Derek
—¿Sobre qué es de lo que quieres hablar? —pregunto luego de un gran rato en silencio.
Kelly deja salir un suspiro y desvía su mirada hacia la mano de Leah siendo sostenida por la mía.
—Debes estar destrozado —murmura y yo doy un asentimiento.
—Nunca me pasó por la mente el que ella estuviera en un hospital internada —confieso—. Es algo muy difícil de asimilar.
—No lo dudo —responde—, en verdad lo siento.
—Nadie más que yo, Kelly —suspiro—, nadie más que yo.
—¿Qué hay de Theo? —ella frunce el ceño en muestra de confusión.
—Él está bien —mascullo—, Leah fue quien se llevó la peor parte.
—Ella va a estar bien, Derek —Kelly se acerca a mí y toma mi mano—. Va a reaccionar.
El problema es que no tengo certeza de lo que pueda suceder luego de eso.
—Suenas muy segura —digo, a lo que ella me da una pequeña sonrisa.
—Porque lo estoy.
—Hijo, ¿Qué es lo que estás haciendo? —mi padre se acerca a mí con curiosidad; yo vuelvo a tirar otro papel arrugado al suelo.
—Intento hacer una carta —respondo—, pero no me sale bien.
—¿Una carta?, ¿Para quién? —mi padre suelta una carcajada.
—No te burles —lo riño—. Es para Leah Duncan.
La risa de mi padre se corta de golpe.
—¿La hija de Vera? —parece perder el color de su rostro.
—Sí —frunzo el ceño, confundido por su precipitado cambio de actitud. Se supone que ya ha superado a Vera.
—¿Por qué quieres hacerle una carta?
—La vi muy triste en el funeral de su madre y me gustaría poder darle unas palabras de aliento, pero el problema es que no soy bueno hablando y mucho menos escribiendo.
Mi padre me da una pequeña palmada en la espalda.
—Ten cuidado con ella, hijo.
—¿Por qué? —¿De qué estaba hablando?
—Porque una vez que entras en la vida de una Williams, jamás sales de ella sin perder algo de ti.
Kelly contempla el paisaje que nos brinda la ventana de la habitación de Leah y yo recuerdo que me ha buscado para hablar de algo importante.
—Kelly, lamento ser tan necio, pero aún no me has dicho de lo que quieres hablar conmigo —ella fija su mirada en mí durante varios segundos.
—¿Por qué te importa tanto? —frunzo el ceño ante su pregunta, por lo que ella decide continuar—. Leah, ¿Por qué te importa tanto? Ella no te ha escogido a ti y, sin embargo, sigues aquí.
Desvío la mirada hacia el lugar donde Leah se encuentra profundamente dormida y mi corazón parece amenazarme con un colapso, pues sinceramente no encuentra respuesta para la pregunta de Kelly.
En verdad no lo tenía en claro; no sabía con exactitud por qué seguía acercándome a Leah a pesar de todo el dolor que me ha causado desde que nos conocimos siempre termino como un perro persiguiéndola y no tengo definido el porqué.
—No tengo respuesta a eso —sonrío mientras la alzo a ver—. Ella es todo un enigma en mi propia vida.
—Puede ser una obsesión, Derek.
—O puede que ella se haya convertido en algo más importante —susurro—. Algo que en realidad no corresponde a ningún nombre; algo que no puede definirse.
Es debilidad ¿Tal vez?
—No sé por qué sigues empeñado en estar con ella cuando no te ha valorado como otras personas lo podríamos hacer —Kelly se levanta de su sitio y se acerca a la ventana, dándome la espalda.
—¿De qué hablas? —frunzo el ceño—. ¿Por qué dices eso?
Ella no responde y en cambio decide ignorarme olímpicamente.
—Kelly —me levanto y me posiciono detrás de ella, tomando su brazo—. No puedo entenderlo si no me lo dices.
—¡Eres un ciego!
Finalmente, ella se da la vuelta y deja ver su rostro bañado en lágrimas, lo que muestra su evidente molestia y desesperación porque pueda comprenderla sin rodeos.
—Espera... —doy un paso lejos de ella—. ¿Estás enamorada de mí? —Kelly suelta una risa llena de sarcasmo y dolor mezclados.
—Y hasta ahora logras verlo, justo cuando tengo el coraje de venir y decírtelo frente a tu amante inconsciente.
Mis emociones pasan a ser un remolino dentro de mi mente. Kelly me ha dicho que está enamorada de mí y yo no tengo una jodida idea de cómo responder a eso. Si bien es cierto, ella no ha sido mala conmigo en ningún momento, pero no ha llamado mi atención lo suficiente como lo ha hecho Leah desde que la vi.
—Joder... —logro decir; ella solo observa, incrédula ante mi reacción tan nefasta.
—Hubiese preferido que no respondieras —masculla y se aleja aún más de mí.
—Kelly —trato de medir mis palabras—, esto no es fácil para mí, debes entenderlo.
—Tampoco lo es para mí, Derek, pero aquí estoy siendo la tonta que desea que la mires, aunque sea una vez —susurra mirando el suelo.
—Kelly —me acerco a ella con cautela—, debes saber que eres hermosa y muy inteligente. Cualquier hombre que tenga dos dedos de frente puede verlo...
—Pero no son tú —ella me mira directamente a los ojos—, no son lo que quiero.
Me estaba costando entender el porqué de su constante tenacidad conmigo; nunca le había puesto atención antes como para que se haya podido enamorar de mí, por lo que no dejaba de parecerme ilógico.
Kelly se acerca aún más y toma mi rostro entre sus manos, decidida a que todo mi ser se centre en ella.
—Quizá no tengo unos ojos hipnotizantes como los de ella, ni tampoco tengo un corazón tan puro como tú ves el suyo, pero he puesto la mirada y el corazón sobre ti, Derek, y en verdad anhelo una oportunidad donde me permitas demostrar lo mucho que te quiero.
Sin aviso de nada, Kelly lleva sus labios hacia los míos y nos funde en un beso lleno de deseos puros por su parte y sentimientos vacíos por el mío, pero por más que intentaba sentir algo además de aprecio, no podía, no podía dejar de compararla con Leah y su enigma tan hechizante que lograba ponerme de cabeza. Simplemente no puede reemplazar mis sentimientos por ella y jamás podrá lograrlo.
Decido separarla con delicadeza luego del beso.
—Kelly... —intento hablar, pero me detiene.
—No digas nada más, puedo entenderlo —ella sonríe a medias y sin más, se marcha de la habitación.
Bajo la mirada hacia Leah que sigue inconsciente, pero de alguna manera demostrándole a mi corazón su presencia.
—Leah...
Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abre revelando la figura de mi padre; él me da una media sonrisa antes de hablar.
—Louisa quiere entrar a verla.
Asiento y decido darle una última mirada, además de un beso en su frente antes de marcharme.
—Prometo volver...
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¡Capítulo de la semanaaa!
Espero que les haya gustado. Es un poco cortito, pero siempre guardo lo mejor para el final, y el final de esta historia se acerca, así que... ¡La espera valdrá la pena!
Dios les bendiga muchísimo y feliz viernes :)