New York , mi primer amor.

By jcalvente94

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Chapter 2
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.

New York , mi primer amor.

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By jcalvente94

Capítulo 1.

Por fin he acabado estos cuatro años insufribles de Derecho , tengo 23 años y ya soy licenciada en derecho , como a mis profesores les gusta llamar : jurista.  Han pasado 4 años desde que comencé por casualidad o más bien por ‘querer agradar’ esta carrera pero hoy estoy feliz de haberlo hecho. En dos horas me espera el aeropuerto de Málaga , 12 horas de viaje a New York , donde voy a empezar a ser una profesional del derecho como solía decir mi madre.

Estoy nerviosa , tengo que acabar de preparar la maleta , Ingrid que estuvo allí me ha dicho que lleve mucha ropa de invierno , gorros , abrigos , y yo encantada porque es una de mis estaciones favoritas del año. Tengo que preparar miles de cosas , en mi familia siempre hemos sido muy de llevar tres maletas para un fin de semana, cargados hasta arriba y siempre sucedía que no utilizábamos ni la mitad de la ropa. La diferencia es que no viajo por un fin de semana , viajo de forma ¡INDEFINIDA! ¡Sí!

Siempre he tenido el sueño de algún día viajar a New York , visitar todos sus monumentos históricos , todos sus rincones , ir a un Starbucks y llevarme uno de esos vasos de café que utilizan los americanos , que sí que serán vasos normales pero a mí me parecen geniales. Siempre he querido pasear  por la quinta avenida , comerme un perrito caliente mientras llamo a taxis solo por hacerlo como muestran en las películas americanas , vivir el Año nuevo en Times Square cuando la bola se descuelga y parece que el mundo se para. No sé por qué pero siempre ha sido la ciudad de mis sueños, en la que siempre he querido trabajar , vivir y ahora en unas horas me montaré en un avión y pondré rumbo a la ‘jungla de asfalto’.

El aeropuerto de Málaga es tan grande que si viniera sola jamás encontraría el avión que me llevará a mi querida ciudad. Son las 13:00 y solo con pasar por el ’puente de cristal’ como yo lo llamo que te lleva a la entrada del avión ya estoy nerviosa , me comen los nervios pero la sonrisa que tengo en mi cara no me la quita nada. Saludo a las azafatas , siempre me ha sorprendido su capacidad de sonreír y poner buena cara a los pasajeros , incluso cuando tienen malos días porque todos los tenemos pero hacer eso es una verdadera virtud , porque las azafatas rancias de otros viajes que he hecho me han hecho tener un vuelo nefasto , odio que me pongan mala cara. Me acomodo en mi asiento , al lado de la ventana como yo quería y ojeo el menú porque mi estómago está empezando a rugir como un león.

Me pongo mi música , la primera canción que suena es una de mis favoritas ‘You can count on me’. Obviamente es en inglés porque tengo que comenzar a familiarizarme aún más con el idioma si quiero conservar el trabajo. Me hundo en mis cascos y en el mundo de la música que siempre consigue evadirme de todo , tanto que se me pasa el tiempo , despierto y ya estamos en  el Aeropuerto Internacional John F.Kenedy , en honor al famoso presidente de los EE.UU. Solo con verlo desde la ventana mientras aterrizamos ya estoy emocionada e impactada , al bajar me quedo boquiabierta , nunca había visto tanto espacio , tantos aviones ni tanta afluencia de gente , es increíble. Ya me lo había advertido mi prima que en New York todo se magnifica.

Salgo del aeropuerto y me encuentro a un señor de negro con un sombrero y un traje impecable , parecía uno de esos porteros de los bailes adolescentes de las películas americanas , solo faltaba que comenzase a cantar y bailar como si fuese John Travolta. Y lo más raro es que sostenía en sus manos un cartel donde ponía : ‘Señorita Béquer’ . Comencé a reírme sola a carcajadas, la gente que pasaba a mi alrededor debía pensar que estaba loca , pero es que nunca había estado en esa situación. Tímidamente y avergonzada por mí actitud me acerqué al señor de negro:

-Hola,¿ me espera a mí?- dije en voz bajita.

-¿Es usted la señorita Béquer?

Me quedé a cuadros, hablaba español , se me abrió el cielo porque mi inglés y mis nervios en esos momentos no me daban pie a comenzar una conversación con un extraño y menos en americano.

-Sí, la misma que viste y calza. – Ahí afloro mi vena malagueña- ¿Quién es usted?

-Me llamo Earl. Soy el chófer de ‘Jones Day’ y he sido enviado por el señor Brave para recogerla y llevarla a su apartamento. ¿Me permite coger sus maletas?

Yo ni me lo creía..¿Mi jefe me manda un chófer que me lleve las maletas y a mi apartamento? Asdfghjk me va a encantar este sitio.

-Claro , tenga cuidado que traigo comida típica de mi país y no tiene precisamente un olor suave..

Earl sonríe tímidamente y mis nervios empiezan a desvanecerse.

El coche era uno típico americano , un roll royce , de color negro matín con el techo en rojo avivado y con rayas blancas que emergían desde los faros traseros hasta la parte delantera del coche dándole una imagen asombrosa. Fue lo primero de lo que me enamoré en New York.

Tardamos dos horas y media en llegar al apartamento , con el cambio de horario no sabía ni en qué hora me encontraba. El tráfico de esa ciudad era agobiante y excesivo , menos mal que me pasé el camino sumergida en mi música y observando , con la cara pegada a los cristales cual niña con unos zapatos nuevos , todas las calles y los edificios inmensos y majestuosos por los que pasábamos.

Por fin Earl paró el coche, habíamos llegado al apartamento , mi apartamento. La puerta era de esas que ya había visto en muchas películas americanas con un pequeño espacio por donde caen las cartas, una mirilla que podías ver hasta la calle de enfrente, de madera por supuesto y con un timbre que emitía un sonido muy divertido. Me encantaba y era solo la puerta.

Abrí y ahí estaba el salón, me parecía extrañísimo porque estaba acostumbrada que en mi casa había un pasillo hasta llegar al salón, en cambio en ese apartamento americano todos los espacios de este estaban conectados entre sí , pensé que me había equivocado de sitio. Justo a dos pasos se encontraba la cocina con una barra más alargada de lo que estaba acostumbrada a ver, muebles rojos y negros, todo reluciente, odiaba cocinar pero solo con verla me volvería loca por hacer mi especialidad , las patatas fritas. El salón era enorme, un sofá beig terciopelo, una alfombra más grande que mi cama de España , una televisión que parecía un estadio de fútbol americano. Se encendió solo con deslizar mi mano sobre ella, era increíble esa tecnología , ponían un documental sobre animales marinos y parecía que estaba nadando al lado de los tiburones. El pasillo que llevaba a mi habitación era ancho , espacioso , con lámparas alargadas que radiaban de luz el apartamento. Casi me desmayo cuando llegue a mi habitación. Era majestuosa , enorme , amplia , pintada de rojo , con cortinas blancas en las que se apreciaban la forma de los edificios de la calle , la lámpara que colgaba del techo tenía la forma del  Empire State en gris mate e iluminaba a media ciudad. La cama era la más grande que había visto nunca , las sábanas vestidas de la bandera americana. Lo primero que hice fue abalanzarme sobre ella cual loca como si no hubiese visto cama en mi vida. Era como flotar en el mar , esa sensación de no estar sobre nada pero sabiendo que algo te mantiene , comodidad extrema. Tumbada divisé el resto de la habitación. Como había entrado como loca tirándome en la cama no fui capaz de darme cuenta de que una parte de la habitación no tenía paredes , ¡ERA DE CRISTAL! Siempre había querido tener algo así en mi habitación , lo había visto en multitud de programas de casas de famosos y por fin lo tenía en la mía. El cristal era tan fino , tan óptico , tan limpio que podía ver como atravesaban los rayos del sol las hojas de los árboles. La vista era increíble , iba a despertarme todas las mañanas viendo ante mis ojos esas enormes vallas de publicidad de partidos de fútbol americano , edificios que parecían alcanzar el cielo , tocarlo y volver a bajar.

 Con el estrés del viaje , la hora , el cansancio , una nueva vida , un nuevo hogar , no me había dado cuenta de que mi apartamento estaba en la famosa y espectacular TIMES SQUARE. Rebosaba alegría por todos mis costados. Nada podía hacer ese día más perfecto.

Eran las cinco de la tarde , raramente salía el sol en New York , la ciudad por excelencia en la que te tropezabas con miles de personas cada tres pasos que daba , los taxis amarillos , los artistas callejeros actuando en esas largas calles llenas de edificios que parecían no tener fin. Miles de coches pasando , de personas corriendo por llegar tarde a sus trabajos , parejas tomando café en los famosos Starbucks , un universo paralelo que tanto tiempo llevaba deseando descubrir por ella misma. Llegué al edificio de la compañía "Jones Day" , hombres trajeados de un lado a otro , parecían enfadados en sus reuniones mientras sus pobres secretarias se daban la mayor de las prisas para traerles su café. La recepción era incluso más grande que cualquier piso que ella pudiera haber visitado en su vida , recorrió el pasillo infinito hasta llega al ascensor. Lo tomó y mientras llegaba a su planta por un momento se sintió segura , alejada de todo lo nuevo que empezaba a descubrir.

Por fin llegué a la tercera planta , entré en el despacho y comenzó la entrevista de trabajo. Vestía una falta ceñida negra , una camisa blanca por dentro de la falda que le daba un toque más elegante conjuntada con unos zapatos  con la medida adecuada. La entrevista fue todo un éxito , mi primer día en la gran ciudad y ya había conseguido ese trabajo por el que me había esforzado tanto. Había conseguido formar parte del famoso bufete de abogados ‘Jones Day’ , uno de los más importantes y por el que llevaba suspirando desde que acabé mis estudios.

Bajé a la recepción , salí a la calle y al más puro estilo norteamericano , silbé y un tradicional taxi amarillo se detuvo ante mí. Lo cogí rápidamente y me mantuve todo el trayecto conversando con el taxista sobre temas de actualidad que no suelen ser de los que hablaban las jóvenes de 19 años. Por fin llegué a casa para poder descansar.

Eran las seis de la mañana , por la ventana entraban los rayos de sol como luces  cegadoras que hacían figuras entre los gigantesco edificios , un paisaje hermoso. Tocó la alarma , era hora de enfrentarme a mi primer día de trabajo en el bufete , de conocer a mis nuevos compañeros.

Desayuné al estilo español , pan con aceite y un poco de sal, un colacao calentito para combatir ese frío neoyorkino a pesar de la salida del sol. Había mucho tráfico , tenía miedo de llegar con retraso el primer día , vaya carta de presentación sería empezar con mal pie este nuevo reto pero gracias a un taxista veloz llegué justo a tiempo. Recorrí el longitudinal pasillo , tomé el ascensor y subí hasta la tercer planta. El jefe , Brave había reunido a toda la plantilla para presentar ante ellos a la nueva componente –yo- , ¿Para qué tomarse tantas molestias en dar a conocer a todos a una simple y recién formada abogada? –me pregunté.

Brave dio un discurso lo más serio y subjetivo posible , lleno de buenos deseos para mí en mi nueva etapa y de buenas sensaciones. Cuando acabó cada trabajador se fue acercando a mí para presentarse mientras se servían unos deliciosos canapés de salmón y caviar , no parecían escatimar en gastos , pensé.

Estaba extasiada , eran muchas sorpresas , muchas cosas nuevas en apenas un día que llevaba en esa ciudad. Estaba desubicada , era como un mundo paralelo al que a cualquiera le gustaría ir pero en el que al principio no encuentras tu lugar. Me sentía fuera de juego como en las típicas reuniones de antiguos alumnos a las que todo el mundo asiste para comprobar si las personas que le hicieron la vida imposible en el instituto están peor que ellos , si les ha ido mal o si llevan la vida que ellos desearían llevar. Era un cúmulo de emociones en muy poco tiempo que me desbordaban.

Después de las presentaciones , del brindis por la nueva componente , llegaba la hora de los monólogos , era un tradición que tenían en el bufete que consistía en que cada nuevo miembro que entraba al equipo el día de su presentación formal tenía que subirse al escenario y contar o inventarse anécdotas graciosas para así darse a conocer a los demás , acercarse a ellos y olvidar por un rato todo el nerviosismo y la presión por la que estaba pasando. Yo no era especialista en contar chistes ni tampoco era mi hobbie pero me armé de valor y subí al escenario. A las dos horas el jefe tuvo que pararme porque había cogido carrerilla ,  había soltado tanto estrés en eso de contar chistes o anécdotas divertidas que llevaba un largo rato haciendo reír a todos los presentes con el arte y salero típico de una española , según dicen los estadounidenses. Me había metido tanto en el papel que no me había dado cuenta de que era la hora de firmar el contrato pero sin embargo todos los compañeros seguían allí riendo y disfrutando de verme en el escenario tan entusiasmada contando mis pequeñas historias que eran incapaces de irse. Aplaudían una y otra vez y eso aumentaban mis ganas de seguir haciendo reír a los demás , si fuera por mí podría haberme pasado toda la noche allí. Brave subió al escenario y muy sutilmente hizo que me despidiera de mi enamorado público que pedía ‘más’.

Nos dirigimos al despacho de Brave en la quinta planta , era más grande que mi propia habitación en España , con unas cristaleras enormes desde las que se podía ver el famoso ‘Central Park’ y a las personas paseando sus perros , a las familias haciendo picnic disfrutando de un día espléndido de sol , a las parejas de enamorados felices y sonrientes como si solo estuvieran ellos en el mundo. Estaba todo colocado estratégicamente , parecía todo pensado , un pequeño mini bar color plata colocado a la izquierda del escritorio junto a una mesa de billar para amenizar las reuniones importantes –pensé-, una pluma color zafiro que parecía de épocas antiguas con la que firmar los contratos , la foto de la familia de Brave junto a su título de licenciado en Derecho y sus cientos de másters acreditados. Era muy espacioso , con dos sofás alargados en forma de U en los que con solo sentarte pareces estar en las nubes , una chimenea para el invierno tan frío en New York , una lámpara que debía de costar más que el pueblo donde ella vivía y muchos retratos y fotos con personajes del mundo internacional de reconocido prestigio e importantes a los que el bufete había prestado su servicio. Con solo ese despacho , me podría construir un apartamento en primera línea de playa en la costa mediterránea. Quedé estupefacta cuando entré , lujo , elegancia , altura , belleza , ese despacho lo tenía todo. Brave me ofreció sentarme , sacó el contrato de un enorme archivo y me dijo que lo leyera con tranquilidad. Yo era un chica muy desconfiada y estaba acostumbrada por desgracia a los engaños de los demás y a las malas jugadas , lo releí tres veces a priori y otras dos más luego , revisé cada frase , cada palabra , cada letra y cada claúsula una por una buscando algún error que hiciera que me despertase de este sueño que estaba viviendo porque no podía creerme que a mí , la reina de la mala suerte , me estuviese saliendo todo tan bien. Llegando al final del contrato , ahí estaba , mi sueldo. No pudo contenerme y solté un ‘guau’ , nunca había visto tantas cifras ni tantos ceros juntos , me parecía imposible que alguien fuese a pagarme tanto dinero por trabajar de lo que me gusta , en mi ciudad predilecta y con tantas ventajas. Brave me ofreció la pluma de zafiro , en la que estaba escrita un reseña que decía :'Please , use me.´ (Por favor , úsame) y sin dudarlo dos veces , la agarré con tanta fuerza , temblaba tanto que no era capaz de plasmar mi firma hasta que Brave  sujetó la hoja y por fin , era oficial que empezaba a formar parte de uno de los bufetes de abogados más reconocidos del mundo.

Era tarde , me disponía a silbar para coger un taxi cuando apareció de la nada Earl , mi chófer. Era todo tan nuevo y ocurrió tan rápido que ni siquiera recordaba que tenía un chófer para mí sola.

-Buenas noches señorita Béquer , ¿Desea que la lleve a algún otro lugar?

+ Álex , puedes llamarme Álex , ya hay confianza Earl ( Él sonrió tímidamente , parece que empezaba a entender el tono humorístico con el que le hablaba).

-Está bien , Álex , ¿Dónde quiere ir?

+¡A casa! Ha sido un día agotador y no soy de las que chicas que soportan los tacones.

Por fin a casa , tiré los zapatos y caí redonda en mi nueva cama. –Mañana será otro día-.

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