Química peligrosa ©

By OTAngeles

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Golpear con un sartén a la nueva integrante de tu hogar la noche que llega, no es una forma pasiva de comenza... More

Capítulo 1

Capitulo 2

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By OTAngeles

Me duelen las extremidades, tengo mas ojeras que en época de exámenes y no he dormido mis obligatorias nueve horas. Este lugar parece un blanco de batalla con tantos extranjeros paseando sus acentos imposibles de entender por todos lados, y cabe mencionar que vomite unas cuantas veces.

Me estiro cusndo por fin piso tierra y camino directamente a dónde creo es la salida, se que mi papá y mi tía me habían dicho que llamara al llegar para que me vinieran a buscar, tengo entendido que la casa no queda lejos del aeropuerto, pero es un día de semana y mañana tienen que trabajar temprano. Para tratar de molestar lo menos posible me voy a ir en taxi.

—¡Mi chaqueta! ¡espera! —volteo por inercia cuando escucho una voz estridente detrás de mi, el chico se apoya en las rodillas para buscar aire por la corrida que dio detrás de mi. Cuando bajo la mirada a los pies de mi maleta, veo el motivo.

Un suéter negro estaba enredado del cordón entre las ruedas, y puedo suponer que el dueño es quien tengo en frente.

—Lo siento, no me había dado cuenta.

—Tranquila, fue mi culpa. La deje caer y lo noté después cuando a penas y pude alcanzarte, caminas muy rápido —sonríe cansado, cogiendo el suéter del piso, que ahora noto representa muy bien la oscuridad de su apariencia. Va vestido casi por completo de colores lúgubres y sus brazos destapados están llenos de unos tatuajes de lo más llamativos.

—Disculpa, me voy a aprovechar de tu accidente para preguntarte si afuera se ponen los taxis.

—Si, vas a encontrar una hilera de coches desesperados por clientes afuera, pero te ves muy... nueva —duda antes de decírmelo —¿no te viene a buscar nadie?

—No los quiero molestar, están dormidos.

—No deberías decirle a cualquier desconocido ese tipo de cosas, puede ser peligroso —se enfunda su suéter para tenderme la mano —me llamo Christian.

—Como el del libro —eso lo hace sonreír con suficiencia —yo soy Violet.

—No soy como el del libro, pero gracias —nos soltamos las manos luego de unos segundos largos de estrecharlas —si necesitas alguien que te lleve a casa, puedo ofrecerme. Se supone que vendría a buscar a mi hermana.

—¿Y ella donde está?

—No estoy seguro, no me contesta el celular, y viajo con su novio. Lo más lógico es que mañana llamarán para inventar algo como que se les retraso el vuelo —ah, ese viejo truco de "nos hemos quedado sin gasolina" para pasar más tiempo en casa de tu novio, ahora evoluciona a "se ha retrasado el vuelo". Si, yo lo aplique unas cuentas veces con mi ex —Así que mi oferta está en pie.

Pensé en los pros y contras de que un desconocido me lleve a casa.

Pros: ...

Contras: ...

Espacio de almacenamiento insuficiente por falta de sueño, intente más tarde.

Lo que imaginé, además ¿Que tan malo podría ser? Parece buen chico.

Sin embargo igual le respondl a la defensiva.

—¿Por qué me iría contigo si me puedo ir en un transporte público? —le pregunto, para medir su insistencia.

—No se, conmigo sería gratis —lo analizo unos segundos más.

Algunos minutos después Christian esta aparcando frente a la dirección que le di. Ambos tenemos una sonrisa perdedora porque para matar el tiempo mientas el manejaba, nos pusimos a jugar a quien veía más autos blancos o rojos en la carretera. Pero ambos perdimos la cuenta así que ambos perdimos

—Muchas gracias por traerme y no secuestrarme ni matarme.

—Aún puedo hacerlo —sube ambas cejas con picardía mientras yo bajo del vehículo.

—Tarde, ya estoy huyendo —achinó los ojos en una sonrisa y se despide con la mano, caminé a la entrada mientras el auto de Christian se pierde de mi vista. La verdad agradezco que me haya traído.

Olvidé por completo pedirle el número de teléfono, me hubiese servido conocer a alguien de aquí en mi primer día.

Esculco en mi bolso hasta encontrar la copia de las llaves para abrir la casa. Hablé con mi tía el día anterior y mi papá me regaló una de las llaves de aquí por si llegaba demasiado tarde, como es el caso.

Debo decir que esa mujer es como una purpurina parlante, llena de brillantina y demasiada energía para su edad, y eso solo lo deduje por llamada. Pero trabaja casi tanto como su esposo, así que tal vez solo la vería en las noches cuando tuviera tiempo libre.

Escucho el rechinar de la puerta y arrastro mis maletas conmigo. Lo primero que noté al entrar fueron los enormes estantes, mas bien, la sombra de ellos.
El lugar esta completamente a oscuras, lo entiendo, es de magrugada. Se nota que la casa es extremadamente grande y bonita, me atrevería a decir que el doble de la mía. Pero lo veo conveniente por la cantidad de personas que viven aquí, en mi casa solo estamos dos personas así que no hay punto de comparación.

Me dan nervios cuando escucho ruidos en el piso de arriba y no se ni donde esta mi habitación. Es la ansiedad de volver a ver a mi tía después de mil años y además no conocer a nadie aquí.

Luego de ponerme un suéter empecé a dar vueltas en la sala como un león enjaulado. Obviamente ni mi padre ni yo somos lo suficiente astutos como para pensar en lo que haría cuando llegase a la casa a estas horas.

¿Y donde esta la interruptor de la luz? ¿Esta gente es vampiro?

Matteo

Un ladrón.

Esa es a la conclusión que llego al escuchar el ruido de la puerta rechinando abajo.
Soy el único despierto aquí ya que me encuentro haciendo tareas para la universidad, así que fuí el único que escuchó, supongo, los ruidos en la sala de estar.

—La falta de sueño te está haciendo esquizofrénico. Dejame dormir —Gian hace un intento de tirarme una almohada antes de que yo lo jale de los pies, sacándolo de sus cómodas sábanas —¡Ay! Serás infeliz.

—Cállate, el ladrón te puede escuchar —se levanta de mala gana.

—Que escándalo. No dejan dormir —Frank entra en la habitación, nuestras tres habitaciones están muy cerca, en cambio el cuarto de mi padre y su esposa están más alejados, así que sería más difícil que nos escucharan.

—¿Papá sigue dormido? Hay un ladrón abajo —la repentina información hace que se le quite todo el sueño.

—No, tu crees que hay un ladrón abajo, alucinas —interrumpió Gian de malas.

—No creo que sea buena idea despertar a papá, esperen aquí —el recién llegado sale corriendo hasta su cuarto. Frank es el menor de nosotros, pero con tan solo quince años es el más inteligente de los tres en lo académico.

Gian y yo por el contrario somos seis años mayor que él y un par de gotas de agua. Si, gemelos. Si me preguntan me hubiese gustado no tener a otro ser humano idéntico a mi rondando por la casa, sería muy fácil confundirnos, de no ser porque yo tengo un lunar en la mejilla que él no.

Aún con veintiun años conviviendo con estos rostros nuestro padre nos confunde de vez en cuando. Cabe acotar que el pobre tiene miopía y astigmatismo, ni siquiera puede ver las letras de los letreros sin usar aquellos lentes horribles.

Pero la principal razón por la que aún vivimos con el teniendo edad para independizarnos es en realidad por Frank, a quien no queremos dejar solo y aburrido con dos viejos teniendo a penas dieciséis años, cuando nosotros a su edad nos tuvimos entre todos.

Frank regresa con un sarten en la mano y una caja de huevos en la otra, Gian y yo lo miramos esperando una explicación, él suspira decepcionado, como si fuera la voz de la razón viendo a un par de imbeciles.

—Era para una broma que iba a hacerles, muevanse.

Yo tomo el sartén, Frank se queda con los huevos y Gian lleva un repelente para mosquitos que había en su habitación, según él eso funcionaría para dificultarle la vista porque le irritaría los ojos.

—No creo que sirva el repelente de...

—Callense y caminen —bajamos las escaleras poco a poco tratando de hacer el menor ruido posible, escuchamos como el sujeto allá abajo se desplomaba en el sofá.

Hubiese preferido que estuviéramos más preparados para esta situación, pero la única cosa que hay en el piso de arriba además de esto para defendernos son los cepillos de dientes, y con eso no se logra mucho. Pienso en usar solo las manos con el, pero si tiene algún arma sería como un suicidio.

Por suerte esta escalera no hace ningún tipo de ruido como las viejas en otras casas. No quiero despertar a mi padre y que se arriesgue, una vez en el piso inferior ya no hay marcha atrás. Seguimos nuestro camino mientras Frank nos guía en medio de la oscuridad hasta que logramos dejar los escalones atrás.

Al adentrarnos en la sala de estar divisamos dos bultos cuadrados en medio de esta, parecen cajas o maletines. Seguido encontramos una sombra moviéndose, sea lo que fuese tiene un suéter enorme, o eso creo, ya que lleva una capucha que enfoco difícilmente entre las penumbras.

¿Está eligiendo que robar o que le pasa? Por Dios, la televisión está frente a él y no podía ser tan difícil llevársela. No es por nada, pero si yo me dedicara a la delincuencia sería mas astuto.

Un crujido en el piso me saca de mis pensamientos. Frank y yo volteamos hasta Gian y el sujeto de capucha, del cual ya estábamos muy cerca se sobresalta, levantándose de un salto, eso hasta que mi hermano menor aúlla en mi oído.

—¡Cógelo! —los tres nos lanzamos sobre el encapuchado.

Estamos a oscuras pero aún puedo darme cuenta de lo que mis hermanos hacen. Frank ya le había lanzado casi toda la caja de huevos, y Gian seguía rociando el repelente de mosquitos por todo al rededor excepto en los ojos, que es justo donde se supone debe hacerlo.

Solo quedó yo. El tipo no parece querer defenderse, mucho menos tener intenciones de pelear, pero no me importa.
Me acerco a él y sin pensarlo dos veces le propino un fuerte golpe en la cabeza, en la frente para ser más exactos, tan potente que provoca un estruendo en el lugar.

Observamos la sombra de dicha persona que ni siquiera se molesto en defenderse caer desplomada en el piso, con un grito ahogado saliendo de su boca.

Es justo en ese momento, cuando escucho aquel pequeño pero contundente sonido en el que mi corazón se paraliza por un segundo. Porque ese quejido sonó demasiado agudo como para ser de un hombre.

Y si es un hombre, definitivamente es tenor.

—Gian.

—No puede ser —Frank camina hasta el interruptor que se encuentra junto a la puerta principal, tarda unos segundos en encenderlo, supongo que debido al miedo de poder confirmar que posiblemente acabámos de dejar inconsciente a una chica a punta de sartenazos y huevos rotos.

O el fantasma de una mujer muerta, de cualquier forma esta mal.

Se me dificulta acostumbrarme a la repentina luz, parpadeo un par de veces pero no me alcanza el tiempo de ver hacia el suelo porque un grito desgarrador llega desde las escaleras. Volteamos para encontrarnos a Sabrina, nuestra madrastra, con una cara de horror viendo directamente hacia el bulto de suéter enorme frente a nosotros, y mi padre junto a ella, sobandose la frente con una evidente expresión de vergüenza.

Muy bien, me parece que cometimos un error.

—¡Por Dios, Violet! —corre hasta ella, lo que hay ahí es una chica, como me temía. Le quitó la capucha de su cabeza dejando ver el largo cabello desparramado a los al rededores de su cara.

Su rostro lleno de huevo y el sueter igualmente, tiene los ojos cerrados y las manos le caen sin vida a los costados de su cuerpo. Parece una pequeña marioneta tirada de esa forma, sin conocimiento de lo que pasa a su al rededor.

—¿La conoces? —es lo único que me sale preguntar después de un minuto donde todos en silencio vemos la escena, Sabrina le revisa el pulso, y por el suspiro de alivio que salio de su boca pude deducir que aún respira.

—¡Es mi sobrina! —exclama con los ojos llenos de enojo, se levanta del suelo aún con esa pequeña vena saliendo de su frente y sus manos van a sus caderas en forma de jarra.

—Parece molesta —me susurra Frank.

—Está molesta —corrijo.

—¿Por qué le hicieron eso?

—Pensamos que era un ladrón, pudiste habernos avisado que vendría —le respondo, ella parece querer ahorcarnos en ese justo momento.

—Alguno de ustedes la va a llevar ya mismo al cuarto que prepare para ella, voy a llamar a un médico.

—Matteo, vas tú —me empuja Frank aunque la vergüenza en su rostro aún se nota.

—¿Yo por qué?

—Tu le pegaste con el sartén —es un buen punto. De todas maneras no me molesta cargarla.

Sin decir nada, me agacho a su lado y la tomo en brazos. No se ve gruesa ni alta, pero pesa lo suyo. Camino con Sabrina por delante guiándome a dónde debo dejarla, entra justo a la habitación al lado de la mía.
Al postrarla en la cama noto que tiene un rostro atractivo aunque aniñado, pero aún así se nota que ya no es una adolescente, debe ser algunos años mayor que Frank.

—Ahora —escucho la profunda voz de mi padre desde la puerta —vamos a hablar.

Frank y Gian, quienes están detrás de el, se miran entre sí para después mirarme a mi. Sus rostros parecen adivinar que los que probablemente recibirían un sartenazo ahora seremos nosotros. Recemos.


•••

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