CASTIGO DIVINO [A LA VENTA EN...

By mler21

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HISTORIA FINALISTA A LOS PREMIOS WATTY 2014. CATEGORÍA: ROMANCE EN ASCENSO. *********HISTORIA ELIMINADA POR P... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO I
CAPÍTULO III
CAPÍTULO IV
CAPÍTULO V
YA A LA VENTA
SECUELA

CAPÍTULO II

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By mler21

(Cupido)

Llegaba diez minutos tarde. Ya sabía que había exigido puntualidad, pero simplemente por el hecho de que era YO quien debía hacer esperar a las señoras. No solo por no ser yo quien tuviera que esperar, sino también porque cuanto más esperas al objeto deseado, más atractivo te parece y con más ansias lo deseas, aunque te cueste admitirlo. Era así de sencillo. Un aplauso para mí, ladies.

Cuando entré por la puerta del Café Bulgaria, el camarero, que estaba detrás de la barra, me saludó con la cabeza mientras secaba las copas. Yo le copié el gesto y me dirigí hacia las mesas del fondo como de costumbre, comprobando si había alguna mujer sola en alguna de las cabinas. Normalmente solían sentarse al fondo por temor a ser vistas solas o a que las vieran después conmigo. Hipócritas.

Conforme me acercaba al fondo del bar empecé a preocuparme. No había ninguna mujer sola. Comencé a notar cómo me subían los ardores por el cuello, e intenté dominar mi rabia. ¿Pero quién se creía que era haciéndome esperar? ¿A mí? ¡Qué pérdida de tiempo! Se iba a enterar una vez recobrara mis poderes esa maldita mortal...

Me di la vuelta para marcharme y me quedé congelado.

En la puerta, justo en el umbral, con su figura recortada contra la tenue luz que todavía entraba de la calle, estaba ella.

O eso suponía, porque no había otra mujer sola en todo el local y porque algo dentro de mí me lo decía. Esa es la piva, tío.

Se quedó quieta, como un fantasma. Llevaba el pelo mojado y aplastado sobre la cara; las gotas de lluvia le resbalaban por ella y caían por su cuello. Llevaba un vestido negro ceñido, y el agua no había hecho más que ceñírselo todavía más a las caderas y los pechos. Mmm... No estaba nada mal, justo como me gustaban a mí, jugositas y pechugonas. Durante unos instantes disfruté de esa visión, sonriendo a medias.

No me dio tiempo a verle bien la cara, tan solo pude advertir que por sus mejillas corría un río de tinta negra. En el momento en que se percató de mí y en que la observaba de pie al fondo del bar, salió volando a toda prisa hacia el baño.

Me quedé de pie, helado. ¿Y ahora qué? ¿Era ella entonces? ¿No era ella?

Espera, ¿por qué me latía el corazón tan fuerte, como si fuera a salírseme del pecho? ¡Era la primera vez que notaba latir mi corazón! ¡Oh dioses, pero si tenía uno de esos!

En fin, que me sentí un poco raro después de que ella saliera corriendo. Todo mi cuerpo había comenzado a temblar, aparentemente sin motivo alguno. Empecé a notar una debilidad que me recorría por completo y el corazón comenzó a bombearme a mil por hora, hasta el punto de que parecía que se me iba a salir por la boca. Nunca en mi vida me había dado un ataque cardíaco porque pensaba que carecía de tal aparato, pero estaba seguro de que eso era lo que en ese momento me iba a pasar. Me agarré fuertemente a uno de los bancos del bar, mi otra mano en el pecho. ¡Respira, respira! No te ahogues, no te ahogues... Inhalar... Exhalar... Inhalar... Exhalar... ¡Por Zeus todopoderoso, siéntate, Cupido, y relájate!

—Lo siento —escuché decir una voz suave a mi lado.

Todavía no había podido tranquilizarme del todo, y cuando alcé la vista la sensación de pánico volvió a apoderarse de mí.

Se había lavado la cara y recogido el cabello en una coleta, y me miraba con unos ojos enormes y dorados, tristes. No pude ver otra cosa. Mientras ella seguía allí de pie, expectante, yo no era capaz de articular palabra, me sentía enfermo.

—Perdona por haber llegado tarde. Verás, a última hora no he podido coger mi coche, no arrancaba... Así que pensé en llamar a un taxi, pero me dijeron que tardaría quince minutos todavía. Al final he venido en autobús... Y la parada estaba a dos calles. He venido lo más rápido que he podido, sé que me dijiste que no tardara, de verdad que lo siento. Soy Alma.

Y en ese momento sonrió.

El mundo dejó de girar en ese instante. La lluvia cesó. El sol más radiante iluminó todo su cuerpo, inundándome de calor. Su nombre me pareció el más bonito que jamás hubiera escuchado: Alma. Alma, Alma, Alma... ¿Cómo no había escuchado antes un sonido tan precioso?

Ejem, ¿puedo sentarme? —dijo agachando un poco la cabeza para mirarme, sacándome de mi estupor.

—Sí, claro, por supuesto, faltaría más —contesté en un tono bastante seco, intentando ocultar lo que estaba sucediendo en mi interior. ¡Mi cuerpo parecía flotar!

Se sentó a la mesa en cuyo banco me había apoyado y yo hice lo mismo, aprovechando para estudiarla mejor. Era joven, una chica de veintipocos. La lluvia le había estropeado todo el maquillaje y el peinado, por lo visto, así que por eso había tenido que lavarse la cara y adecentarse. Lo más destacable eran sus ojos: tenían un tono castaño dorado que me fascinaba, y además eran grandes y preciosos. Su nariz era pequeña, así como los labios, y me di cuenta de pronto de que me había quedado demasiado rato mirándolos. La verdad era que no sabía por qué me sentía así con ella, ¿eran nervios? ¿Había tomado demasiado café esa mañana? Mi cuerpo todavía no estaba acostumbrado a las emociones y reacciones de los simples mortales. Tenía que serenarme y tomar las riendas de esas estúpidas sensaciones.

Eh... Alma, ¿no? Bueno, Alma —comienza la hora del show—, dime, ¿qué te ha llevado a contactar conmigo? —inquirí con tono arrogante.

Me crucé de brazos y me apoyé en el respaldo, mirándola satisfecho. En ese momento llegó el camarero y ella pidió un descafeinado con leche. Yo me pedí un whisky doble con hielo para ver si eso podía calmar los dichosos nervios que parecían no querer largarse.

Cuando el camarero se alejó, Alma comenzó a hablar con actitud firme, sin titubear un momento ni mostrarse insegura ante mí.

—Pues, realmente, creo que lo que vengo a proponerte te sorprenderá bastante. Y no estoy segura de que vayas a acceder fácilmente, pero si lo piensas bien, es un trabajo que te reportará dinero sin necesidad de grandes esfuerzos. Yo lo consideraría como... un regalo del cielo.

¿Un regalo del cielo? ¿Qué sabía esa chica de los cielos?

—¿Qué te hace pensar que necesito dinero desesperadamente? —repliqué frunciendo el ceño.

No era nada bueno que las mujeres pensaran que yo necesitaba dinero, porque entonces creían que eran ellas las que tenían todo el poder y se creían con derecho a pedirme cualquier cosa.

—No, no, no me refiero a eso. Me refiero a que es un trabajo fácil, y solo un tonto rechazaría un trabajo fácil, ¿no?

¿Pero qué diantres...? ¿Me estaba llamando tonto? ¡Cómo se atrevía!

—Escucha, niña —comencé, intentando controlar la ira que sentía por dentro para no gritarle en la cara—, ese no es un buen comienzo... Si quieres conseguir algo de mí, tienes que saber que soy YO el que manda, YO el que decide, y siempre YO el que juzga si el dinero merece la pena o no, ¿lo captas?

Por lo visto, mi tono bajo y amenazante la había hecho reaccionar por fin, pues alzó las cejas y se echó hacia atrás un tanto asustada. ¡Rayos y centellas! ¿Por qué ahora sentía remordimiento por haberle hecho reaccionar así? ¿Me arrepentía de lo dicho? ¿Desde cuando me echaba yo atrás por algo?

—Perdona, pero es que algunas cosas hay que dejarlas claras desde el principio, ¿no te parece? —conseguí comentar, más calmado.

—Sí, claro, por supuesto —dijo mirándome detenidamente—. Está bien que lo menciones, así sé a lo que me expongo. ¿Puedo continuar?

Desconcertado. Esa era la palabra, así era como me sentía: primero asustada, luego prepotente... Maldita chica. Sin embargo, no era capaz de llevarle la contraria. Sentía que lo que tenía que decirme era muy importante.

—Adelante.

—Gracias. Como te decía, la tarea es algo... Digamos fuera de lo normal. Te lo voy a explicar desde mi punto de vista. El caso es que he tenido ciertas experiencias en mi vida que podríamos calificar como negativas, tanto en el ámbito familiar como en el emocional. Hay varias cosas que he conseguido superar por mí misma, pero no soy una chica de ir a psicólogos, y sinceramente creo que no te ayudan para nada. Todo reside en uno mismo, lo demás es palabrería y un mal gasto del dinero. Yo no quiero ordenar mis emociones ni nada por el estilo, las tengo bien ordenaditas y sé lo que son. Lo que quiero es controlarlas, quiero dominarlas para ser capaz de no sufrir, ni por una pareja, ni por un amigo, ni por un familiar, ni por nada. En resumen: quiero ser una mujer de hielo...

Y así, de carrerilla, la chiquilla suelta toda esa retahíla. Me quedé de piedra, sin saber qué decir ni a qué ascuas de Hefesto se estaba refiriendo.

—¿Y dónde encajo yo en toda esta historia?

—¿Te has enamorado alguna vez?

La pregunta me dejó helado. ¡No la conocía de nada y quería que respondiera a una pregunta tan íntima!

—No —contesté sin siquiera yo esperarlo. La próxima vez tenía que acordarme de cerrar mi maldita bocaza.

—Eso es justo lo que yo pensaba. ¿Tienes muchos amigos o familia?

Y otra más. ¿Qué podía responder a eso? Ya no tenía nada. Y lo cierto es que cuando tenía familia era la peor del mundo. Yo no conocía la familia como los humanos la concebían. Para mí era algo distinto, y, por supuesto, no necesitaba amigos. Tampoco era que se pudieran tener "allá arriba".

—No —respondí de nuevo, a secas. ¿Pero qué me pasaba, que no podía controlar el pico?

—Perfecto —dijo, y chasqueó los dedos mientras me miraba fijamente—. Creo que eres ideal para mí. La verdad, tenía mis dudas antes de que habláramos, pero en cuanto te he visto supe que eras el adecuado. Lo que estoy buscando es un... mentor. Quiero saber cómo alguien, digamos... insensible, ha logrado llegar a reprimir o controlar sus sentimientos. Perdona, no quería ofenderte, y no creo que insensible sea una palabra negativa, realmente creo que es "lo más". O quizá debería decir "fuerte", no lo sé. Para el caso es lo mismo. Y por eso, allá va mi proposición: quiero ser como tú. Me gustaría recibir ciertas lecciones, que actúes como si fueras mi gurú, para enseñarme cómo actuar y pensar igualito que un capullo. Quiero saber qué os ronda por esa complicada cabeza.

En ese momento regresó el camarero con nuestras bebidas, y menos mal, porque me había quedado atónito. Era la primera vez que alguien me dejaba con la boca abierta. Cuando el camarero dejó las cosas en la mesa, me sacó de mi ensimismamiento de golpe.

—¿¡Estás loca!? ¿Pero qué dices de gurú? ¿Qué quieres hacer, seguirme como un perrito faldero todo el día? ¡Yo tengo una reputación! ¿Y qué quieres que haga, que me ponga unas gafas, coja una regla y te explique cuáles son las pautas para convertirse en la más estúpida de las niñatas que pisan la Tierra? ¡Perdona, pero eso ya lo has conseguido!

—¡Eh, para el carro, pimpollo! Lo que te estoy sugiriendo va pero que muy en serio. No quiero que cojas una regla y empieces a escribir palabros a memorizar, no quiero aprender la tabla del ocho. Solo quiero que me des algunas "lecciones espirituales". Y además, te pagaría muy bien. Tengo 10.000 euros para pagarte por tu servicio. 2.000 euros antes y el resto después, cuando esté satisfecha con el resultado. Tú solamente tendrías que responder a mis preguntas y ayudarme a superar ciertos problemas que he tenido. Piénsalo. Te lo estoy pidiendo por favor.

Hizo un puchero con la boca y me puso unos ojitos de corderito degollado que me dejaron sin respiración. No sabía si quería besarla, o protegerla, o todo lo contrario: decirle que estaba loca y que se fuera a corretear con el conejo de Alicia en el País de las Maravillas. Pero claro, eso no podía hacerlo, porque a fin de cuentas el pobre conejo no tenía la culpa y terminaría mandándome a la loca de vuelta.

—¿Y por qué no buscas a una mujer? ¿Por qué yo? —le respondí por lo bajo, no pudiendo controlar mis emociones al verla tan triste. Mierda, esa tipa había conseguido ablandarme.

—Las mujeres nos dejamos engañar más fácilmente porque somos más emocionales, y yo quiero ser fuerte. Quiero entender sobre todo cómo piensan los hombres para que no vuelvan a hacerme daño. Y para eso necesito a uno. ¿Tiene algo de malo querer ser como un chico?

Lo dijo tan seria, con tanta pena cargada en su voz apenas audible, que me entraron ganas de cogerla allí mismo, llevarla a casa, cuidarla, mimarla, darle besitos, quitarle la ropa y enseñarle a esa zorrita lo que un era un verdadero hombre...

¡Ehhhh....! Para quieto, Cupido... Este no es el momento de dar rienda suelta a tus instintos. Céntrate.

Me bebí mi copa de un trago y la dejé en la mesa, dando un golpe seco.

—Está bien, lo pensaré. Pero no te prometo nada.

Y en un rincón del bar, escondido entre las sombras, Adonis sonreía satisfecho con el resultado de su obra mostrando una hilera de dientes blanca y perfecta. Se guardó el láser en el bolsillo y desapareció de nuevo. Debía contarle a alguien lo que había percibido entre esos dos...


Una pequeña nota:

He anotado los nombres de los dioses del Olimpo, para que no os hagáis un lío, porque no sabía si elegir entre los dioses griegos o los romanos. Personalmente prefiero los griegos, porque ellos fueron los creadores de la civilización occidental tal y como la conocemos, y los italianinis fueron unos meros copiones que admiraban a los griegos y querían imitarlos en todo. Hasta ahora han aparecido o se ha nombrado a los siguientes:

-Zeus: abuelo de Cupido [Eros] y rey de todos los dioses. Dios del cielo.

-Afrodita: madre de Cupido e hija de Zeus. Diosa del amor.

-Ares: padre de Cupido y dios de la guerra.

-Poseidón: hermano de Zeus y dios de los mares.

-Ganímedes: copero de los dioses y, supuestamente, amante de Zeus. Sí, como lo oís, los griegos eran muy guays y tenían amantes de todos los sexos. Así multiplicaban sus oportunidades.

-Hera: mujer de Zeus y diosa del matrimonio y la familia.

-Hades: dios del inframundo, hermano de Zeus.

-Perséfone: esposa de Hades, y cuenta la leyenda que incluso más peligrosa que él mismo.

Y aquí mi pequeña explicación hasta ahora...

Si os gusta, porfa comentad y votad, eso me anima a seguir escribiendo y me da la oportunidad de que otros me conozcan y me lean también. Mil gracias!

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