Las Heridas Del Pasado

Door MaJoLh_29

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Después de que su relación con su prometido termina, Anastasia Steele cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pa... Meer

Advertencia
Prologo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
NO ES CAPITULO
Capitulo 8 Maraton 1/?
Capitulo 9 Maratón 2/3
Capitulo 10 Maratón 3/3
Capitulo 11 (Bonus)
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14 maratón 1/3
Capitulo 15 maratón 2/3
Capitulo 16 maratón 3/3
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Aqui Casual un espacio publicitario
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27. Maraton 1/3
Capítulo 28. Maraton 2/3
Capitulo 29. Maraton 3/3
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capito 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capítulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Epílogo Parte I
Epílogo Parte II
Nueva historia

Capitulo 24

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Door MaJoLh_29


– ¿Nena, estás bien? –Lo escuchó realmente preocupado, por lo que se esforzó en contestarle con un hilo de voz.

Sí, nene, no te preocupes.

– ¿Segura?

–S...sí. –Logró contestar.

De acuerdo, aquí estaré por si me necesitas.

Anastasia no logró articular palabra. Hacía ya mucho tiempo que no tenía esas pesadillas, ¿por qué ahora habían vuelto? No recordaba cuánto la lograban afectar. Era como revivir aquello que había pasado hacia dieciséis años, revivir la sensación de impotencia, de desesperación, revivir todo el dolor.

Decidió que si seguía bajo ese chorro de agua fría iba a terminar congelándose, por lo que se colocó de pie, cerró el grifo y se cubrió con una toalla. Todo seguía oscuro, la electricidad seguía cortada debido a la tormenta, pero aun así logró divisar a Christian acostado en la cama, revisando su iPhone, cuyo brillo iluminaba un poco la habitación.

Por un momento llegué a pensar que te había tragado el baño. –Comenzó a decir él, en broma. –Ya iba a llamar incluso a la policía.

–Pues no. –Forzó una sonrisa, mientras abría el closet, buscando una nueva muda de ropa.

– ¿Quieres que te vista, nena? –Preguntó él, mientras seguía revisando su teléfono.

–Creo que tú y yo tenemos un concepto distinto de lo que es "vestir", así que no, gracias. –Contestó mientras sacaba una camisa de tiritas, unas bragas y un short, pues el calor que estaba haciendo debido a que no había aire acondicionado gracias al corte de electricidad, no era normal.

Yo solo decía. –Contestó él, conteniendo la risa.

Voy por un sorbo de agua. –Dijo ella, después de vestirse.

Vale. –Él seguía distraído.

Anastasia llegó a la sala y se sentó en el mueble, abrazando sus rodillas. Por experiencia sabía que no iba a poder volver a dormir, sabía que si lo hacía corría el riesgo de repetir la pesadilla. ¿Y ahora qué hacía? ¿Por qué había tenido una de esas crisis frente a Christian? Qué vergüenza. Se quedó allí pensando, mientras veía por la ventana, mientras veía cómo la lluvia caía, no había electricidad así que no podría leer. Perfecto, iba a tener que desvelarse sin hacer siquiera algo productivo.

Poco a poco comenzó a aclararse, un nuevo día ya se acercaba y la lluvia no cesaba. La noche se fue, dándole paso al día. La luna volvió a esconderse, permitiendo así que el sol saliese.

Así que estás aquí. –Escuchó ella a su espalda. –Me quedé dormido esperándote. –Bostezó. Anastasia se giró a mirarlo y sintió un vuelco al corazón al verlo. Su barbilla estaba cubierta por una leve barba, estaba sin camisa y traía un pantalón de ella, el cual había tenido que ponerse después de que se diesen un baño y, obviamente, le quedaba pequeño.

No podía dormir. –Se giró y siguió mirando por la ventana.

– ¿Lo intentaste siquiera? –Christian se sentó a su lado, plantándole un beso en el hombro desnudo.

¿Para qué intentarlo? No quería revivir esa pesadilla, sufría como nadie tenía idea al tener esos sueños.

–Sí. –Mintió. Christian la agarró del mentón, haciendo que lo mirase.

Estas desveladas no te hacen bien. –Susurró con cariño, tocando su mejilla con su dedo.

No te preocupes. –Contestó, forzando una sonrisa y alejándose de él, colocándose de pie. – ¿Qué quieres de desayuno?

Sorpréndeme. –Contestó él, frunciendo el ceño al ver cómo Anastasia había cambiado de tema.

Afortunadamente la cocina no era eléctrica, así que comenzó a preparar unos huevos revueltos, cuando sintió que Christian la rodeó con sus brazos, mientras comenzaba a besar su cuello y... Oh, vaya, al parecer estaba listo para la acción otra vez, o al menos eso indicaba su erección.

Christian. –Seguía besando su cuello y Anastasia comenzó a derretirse. –Nene... –Sintió cómo él metía su mano en su camisa, comenzando a acariciar sus senos y se dio cuenta de que no podría resistirse. Para evitar un incendio, apagó la hornilla mientras Christian comenzaba a bajar las tiras de la camisa con sus dientes.

Él seguía abrazándola por la cintura, Anastasia colocó ambas manos sobre su brazo. Dejó la camisa a medio camino, solo dejó sus senos al aire. Las manos de Christian fueron bajando hasta su vientre, y después hasta la cinturilla del short, desatando el nudo que lo sostenía. El short cayó al suelo, y Christian comenzó a explorar en la intimidad de Anastasia.

–Christian. –Apartó un poco sus bragas, para introducir uno de sus dedos. Al sentir aquello, Anastasia soltó un suspiro de puro gozo.

Christian. –Apartó un poco sus bragas, para introducir uno de sus dedos. Al sentir aquello, Anastasia soltó un suspiro de puro gozo.

Estás tan húmeda. –Comentó, satisfecho, mientras Anastasia se sonrojaba. –Separa las piernas. –Ella así lo hizo y en un santiamén, Christian se deshizo de las bragas y de su pantalón. Anastasia seguía con las manos sobre el granito de la cocina y Christian posó las suyas sobre las de ellas, mientras entraba en Anastasia, lentamente.

Oh. –Susurró ella, mientras se mordía el labio.

Christian comenzó su ritmo, lento y silencioso, sencillamente placentero y los gemidos leves de Anastasia fueron aumentando poco a poco su volumen, mientras las embestidas de Christian iban aumentando su velocidad. Él comenzó a mover las manos, recorriendo el cuerpo de Anastasia. Tocando todo, tocando aquel botón que le daba tanto placer.

Después de unos minutos, Anastasia veía muy cerca el fin, sentía cómo su interior comenzaba a tensarse, mientras Christian seguía embistiéndola. No, no quería que aquello terminase tan rápido, quería que el exquisito placer siguiese, siguiese por más tiempo.

– ¡Oh! –Alcanzó a gritar al sentir cómo todo su interior se tensaba, apretando a Christian, mientras volvía a estallar en otro intenso orgasmo.

Eso es, nena. –Le dijo él, mientras la embestía por última vez para después vaciarse en su interior.

Cuando estaban recuperando el ritmo normal de sus respiraciones, Christian le plantó un dulce beso en el hombro, mientras se retiraba. Anastasia se giró, mirándolo con una ceja enarcada.

Creí que realmente querrías un desayuno... de comida. –Aclaró.

Este desayuno me apetece más. –La miró de arriba a abajo, mientras se agachaba para recoger su pantalón.

Eres insaciable. –Le contestó ella, a la vez que también se agachaba para recoger sus prendas, mientras se acomodaba su camisa.

Sí, pero... Ahora sí tengo hambre. De comida. –Aclaró.

Te estaba preparando un delicioso desayuno, hasta que llegaste a interrumpirme. –Contestó ella.

Prometo no interrumpirla de nuevo, señorita Steele.

Gracias, señor Grey. –Lo miró con una ceja enarcada.

Esperaré el desayuno con ansias. –Le plantó un beso en la frente.

Christian tomó asiento en una de las sillas que había en la islita de la cocina, colocó su mano en el mentón y se quedó allí, mirando a Anastasia, a esa mujer que poco a poco había aprendido a amar, a esa mujer que se le estaba metiendo bajo la piel, a esa mujer que estaba logrando cambios en él, sin siquiera proponérselo.

No me mires así. –Le dijo ella.

– ¿Por?

–Me incomoda. –Contestó.

No puedo evitar mirar tu belleza. –Contestó con una sonrisa tonta, una sonrisa de enamorado.

Anastasia estaba a punto de contestarle que no podría verse bella al estar desvelada, cuando se abrió la puerta del apartamento, dejando ver a Kate, que claramente estaba tratando de no hacer ruido, hasta que alzó la vista y vio a Christian.

Ho... hola. –Dijo, claramente incómoda.

– ¿Cómo estás, Kate? –dijo él.

–Hola, hermanita. –Le dijo Anastasia desde la cocina. – ¿Qué tal la noche con Jose? –Preguntó, disfrutando de la expresión incómoda de su hermana.

Muy bien en realidad. ¿Y ustedes? ¿Qué tal pasaron la noche? –Contestó ella con una ceja enarcada.

–Bien, hicimos lo mismo que tú pero cenamos antes. Realmente no habían cenado

Kate miro a su hermana con ganas de asesinarla, mientras Anastasia y Christian estaban muertos de risa.- Bueno, yo... Voy a dormir un rato. –Declaró. –Dejaré solos a los tortolos. –Se encaminó hacia su habitación, después volvió sobre sus propios pasos, asomó la cabeza por el pasillo y se encargó de decirles unas cuantas palabras. –Les recuerdo que desde mi cuarto se escucha todo, no hagan tanto ruido. Nada, solo eso.

Christian estaba carcajeándose, mientras Anastasia se ponía roja como un tomate.

No entiendo de qué te ríes. –Colocó un plato y un vaso en frente de él.

De la intuición tan buena de tu hermana. Y sus advertencias también, además tú empezaste.

Eso no da risa, qué vergüenza con ella.

–Vamos, Anastasia, después de lo que lo que le dijiste sientes vergüenza.

Tienes razón. –Volvió a la cocina. –Pero igual. Menos mal que no llegó unos segundos antes porque... No, Dios, qué pena.

Christian siguió riéndose por un buen momento, mientras Anastasia terminaba de cocinar. Después le colocó el delicioso desayuno en el plato, entregándoselo.

Buen provecho. –Le dijo mientras se encaminaba al pasillo.

Hey. –Christian logró halarla del brazo. – ¿Tú no vas a comer?

–Ya desayune, huevos y salchicha ¿No lo recuerdas? Le dijo Anastasia con una picardía.

Por Dios Anastasia, en serio nena... desayuna.

–No tengo hambre, nene.

Es imposible que no tengas hambre, no comes desde anoche, no cenaste.

–En serio, Nene. –Le plantó un beso en la mano, soltándose. –Come tú.

–No, no, no. –Christian la agarró de la cintura y la sentó encima de él.

Christian. –Le dijo con una sonrisa, mientras le acariciaba el mentón.

Tienes que comer. –Agarró su mano y le plantó un beso.

No, en serio... Casi nunca desayuno.

–Esa es la comida más importante del día.

–Sí, ni me lo digas, he escuchado ese sermón un millón de veces al menos, pero no, no tengo hambre. –Anastasia logró zafarse de sus brazos, para después desparecer por el pasillo. Bien, sí, sabía ya que el desayuno era la comida más importante, pero simplemente nunca tenía hambre a esas horas.

Llegó al cuarto de lavado, sacando la ropa de Christian de la secadora, anoche ya la había lavado, lo único que le quedaba era plancharla. Comenzó con aquella tarea. Después de unos cuantos minutos, la ropa de Christian estaba como nueva, Anastasia la colocó en un gancho y la llevó a su cuarto, sabía que él querría darse un baño.

Observó que encima de la estantería de su cuarto estaba su brillo labial, era una rosa tirando a rojo, hacía mucho ya que no lo utilizaba, en su pasado solo había servido para ir a fiestas, eventos importantes y cosas por el estilo. Lo tomó rápidamente, se pintó los labios con él y le plantó un beso al cuello de la camisa de Christian.

***

Fue un placer pasar esta noche con usted, madame. –Le plantó un beso en la mano a Anastasia.

Lo mismo digo, monsieur. –Le contestó ella.

Te quiero. –Para despedirse, le plantó un beso en la frente, mientras desaparecía detrás de la puerta del apartamento.

Bien, se había ido pero... Había pasado con él un excelente momento.

Decidió ir al cuarto de su hermana.

Hola, Ka. –Recostó su cadera en el marco de la puerta.

Hola, Anita. –Le dijo con una sonrisa pícara. –Me alegra saber que mi hermana ya no es virgen.

Hey. –Anastasia tomó asiento en la cama, a la vez que se sonrojaba lentamente.

– ¿Estás enamorada, cierto?

Como no tienes idea. –Contestó con un brillo especial en los ojos. –Christian es tan... Dios, no tienes idea. Es... Kate, jamás pensé que podría haber un hombre así... Tan delicado, tierno, dulce.

– ¿Y qué tal es en otros asuntos? –Preguntó pícaramente.

Eso es privado, solo te diré que... cuando me hace el amor es tan... No sé cómo describirlo, es demasiado dulce, tierno, como si no quisiese lastimarme. Pero... Dios santo, es tan placentero.

–Así debe ser. –Contestó con una sonrisa.

– ¿Qué tal Jose?

Es el hombre más perfecto que puede existir sobre la tierra. –Contestó con otra sonrisa y un brillo en los ojos. Oh sí, las hermanas estaban totalmente enamoradas. –Es demasiado dulce. Estoy completamente enamorada de él.

– ¡Me alegra tanto!

–Y a mí igual. Mereces un hombre como Christian.

–Al principio creí que solo estaba jugando conmigo pero... Ya ves que hasta se divorció para intentarlo. –Dijo con una sonrisa.

Ese hombre vale oro.

**

– ¡Mi amor! –La voz chillona de Leila resonó por la sala del apartamento, cuando Christian entró.

Leila. –Dijo desconcertado y sorprendido, al darse cuenta de que su esposa castaña, ahora era rubia. Mierda, estaba tan cambiada que ni él la reconocería. – ¿Qué haces aquí?

– ¡Llegué de Europa!

–Ya me di cuenta. –Contestó hostilmente.

Vaya, ¿así es como recibes a tu amada esposa?

Esposa sí, amada no.

–Vaya, qué directo. –Contoneó sus caderas hasta estar en frente de Christian, luego se guindó de su cuello, robándole un beso.

Leila. –La alejó.

Oh, vaya, ¿qué es esto? –Señaló el cuello de su camisa. –Estuviste con otra de tus amantes. –Le dijo, amarga. ¿En qué momento Anastasia le había plantado aquel beso? Mierda.

Tú te vas, yo me quedo. Soy hombre, tengo necesidades.

–Pues ya estoy aquí. –Comenzó a besarle el cuello. –Puedes saciar esas necesidades conmigo, bebé.

–No, no, no. –Volvió a alejarla. –Mis necesidades ya están saciadas, amor. –Le dijo cínicamente a la vez que se iba del lugar.

**

El fin de semana pasó, a ambos se les hizo eterno, solo lograron disminuir la tortura de estar separados mediante mensajes de texto.

Nena. –Estaba en la salita que se encontraba al lado de recepción, tomando un café, cuando escuchó esa voz a su espalda, se giró y al verlo lo único que quería en tirarse en sus brazos, pero por desgracia estaban en el bufete, Carrick estaba rondando por allí, así que...

Doctor Grey. –Contestó ella, con fingida seriedad.

Señorita Steele, está usted invitada al baile de beneficencia de los Greys. –Le dijo él acercándose, quedando cara a cara.

– ¿Qué? ¿Baile de beneficencia?

Sí, ya sabes, harán una subasta para recoger fondos para navidad, después un baile. Una especie de fiesta.

– ¿Fondos?

–Para la fundación de papá, ya sabes.

– ¿La que ayuda niños con cáncer?

–Esa.

–Oh, Christian, no puedo ir. –Susurró.

–Irán todos los abogados, nadie sospechará nada. –Le contestó también en un susurro.

– ¿Cuándo es?

–Esta noche.

– ¿Qué? ¿Por qué apenas me lo dices?

La última vez que nos vimos estuvimos ocupados en otros asuntos. –Le contestó.

Vale. –Se sonrojó. – ¿A qué hora?

–Ocho.

–De acuerdo, iré. –Contestó con una sonrisa.

Así me gusta, señorita Steele. No podré buscarte, papá quiere que lo ayude con ciertas cosas. –Mintió.

No importa. –Sonrió.

Puedes llevar a Kate si quieres, así Jose las pasa a buscando a las dos.

Es buena idea. –Contestó con otra sonrisa tonta. –Bueno, nene, ya tengo que irme. Nos vemos esta noche.

–Por supuesto, Doctora Steele. –Ella le dedicó una de sus hermosas sonrisas, esas que le detenían el corazón, para después irse a su oficina. Al llegar allí, su sonrisa se vio más ampliada.

– ¡Anaaaaa! –Exclamó Alaska, acercándose a ella.

– ¡Nena! –Contestó ella, bajando a su altura y abrazándola. – ¿Cómo estás? ¡Qué sorpresa verte aquí! –Abrió la puerta de su oficina. – Ven, pasa. –Le dijo haciendo una seña.

La última vez que nos vimos no te agradecí por haber ganado el caso, por lo menos sé que él no le hará más daño a nadie. –Comenzó a decir, sentándose en la silla de Anastasia, dando vueltas allí.

Pues no agradezcas nada; ese era nuestro trabajo. –Le contestó con una sonrisa, estando de pie, observándola.

Mamá quiere que nos vayamos a San Francisco y si es así no podré verte más. –Susurró con tristeza en sus ojos, parando de girar.

Si Tania quiere que se vayan, es por algo. Hazle caso a tu mamá y no te preocupes por mí.

–Bueno. Te extrañaré. Espero volver a verte. –Susurró.

– ¡Ay, por supuesto que sí! ¡Si tú no vienes, yo iré! –La animó.

– ¿Es una promesa? –Preguntó colocándose de pie.

–Es una promesa. –Contestó con una sonrisa.

Bueno, iré a despedirme de Christian. –Le informó, acercándose a la puerta para irse. –Por cierto, si vas a San Francisco, ve con él. –Le dijo con una sonrisa.

***

– ¡No sé qué me pondré! –Salió de su cuarto dando un portazo. Estaba ya en su apartamento, pensando en qué ponerse para el baile de aquella noche.

Yo te puedo prestar algo. –Contestó Kate.

Es que tus vestidos...

–Ven. –La interrumpió, halándola del brazo.

**

No sabía cómo iba a manejar aquella situación. Había invitado a Anastasia porque sabía que tarde o temprano se enteraría y cuando lo hiciese y viese que no la había invitado, se iba a molestar, solo por eso, pero... No quería que Anastasia compartiese con Leila. Cielos, aquello iba a ser una situación totalmente incómoda.

Su esposa y su... ¿Su qué? El término amante le parecía inapropiado para una mujer tan pura, honesta, inocente y sincera como Anastasia.

Su esposa y su novia.

Juntas.

En el mismo lugar.

Sin saber de la existencia de la otra.

Mierda, eso no pintaba bien.

**

Dios mío, estás preciosa. –Le dijo Kate a Anastasia, al verla salir del cuarto, arreglada, peinada y maquillada.

No sé. –Contestó ella.

Aunque sí se sentía linda, el vestido era color azul marino, tenía un escote en V, sus tiras eran gruesas, se ceñía debajo de los senos con una especie de cinturón y lo demás caía naturalmente, tenía una abertura de medio lado que partía desde el muslo y al caminar Anastasia mostraba sus hermosas piernas. El vestido arrastraba solo un poco de tela.

Su bolso, diminuto y sus tacones altos eran de un color blanco. Kate le había insistido en alisarle el cabello y a eso Anastasia no había accedido, a ella le gustaban sus rizos castaño oscuro, los cuales estaban cayendo en cascada por toda su espalda. Su hermana la había maquillado de la forma más sencilla que podía existir para una fiesta; solo rubor, brillo, y rímel.

-Qué guapa hermana tengo. –Le dijo Kate.

Tú no te quedas atrás, hermanita. –Contestó Anastasia, mientras observaba el vestido de Kate, el de ella era color fucsia, tenía una única tira gruesa, que estaba en el lado derecho.

**

Gracias, Jose. –Le dijo Anastasia, cuando él la ayudó a salir del auto.

Ella se quedó boquiabierta al ver la casa de Christian o de Carrick... O de quien fuese. Sí, anteriormente sabía cómo era por los periódicos y revistas, pero era mucho más impresionante el verla en vivo y en directo, era... Una mansión.

Entonces supo que Christian era mucho más adinerado de lo que ella había supuesto hasta el momento. Y aquello no le gustaba. Tras darle el abrigo al encargado de aquello, entraron.

El interior era mucho más lindo, más... costoso, más exquisito que el exterior. Anastasia comenzó a buscarlo con la mirada. Hasta conseguirlo. Allí estaba él, el hombre que hacía que su corazón se acelerase. Quería correr a sus brazos y darle un beso, pero... Allí estaban todos, los abogados, los familiares de Christian. No le gustaba tener una relación así, en secreto pero... No sabía por cuánto tiempo más iba a ser capaz de soportar aquello.

Buenas noches, Jose. –Se dieron un apretón de manos. –Kate. –Le hizo un gesto con la cabeza. –Y Anastasia. –Cielos, ¿cómo alguien era capaz de pronunciar su nombre así? Ambos se dieron un apretón de manos, como si fuesen unos simples colegas, pero la chispa que sintieron al hacerlo, indicaba perfectamente que eran mucho más que eso.

Christian se había quedado paralizado al ver entrar a Anastasia por esa puerta, como siempre estaba hermosa, ese vestido le quedaba totalmente perfecto. Resaltaba sus perfectas curvas, dejaba ver sus hermosas piernas y el azul hacía que piel se viese más hermosa de lo que ya era.

Por aquí. –Les indicó el jardín, a la vez que posaba lentamente la mano sobre la espalda de Anastasia. –No sé si sabrán que el baile es con máscara.

– ¿Máscara? –Susurró ella.

Sí, nena. –Le contestó en un mismo susurro.

Anastasia se sentía sola en esa fiesta. Kate y Jose estaban muy acaramelados y ella... Ella tenía al hombre de su vida a solos unos metros y simplemente no podía demostrar su amor. En estos momentos envidiaba a su hermana, ella podía expresar lo que sentía por su hombre libremente, mientras que ella no.

Se giró para mirar a Christian, y se dio cuenta de que una rubia artificial... En todos los aspectos, alta, cargada de un montón de joyas y encantadora, estaba agarrándolo del brazo, mientras que se reía con exagerada fuerza. Su vestido rojo dejaba muy poco a la imaginación y su exagerado escote hacía que todos se dieran cuenta de lo bien dotada que estaba. Christian no hacía nada para quitársela de encima y fue cuando supo que el baile no iba a ser demasiado agradable. Quizá era una de sus tantas amantes. ¿Por qué la habría invitado?

Mierda. Aquella mujer era demasiado atractiva. Sus ojos verdes se encargaban de contrastar con su melena rubia, haciendo que fuese el centro de atención. Y al parecer contaba unos excelentes chistes, pues todos los presentes a su alrededor, incluido Christian, soltaban carcajadas totalmente ruidosas.

Los celos, los celos la estaban carcomiendo por dentro.    

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