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Era una mañana tranquila, como cualquier otro. Joy se dirigía hacia una cafetería que recién inauguraron días atrás, la infraestructura del lugar era increíble, eso fué según lo que manifestó la fémina. Lo que más la cautivó era la chica del mostrador, sentía que era diferente a las demás, lo presentía y eso cambió mucho en la actitud de Joy.
—¿Que va a ordenar?—expresó la de hebras blancas sin mucha emoción—.
— Un café americano, porfavor—dijo con cierto nerviosismo, no podía mirar fijamente a la empleada—.
— ¿Algo más que desee añadir?—.
— Quiero miles de abrazos tuyos—,Ah. . . no, eso es todo. . . —dijo con cierto nerviosismo—.
— Ok, se lo traeré en un momento—.
Joy se dirigió a la primera mesa y observó con sutileza a la empleada, no sabía quién era. Sin embargo, eso no la impedía pensar sobre ella.
Si vieras mi sonrisa de idiota cuando pienso en tí. . . ¿Porqué digo eso?
Tal vez coincidir contigo fué lo mejor que me pasó, será. . .¿amor a primera vista?
¿Eso existe? , no sé si creer de nuevo en el amor, me ilusionaron una y otra vez que difícilmente mi corazón puede pensar en alguien más.
Supongo qué. . . fuiste la forma más bonita que tuvo la vida de decirme que no lo puedo tener todo.
(...)
—Aquí está su pedido—dejó el café americano en la mesa, miró de reojo a la clienta, pudo concluir que la fémina estaba observándola—.
—Te miro y eres todo lo que está bien—Muchas gracias, este. . . —miró el nombre de la chica que estaba pegado al lado derecho del uniforme— ¡Meg!
— Cualquier cosa, me avisa —se retiró de la mesa sin más que decir—.
—Te tocó mi mejor versión, y ni cuenta te diste. . . —musitó Joy—.
Media hora después, Joy acabó finalmente su café americano, a pesar de ello, no deseaba irse de lugar, quería seguir contemplando a su musa. No obstante, sentía como si alguien estuviera viéndola, así que con discreción volteó hacia el lado izquierdo y vió que, un chico pelirrojo, de ojos ámbar estaba ahí viendo a Joy.
Meg miraba disimuladamente a la clienta que estaba casi en la primera fila, la veía de manera extraña, pues, sabía que dicha persona estaba viéndola en ciertos momentos. No sabía el motivo o circunstancias, así que hizo caso omiso.
— Aquí está la cuenta—dejó el papel a un lado— disculpa pero, ¿tengo algo en la cara—.
— Rápidamente la expresión de Joy cambió— ¿Eh? ¿Porqué lo dice? —dije un tanto nerviosa—.
— Estuvo mirándome todo el tiempo, por eso, ¿acaso tengo algo?
— No, no —evité hablar respecto al tema— Disculpa si le incomodó, sólo me pareció simpática. . . Eso está todo —tartamudeó las últimas palabras—.
— Nadie me había dicho que era simpática, vaya, que ironía—soltó leves carcajadas—, ¿Vendrás seguido por aquí?—preguntó con cierto interés—.
— ¡Por supuesto¡—exclamé de alegría, quería quedar bien con la chica— Tal vez mañana venga temprano. . .
— Vale, entonces te espero—Le guiñó a la fémina y se retiró de la mesa—.
Joy se iba a ir del lugar, pero algo la detuvo.El mismo chico alto y pelirrojo impedía el paso de la chica, con una mirada pícara intentaba conquistarla.
— Estás obstruyendo el paso—manifesté con cierta seriedad tratando de salir—.
— ¿Porqué tan apresurada bella dama? —dijo en tono pícaro mientras agarraba el mentón de Joy— Soy Foxy, un gusto preciosa—acto seguido, cogió la mano izquierda de la chica para darle un beso, en muestra de cortesía—.
— Ajá. . . —retiró su mano— ¿Ahora si me puedo ir? —esperé con los brazos cruzados—.
— Obviamente, no sin antes darte esto—de su bolsillo sacó un papel arrugado y se lo dió a Joy— aquí está mi número, cualquier cosa, ya sabes que hacer—se fué del lugar dándole un beso en la mejilla a la chica—.
— ¿En serio existen hombres así?—bufé con pesadez—.
Joy se dirigió hacia su trabajo de tiempo completo en un restaurante cercano a la cafetería. Mientras caminaba, pensaba en esa tal chica que robó su corazón en el primer instante.
Meg. . .
Supiste encontrar las palabras que a
mi me sacaron las ganas de hablar
El amor no se puede ocultar, creo que se dió cuenta que la estaba mirando. . .
¿Como llegue a amarte a este punto? A este punto de no dejar de pensar en ti.
De encontrarte en cada canción, en cada línea que leo, en cada uno de los ojos que observo. Simplemente no sales de mi cabeza, y mucho menos de mi corazón.
Ojalá seamos una realidad y no un sueño. . .
(. . .)
Las horas pasaron, llegó la noche y finalmente Joy terminó su trabajo, salió del restaurante y caminaba directamente hacia su casa. Por casualidad del mundo, se chocó con el mismo pelirrojo de la mañana.
— Perdón estaba distrai. . . —no culminó su oración, levantó la cabeza y vió al mismo chico—
— Creo que el destino nos está uniendo ¿verdad? —ayudó a Joy a levantarse—.
— ¿Tu no te rindes verdad?
—No, porqué hoy más que nunca, esta es una de esas veces del día en el que no encuentro las palabras, porque en este momento y siempre, aun sigo pensando en ti. . . Joy
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