Fuera de juego © Cristina Gon...

By aleianwow

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Inés Fazzari acaba de mudarse a Milán para estudiar fisioterapia. Es inteligente, sarcástica y asustadiza. Ti... More

Fuera de juego
CAPÍTULO 1: Recién llegada.
Primer día, segunda parte.
Segundo día
Segundo día, segunda parte.
Tercer día.
Tercer día, segunda parte.
Cuarto día: la fiesta de inauguración.
CAP 8: la princesa encerrada en una torre y el sapo que no paraba de sonreír.
La señora con mucho maquillaje que me arruinó el viaje a Suiza
Compré un bote de pastillas que no era para mí
La pizza que se quedó fría y el Martini que se me cayó.
No le des de comer a un Gremlin después de media noche.
Una princesa malvada y el teléfono que me salvó del abismo.
Un médico sobornado y una diabética en apuros.
Inés está poseída y Marianna está enamorada.
El trampolín, Spiderman y Wally.
Guerra de grillos.
¿Nos vamos de boda?
Juro no volver a hablar de ampollas.
El delito
Ya hablaremos, leona.
Aquí huele a amoniaco.
Sangre, vísceras y el chico guapo de la ferretería.
La alfombra voladora.
¡Métela ya, Matteo!
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¿Quién ganó la guerra?
A rey muerto, rey puesto.
Adicta a la adrenalina.
¿Alguien se va a comer los gofres?
Matteo se comió todos los gofres, absolutamente todos.
John Lennon se va de acampada.
Las abuelas, los ecologistas y la casa de campo.
Shakespeare no sabía de sexo, ¿o sí?
Luz de luna, noche de venganza.
Rumores, egoísmo y soledad.
Colgados en familia.
Sin límite de velocidad.
Una cena muy cara.
Caribe Mix.
La leyenda del esquiador.
El guacamayo azul.
Las blasfemias de Matteo.
Por qué pedir al cielo lo que está en nuestras propias manos...
Un ángel caído contrata a un travesti.
De nuevo y para siempre.
Epílogo.

Un váter con espejo y varios periodistas en celo.

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By aleianwow

Cuando Matteo salió de la ducha y se miró al espejo, cayó en la cuenta de que llevaba un par de días sin afeitarse. Abrió el cajón de la encimera del baño pero no había cuchillas. Afortunadamente había traído un par en su propio neceser. Sin embargo tendría que salir del baño e ir a buscarlas en su maleta lo que implicaba ver a Inés desnuda dentro de su cama otra vez. Matteo contuvo la respiración. <<Me parece que voy a tener que darme otra ducha fría>> pensó.

-       Inés – gritó Venanzi desde el marco de la puerta. - ¿Puedo salir del baño sin invadir tu intimidad?

-       Ya has invadido mi intimidad muchas veces – respondí. ¿No era obvio?

-       Vale pues allá voy. Quiero que sepas que no me hago responsable de lo que mis ojos vean. – Matteo puso la venda antes de la herida. Literalmente. Un golpe más de Inés y acabaría en la uvi.

Rápidamente cogí la toalla blanca que había a los pies de la cama y me envolví en ella como buenamente pude. Cuando salió, Matteo me miró de arriba a bajo. La toalla no era muy extensa que se diga y me tapaba lo justo y necesario.

-       Te he dicho que no me hacía responsable de lo que mis ojos vieran Inés.

-       Pero puedes hacerte responsable de tus actos así que estáte quietecito mientras me voy a la ducha.

-       No de eso nada. Voy a afeitarme.

-       Pues solo hay un baño. Me temo que vas a tener que esperar.

-       Eso no es justo yo entré a ducharme primero.

-       La vida no es justa. Tú no pagas impuestos y yo te quito el baño. Acostúmbrate.

-       ¿Y a ti quién te ha dicho que yo no pago impuestos?

-       Si pagaras impuestos no tendrías ni un Lamborghini ni un Maseratti porque el Estado se quedaría con un treinta por ciento de sueldo como mínimo. Si los futbolistas aportaráis algún granito de arena a las arcas públicas no existiría déficit.

Entonces me fui corriendo al baño dejando a Matteo con la palabra en la boca y la cuchilla en la mano. Pero él no iba a resignarse a esperar fuera. Claro que no.

Cuando escuchó a Inés meterse en la ducha abrió de golpe la puerta del baño y comenzó a echarse espuma de afeitar.

-       ¡Descarado! – le chillé - ¡Te he dicho que iba a ducharme! ¿Es que no sabes esperar?

-       Soy un hombre. Y los hombres no solemos tener mucha paciencia.

-       Pues lo que yo tengo es muy mala leche así que prepárate porque cuando salga vas a lamentar haber entrado. – esto lo dije mientras me cubría con las manos como podía. Por desgracia el espejo y el lavabo estaba justo en frente de la bañera por lo que Venanzi podía verme por el reflejo.

Miré al futbolista que sólo llevaba una toalla alrededor de la cintura dejando al descubierto su espalda trabajada. Por el reflejo observé como se marcaban con suavidad sus abdominales. No eran excesivos, iban a juego con sus hombros y sus brazos. Tenía una figura proporcionada y muy masculina. Sobre todo, muy sexy.

-       Si sigues así vas a tener que ducharte con agua fría tú también – me dijo Matteo sonriendo.

Retiré la mirada de inmediato. Me había pillado admirando su torso. La situación ya no podía ser más incómoda. ¿O sí? Sin quererlo la toalla que lo cubría de cintura para abajo se soltó y cayó al suelo dejando el resto de su anatomía al aire libre.

-       ¡Cállate! – le dije avergonzada – y tápate como sea.

-       ¿Por qué? ¿Te molesta?

-       Sí, me molesta.

-       Lo que te molesta es que te gusta y no puedes resistirlo.

<<Ya verás Matteo Venanzi lo que no vas a resistir>>. Cerré el agua caliente y abrí al máximo la llave del agua fría. Me mordí la lengua para aguantar el chorro gélido que cayó sobre mis pies.

Entonces cogí la ducha y le apunté directamente a la cabeza con el agua fría. Inundé el baño entero, pero mereció la pena ver su cara de susto.

Matteo salió corriendo del baño para escapar de mí. Yo, mientras, me reía sin parar.

-       ¡Te dije que ibas a pagar haber entrado! ¡Ya deberías saber que hablo en serio!

-       ¡Siempre hablas en serio! ¡Tanto que da miedo! – dijo desde el otro extremo de la habitación.

-       Oye Venanzi, deja de quejarte y arréglate que nos vamos a la inauguración de un hotel Fazzari – grité para que oyera con claridad.

-       ¡Ya lo sabía! Por eso me estaba afeitando… - dijo él con tranquilidad.

-       ¿Ya lo sabías? – exclamé desconcertada.

-       Claro. Tú padre me lo contó por teléfono cuando aún estábamos en Milán.

-       ¿Y no se te ocurre decírmelo?

-       No vi el momento oportuno. Habría roto la magia entre nosotros.

-       ¿Cuál magia? ¿Cuándo vomité o cuando te tiré al suelo?

Matteo se quedó pensativo.

-       Creo que ambos instantes son muy especiales.

Al fin terminé de lavarme el pelo y pude salir de la ducha. Me puse un albornoz beige muy esponjoso que había en el radiador. Siempre me han encantado los albornoces de los hoteles. Son tan… reconfortantes. Cuando los uso tengo la sensación de estar envuelta en algodones. Tardé un rato más en secarme el pelo y plancharlo. Después me maquillé lo suficiente como para tapar mis ojeras y disimular mi palidez.

Salí del baño envuelta en el albornoz y vi a Matteo que ya llevaba puesto el traje y estaba perfectamente peinado y afeitado. No podía evitar comerle con los ojos. Antes esto no me ocurría. ¿Qué narices te ocurre Inés? ¡Despierta!

-       ¿Cómo lo has hecho? – le pregunté curiosa.

-       ¿El qué? – dijo él confundido.

-       Afeitarte, peinarte y vestirte sin entrar al baño.

-       Porque no soy una mujer que necesita un espejo hasta para mear.

-       Yo no me miro al espejo mientras meo.

-       Porque no te has parado a pensarlo. Si no, seguro que lo harías. – y me miró estrechando los párpados.

-       Ya claro. Es tan emocionante ver el chorrito mientras sale. – le dije sin emoción y con ironía.

-       Lo que es emocionante es tener que apuntar para no salirte – me dijo entre risas.

-       Está bien Matteo. No quiero los detalles. Me conformo con que no lo hagas fuera.

-       ¿Eso es una declaración de intenciones?

-       No te entiendo.

-       Quieres que no me salga y que levante la tapa porque tienes pensado venirte a vivir conmigo. Aunque sea en un futuro no lejano. ¿A que sí?

Puse los ojos en blanco y le ignoré. Se montaba la película él solito. Fui al armario y saqué un vestido lo bastante sobrio como para aparecer públicamente junto con mi padre. Era blanco y drapeado. Se ajustaba ligeramente a mis caderas, pero sin ser exagerado y me llegaba hasta la rodilla. Tenía un elegante escote en v que resaltaba mi largo cuello. Entré al baño a cambiarme.

Cuando, finalmente salí arreglada me percaté de cómo Matteo me contemplaba embelesado. Se acercó a mí y me acarició la mejilla con dulzura.

-       Estás preciosa.- me dijo sin pensarlo.

Yo fruncí el ceño.

-       Pero no me pegues, por favor. – suplicó él. Entonces eché a reír y le agarré la mano con suavidad.

Sin que el futbolista lo esperara le di un tierno beso muy cerca de los labios. Después le susurré al oído.

-       Vámonos ya. Seguro que nos está esperando Melvin abajo.

Matteo echó su pelo hacia atrás y sacudió la cabeza en un intento por despejarse. Inés siempre conseguía alterarle de una manera u otra.

Cuando salimos al ascensor vimos a Melvin que estaba sentado en uno de los sofás de cuero ojeando un periódico.

-       Roth, ¿cuánto tiempo llevas esperando? – le pregunté inocentemente.

-       Una hora señorita – me dijo con una amabilidad un tanto agresiva.

-       Lo siento. – traté de disculparme pero no sirvió de nada.

-       Síganme.

Nos llevó hasta la limusina que estaba aparcada en doble fila cerca de la entrada del hotel. Al entrar nos encontramos con mi padre, el señor Fazzari, y con dos robustos guardaespaldas que, como todo buen guardaespaldas, tenían cara de pocos amigos. Por eso me sorprendió cuando uno de ellos abrió los ojos como platos al ver a Matteo para acto seguido tirarse sobre él y pedirle un autógrafo para sí mismo, para su hija, su mujer y toda su familia lejana.  Venanzi agradeció el gesto con una gran sonrisa mientras que mi padre se limitaba a mirar aviesamente a su gorila personal, desaprobando su comportamiento. Para mí fue un momento entrañable. Me resultaba gracioso ver a un hombre grande y fuerte con cara de bruto transformarse como por arte de magia en un fan enloquecido con ojos de corderito degollado. Pero lo más chistoso de aquella coyuntura era ver el rostro desencajado de Alberto Fazzari, quien se escandalizaba por la conducta de su empleado.

-       Romeo, espero que nunca tengas que defenderme de un futbolista. – le dijo con ironía – porque tendré que despedirte.

Entonces el guardaespaldas volvió serio a su posición original recuperando así la expresión de gángster que lo caracterizaba. Cuando Matteo le devolvió el papel en donde había firmado Romeo lo rompió en mil pedazos delante de sus narices para la satisfacción del señor Fazzari.

Los ojos del futbolista se anegaron en lágrimas. Me miró con tristeza a lo que yo respondí con una leve palmadita en el hombro. Después le dije algo al oído para que no lo escuchara mi padre.

-       Lo superarás. Luego fírmale otro y dáselo cuando mi padre no mire. Te lo agradecerá ya verás. – la verdad es que Matteo se tomaba muy a pecho el afecto que le pudieran tener sus fans. Eso me gustaba porque a fin de cuentas son ellos los que le dan de comer. Son los que van a los partidos, los que pagan la suscripción al club de fútbol, los que compran el “merchandising”, los que encienden la televisión para ver las ruedas de prensa… Eso y muchas más cosas.

-       Gracias – me respondió él en otro susurro. Me estremecí por tenerle tan cerca… De nuevo.

Cuando la limusina se detuvo mi padre fue el primero en descender de ella, seguido por uno de sus guardaespaldas. Para mi sorpresa, el otro estaba destinado a cubrirnos a Matteo y a mí. Lo cual agradecí.

Había una multitud de políticos y empresarios invitados. Por no hablar de la gran cantidad de periodistas que enloquecieron al ver al futbolista. Para ellos cubrir la noticia de la inesperada aparición de Matteo Venanzi en Zurich misteriosamente acompañado de la hija del reconocido empresario Alberto Fazzari podría significar un ascenso. Y lo demostraron pegándose unos a otros con los micrófonos y las cámaras. Aquello era la ley de la selva.

El flash de las cámaras me cegó momentáneamente. No tardé mucho en tener a unos cinco reporteros a mi alrededor que me interrogaban sobre mi relación con Matteo.

Yo, que estaba poco experimentada en materia de cotilleos, estaba a punto de responder a algunas preguntas cuando Matteo se interpuso entre los micrófonos y yo. Por un segundo pensé que lo hacía para robarme protagonismo, por eso me extrañó las palabras que le dirigió a la prensa.

-       No tenemos nada que comentar – afirmó muy serio. Estaba muy sexy cuando hablaba de esa forma. Desgraciadamente no era muy a menudo. – Si quieren respuestas, diríjanse al señor Fazzari.

Entonces me cogió de la mano con fuerza y me sacó arrastras de aquel corralito.

-       ¿Qué se supone que estás haciendo? – me dijo con un tono grave.

-       Yo… Lo siento. No estoy acostumbrada.

Entonces me sonrió.

Matteo recordó que Inés en el fondo era bastante inocente y que no tenía ningún tipo de experiencia con los acosadores de la prensa rosa. Y eso le pareció muy tierno. La abrazó con fuerza y se la llevó lejos de las cámaras.

Me sentía algo aturdida por todo aquel mogollón, tanto que apenas era consciente de que Matteo me estaba intentando proteger de las fieras.

-       No te voy a poder dejar sola ni un minuto, mucho me temo. – me dijo divertido.

Yo me encogí de hombros sin saber qué decir a eso. En este caso tenía mucha razón.

-       No lo hagas – le dije pícaramente.

Estas palabras dejaron estupefacto al futbolista quien se esperaba una nueva bofetada. Pero le gustó, cuando la Inés humana salía a relucir mostraba su lado más dulce.

-       No lo haré – respondió éste. Después depositó un suave beso en sus labios.

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y siguiente!! ;-) comentad qué os parece!! :-D

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