Monstruos de Tinta

By ShootingMoon

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Ese día, una tormenta mayor que todo este pueblo, que todos nosotros, se desató. Una grieta había aparecido e... More

SINOPSIS
ELECTRIZANTE
OSCURO
SOMBRAS
AZUL
ESPURIO
REAL
CONFIANZA
OPORTUNIDAD
ESCAPATORIA

INFLAMABLE

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By ShootingMoon



CAPÍTULO 3:
INFLAMABLE

Todos tenemos altibajos. Unos días estamos tan eufóricos que no nos queda voz para gritar a los cuatro vientos nuestra felicidad. Y otros estas en el suelo de una discoteca, rodeada de vasos, pies y cosas pegajosas. Pero la adolescencia y la vida en general, es como una montaña rusa. Un día estás en lo alto y otro vuelves al inicio, dando vueltas y vueltas de emociones inestables. Los seres humanos somos un amasijo de emociones que colisionan unas con otras, buscando un orden, un equilibrio, que no existe. Estamos diseñados para caer y volvernos a levantar. Como si fuéramos unos muelles, descomponernos para encontrar nuestra forma inicial de nuevo.

El suelo está tan pegajoso que parece que me quedo pegada. Es como una especie de arena movediza formada con la mugre del local, cuanto más intentó escapar, más me hundo. A cada mano que pongo me resbalo con algún vaso, o un pie me pisa la mano.

Pero esto no es un cuento de hadas, en el que la princesa cae y es rescatada por un príncipe azul. En el que una chica espera en lo alto de una torre a que su príncipe la rescate de su vida y la lleve a otra realidad. Un cuento en el que la vida y felicidad de la delicada princesa cuelga de un hilo invisible en los dedos del apuesto principe, como una marioneta de hilos. Una función con una trama absurda y machista.

Ahora la sociedad parece evolucionar y entender que para ser una princesa no tienes porque renunciar a tus ideales y a tus sueños, ni llevar apretados corsetes y tiaras para cumplir una comercial belleza. No solo existen las princesas de los cuentos e historias. Las princesas luchan por sus ideas, por su libertad. Por ellas. Todas somos princesas. Y para eso no necesitamos ningún príncipe azul que nos rescaten y nos muestre quienes somos. Porque eso, lo tenemos que descubrir nosotros solos. Nadie puede determinar tu persona, tú alma, tu corazón. Hay algo nuestro en este mundo, algo que verdaderamente nos pertenece, no lo pierdas.

De repente, mientras consigo levantarme, veo algo que amenaza con volverme a tirar del susto. Una mariposa negra como la tinta, venas purpúreas y volutas de una especie de tinta. Nadie nota su presencia, como es habitual y yo, me preparo para defenderme ante lo que pase.

Pero esta sigue revoloteando buscando algo en el local, sin disiparse y convertirse en humo transparente como suele hacer. Pasa por cada cabeza y sus venas púrpuras resaltan en sus negras alas, como una tormenta en pleno desarrollo. Sigo a la mariposa, impulsada por algo que no puedo controlar, pero tampoco opongo resistencia. Es como una corriente electrizante, un camino claro por la muchedumbre hasta la centelleante y extraña mariposa. Me siento una marioneta, guiada por cuerdas. Atrapada pero libre.

Oigo un leve murmullo, agrio y a la vez dulce. Sobrenatural. No entiendo lo que dice, pero me recorre el cuerpo de arriba a abajo.

Me muevo ágilmente por la muchedumbre, como una brisa púrpura. La realidad se va distorsionando en mis ojos, lentamente, hasta que la mariposa acaba siendo lo único que veo. Como si fuera la luz del túnel. Y corro. Corro hacia ella. Las personas se han vuelto bruma. Y no, no estoy tan borracha como para no distinguir la realidad de los sueños surrealistas que algunas veces impregnan mi mente.

Esta cerca.

Quiero cogerla. Quiero acariciarla. Quiero comprenderla. Quiero romperla.

Me gustaría escribir con la tinta que desprende, escribir su historia. Y la mía. Descubrir sus misterios.

La adrenalina alimenta mi cuerpo y me hace sentir...viva.

Estiró la mano hacia ella. Creo rozar con la punta de mis dedos el misterio, la llave hacia la sensación de vida que siento y necesito. Todo mi cuerpo está despierto y sumido en la bruma. Mi alma está en conexión con mi cerebro y corazón. Mis ojos titilan luces, esperanza, miedo.

¡Bam!

Me estampó contra la puerta de servicio. La mariposa la ha atravesado, mostrando una vez más ser real y a la vez, no serlo. Como un sueño nítido. Pero no es un sueño, no puede serlo. Y el dolor en mi frente lo confirma.

Las personas vuelven a aparecer, aunque todos están lo suficientemente borrachos como para no fijarse en la chica que acaba de tragarse una puerta. Literalmente.

Vuelvo a admirar las luces de la fiesta y a las personas. Todo sigue igual. Busco algo fuera de lugar, algo que pueda ocasionar un caos inminente, pero la mariposa parece no haber causado ningún desastre...aún.

Agarro el pomo, mientras con la otra mano me sujetó mi dolorida cabeza. Cruzó los dedos para que la puerta este abierta y pueda seguir el ritmo a la mariposa. Mi determinación de encontrarla me sorprende.

Cuando salgo, un frío helador se clava en mi cuerpo, colándose por las rendijas de mis pantalones rotos. Estoy en un callejón típico de las películas de terror, paredes de ladrillo, contenedores grises roídos, grafitis y una gastada luz que centellea e ilumina una tormenta creciendo en el cielo.

La mariposa cada vez es más translúcida, convirtiéndose casi en un esqueleto perturbador, pero lleno de vida a la vez. Estoy tan cerca que una mota negra impregna mi piel, como si fuese tinta. Pero no se queda ahí, sino que de repente desaparece, como si mi cuerpo la absorbiera. Siento como se evapora en mi piel.

Pero como si fuera el destino, cada vez que estoy a punto de coger a la mariposa, algo pasa. Mi bolsillo empieza a arder. Y cuando digo arder, es como si un incendió estuviera literalmente abrasando mi muslo. Las llamas son invisibles para mis ojos, pero muy reales para mí cuerpo.

Lo toco en busca de algo que haya provocado esta asfixiante sensación. Saco rápidamente el cuaderno, lanzándolo al suelo, justo a tiempo para que explote en llamaradas azules. Me alejo de ellas de un salto, mientras caigo de espaldas ante las insólitas llamaradas que provienen de él, las cuales dan a la mariposa un aspecto perturbador.

Ahí esta el desastre que prometía su presencia y como no, yo soy el conejo de indias de sus calamidades. La primera vez que la vi, las preguntas sobre ella y el chico de los ojos azules me asaltaron. Un par de semanas después, la volví a divisar y me torcí el tobillo en la calle. Pero su efecto no se quedaba hay, un día, las luces explotaron llenando el aire de fragmentos cristalinos, una nieve de copos mortales. Por suerte, salí casi ilesa con solo un par de cortes en la mejilla, pero con más preguntas aún en la cabeza y más misterio en el corazón.

La mariposa se introduce en el fuego, el cual se torna en un humo negro, espeso, asfixiante. Quiero correr, pero mis piernas no responde y el lugar donde antes estaba el cuaderno me arde todavía. Quiero gritar, pero cada bocanada de aire que intentó dar para gritar, me ahoga más con el humo que se extiende por mis pulmones asfixiándome.

¿Acaso nadie ve el fuego? ¿Nadie huele el humo?

Me intentó arrastrar por el suelo. Llegar a la salida, pero mis miembros ya no responden. Siento como si ya no fueran parte de mi, como si solo fuese alma y el cuerpo, un mero envase cada vez más inservible.

¿Merece la pena luchar? Al fin y al cabo, algunas veces me siento vacía, un cuerpo con alma sin destino que seguir, perdida en un mundo que algunas veces parece desconocido. Un dulce infierno personalizado, unas veces ardo en mi interior y otras solo observo el fuego. Solo soy un leve susurro, una voz entre muchas otras que quiere encontrar un motivo, un objetivo, más allá que el de seguir viviendo.

Flamas negras, azules y con algunos toques purpúreos que lamen el cielo iluminan la noche. Las estrellas titilan y la luna es apenas visible. El calor me abrasa. El callejón ahora está ceñido por un sobrenatural humo negro que me ahoga a cada bocanada que doy. ¿La mariposa ha provocado esto?

Intentó alejarme de las llamas, pero sé acercan más y más. Parezco una niña asustada e indefensa, intentando huir de un monstruo en sus sueños. Un monstruo muy real.

Mis mejillas están húmedas a causa de las gotas de lluvia que caen del cielo y algunas fugaces lagrimas de frustración y miedo. Estoy encerrada en una cárcel de fuego y caos.

Mi visión se empieza a nublar. Miro al cielo y observó a los astros que iluminan la oscuridad con su peculiar brillo y sus complejas uniones de hilos invisibles, los cuales crean las más hermosas constelaciones.

Mis miembros se relajan.

Y ahí, en el suelo, casi ahogada tanto de humo como de pensamientos, una pregunta surca mi mente:

¿Así moriré?

Lo que no sabía, es que en esa noche, no solo yo me estaba asfixiando bajo un fuego espurio e invisible para el resto. Dos incendios negros se habían desatado, dos almas se iban a conectar para salvar todo.
O para arder juntas.

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