Las Heridas Del Pasado

By MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... More

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 27. Maraton 1/3

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By MaJoLh_29


El timbre sonó, despertando a Anastasia.

– ¿Quién rayos toca el timbre a esta hora? –Se dijo mientras se paraba de la cama. Si era Raymond para buscar más dinero, le iba a cerrar la puerta en la cara, después de decirle unas cuantas palabras.

Se asomó por el ojo visor e inmediatamente una emoción se apoderó de todo su cuerpo.

– ¡Miguel! –Gritó, mientras lo abrazaba.

– ¿Qué pasó, muñecota? ¿Me extrañaste? –Preguntó mientras también lo abrazaba.

– ¡Sabes que sí! –Se separó de él, para poder mirarlo a la cara. –Pero, pasa. –Lo haló del brazo. – ¿Qué haces con esas maletas?

Llámame atrevido pero mamá dijo que no podría venir, que papá había enfermado y quise pasar las navidades contigo y Kate. –Dijo con una sonrisa tímida.

– ¡Pero por supuesto que sí! –Dijo con otra sonrisa. –Pero Ka no está, se fue con su novio. Así que seremos tú y yo, guapo. –Le dijo, guiñándole el ojo.

– ¿Tiene novio?

–Sí. Han pasado tantas cosas desde que te fuiste. Tengo que actualizarte. Por cierto, ¿qué tal te fue haciendo tu pasantía?

–Excelente, excelente. –Colocó la maleta al lado del sofá, quitándose el abrigo. –Hace un frío terrible.

– ¿Chocolate?

–Tú ya sabes. –Contestó con una sonrisa.

Anastasia fue a la cocina, Miguel por su parte tomó asiento en el banco de la islita.

Empecemos con Kate. –Comenzó a decir, juntando la yema de sus dedos.

–Se llama Jose, están perdidamente enamorados, él es un colega mío, la invitó a pasar las navidades con él y su familia a Colombia y ella aceptó gustosa.

–Vale. ¿Es feliz?

–Mucho, diría yo.

– ¿Y qué me dices de ti?

– ¿Yo? Bueno, yo también estoy enamorada. –Admitió con una sonrisa tímida.

– ¿En serio? –Se colocó de pie, caminando hasta llegar al lado de Anastasia. – ¿De quién?

–Se llama Christian. Christian Grey.

–Grey. Me suena el apellido. –Dijo tratando de recordar.

–Es normal que te suene. Es millonario.

– ¿En serio?

–Sí, pero...

No estás con él por dinero, eso ya lo sé. ¿Va a venir a darte tu Nochebuena? –Le preguntó, acercándose a ella, parándose a su lado.

– ¡Eh! –Le dio un golpecito en el hombro.

Perdón, perdón. ¿Va a venir a pasar Nochebuena contigo? –Dijo con una sonrisa.

–No. –Contestó cabizbaja. –Su padre enfermó y simplemente no puede.

Lo siento.

–No tienes por qué sentirlo. ¿Sabes? Me alegra mucho que hayas venido, no quería pasar la navidad sola. ¿Y tú que me cuentas? ¿Conseguiste a una chica que hiciese latir tu corazón?

–Se llama Tatiana. –Los ojos de Miguel adquirieron un brillo especial. –Es perfecta, está estudiando odontología, pero... Es demasiado indiferente conmigo.

–Quizá le gustas. –Anastasia agarró dos tazas de la estantería. –Somos complicadas, ¿sabes? Y a veces fingimos. No lo sé, inténtalo, ya con el tiempo te darás cuenta de si siente algo por ti o no.

**

Eres un ridículo. –Estaban viendo una película de terror. Sí, solo a ellos se les ocurría ver algo así estando a dos días de Nochebuena. Al instalar a Miguel en el cuarto de Kate, Anastasia se había dado cuenta de que ella le había dejado su regalo allí, era un collar totalmente hermoso, que tenía una "A" de diamantes. Ya después le daría su regalo a su hermana.

– ¿Ridículo yo? La que comenzó a tirar las palomitas de maíz fuiste tú.

–Déjame ser feliz. –Contestó, riéndose. Desde que Miguel había llegado, se había sentido mucho mejor, incluso habían colocado juntos el árbol de navidad, había dejado de pensar tanto en Christian. Desde la última llamada no habían hablado, él no se había molestado siquiera en escribirle ¿y si él no lo hacía, por qué tenía que hacerlo ella? Tenía algo de orgullo.

–Esta es la peor película de terror que he visto.

–Ni que lo digas, no da nada de miedo. Voy a buscar otra. Estoy segura de que están en el cuarto de Ka, ya vengo. –Anastasia se colocó de pie, dejando a Miguel solo en su cuarto.

En cuanto llegó a la habitación de Kate, comenzó a buscar las películas, pero lo que consiguió a cambio, fue un álbum de fotos. Comenzó a hojearlo. Se dio cuenta de que estaban todas las fotos de cuando ellos eran chiquitos. Sí, eran medios hermanos y habían crecido separados, pero recordaba que habían hecho ese álbum hacía ya unos cuantos años. Estaban las fotos de Anastasia de pequeña, de Kate y de Miguel también. Había una comiquísima en donde estaba haciendo una mueca extraña.

Miguel, tienes que venir a ver esto. –Le gritó, riéndose.

– ¿Qué? –Gritó desde el cuarto.

Son fotos tuyas cuando pequeño. –Siguió riéndose.

Deja de ver eso.

El teléfono de Anastasia comenzó a sonar y sin pensarlo, Miguel contestó.

– ¿Bueno?

– ¿Anastasia?

Miguel, querido, ven. Vamos, no te hagas de rogar, sé que quieres.

–Ya voy. –Dijo, tapando el auricular. – ¿Bueno? –Volvió a hablar por el teléfono, pero ya habían colgado. –Ya voy, Anastasia. –Colocó aquel aparato en su lugar.

Miguel llegó, sentándose al lado de ella, comenzando a ver juntos el álbum.

Mira esta. Eras una divinura de niño. –Le dijo, señalando la foto.

–Deja de ver eso, me humillas. –Contestó riéndose.

–Pero sí eras precioso.

– ¿Era?

–Sí, tiempo pasado.

–Sabes que soy todo un galán.

Ay, ajá. –Siguió riéndose. Estar con Miguel era sinónimo de estar riéndose todo el tiempo. – ¿Sabes una cosa, Migue? Realmente te quiero como a un hermano. –Acarició su mejilla. –Te siento así. –Y somos eso; hermanos. No sé cuándo pueda confesarte esta verdad.

Yo también te siento así. Me encantaría tener una hermana como tú. –También le acarició la mejilla. Siguieron viendo fotos por más tiempo, burlándose el uno de otro, de Anastasia no había muchas. Recordaba que ella las había quemado para no recordar nada de su infancia.

Oh, Miguel, no puede ser, aquí estabas desnudo. –Comentó riéndose, al ver una foto de un niño de cuatro años, bañándose.

– ¿Interrumpo algo? –La puerta del cuarto se abrió, dejando ver a un Christian totalmente furico.

–Chris...tian –Dijo ella, sorprendida. ¿Cómo rayos había entrado? Oh, cierto, ella le había dado las llaves, pero... ¿Qué hacía allí? ¿Por qué tenía esa expresión de querer matar a alguien?

¿Qué hace este imbécil aquí?

–Momento, momento. Yo no soy ningún imbécil. –Miguel se colocó de pie.

Mierda.

Hey, hey, hey. –Anastasia tiró el álbum al piso, colocándose en medio de los dos. –Miguel, él es Christian, Christian él es...

–Tu amante. –Pronunció.

– ¿Qué? No. No.

–No le faltes el respeto a Anastasia de esa forma. –Dijo Miguel, mientras se acercaba peligrosamente a Christian, ignorando a Anastasia.

Miguel. Christian. –Apenas dijo aquello, en un segundo el puño de Christian estaba chocando contra el mentón de Miguel, Anastasia solo alcanzó a pegar un grito. Miguel no se dejó, le devolvió el golpe a Christian y fue cuando comenzó la pelea. –Miguel, Christian, por amor a Dios, paren. –Parecían no oírla, Christian estaba ganando aquella pelea, tenía a Miguel debajo de sí. – ¡Christian! ¡Le haces daño! –Gritó.

Anastasia es mi mujer, ¿entiendes? Es mía. –Le gritó a la vez que seguía golpeándolo.

– ¡Christian, para! ¡Detente! –Se inclinó un poco, colocándose encima de la espalda de Christian, trató de agarrar sus manos, pero fue imposible, así que comenzó a acariciarle los brazos. –Christian, por favor. –Ante aquel toque, él pareció volver a la tierra y lentamente sus golpes fueron cesando. Se colocó de pie, dejando a Miguel en el suelo, inmediatamente Anastasia corrió a su lado. – ¿Estás bien, Miguel?

–Sí. –Contestó mientras se limpiaba la sangre de su labio. Anastasia lo ayudó a ponerse de pie y lo recostó en la cama.

Voy por el botiquín de primeros auxilios. No te muevas. –Se colocó de pie, tomando del brazo a Christian, para después salir del cuarto. – ¿Me puedes explicar qué fue eso? –Le preguntó, molesta.

– ¿Desde cuándo son amantes? –Su labio también estaba sangrando. 

– ¡No somos amantes! –A pesar de verlo furioso, Anastasia se acercó a él, limpiando la sangre de su labio, pero Christian se alejó bruscamente de ella. –Él es... Te hablé de él, te dije que lo quería como a un hermano.

– ¿Un hermano con el que te acuestas?

–Dios santo, no.

–Te escuché clarito, Anastasia. "Vamos, no te resistas, sé que quieres."

–Dios mío, eres un malpensado de primera.

– ¿Malpensado yo? –La arrinconó en contra de la pared colocando su brazo encima de la cabeza de ella. – ¿No te das cuenta de que estoy a punto de estallar gracias a la rabia y a los celos? 

-Christian.

Me molesta de sobremanera el saber que estuviste haciendo el amor con otro hombre. El saber que otras manos que no son las mías, recorrieron tu cuerpo. El saber que otros labios besaron los tuyos, saber que tu amor ha sido compartido.

Christian. Nene, Miguel es mi hermano. –Susurró.

No me vengas con eso. –Dijo, a la vez que la apretaba más contra la pared.

Es la verdad. Somos medios hermanos. Él no lo sabe, por favor no se lo digas. –Seguía susurrando.

– ¿Por qué será que no te creo?

Porque no has escuchado la historia completa, Chris. Por favor, yo sería incapaz de engañarte, mi vida. –Le acarició la mejilla.

– ¿No me estás mintiendo? –Anastasia sonrió al verlo así, era la primera vez que lo veía tan inseguro, tan vulnerable.

Por supuesto que no, mi vida. Yo... Yo te amo. –Se acercó hasta sus labios, pero Christian volvió a alejarse. –Deja que te cuente todo y entenderás. –Susurró desesperada.

–Te espero en el auto. –Le contestó. Quería creerle, claro que sí, por eso le iba a dar la oportunidad de explicarse.

Christian se fue y Anastasia soltó un suspiro de alivio, por lo menos había aceptado escucharla.

**

Creo que eso es todo. ¿No tienes más heridas? –Preguntó, cerrando el envase de alcohol.

No. Eso es todo, gracias. –Trató de incorporarse en la cama, Anastasia lo ayudó.

– ¿Seguro que no necesitas un doctor?

–Seguro. ¿Qué fue eso?

–Los celos de un maníaco. –Contestó, colocando el maletín en el baño de su hermana.

– ¿No te da miedo estar con él?

–No. Él no es así, no conmigo. –Volvió al cuarto.

Deberías tener cuidado.

–Malinterpretó la situación, eso fue todo.

–No confía en ti, piensa que eres capaz de engañarlo.

–No es eso, es que... Voy a salir a hablar con él. –Se encaminó a su cuarto, abrió el closet, sacando su abrigo, le llegaba hasta las rodillas, era color crema, traía dos botones inmensos al frente con una cinta que se ajustaba en la cintura.

– ¿Vas a ir con ese maníaco? –Anastasia volvió con Miguel.

Necesito aclarar muchas cosas con él. –Dijo, mientras se colocaba el abrigo. –Estaré bien, él es incapaz de hacerme daño. –Contestó con una sonrisa. De eso estaba totalmente segura.

Anastasia...

No te preocupes. –Cogió su teléfono, metiéndolo en el bolsillo. –Si necesitas algo, llámame. –Le dio un beso en la mejilla.

Afuera estaba haciendo un frío terrible, el típico frío que te cala hasta los huesos. Anastasia bajó, divisó el auto de Christian, llegó hasta allí y él le abrió la puerta desde adentro.

Muy bien. –Ella se sentó. –Espero que me des una explicación convincente.

–Es una larga historia.

–Tenemos tiempo.

–Bien. Miguel es mi medio hermano.

–Eso ya me lo dijiste y honestamente no te creo.

Christian, está bien. Papá le era infiel a mamá, ¿de acuerdo? Por eso tengo dos medios hermanos... Que yo sepa. En fin, una de las amantes de papá fue la mamá de Miguel, se llama Susana, por cierto. Ella estaba casada con Héctor, pero tuvo un desliz con mi padre, quedó embarazada de Miguel y le hizo creer a su esposo que el bebé era suyo. Pero Susana me confesó la verdad, diciéndome que Miguel es mi medio hermano. Él ni siquiera lo sabe, toda la vida ha creído y debe seguir creyendo que Héctor es su padre.

– ¿Y cómo te enteraste de todo eso?

Mierda. No podía decirle la verdad.

– ¿Cómo qué?

– ¿Cómo te enteraste de eso?

Miguel y yo nos hicimos amigos. Conocí a su mamá y un día se le pasaron las copas, me confesó... Confesó... Que había sido infiel, me dijo con quién y... y yo supe que era mi padre... Le conté que ese hombre era eso, mi padre, y no hay que ser muy inteligente... para saber que... Que somos medios hermanos. –Mintió, rogándole al cielo que Christian creyese aquella historia. Él se quedó allí, mirándola fijamente, con los ojos entrecerrados. 

No te miento, Christian, te amo y no le miento a las personas que amo. –Sentía una punzada de culpabilidad. Le había dicho una mentira y una verdad.

– ¿Y qué fue lo que escuché hace unos minutos?

– ¿Lo de "No te resistas"? Miguel no quería ver sus fotos de pequeño y yo quería que sí lo hiciese, Christian.

– ¿Y lo de que estaba desnudo?

– ¡Christian, por Dios! –Contestó riéndose. –Era una foto de él, cuando tenía cuatro años y estaba desnudo. Solo eso. Todos tenemos fotos desnudos de cuando éramos chiquitos.

–Bien. –Christian se quedó callado.

– ¿No me crees? –Preguntó preocupada.

–Sí te creo y precisamente por eso me siento un imbécil.

Eres un imbécil. –Le dijo, riéndose.

–Ya lo hice. Si no lo hubiera hecho, no estaría aquí, explicándote.

–Yo vine a traerte un pequeño regalo, ya que no voy a estar contigo en Nochebuena.

–No tenías por qué molestarte, cielo. –Le sonrió. –Yo también quiero darte algo. –Recordó el reloj. –Espérame aquí.

– ¿Qué? No hace...–Antes de que pudiera completar la oración, Anastasia estaba fuera del auto. –Y es aquí donde te das cuenta de que tienes suerte de tener a una mujer como ella. –Se dijo a sí mismo.

Anastasia volvió al auto, con el pequeño regalo detrás de su espalda. Se sentó allí y encontró a Christian con una gran caja, sobre sus piernas, tenía un moño encima.

No tenías por qué molestarte, Christian. -Repitió.

No es molestia. –Contestó con una sonrisa.

Bueno, lo mío es más sencillo, pero espero que te guste. –Le entregó la cajita, la cual Christian abrió.

Un reloj. Es perfecto, bella. –Declaró con una sonrisa. –Justamente se me acababa de dañar el mío.

Espero que realmente te guste. –Dijo con una sonrisa.

Claro que sí. Ahora abre el tuyo. –Christian se lo entregó.

– ¿Qué es?

–Ábrelo. –Contestó con una sonrisa. Al tener el regalo encima de las piernas, Anastasia notó cómo parecía moverse, además de que tenía unos pequeños orificios por toda la caja.

Christian. –Lo miró extrañada.

Ábrelo.

Al abrirlo, la misma perrita pekinés que vieron en el centro comercial, salió de la caja, colocándose en dos patas y comenzando a lamer la mano de Anastasia, que estaba en el borde de la caja.

– ¡Christian! ¡Es preciosa! –Anastasia sacó al animal de la caja. –No tenías por qué molestarte.

–Me dijiste que desde siempre habías querido una mascota, así que...

– ¡Es el mejor regalo que me han dado! –Se removió un poco en el asiento, hasta poder abrazar a Christian. – ¡Muchísimas gracias!

–Me alegro mucho de que te haya gustado. + – ¡Lo amé! Gracias de nuevo, vida. –Le dio un fugaz beso en los labios.

El teléfono de Christian sonó, Anastasia apenas escuchó lo que dijo, pues estaba totalmente concentrada en su nueva mascota, pero cuando se giró a verlo, lo encontró tenso.

– ¿Pasa algo, vida? 

–Me tengo que ir.

– ¿Tu padre...?

–Empeoró. –Mintió.

Lo siento mucho. Espero que mejore pronto.

–Gracias.

–Te amo, gracias por el regalo. –Le dio un beso fugaz.

–Feliz navidad, Anastasia. –Respondió, incómodo.

Feliz navidad, Chris. –Contestó, con una sonrisa, mientras se bajaba del auto.

Espero que también te guste el collar del perro. –Estaba a punto de irse, pero antes le dijo aquello, a través de la ventana. Y tras eso, emprendió la marcha.

Anastasia frunció el ceño y solo alcanzó a despedirlo con la mano. Al llegar al apartamento, Miguel estaba sentando en el mueble y su expresión cambió visiblemente al ver entrar a Anastasia con un perro en las manos.

– ¿Qué es eso? –Preguntó.

Ridículo, es un perro. –Contestó con una sonrisa, a la vez que se sentaba al lado de su hermano, en el sillón. Anastasia le entregó al pequeño animal, el cual comenzó a lamerlo en el cuello, mientras Miguel le acariciaba el cuello y el lomo, hasta que frunció el ceño.

– ¿Qué? –Preguntó, curiosa y extrañada.

Tiene algo en el collar. –Dijo, mientras lo examinaba.

– ¿Qué? –Anastasia frunció el ceño, mientras buscaba el collar del pequeño animal. Y se dio cuenta de que allí había un anillo. –Mierda. –Susurró. A la vez que comenzaba a quitarle el collar, para poder observar mejor. Se encontró con una plaquita que sostenía el anillo, el cual tenía un enorme diamante.

–Madre mía. –Susurró Miguel, mientras agarraba la plaquita y leía las letras que estaban allí plasmadas. –Cásate conmigo.

– ¿Dice eso? –Preguntó, asombrada.

Sí, mira. –Le entregó la plaquita.

Oh, mi Dios. –Contestó, a la vez que observaba mejor el anillo. Estaba segura de que eso valía más que todos los edificios de su conjunto residencial. Algo muy parecido a la furia se fue apoderando de ella. –Esto no puede ser.

–Te pidió matrimonio... –Comenzó a decir.

Con un anillo que vale más que los edificios de toda la manzana.

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