era poco común verlos juntos esperando ahí, sentados y en completo silencio.
—Anna, cielo —la voz de mi madre capta mi atención apenas ingreso —ven un momento. Necesitamos hablar contigo.
—¿Qué ocurre? —inquiero mientras camino hacia donde ellos se encuentran. Coloco mi bolso a un costado para luego observarlos en espera de que comuniquen lo que sea que tienen para decirme.
—Probablemente esto es algo que te sorprenda, me ha sorprendido a mí cuando tu padre me lo informó —comienza a hablar mi madre —pero sin duda creo que es una idea estupenda, para asegurar tu futuro.
—¿Mi futuro? —inquiero —No estoy entendiendo.
—Cariño, creo que ya tienes edad suficiente para poder casarte —elevo una de mis cejas, incrédula ante lo que mi madre dice con tanta naturalidad.
—Mamá, apenas tengo veintidós años —le recuerdo con obviedad —casarme no está en mis planes.
—Pues lo estará —la firmeza y seguridad con la que mi padre habla me hace mirarlo.
—Adam por favor —interviene mi madre —acordamos...
—Vas a casarte con el hijo de la familia Blake, su padre y abuelo creen que es buena idea que ustedes se comprometan —pronuncia incorporándose —así que comienza a hacer planes de boda.
Parpadeo con rapidez, intentando comprender lo que ha dicho.
—No... no puedes estar hablando en serio —mascullo con incredulidad —¿Cómo voy a casarme? ¡Apenas y lo conozco!
—Yo apenas y conocía a tu madre cuando me casé —afirma —Deberías estar agradecida de que estoy preocupado por encontrarte a alguien con el que tengas la seguridad que nosotros siempre te hemos dado.
¿Seguridad? Seguridad es lo último que mis padres me han dado en mi vida.
—Se han vuelto locos —afirmo. Me incorporo con el propósito de ir a mi habitación y dejar de una vez el tema.
—Vuelve aquí Anna —la autoritaria voz de mi padre me hace detener mis pasos —no hemos terminado.
—Claro que hemos terminado —mascullo encarándolo —No sé cómo es que puedes estar tan tranquilo diciendo que tengo que casarme ¡Por Dios! ¡Es imposible!
—Cielo, tu padre solamente intenta buscar lo mejor para ti. —habla mi madre
—¿Obligándome a contraer matrimonio? —inquiero en un grito. —El único beneficio que persiguen es el de ustedes. Dime ¿Cuánto te ha dado para hacer que me case con él? —cuestiono.
—No me ha ofrecido ni un solo peso por ti —afirma mi padre —Ellos quieren seguridad para sus empresas, yo quiero seguridad para ti —masculla —si eso significa que debo obligarte a casarte con su hijo, entonces lo haré.
—Es tu socio —le recuerdo —¿Pretendes que crea el hecho de que tú no sales beneficiado en esto?
Él permanece en silencio, otorgándome la razón.
—No voy a casarme —sentencio sintiendo el ardor en mis ojos. Muerdo el interior de mi mejía, en un intento desesperado de mantener el control.
—Oh, claro que lo harás —mi padre da un par de pasos en mi dirección —Lo harás porque de negarte, hundiré con mis manos las casas hogar que has fundado. Eso sería una completa lastima ¿no es cierto? —cuestiona —una lástima para ti, y una desgracia para todos aquellos a los que proteges.
La opresión en mi pecho se intensifica, el nudo en mi garganta aprieta con tanta fuerza que, por varios segundos, contengo la respiración.
—¿Cómo puedes hacerte llamar mi padre? —reprocho con dolor.
El rostro de mi padre se endurece, me observa sin el más mínimo remordimiento. Él sabe cuánto me ha costado crearlas, y aún cuanto lucho por hacer que sigan en pie. Usar eso en mi contra era un golpe bajo, era usar la única debilidad que poseía para doblegarme.
—Deberás a comenzar a prepararte —informa mientras se aparta. La naturalidad con la que habla me sorprende. —¿O seguirás diciendo que no?
No respondo, me doy la vuelta mientras siento algo explotar dentro de mi cuerpo. Subo las escaleras con prisa y una vez en mi habitación, me permito perder el control.
Me apoyo contra la puerta, sintiendo como todo se rompe a mi alrededor. No quería hacerlo, no había forma de que fuera feliz accediendo a eso, sin embargo, no había otra opción.
No podía siquiera arriesgarme a que mi padre rompiera su promesa, no podría soportar ver como él destruía con el mínimo esfuerzo, todo por lo cual había luchado.
¿Cómo conseguiría librarme de algo como esto?
Era una pregunta que no tenía respuesta, un cuestionamiento que no sería solucionado de ningún modo.
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