Daniel "Un Chico Enamorado"...

By Min_Ha_Sang

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Daniel depende de un ventilador para seguir con vida. Nunca ha salido de su casa ni mucho menos ha explorado... More

Prólogo
ADVERTENCIA
Capítulo Uno: "Existiendo"
Capitulo 2: "Una Vida Difícil"
Capítulo 3: Una Flor en la Nieve
Capítulo 4: La Flor Más Brillante
Capítulo 5: La Hermosura de la Locura
Capítulo 6: Si los Recuerdos Fueran Felicidad...
Capítulo 7: Perfecto
Capítulo 8: Errores
Capítulo 9: Cosas que Forman Parte de la Vida
Capítulo 11: Querer y Enamorarse
Capítulo 12: Silencio
Capítulo 13: Los Recuerdos son Felicidad
Capítulo 14; ¿Egoísta?
Capítulo 15: Resolver Algo es Igual a Encontrar un Misterio Mayor
Capítulo 16; Palabras de Alguien Herido, para Alguien Destrozado
Capítulo 17: Flotante Azul de Luna
Capítulo 18: Una Triste Sorpresa
Capítulo 19: Amor Insuficiente
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 - FINAL
Epílogo
Nota de la Autora
ANUNCIO

Capítulo 10: Las Luces Brillaban en la Tierra

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By Min_Ha_Sang

Capítulo ~10~
Las Luces Brillaban en la Tierra

"Hay tanta plenitud en esta hora, tranquila entre las palmas de algún hado, que el curso del instante se demora lentísimo, cortés, enamorado."

- Jorge Guillén

En general, la vida está formada de pequeños instantes: momentos felices, algunos tristes, algunos difíciles y otros simplemente extraños que llegaran a formar una persona con el paso del tiempo. Por eso todos somos distintios, estamos influidos por la época en que vivimos, la gente que vemos caminar por la calle y las personas que nos rodean en casa. Quizá hemos vivido situaciones similares, pero cada quien lo siente a su manera.

Recuerdo a una mujer cuyo cabello rizado caía con gracia por debajo de sus hombros lleno de canas. ¿Por qué no lo pintaba? Fácil. Cada cana era parte de ella, y contaban una por una la historia de la mujer.

Esta persona decía que uno encontraba la plenitud hasta el último momento de agonía antes de la muerte. Que estábamos condenados a sentirnos incompletos, faltos de algo hasta que nuestros ojos se cerraran para siempre.

***

Julie jugaba con las ramas de los árboles cuando íbamos al parque y nadie nos veía. A pesar de que tenía una actitud bastante ruda en ocasiones, la imagen inocente con la que caminaba por la ciudad no era del todo errónea.

Descubrí, con el paso de los días, que existía un lado dulce que no mostraba con facilidad. También aprendí que le gustaba jugar con los patos en el estanque que había frente a la florería María en la plaza de las Flores, y que huía de las palomas cuando éstas rondaban el centro.

Su mirada, conforme avanzó el tiempo, lucía menos amenazante. Pura era era la palabra que la describía cuando un perro pequeño pasaba junto a nosotros, y ausente se volvía al ver caer la noche en el patio de mi casa.

Marco vino una tarde y me pidió que le dijera a Julie que aceptar entrar en un centro de rehabilitación. Su rostro parecía ser honesto, y aunque nunca en verdad había estado cerca de él, sentí celos de que se preocupara más por ella de lo que una vez lo hizo por mí.

No obstante, esa no fue la razón por la que no hablé con Julie del centro. Solo no lo consideraba necesario. A pesar de que era evidente que la chica tenía un problema, pensé que apartarla de mundo no sería mejor. Luego de casi un mes juntos no había vuelto a escuchar que la encontraran drogada en algún callejón, y para mí eso era algo bueno.

Una de las tantas veces que salimos a recorrer el parque nos encontramos con una feria de esas que ponen en México cuando una iglesia celebra a su santo patrono. Yo nunca vi algo igual antes de ese momento. Había muchas luces, artículos religiosos, comida y personas que caminaban de un lado a otro comprando lo que se les atravesará. Olía mucho a aceite y los rostros de las mujeres que vendían garnachas parecían sudar grasa. También el templo estaba abierto, y adentro veladoras iluminaban el altar central de una construcción de muros blancos. En las bancas, mujeres con velos en la cabeza oraban de rodillas con un fervor que no había visto antes. Las más ancianas incluso derramaban lágrimas, así que me pregunté si se debía a que sentían que su muerte se acercaba y tenían miedo; si la devoción aparecía cuando sientes que no hiciste lo suficiente y en el futuro después de morir esperas poder hacerlo.

Aquel día recién cortaba mi cabello, así que no cubría mis ojos como de costumbre. También había decidido vestir un atuendo nuevo por lo que me sentí culpable cuando un montón de niños con los pantalones rotos miraron mi ropa.

En general, veía un panorama de personas de clase media o baja. Mujeres más entretenidas en gritar a los niños que jugaban con el agua bendita que en su supuesta devoción. Hombres ebrios y a las pocas personas adineradas lanzando miradas de desprecio a las personas sucias que pedían de las sobras en los puestos de comida.

Dejando de lado la religión, el ambiente festivo era en realidad algo entretenido. El papel picado lucía mucho más atractivo con todos esos focos iluminándolo. De hecho, las luces eran tan buenas que las estatuas en el templo incluso parecían creaciones divinas.

El olor a sudor de la masa de personas que se movía sin dirección por el lugar era encubierto por el aroma dulce de los tamales y los buñuelos de los que Julie no dejaba de hablar.

En algún momento, en medio de la música de los mariachis y los vendedores ofreciendo sus artículos, Julie se paró frente a mí. De no ser porque la conocía, y porque no era alguien creyente, hubiera pensado que se trataba de un ángel. En ese punto su cabello había perdido su intenso tono rojo, siendo reemplazado por un menos agresivo naranja deslavado. Esto, en conjunto con su piel blanca, las luces de colores detrás de ella, además de la música lenta que en ese momento comenzó a sonar y sus ojos brillando más que las estrellas la hacían ver como algo divino. Una belleza irreal era la que poseía en ese momento, una imagen inocente y una mirada tan encantadora.

Sus labios se movieron para decir algo que no escuché pues me preguntaba como la había dejado pasar por alto. A pesar de que la luna brillaba enorme en el cielo, nada que jamás hubiera visto se comparaba a esa sonrisa, a esas cejas y esa expresión de confusión.

Justo la misma que hacía cuando mi mente se desconectaba de la realidad, con una ceja levantada y los labios ligeramente abiertos. La misma que me había cautivado cuando salimos del restaurante luego de que ella le tirara espaguetti encima al chico de la sonrisa torpe. Ese era el rostro que quería ver tanto como fuera posible, y quería atesorar en mi mente junto a los recuerdos de mi infancia.

***

Cuando miré el cielo que se extendía infinito y oscuro sobre el papel picado y los cables de electricidad, pensé que lo que decía la mujer de los rizos sobre la muerte quizá era cierto. Mientras uno viva, seguirá viendo cosas que le sorprenda, y atravesará experiencias que le enseñarán algo. Incluso en el lecho de muerte el dolor, la desesperación, la agonía, el miedo y la paz pasaran a formar parte de la persona. Cuando uno da un último respiro, ha terminado de aprender, y se puede considerar que llegó a la plenitud.


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